lunes, 4 de julio de 2022

 

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El Imperialismo, la fase superior del Capitalismo

 

LENIN

 

[ 016 ]

 

 

VIII.

EL PARASITISMO Y LA DESCOMPOSICION DEL CAPITALISMO

 

 

Debemos analizar ahora un importante aspecto del imperialismo, al cual, en los razonamientos sobre este tema, no se concede la atención debida en la mayor parte de los casos. Uno de los defectos del marxista Hilferding consiste en que, en comparación con el no marxista Hobson, ha dado un paso atrás. Nos referimos al parasitismo, propio del imperialismo.

 

Como hemos visto, la base económica más profunda del imperialismo es el monopolio. Se trata de un monopolio capitalista, esto es, que ha nacido del seno del capitalismo y se halla en las condiciones generales del mismo, de la producción de mercancías, de la competencia, en una contradicción constante insoluble con dichas condiciones generales. Pero, no obstante, como todo monopolio, engendra inevitablemente una tendencia al estancamiento y a la descomposición. Puesto que se fijan, aunque sea temporalmente, precios monopolistas, desaparecen hasta cierto punto las causas estimulantes del progreso técnico y, por consiguiente, de todo progreso, de todo movimiento hacia adelante, surgiendo así, además, la posibilidad económica de contener artificialmente el progreso técnico. Ejemplo: en los Estados Unidos, un tal Owens inventó una máquina que produjo una revolución en la fabricación de botellas. El cartel alemán de fabricantes de botellas compró la patente a Owens y la guardó bajo llave, retrasando su aplicación. Naturalmente, bajo el capitalismo, el monopolio no puede nunca eliminar del mercado mundial de un modo completo y por un período muy prolongado la competencia (en esto consiste, dicho sea de paso, una de las causas de lo absurdo de la teoría del ultraimperialismo). Desde luego, la posibilidad de disminuir los gastos de producción y de aumentar los beneficios por medio de la introducción de mejoras técnicas obra en favor de las modificaciones. Pero la tendencia al estancamiento y a la descomposición inherente al monopolio, sigue obrando a su vez, y en ciertas ramas de la industria, en ciertos países, por períodos determinados llega a imponerse.

 

El monopolio de la posesión de colonias particularmente vastas, ricas o favorablemente situadas, obra en el mismo sentido.

 

Además, el imperialismo es una enorme acumulación en unos pocos países de capital monetario, el cual, como hemos visto, alcanza la suma de 100 a 150 mil millones de francos en valores. De aquí el incremento extraordinario de la clase o, mejor dicho, del sector rentista, esto es, de individuos que viven del "corte del cupón", completamente alejados de la participación en toda empresa y cuya profesión es la ociosidad. La exportación del capital, una de las bases económicas mas esenciales del imperialismo, acentúa todavía más este divorcio completo del sector rentista respecto a la producción, imprime un sello de parasitismo a todo el país, que vive de la explotación del trabajo de varios países y colonias ultraoceánicos.

 

"En 1893 —dice Hobson— el capital británico invertido en el extranjero representaba cerca del 15% de toda la riqueza del Reino Unido".

 

Recordemos que, para el año 1915, dicho capital aumentó aproximadamente en dos veces y media.

 

"El imperialismo agresivo —dice más adelante Hobson—, que cuesta tan caro a los contribuyentes y tiene tan poca importancia para el industrial y el comerciante [...] , es una fuente de grandes beneficios para el capitalista que busca el modo de invertir su capital" [...] [En inglés esta noción se expresa con una sola palabra: "investor", rentista]. "El estadístico Giffen estima en 18 millones de libras esterlinas, calculando a razón de un 2,5% sobre un giro total de 800 millones de libras esterlinas, el beneficio anual percibido en 1899 por la Gran Bretaña de su comercio exterior y colonial".

 

Por grande que sea esta suma, no puede explicar el imperialismo agresivo de la Gran Bretaña. Lo que lo explica son los 90 ó 100 millones de libras esterlinas que representan el beneficio del capital "invertido", el beneficio del sector de los rentistas.

 

 

¡El beneficio de los rentistas es cinco veces mayor que el beneficio del comercio exterior del país más "comercial" del mundo! ¡He aquí la esencia del imperialismo y del parasitismo imperialista!

 

Por este motivo, la noción de "Estado-rentista" (Rentnerstaat) o Estado-usurero ha pasado a ser de uso general en la literatura económica sobre el imperialismo. El mundo ha quedado dividido en un puñado de Estados-usureros y una mayoría gigantesca de Estados deudores.

 

"Entre el capital invertido en el extranjero —escribe Schulze-Gaevernitz— se halla, en primer lugar, el capital colocado en los países políticamente dependientes o alia dos: Inglaterra hace préstamos a Egipto, Japón, China y América del Sur. En caso extremo, su escuadra desempeña el papel de alguacil. La fuerza política de Inglaterra la pone a cubierto de la indignación de sus deudores".

 

Sartorius von Waltershausen, en su obra "El sistema económico de inversión de capital en el extranjero", presenta a Holanda como modelo de "Estado-rentista" e indica que Inglaterra y Francia van tomando asimismo este carácter. A juicio de Schilder, hay cinco países industriales que son "Estados acreedores bien definidos": Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica y Suiza. Si no incluye a Holanda en este grupo es únicamente por ser "poco industrial". Los Estados Unidos son acreedores solamente con referencia a América.

 

 

 

“Inglaterra —dice Schulze-Gaevernitz— se está convirtiendo paulatinamente de Estado industrial en Estado-acreedor. A pesar del aumento absoluto de la producción y de las exportaciones industriales, aumenta la importancia relativa para toda la economía nacional de los ingresos procedentes de los intereses y de los dividendos, de las emisiones, de las comisiones y de la especulación. A mi juicio, este hecho es precisamente el que constituye la base económica del auge imperialista. El acreedor está más sólidamente ligado con el deudor que el vendedor con el comprador".

