jueves, 27 de octubre de 2022

 

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NUESTRO MARX

Néstor Kohan.

 

[ 033 ]

 

 

PRIMERA PARTE:

Una visión crítica de los usos de Marx

 

 

EL MARX DEL REFORMISMO (DE EDUARD BERNSTEIN, NIKITA KRUSCHEV Y EL EUROCOMUNISMO A JOHN HOLLOWAY)

 

 

Según recuerdan sus biógrafos más confiables, eruditos y documentados, desde los tiempos fundacionales en los que actuó y escribió Karl Marx el movimiento socialista se vio tironeado por corrientes "moderadas" y mesuradas. El punto de vista marxista no fue el único en el seno del movimiento socialista. Convivió, desde su misma gestación, con vertientes emancipadoras que trataban de eludir el problema del poder. No obstante, como suele suceder, los problemas reales no se resuelven evadiéndolos.

 

Ya desde aquella época un segmento de la clase trabajadora y algunos de sus principales intelectuales se sintieron tentados de eludir la confrontación y esquivar el desafío político de enfrentar (y vencer) la violencia institucionalmente organizada. En aquel tiempo fueron principalmente Ferdinand Lasalle y sus discípulos quienes más intentaron encarrilar al movimiento obrero para que "entrara en razón" y no osará tropezar con las principales instituciones políticas del poder establecido. "Había que ser inteligentes", argumentaban ”

“aquellos viejos socialistas alemanes del siglo XIX, "y evitar el conflicto". No fueron los únicos en promover relaciones sociales de un tipo nuevo, no capitalistas, sin pasar por el trago amargo de tener que vérselas, políticamente, con el problema de una transición más allá del capitalismo, repleta de conflictos, desgarros, enfrentamientos y violencias.

 

En medio de la disputa con aquella tendencia Karl Marx, primero organizador de la Liga de los Comunistas y luego principal impulsor de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), trata de fundamentar la necesidad de no eludir el problema. El movimiento revolucionario, si pretende ser radical, deberá tarde o temprano confrontar con el Estado —he ahí su principal diferencia con Lasalle— y, si llegara a triunfar en esa lucha, deberá crear un poder democrático muy fuerte de la clase obrera que Marx denominó "dictadura del proletariado", que pudiera oponerse a la violencia de la contrarrevolución apuntando al mismo tiempo, en un período de transición, hacia la extinción del Estado como instancia separada y enfrentada a la sociedad.

 

No obstante la tremenda energía que Marx y Engels pusieron en discutir y combatir las tendencias que eludían en la lucha social el problema estratégico del poder y la confrontación con el Estado, el falso atajo que creyeron encontrar aquellas antiguas vertientes reformistas volvió a ser cruzado años más tarde. Nuevas ilusiones, nuevos pasadizos "mágicos", viejas tragedias. El prolongado equívoco de la prédica reformista renacía, periódicamente, con otros ropajes y bailando al ritmo de las músicas más diversas.

 

 

 

Bernstein y su cruzada contra Hegel, el «blanquismo» y la violencia revolucionaria

 

El nombre de Eduard Bernstein no goza de popularidad ni de prestigio intelectual. Sin embargo, bien valdría la pena reconocerle la paternidad de muchos de las actuales evangelios reformistas que circulan en ONGs, academias y foros sociales. Antiguos lugares comunes y ensoñaciones reformistas que, cuestionando al marxismo (o tergiversándolo de modo grotesco para refutarlo más fácilmente), se autopostulan y son difundidas por los grandes monopolios mediáticos como absolutamente "novedosos", como si hubieran nacido bajo el influjo reciente de internet y las últimas tecnologías... "¡que Marx no pudo conocer!". Desde la buena nueva del cooperativismo como instancia mágicamente superadora de las brutales contradicciones de la acumulación, concentración y centralización capitalista hasta la apología de los fondos de pensión como forma "democratizadora" del capital por acciones, pasando por el rechazo de todo movimiento anticapitalista y antiimperialista, radical e insurgente, que se plantee ir más allá de la legalidad oficial hasta el ataque en toda la línea contra la herencia teórica de Hegel y el influjo supuestamente maligno del método dialéctico en los movimientos sociales. ¡Bernstein es el padre de gran parte de esas "nuevas teorías"!

 

Lo más sugerente del caso es que Bernstein las formuló, no en tiempos de internet, el chat y la fibra óptica, la proliferación del microchip, el descubrimiento del genoma y la "sociedad de la información" sino... ¡antes de que se inventaran los automóviles, la computadora personal, la TV y hasta la radio! Por lo tanto, en ciencias sociales, la discusión teórica sobre Marx y el reformismo no puede abordarse bajo el chantaje manipulador y las falacias de que "la nueva tecnología impone mesura política"; "el capitalismo se volvió muy «complejo» por las comunicaciones satelitales, por lo tanto es utópico intentar combatirlo de raíz, a lo sumo podemos humanizarlo" o "vivimos en una aldea global, en consecuencia: el mercado es absolutamente insuperable" y otras falsificaciones de la misma calaña. El reformismo tiene una larga historia, completamente ajena, independiente y previa a internet.

