sábado, 2 de julio de 2022

 

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Alfredo Grimaldos 
/  “La CIA en España”

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Cómo detectar a un espía

 

En 1979, la estación de la CIA en Madrid sufre un inesperado descalabro. Los nombres de gran parte de sus agentes salen a la luz gracias a un informe elaborado por Cover Action, publicación editada en Washington que incluye entre los miembros de su equipo de redactores a los antiguos funcionarios de la Agencia Philip Agee, James Wilcott y Elsie Wilcott.

 

La embajada de Estados Unidos en Madrid, situada en la calle de Serrano, 75, alberga un numeroso equipo de diplomáticos, ayudantes, empleados y otros funcionarios del Departamento de Estado. Entre ellos se enmascaran otros ciudadanos norteamericanos cuyas funciones tienen poco que ver con las legítimas actividades de los miembros del Cuerpo Diplomático. Todas las publicaciones oficiales, tanto del Gobierno norteamericano como del español, los catalogan como empleados del Departamento de Estado, con sus correspondientes cargos diplomáticos o con la categoría de agregados militares. Son, sin embargo, miembros de la CIA y de la NSA (National Security Agency) encargados del «trabajo sucio» en España.

 

 

Su máximo responsable es Néstor D. Sánchez, jefe de la estación de la CIA en Madrid, que coordina sus operaciones desde la oficina 705 de la embajada norteamericana. Se hace pasar por primer secretario y cónsul. «En España, como en cualquier otro lugar del mundo donde la CIA planta sus operadores clandestinos, los métodos de encubrimiento son bastante típicos. “Encubrimiento” indica las diversas ficciones que se crean para ocultar la identidad real de los espías a los ciudadanos, a las autoridades locales e incluso a la mayor parte de los funcionarios norteamericanos», señala el informe de Cover Action.

 

La mayor parte de las «coberturas» son diplomáticas o militares, por muchas razones. Sobre todo porque semejante tapadera da a los espías acceso a políticos locales, líderes de la oposición, dirigentes sindicales, cívicos, eclesiásticos o juveniles, y también a potenciales agentes españoles que quizá no mantendrían sus primeros contactos con los miembros de la CIA si conocieran la verdadera misión que éstos desarrollan. Además, la inmunidad diplomática les resulta a menudo esencial para su trabajo: cuando un funcionario es descubierto realizando actividades de espionaje, penadas por las leyes del país que le hospeda, el incidente se suele saldar sólo con la expulsión del espía. Finalmente, los agentes de la CIA y la NSA deben tener rápido acceso a los centros de telecomunicaciones que, por lo general, se encuentran en las embajadas norteamericanas.

 

Las coberturas diplomáticas y militares para el personal de la CIA en España se otorgan sólo a agentes con una larga trayectoria en el servicio y cuya «eficacia» ha sido ya acreditada en otros países. La necesidad de que puedan mantener en secreto sus actividades y acceder, con facilidad y completa libertad, a todos los servicios administrativos de apoyo que los norteamericanos tienen en España, hace que la mayoría de los agentes de la CIA con base en Madrid se encuentren acreditados en la embajada norteamericana. El ex agente de la CIA Philip Agee lo explica con claridad:

 

Aunque los funcionarios de operaciones clandestinas pueden encontrar mejor cobertura en una empresa multinacional norteamericana o en algún sitio fuera de la embajada, la CIA prefiere mantener sus centros de operaciones en las embajadas, donde puede proteger con seguridad sus extensos archivos y sus comunicaciones secretas.

 

La publicación Cover Action, de la que Agee fue fundador, proporciona las claves para detectar a los espías camuflados entre el personal diplomático: «¿Cómo es posible que, sin estar relacionados con la CIA y sin tener acceso a sus secretos, podamos analizar la estación de Madrid y descubrir a esa gente?», se preguntan los redactores del informe. Y responden:

 

Se requiere una combinación de datos de conocimiento público con otras informaciones más concretas sobre los movimientos y el historial de los personajes investigados. Esos datos, confrontados y analizados, teniendo en cuenta las prioridades económicas, políticas y estratégicas de Estados Unidos en un país concreto, pueden ofrecer un, dibujo razonablemente claro de cuántos agentes están incluidos en la estación de la CIA y quiénes son, e incluso tener cierta idea de lo que pretenden hacer.