 

Con respecto a Alemania, el editor de la revista berlinesa "Die Bank", A. Lansburgh, escribía en 1911 lo siguiente, en el artículo "Alemania, Estado-rentista":

 

"En Alemania la gente se ríe de buena gana de la tendencia a convertirse en rentista que se observa en Francia. Pero, al hacerlo, se olvidan de que, por lo que se refiere a la burguesía, las condiciones alemanas se parecen cada día más a las de Francia".

 

El Estado-rentista es el Estado del capitalismo parasitario y en descomposición, y esta circunstancia no puede dejar de reflejarse tanto en todas las condiciones político-sociales de los países correspondientes en general, como en las dos tendencias fundamentales del movimiento obrero en particular. Para mostrarlo de un modo más evidente, cedemos la palabra a Hobson, el cual es un testigo "seguro", ya que no se le puede considerar como sospechoso de apasionamiento por la "ortodoxia marxista" y, por otra parte, es un inglés bien informado de la situación del país más rico en colonias, en capital financiero y en experiencia imperialista.

 

Describiendo, bajo la viva impresión de la guerra anglo-boer, el lazo que une al imperialismo con los intereses de los "financieros", el aumento de los beneficios resultantes de las contratas, de los suministros de guerra, etc., Hobson decía:

 

"Los orientadores de esta política netamente parasitaria son los capitalistas; pero los mismos motivos ejercen también su acción sobre categorías especiales de obreros. En muchas ciudades, las ramas más importantes de la industria dependen de los pedidos del Estado; el imperialismo de los centros de las industrias metalúrgica y naviera depende, en gran parte, de este hecho".

 

Las circunstancias de dos órdenes, a juicio del autor, han debilitado la fuerza de los viejos imperios: 1) el "parasitismo económico" y 2) la formación de ejércitos con soldados de los pueblos dependientes.

 

"La primera es costumbre del parasitismo económico, en virtud del cual el Estado dominante utiliza sus provincias, sus colonias y los países dependientes, con el objeto de enriquecer a su clase dirigente y corromper a las clases inferiores a fin de que permanezcan tranquilas".

 

Para que sea económicamente posible esa corrupción, sea cual sea la forma en que se realice, es necesario — añadiremos por nuestra cuenta — un beneficio monopolista elevado.

 

En lo que se refiere a la segunda circunstancia, Hobson dice:

 

"Uno de los síntomas más extraños de la ceguera del imperialismo es la despreocupación con que la Gran Bretaña, Francia y otras naciones imperialistas emprenden este camino. Gran Bretaña ha ido más lejos que ningún otro país. La mayor parte de los combates por medio de los cuales conquistamos nuestro imperio indio, fueron sostenidos por tropas indígenas. En la India, como durante los últimos tiempos en Egipto, grandes ejércitos permanentes se hallan bajo el mando de los ingleses; casi todas nuestras guerras de conquista en África, con excepción del Sur, han sido llevadas a cabo para nosotros por los indígenas".

 

La perspectiva del reparto de China suscita en Hobson la siguiente apreciación económica:

 

"La mayor parte de la Europa occidental podría tomar entonces el aspecto y el carácter que tienen actualmente ciertas partes de esos países: el sur de Inglaterra, la Riviera, los sitios de Italia y Suiza más frecuentados por los turistas y poblados por ricachos, es decir: un puñado de ricos aristócratas que percibirían dividendos y pensiones del Lejano Oriente, con un grupo un poco más considerable de empleados y de comerciantes y un número mayor de domésticos y de obreros ocupados en la industria del transporte y en la industria dedicada a la última fase de preparación de artículos de fácil alteración. En cambio, las ramas principales de la industria desaparecerían y los productos alimenticios de gran consumo, los artículos semimanufacturados corrientes afluirían, como un tributo, de Asia y África [...] He aquí qué posibilidades abre ante nosotros una alianza más vasta de los Estados occidentales una federación europea de las grandes potencias: dicha federación no sólo no haría avanzar la civilización mundial, sino que podría implicar un peligro gigantesco de parasitismo occidental: formar un grupo de naciones industriales avanzadas, cuyas clases superiores percibirían enormes tributos de Asia y África, por medio de los cuales mantendrían a grandes masas domesticadas de empleados y criados, ocupados no ya en la producción agrícola e industrial de artículos de gran consumo, sino en el servicio personal o en el trabajo industrial secundario, bajo el control de una nueva aristocracia financiera. Que los que se hallan dispuestos a rechazar esta teoría [debería decirse: perspectiva], como poco digna de ser examinada, reflexionen sobre las condiciones económicas y sociales de las regiones del sur de Inglaterra que se hallan ya en esta situación. Que piensen en las proporciones enormes que podría adquirir dicho sistema, si China fuese sometida al control económico de tales grupos financieros, de los 'capital investors', de sus agentes políticos y empleados comerciales e industriales, que agotarán el más grande depósito potencial de beneficios que jamás ha conocido el mundo, con objeto de consumir dichos beneficios en Europa. Naturalmente, la situación es excesivamente compleja, el juego de las fuerzas mundiales es demasiado difícil de calcular para que resulte muy verosímil esa u otra interpretación única del futuro. Pero las influencias que inspiran al imperialismo de la Europa occidental en la actualidad se orientan en este sentido, y si no chocan con una resistencia, si no son desviadas hacia otra parte, se desarrollarán precisamente en el sentido de la culminación de este proceso"…

 

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: LENIN. “1916 El Imperialismo, la fase superior del Capitalismo” ]

 

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