martes, 8 de noviembre de 2022


 

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NUESTRO MARX

Néstor Kohan

 

[ 037 ]

 

 

PRIMERA PARTE:

Una visión crítica de los usos de Marx

 

 

EL MARX DEL REFORMISMO (DE EDUARD BERNSTEIN, NIKITA KRUSCHEV Y EL EUROCOMUNISMO A JOHN HOLLOWAY)

 

 

 

El golpe contra Allende y la emergencia del eurocomunismo occidental

 

Los tres principales partidos políticos de la sociedad chilena eran la democracia cristiana (DC), el partido socialista (PS) y el partido comunista (PC), exactamente los mismos partidos que existían por la misma época en Italia (donde el duelo tradicional, desde 1945 en adelante, enfrentaba a la gobernante DC con el PCI). No es casual, entonces, que el partido comunista italiano aprendiera rápidamente "la lección de Chile", aunque extrajera conclusiones en un sentido opuesto a toda perspectiva revolucionaria.

 

Después del golpe de Estado de Chile del general Augusto Pinochet, apoyado con entusiasmo por la democracia cristiana (DC), el dirigente comunista italiano Enrico Berlinguer anuncia públicamente la estrategia del "compromiso histórico" entre el PCI y la democracia cristiana.

 

El "compromiso histórico" entre PCI y DC excluye la posibilidad de un gobierno de unidad de la izquierda en Italia, al no contar más que con el 51 % de votos de mayoría. Mediante ese "compromiso histórico" la dirección del PCI, temerosa de recibir un golpe de estado como el chileno, se integra a las instituciones permanentes del Estado capitalista. De este modo abandona definitivamente toda lucha por el poder que en sus inicios había caracterizado al comunismo italiano liderado en los años '20 por Antonio Gramsci y Amadeo Bordiga. La decisión política de suscribir el "compromiso histórico" prolonga y perfecciona la actitud asumida en 1945, cuando el PCI, siguiendo los consejos de Stalin, modera y desinfla la Resistencia partisana antifascista y renuncia a la lucha por la transformación revolucionaria del país tras la derrota del eje italiano-alemán-japonés.

 

Los temores del PCI ante un golpe de Estado —apoyado por la DC— como el que derrocó a Salvador Allende en Chile, no eran infundados ni disparatados.

 

Por ejemplo, pocos años después, cuando el dirigente demócrata cristiano Aldo Moro —presidente de la DC— es capturado por las brigadas rojas (BR) y es mantenido en cautiverio, en diálogo con los insurgentes y en cartas públicas que envía a diversos dirigentes políticos italianos se explaya largamente brindando detalles sobre la estructura secreta político-militar de la Operación GLADIO [Espada], organización clandestina gestionada por los servicios secretos italianos junto con los servicios de inteligencia estadounidenses (CIA) con el completo aval de la democracia cristiana (DC) a la que Moro pertenecía. Entre los máximos dirigentes demócratas cristianos vinculados a GLADIO se encuentra Francesco Cossiga, primero ministro del interior italiano y luego presidente de la República, varias veces acusado de corrupción y escándalos como muchos de sus pares "democráticos". Años más tarde Cossiga hace pública la existencia de esa red de inteligencia y terrorismo (que ponía bombas en lugares públicos "bajo banderas falsas", es decir, atribuyéndoselas a la izquierda para atizar así la cólera contra el comunismo y generar desestabilización política) e incluye en su ejercicio, junto a la CIA, también a elementos vinculados a la OTAN, lo que le vale el odio de esta última. Recién en el año 2000 el Parlamento italiano organiza una comisión especial para investigar el affaire GLADIO, dejando por sentado que tanto las acusaciones de Moro como las de Cossiga eran completamente ciertas.

 

La organización clandestina GLADIO —que llega a contar con aproximadamente 15.000 miembros, arsenales de armas y explosivos—, además de ejercer el terrorismo y la desinformación, estaba destinada a controlar y contrarrestar una posible y no tan lejana victoria electoral del PCI. De modo que los pactos de gobernabilidad suscriptos por la dirección del PCI, aunque reforzaban el reformismo del partido y terminaban de saldar su abandono definitivo de toda perspectiva revolucionaria, ya de por sí diluida y deshilachada, respondían a ese clima de creciente tensión política.

 

Desde la firma de ese "compromiso histórico" en adelante el PCI se termina de unir estrechamente al sistema institucional-parlamentario y rechaza en forma absoluta toda la rebeldía de los movimientos sociales, culturales y políticos extraparlamentarios que aflora en Italia entre 1975 y 1977.

 

Poco tiempo después de la firma italiana del "compromiso histórico" cae la dictadura militar en Portugal, dando inicio a todo el proceso de descolonización de África de las colonias portuguesas (Angola, Mozambique, etc.). En esa caída juega un gran papel el partido comunista portugués (PCP), de fuerte influencia en las Fuerzas Armadas durante la "revolución de los claveles" triunfante en abril de 1974. Un partido que a diferencia de sus pares europeos occidentales, aunque impregnado de etapismo y stalinismo, mantiene todavía vocación insurreccional y estrategia revolucionaria (en un planteo bien distinto al preconizado entonces por la URSS), incluyendo grupos de lucha armada (llamados Acción Revolucionaria Armada-ARA)... ¡en plena Europa occidental!, lo cual le vale gran prestigio entre los sectores populares y una profunda animadversión por parte de la CIA estadounidense. Esta última, para frenar a los más radicales dentro de la "revolución de los claveles", promueve para Portugal una salida socialdemócrata clásica al estilo del eurocomunismo.