 

 

En 1979, el nombre de Néstor D. Sánchez aparece en el centro del entramado de la CIA en Madrid. Se tiene esa certeza después de analizar las listas de diplomáticos de la embajada norteamericana, publicadas por el propio Gobierno español, y también numerosas ediciones atrasadas del boletín oficial en el que figuran todos los integrantes del servicio exterior norteamericano. Además de otras publicaciones del Gobierno de Estados Unidos y diversos escritos sobre las actividades de la CIA en Latinoamérica y Europa Occidental. Al finalizar ese trabajo, los investigadores de Cover Action llegan a conclusiones muy precisas y las pulen aún más tras expurgar el registro de biografías elaborado por el propio Departamento de Estado norteamericano, que proporciona el perfil oficial de la mayor parte de los empleados del departamento. Por razones obvias, el registro debe incluir tanto a los espías como a los legítimos diplomáticos.

 

Durante el verano de 1976, el jefe de estación de la CIA en Madrid, Robert D. Gahagen, tiene que ser sustituido después de que la revista Cambio 16 revele su identidad. Gahagen había venido a Madrid, como jefe de estación, el 5 de noviembre de 1975. Entonces era ya un veterano de la división Hemisferio Occidental, con bastantes años de servicio en Guayaquil (Ecuador), Montevideo (Uruguay), Sao Paulo y Río de Janeiro (Brasil). Según Cambio 16, durante los meses que permanece aquí, «llega a entrevistarse, directamente o a través de personas interpuestas, con toda la oposición, incluido el PCE, y canaliza millones de dólares hacia partidos políticos españoles». Robert D. Gahagen ha sido militar, y a sus cincuenta y cuatro años se ha convertido en jefe del llamado Office of Political Liaison, tapadera de la CIA que ocupa las oficinas 709 a 713 de la séptima planta de la embajada norteamericana en Madrid. Experto en operaciones clandestinas, se encuentra destinado en Brasil en 1964, como su jefe Vernon Walters, cuando se produce el golpe de Estado contra el presidente Goulart. Gahagen había ascendido allí al cargo de subjefe de estación. La Iglesia brasileña, con el respaldo de Pablo VI, le acusa de participar en la práctica de torturas contra los detenidos políticos.

 

Bajo sus órdenes operaba en Madrid William A. K. Jones, que también tiene que abandonar España a raíz del citado artículo de Cambio 16. Antes de llegar como «agregado» a Madrid, Jones había estado destinado en el consulado norteamericano de Barcelona. En su historial figura el cargo de asesor de Seguridad Pública en Saigón, durante los años 1959 y 1960. Allí es responsable de la preparación de una fuerza policial conocida por practicar sistemáticamente la tortura, por sus «jaulas tigres» y sus «aldeas estratégicas». Al ser descubierta la misión que desarrollan en Madrid, tienen que volver a Estados Unidos varios agentes más, además de Gahagen y Jones. Entre ellos, Francis S. W. Sherry III, de cuarenta y ocho años. Otro veterano de Saigón, donde ha estado destinado desde 1953 hasta 1960. Después actúa en México, donde ejerce de responsable de operaciones anticubanas, desde 1966 hasta que viene a España.

 

Néstor D. Sánchez llega a Madrid en agosto de 1976, en sustitución de Gahagen. Desde la marcha de éste hasta que Sánchez se hace cargo del mando de la CIA en España, es otro veterano agente, Dean J. Almy Jr., acreditado en la capital como diplomático desde septiembre de 1973, quien actúa como jefe de estación en funciones. Almy abandona España a finales de 1977 y su siguiente destino es Kingston (Jamaica), donde se hace cargo de la estación de la CIA. Volverá a Madrid a mediados de los ochenta, para reforzar las actividades de la Agencia durante el período anterior al referéndum de la OTAN.

 

La llegada de Sánchez a Madrid es la culminación de una larga carrera de servicios clandestinos dentro del cuerpo operativo de la CIA. Nacido en 1927 en Nuevo México, ingresa en el Ejército de Estados Unidos a los dieciocho años y, tras dos de servicio, pasa a estudiar en el Instituto Militar de Nuevo México, donde se gradúa en 1950. Un año más tarde completa su formación en la Universidad de Georgetown, de Washington D. C. De regreso a las filas del Ejército, sirve dos años como teniente, hasta que, en 1953, se incorpora a la estructura de la CIA.

