martes, 5 de julio de 2022

 

799


Alfredo Grimaldos /  “La CIA en España”

[ 030 ]

 

 

10

Cómo detectar a un espía

 

 

(…)

 

OPERACIÓN MARY

 

España, considerada coto privado por la CIA, es permanente escenario de enfrentamientos operativos entre los hombres de la Agencia y los agentes de otros servicios de inteligencia extranjeros. Durante décadas, desde los tiempos de la Guerra Fría, uno de los objetivos preferentes de Langley aquí es el control de las actividades del espionaje soviético en nuestro suelo. Y más tarde, a partir de los años sesenta, tras la entrada triunfal de Fidel Castro en La Habana, las tareas de infiltración en el entorno cubano se convierten en una obsesión para los hombres de la Agencia. Pero en algún caso les sale el tiro por la culata.

 

El más notable éxito cosechado en España por la CIA, en combinación con el contraespionaje español y europeo, es la llamada Operación Mary. A través de ella se desmantela un plan soviético de penetración en la estructura militar occidental.

 

Es el año 1968. La CIA ha detectado la existencia de una red integrada por oficiales «traidores» de los ejércitos europeos aliados de Estados Unidos y se lo comunica a los servicios de información de sus aliados. El plan de infiltración está organizado por la policía del Ministerio del Interior (MVD) soviética, que más tarde, hasta la desaparición de la URSS, será conocida como KGB (Komitet Gosudárstvennoi Bezopásnosti).

 

Los agentes de la URSS han conseguido captar a oficiales «traidores» o «vulnerables» de las Fuerzas Aéreas francesas, italianas, españolas… Su intención es establecer una serie de «reclamos» tecnológicos para que, llegado el caso, los proyectiles dirigidos desde el bloque del Este a centros militares neurálgicos puedan encontrar fácilmente sus objetivos. Por parte española, la operación encaminada a desmantelar esta red la dirige el general Luis Martos Lalane, perteneciente al Arma de Ingenieros y diplomado en Estado Mayor, que se encuentra al frente de la Tercera Sección del Alto Estado Mayor. El elemento clave en esta historia es un oficial del Ejército del Aire. «Para reclutar a los traidores a su propio país, normalmente, los servicios de inteligencia buscan gente con vulnerabilidades», explica el general Manuel Fernández Monzón, que participó en la Operación Mary. «Los agentes soviéticos “tocaron” a un teniente español que tenía una vida complicadísima, con líos de faldas, problemas con el alcohol… Y como suele ocurrir en estos casos, estaba ahogado económicamente. En fin, un desastre».

 

Cuando recibe la oferta soviética, el teniente se lo comunica a su superior, el coronel Alonso, y éste, entonces jefe del Ala 21 de Caza, lo pone en conocimiento del servicio de Contrainteligencia. «Nosotros llamamos entonces a este hombre y le planteamos si quiere seguir adelante con la historia como agente doble», continúa el relato Fernández Monzón. «Él era un tío muy echado para adelante y dice que sí. Se le garantiza la protección de su mujer y unas condiciones económicas determinadas para él y su familia. Se le premia de forma doble, pagándole aquí un sobresueldo y permitiéndole que se quede con lo que le dan los soviéticos».

 

Al principio, sus contactos del Este le piden al teniente cosas insólitas, que no parecen cometidos de un espía de cierta categoría, como que les consiga las guías de teléfono y algunos mapas. Esto forma parte del aspecto sainetero del espionaje, que también existe. Lo cierto es que, en esa época, los soviéticos están muy controlados en España y tienen poca capacidad de maniobra. También le encargan algún trabajo más especializado, como hacer copias de las escalillas del Ejército. «Y cumple tan bien sus tareas que, a los pocos meses, le proponen ir a hacer un curso a Rusia», continúa Fernández Monzón. «Le decimos que esas son palabras mayores, porque no sabemos la información que ellos tienen de usted y lo mismo se juega la vida si acepta el viaje». Pero decide ir y vuelve nada menos que de subjefe de la red mediterránea.

 

En un determinado momento, la CIA decide que es el momento de desmantelar todo aquello, tiran de la manta y se desmonta la red. Caen dos comandantes italianos, tres oficiales franceses y otros dos españoles, en Zaragoza. El asunto no trasciende fuera del ámbito de los servicios de inteligencia. Esas cosas se silencian siempre. Y los soviéticos no llegan a tener la certeza de quién ha sido el agente doble que les ha hundido la operación.

 

Al final, la historia tiene su anécdota: «Al teniente se le concede la Cruz del Mérito Aeronáutico, por los servicios prestados, pero alguien, olvidando la imprescindible reserva que requieren estas cosas, comete la increíble torpeza de enviar una nota al Boletín Oficial, comunicando que se ha concedido esa condecoración. Y eso se publica. Con el nombre del personaje y todo», explica Fernández Monzón. «Al final, hubo que improvisar enseguida un montaje evasivo, para evitar que el oficial del Ejército del Aire sufriera posibles represalias, y esconderle a él y a toda su familia»…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Alfredo Grimaldos. “La CIA en España” ]

 

*


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comentar