 

En España, en 1975, muere el dictador Francisco Franco. Se inicia una compleja transición política que mantiene inalteradas las instituciones del franquismo, la monarquía, las leyes represivas especiales y los ordenamientos jurídicos e incluso la bandera bicolor del "generalísimo" que durante la década del '30 había reemplazado la bandera original, tricolor, de la república española. El secretario general del PC español Santiago Carrillo, a cambio de la legalidad, pacta con las instituciones burguesas, asume la bandera franquista (bicolor), acepta la monarquía y renuncia definitivamente a toda perspectiva insurreccional y a toda lucha por el poder.

 

Un año después, el PC francés, durante gran parte de su vida leal escudero del PCUS soviético, organiza su XXII congreso y —dirigido por Georges Marchais— abandona definitivamente las tesis de Lenin renunciando a cualquier confrontación radical.

 

En Italia, aunque el partido comunista italiano construye el "compromiso" con la DC entre 1973 y 1974, recién en 1981 rompe definitivamente con el PCUS (por la promulgación de la ley marcial en Polonia). Sin embargo, el núcleo central de la elaboración teórica del eurocomunismo promovido por el dirigente Enrico Berlinguer, se nutre en sus raíces de la perspectiva que Kruschev había impulsado a partir de 1956 para el resto de los partidos comunistas del mundo.

En ese contexto histórico, fuertemente impactado por la tragedia de Allende y su frustrado "tránsito pacífico", emerge en los principales países latinos de Europa occidental el eurocomunismo, corriente político-intelectual que marca un tránsito lento de todas estas organizaciones hacia la socialdemocracia.

 

 

Entonces, observando el horizonte desde un gran angular, podemos visualizar que tras la derrota del '68 (a la que los PPCC contribuyeron, dando la espalda a toda rebelión obrera o estudiantil que no controlaran), y a lo largo de Europa occidental, los antiguos partidos comunistas se van acercando paulatinamente a la socialdemocracia, con la excepción de Portugal y Grecia. La transición entre el viejo stalinismo y la socialdemocracia está dada en la mayoría de esos países por un período intermedio, que comienza en los '70 de la mano del eurocomunismo.

 

Retomando la herencia "olvidada" de la política de Kruschev y la tradición inaugurada por su principal antecesor teórico Eduard Bernstein, el eurocomunismo comienza a legitimar en la letra impresa y en los discursos públicos lo que de hecho esos partidos venían haciendo en la vida cotidiana desde mucho antes: 

 

"La importancia mayor que reviste el movimiento eurocomunista es, sin duda, la de adecuar su discurso ideológico a su práctica política, poniendo fin a un comportamiento cuasi esquizofrénico. [...] En ese sentido, la definición ideológica del eurocomunismo es un hecho positivo. Ella ofrece a los partidos comunistas de Europa (y también a los de América Latina), que, desde los años treinta, han adoptado una política de colaboración de clases, la posibilidad de hacerlo coherentemente, sin mala conciencia, reconciliando su ideología y su práctica".

 

Aun desafiando en los años '70 el liderazgo del PC soviético, el eurocomunismo sigue fielmente y al pie de la letra su línea política promovida desde 1956. Cuestionan a quién lo dice pero no lo qué se dice. Se distancian del mensajero, horrorizados por su brusquedad y su falta de refinamiento y buenos modales, pero se quedan con el mensaje...

 

Justo a partir de ese momento —¿una casualidad?— en Europa occidental proliferan como hongos las referencias académicas a las supuestas "lagunas" y los pretendidos "silencios" de Karl Marx sobre teoría política, teoría de la dominación y teoría del poder (referencias que ya mencionamos a propósito de las polémicas de Norberto Bobbio y su recurrente persistencia contra el marxismo). Declaraciones que serán repetidas, al estilo de un ventrílocuo sumiso, periférico y reverencial, en las Academias latinoamericanas, olvidando el singular contexto histórico en que se produjeron y otorgándoles rango de "verdades universales".

 

En medio de esa mutación política de los antiguos PPCC, de vasta influencia en la Academia de Francia e Italia, se multiplican los estudios económicos y políticos que intentan legitimar ese giro estratégico eurocomunista.

 

En el plano de la teoría económica se difunde entonces la hipótesis del denominado "capitalismo monopolista de Estado" (conocida en la literatura específica por la sigla CME) según la cual, el enemigo principal a enfrentar por parte de las fuerzas marxistas quedaría reducido, única y exclusivamente a las empresas monopólicas, dejando el campo libre para... una amplísima alianza de clases, "antimonopolista" (que incluiría en su seno a la burguesía supuestamente no monopólica de los principales países capitalistas metropolitanos), garantía de la gobernabilidad "democrática" aceptada y propiciada por el eurocomunismo…

 

(continuará)

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

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