 

Después de dos años de entrenamiento en la central de Langley (Virginia), Sánchez asume su primer trabajo en el extranjero, como «oficial de operaciones», en el consulado general norteamericano de Casablanca (Marruecos), en marzo de 1955. Su cobertura allí es de «vicecónsul» y «funcionario económico». Después de cinco años en Casablanca, vuelve a la central para recibir nuevo adiestramiento. En febrero de 1965 se le envía a la embajada norteamericana en Caracas, esta vez como agregado politico. Y en agosto de 1967 pasa a la embajada de Guatemala, donde tiene cobertura de primer secretario y funcionario supervisor político. Eso indica que, probablemente, ya es jefe o subjefe de estación. Y en julio de 1972 le destinan dos años a Bogotá, esta vez como primer secretario, cónsul y funcionario político. Tras este servicio regresa a Langley, como paso previo a su aterrizaje en Madrid.

 

Cover Action consigue localizar al menos nueve «agentes de casos y operaciones» que trabajan con Sánchez bajo la cobertura de la embajada de Estados Unidos en Madrid. Se llega a reconstruir el historial de algunos de ellos consultando la base de registros biográficos y la lista del servicio exterior del Gobierno norteamericano. Bajo presiones de la CIA el Departamento de Estado dejará de publicar estos listados poco después. Resulta muy «instructivo» examinar el pasado de los hombres de la CIA para intentar averiguar cuáles son las actividades a las que se dedican en España. «Debe saberse que el objetivo principal de estos individuos es reclutar agentes, convencer a españoles y personas de otras nacionalidades que viven o trabajan en España —mediante dinero, amenazas, sexo, alcohol y drogas— de que espíen para ellos, que traicionen a sus propios países y, cuando sea necesario, que acepten participar en los “trabajos sucios” (provocación, desórdenes, desinformación, sabotaje…), en cualquier cosa que los amos de la CIA consideren necesario para proteger los “intereses norteamericanos”», señalan los redactores de Cover Action.

 

Cuando se estudian las actividades de un agente de la CIA, es importante saber en qué países ha trabajado y cuándo. Un estudio de los acontecimientos producidos en esos países durante el tiempo que determinado agente estuvo destinado allí puede contribuir a desvelar las especialidades de ese espía. Y en conjunto los historiales de todos los agentes ilustran sobre las actividades más siniestras de los norteamericanos en todo el planeta. Uno de los más veteranos miembros de la CIA que operan bajo el mando de Sánchez es Dean P. Hanson. Nacido en 1928 en California, a los dieciocho años se incorpora al cuerpo de marines, donde permanece dos años. Obtiene su graduación universitaria en las universidades de Oregón y California del Sur y entra en la CIA poco después de cumplir los veintiocho años, tras cinco de entrenamiento. En octubre de 1961, bajo la cobertura diplomática de consejero del Departamento de Seguridad Pública (OPS), Hanson participa en el programa de entrenamiento de la policía de Phnom Penh (Camboya), mientras se recrudece la guerra de Vietnam.

 

Los proyectos de la OPS forman parte de los planes de actuación de la Agencia Internacional de Desarrollo (AID) —el programa de ayuda extranjera de Estados Unidos—, y están bajo control directo de la CIA durante sus quince años de existencia, hasta que el Congreso de Estados Unidos decide acabar con ellos, en 1975, cuando se hace público que están comprometidos en cursos de entrenamiento sobre torturas y terrorismo, bajo la apelación de «Programas de Seguridad Pública». Muchos funcionarios del OPS, como Hanson, pertenecen a la CIA y no a la AID.

 

Dean P. Hanson es todavía un hombre de «seguridad pública» cuando se traslada a Saigón, en 1963, con la categoría de «analista de programas» de la AID. Después continuará con esa misma actividad en Laos, de 1964 a 1966.Tras volver dos años a Langley, cambia de escenario y viaja a Latinoamérica. Primero, al consulado norteamericano de Cochabamba (Bolivia), como diplomático. Se encuentra destinado allí cuando es asesinado el Che Guevara, en octubre de 1967. En 1972 retorna a Langley. Se desconoce su paradero desde 1974 hasta que aterriza en Madrid con su esposa, Ernestine Lupton, en julio de 1977. Viene para sustituir a otro veterano de la CIA, Francis S. Sherry III. La experiencia de Hanson en Indochina y Bolivia, durante unos años en los que se desarrollan intensos programas contrarrevolucionarios patrocinados por Estados Unidos, hacen de él uno de los mayores expertos en técnicas paramilitares que integran la estación de la CIA en Madrid durante los años de la Transición.