 

En la introducción de esta investigación sosteníamos que gran parte de las metafísicas "post", a pesar de sus matices y diferencias recíprocas, convergen en un punto teórico: el ataque contra la dialéctica y sus categorías (desde la de "totalidad" hasta la de "superación" [aufhebung]). Identifican a Hegel como un pensador supuestamente conservador, apologista del Estado prusiano y arremeten contra el método dialéctico como una doctrina totalitaria que, con sus categorías "fuertes", cancela la diversidad, convoca a la violencia y fomenta el enfrentamiento radical. En la mayor parte de esos relatos se impugna la lógica dialéctica de las contradicciones explosivas, mientras se intenta abandonar para siempre, por su carácter "autoritario" o "jacobino", toda perspectiva estratégica de confrontación con el Estado. Cuando no se trata de relatos directa y expresamente legitimadores, es decir, cuando formalmente se mantiene la esperanza en un cambio social, los discursos académicos "post" sueñan, ilusoriamente, con cambiar la sociedad sin plantearse —o, mejor dicho, eludiendo— la revolución.

 

Esta operación discursiva se hace a través de toda una serie de giros filosóficos, políticos y teóricos que dan una y mil vueltas alrededor de la tradición marxista. El caso de Toni Negri es muy expresivo en ese sentido.

 

En gran parte de estos casos, a pesar de utilizar un lenguaje renovado lo que allí está operando es una vieja y largamente sedimentada plataforma reformista según la cual no resulta conveniente luchar por la revolución, fomentar los enfrentamientos radicales ni confrontar con el poder institucionalizado en la violencia del Estado.

 

El gran antecesor de esta literatura vinculada a las ciencias sociales y la teoría política, que dialoga con el marxismo a condición de que éste abandone su perspectiva revolucionaria —en la arena política— y se desprenda de una vez por todas de su metodología dialéctica —en el terreno epistemológico y filosófico— es, precisamente, Eduard Bernstein. Él constituye uno de los primeros en elaborar esos argumentos contra la dialéctica y un precursor en tratar de expurgar de Marx toda huella de Hegel y toda "tentación" revolucionaria.

 

De todas las múltiples escuelas de pensamiento que arremetieron contra la lógica dialéctica, Bernstein probablemente haya sido quien visualizó más lejos las implicancias, no sólo teóricas o filosóficas, sino principalmente políticas que estaban presupuestas en la polémica sobre el vínculo entre Hegel y Marx, o sea, entre la teoría crítica marxista y la dialéctica.

 

Un siglo entero antes que Toni Negri, en sus artículos del período 1896-1899 publicados en Die Neue Zeit, la revista teórica del Partido Socialdemócrata alemán (SPD) y en su libro ‘Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia’ (que aparece en el mismo 1899) Bernstein había sostenido que "con el sistema hegeliano culmina la evolución de la razón política del estado de policía iluminado en la edad de la Restauración". Negri repite palabras casi textuales en su Imperio...

 

Pero va mucho más allá de esta crítica, ya clásica, contra la dialéctica de Hegel. Al carácter conservador que le atribuye le agrega un nuevo condimento. Entre las hendijas e intersticios de ese sistema conservador se esconden brasas incandescentes de radicalismo político (es probable que en esta aseveración recoja la distinción entre método y sistema hegeliano que también está presente en Marx y Engels). Pues bien, según Bernstein hay que acabar, dentro de la tradición socialista, con ese radicalismo político y aplastar toda tentación extremista que de él se deriva.

 

Con gran profundidad y penetración intelectual, atribuye a la teoría de las contradicciones de "la dialéctica radical hegeliana" la responsabilidad y la fuente nutriente, nada menos, que del "blanquismo" [corriente política de Auguste Blanqui N.K.], del "babuvismo" [corriente política de Graco Babeuf N.K.], del "voluntarismo", de la concepción "conspirativa y demagógica", de "la revolución permanente", del "terrorismo proletario" y de "la teoría que exalta el culto a la violencia en la historia"... En su hábil y erudita pluma todas estas acusaciones, sin excepciones, están dirigidas contra el marxismo revolucionario…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

*

 


2 comentarios:

  1. "Nuevas ilusiones, nuevos pasadizos "mágicos"...", que condujeron a Borís Yeltsin y a la actual guerra en Ucrania. Los torniquetes son dolorosos, pero evitan hemorragias fatales.

    Salud y comunismo

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  2. Como no podía ser de otra manera, el pensamiento burgués, por aquel entonces menos y ahora mucho más dominante en el conjunto de la sociedad capitalista, se encontraba muy presente, digo en mayor o menor grado, en las siempre heterogéneas –Babeuf, Blanqui, Proudhon, Lassalle, Bernstein, Kautsky… y demás tropa– filas revolucionarias, como Marx señaló puntualmente en cada uno de sus textos sobre los sucesivos ensayos revoluciones que culminaron en el efímero triunfo de La Comuna de París. Batalla ideológica necesariamente ‘radical’ –nada de limitarse a podar las ramitas más impresentables de la explotación y la opresión–, contra el enemigo-supuestamente amigo disfrazado de reformista o socialdemócrata, que Marx afinó y profundizó en su magistral, ‘Crítica al programa de Gotha’. Todo lo que no sea acabar de raíz con el capitalismo es, desde el punto de vista revolucionario, tiempo y trabajo trágicamente perdido. Y para el capitalismo terminal, plusvalía que se lleva ‘a la saca’…

    Salud y comunismo

    *

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