 

Otro veterano «agente de casos» destinado en Madrid es Thomas P. Keogh, de cuarenta y cuatro años. Ingresa en la CIA en 1967, después de estudiar en Georgetown y pasar cuatro años en las Fuerzas Aéreas norteamericanas. En abril de 1968 es enviado, bajo cobertura diplomática de «funcionario político», a la embajada de Estados Unidos en Montevideo. Allí permanece otros cuatro años y, a continuación, es destinado durante dos a México. En otoño de 1975 llega a Madrid junto a su mujer, María Sierra. Oficialmente, como miembro del llamado «destacamento» de las Fuerzas Aéreas.

 

Igual que su colega Hanson, Thomas P. Keogh está muy versado en «antiterrorismo». Como agente de la CIA en Uruguay, entre 1968 y 1972, se ve envuelto en la brutal represión desatada contra el movimiento guerrillero Tupamaros y toda la oposición de izquierda de este país del Cono Sur. La dureza de ese período está ejemplificada por las prácticas de un funcionario de la AID, Dan Mitrione, con quien Keogh comparte destino. Según diversos testimonios jurados, hechos públicos tras el fin de la dictadura, a finales de los setenta, Mitrione no sólo enseña técnicas de tortura a los policías uruguayos, sino que hace demostraciones, con detenidos vivos, de algunos novedosos instrumentos de tortura proporcionados por la «ayuda» norteamericana al desarrollo económico. En la década de los ochenta llegará a España otro especialista de la CIA en programas de tortura, también compañero de Mitrione en Montevideo, el jefe de estación Leonard D. Therry.

 

El oficial de operaciones de la CIA Dan Mitrione, experto en tortura y contrainsurgencia, operaba bajo la cobertura de «técnico agrícola». A finales de los setenta, la República de Uruguay sufría una dictadura sanguinaria encubierta aún bajo fórmulas de democracia parlamentaria. Su minucioso y terrible aparato represivo estaba engrasado directamente por Estados Unidos. Mitrione fue secuestrado en 1970 por el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros y asesinado. Aquella acción desencadenó una operación de exterminio contra la guerrilla urbana uruguaya. Uno de los responsables de la ejecución de Mitrione fue el español Antonio Mas, que será liberado en 1985, tras pasar quince años en prisión.

 

Mientras Néstor D. Sánchez, Dean P. Hanson y Thomas P. Keogh desarrollan sus acciones encubiertas en Madrid, a finales de los setenta, se exhibe en la capital y en otras ciudades españolas la película Estado de sitio, de Costa Gavras. En ella el director de origen griego reconstruye el terrible clima represivo que se vivió en Montevideo en 1970, durante el secuestro de Mitrione, que en la pantalla está encarnado por un magnífico Yves Montand.

 

Otros agentes de la CIA que actúan en Madrid durante los años 1977, 1978 y 1979, descubiertos por los investigadores de Cover Action, son Jay K. Gruner, John Frederick Webb, Robert K. Simpson, Jenaro García, J. Perry Smith, Richard G. Raham y Richard Morendo. Todos ellos aterrizan en Madrid con un largo historial profesional a sus espaldas, desarrollado, sobre todo, en distintos países latinoamericanos durante los años sesenta y setenta, época de sangrientas dictaduras apoyadas por Estados Unidos en su «patio trasero»…”

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Alfredo Grimaldos. “La CIA en España” ]

 

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2 comentarios:

  1. Los cimientos de la "ejemplar transición" estaban infestados de vigilantes termitas. De aquellas plagas, estos "gobiernos más progresistas de la historia".

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    1. Muchos años después, gracias a insobornables luchadores como Grimaldos, se puede llegar a conocer la impunidad con que esas criminales ‘termitas’ hacían –y evidentemente siguen haciendo– su sucio trabajo desde las blindadas cloacas del Estado, mientras los capos de guante y cuello blanco y sus ‘progresistas’ vasallos “Van dando lecciones de liberalismo trémens, cercanas al delirio trémens” que decía MVM.

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      “Es necesario tener una visión interdisciplinar de lo que está sucediendo, porque es necesario conectar esos “campos” que institucionalmente se mantienen separados. Y toda visión que intente conectarlos será necesariamente política (en el sentido original de la palabra).

      La condición esencial para pensar en términos políticos a escala global es ver la unidad del sufrimiento innecesario que existe hoy en el mundo. Éste es el punto de partida”.

      ( JOHN BERGER )


      Salud y comunismo

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