jueves, 23 de junio de 2022

 

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El Imperialismo, la fase superior del Capitalismo

LENIN

 

[ 013 ]

 

 

VI.

EL REPARTO DEL MUNDO ENTRE LAS GRANDES POTENCIAS

 

 

“(…) Por vigoroso que haya sido durante las últimas décadas la nivelación del mundo, la igualación de las condiciones económicas y de vida de los distintos países bajo la presión de la gran industria, del cambio y del capital financiero, la diferencia sigue siendo, sin embargo, respetable, y entre los seis países mencionados observamos, por una parte, países capitalistas jóvenes, que han progresado con una rapidez extraordinaria (Estados Unidos, Alemania, el Japón); por otra parte, países de viejo tipo capitalista, que durante los últimos años han progresado mucho más lentamente que los anteriores (Francia e Inglaterra); en tercer lugar, un país, el más atrasado desde el punto de vista económico (Rusia), en el cual el imperialismo capitalista moderno se halla envuelto, por así decirlo, en una red particularmente densa de relaciones precapitalistas.

 

Al lado de las posesiones coloniales de las grandes potencias, hemos colocado las colonias menos importantes de los Estados pequeños y que son, por decirlo así, el objeto inmediato del "nuevo reparto" de las colonias, posible y probable. La mayor parte de esos pequeños Estados conservan sus colonias únicamente gracias a que entre las grandes potencias existen intereses contrapuestos, rozamientos, etc., que dificultan el acuerdo para el reparto del botín. En cuanto a los Estados "semicoloniales", nos dan el ejemplo de las formas de transición que hallamos en todas las esferas de la naturaleza y de la sociedad. El capital financiero es una fuerza tan considerable, por decirlo así tan decisiva en todas las relaciones económicas e internacionales, que es capaz de subordinar, y en efecto subordina, incluso a los Estados que gozan de una independencia política completa, como lo veremos más adelante. Pero, naturalmente, para el capital financiero la forma de sometimiento más "conveniente" para el capital financiero y de la que obtiene mayores beneficios, es la que implica la pérdida de independencia política de los países y pueblos sometidos. En este sentido, los países  semicoloniales proporcionan un ejemplo típico de "etapa intermedia". Es natural que la lucha por esos países semidependientes se haya vuelto particularmente áspera en la época del capital financiero, cuando el resto del mundo se hallaba ya repartido.

 

 

La política colonial y el imperialismo existían ya antes de la fase actual del capitalismo y aun antes del capitalismo. Roma, basada en la esclavitud, llevó a cabo una política colonial y realizó el imperialismo. Pero los razonamientos "generales" sobre el imperialismo, que olvidan o relegan a segundo término la diferencia radical de las formaciones económico-sociales, se convierten inevitablemente en banalidades vacuas o en fanfarronadas, tales como la de comparar "la Gran Roma con la Gran Bretaña". Incluso la política colonial capitalista de las fases anteriores del capitalismo se diferencia esencialmente de la política colonial del capital financiero.

 

La particularidad fundamental del capitalismo moderno consiste en la dominación de las asociaciones monopolistas de los grandes empresarios. Dichos monopolios adquieren la máxima solidez cuando reúnen en sus manos todas las fuentes de materias primas, y ya hemos visto con qué furor los grupos internacionales de capitalistas dirigen sus esfuerzos a arrebatar al adversario toda posibilidad de competencia, a acaparar, por ejemplo, las tierras que contienen mineral de hierro, los yacimientos de petróleo, etc. La posesión de colonias es lo único que garantiza de una manera completa el éxito del monopolio contra todas las contingencias de la lucha con el adversario, sin excluir la de que el adversario desee defenderse por medio de una ley sobre el monopolio de Estado. Cuanto más adelantado se halla el desarrollo del capitalismo, cuanto con mayor agudeza se siente la insuficiencia de materias primas, cuanto más dura es la competencia y la caza de las fuentes de materias primas en todo el mundo, tanto más encarnizada es la lucha por la adquisición de colonias.

 

"Se puede afirmar —escribe Schilder—, que a algunos puede parecer paradójico, que el crecimiento de la población urbana e industrial en un futuro más o menos próximo puede más bien hallar obstáculos en la insuficiencia de materias primas para la industria, que en la de productos alimenticios".

 

 

Así, por ejemplo, aumenta la escasez de madera, que va encareciendo cada vez más, de pieles, de materias primas para la industria textil.

 

"Las asociaciones industriales intentan establecer el equilibrio entre la agricultura y la industria en los límites de toda la economía mundial; como ejemplo se puede citar la unión internacional de asociaciones de fabricantes de hilados de algodón de los países industriales más importantes, fundada en 1904, y la unión de asociaciones europeas de fabricantes de hilados de lino, constituida en 1910, según el tipo de la anterior"

 

Claro que los reformistas burgueses, y entre ellos los kautskianos actuales sobre todo, intentan atenuar la importancia de esos hechos, indicando que las materias primas "podrían ser" adquiridas en el mercado libre sin una política colonial "cara y peligrosa", que la oferta de materias primas "podría ser" aumentada en proporciones gigantescas con el "simple" mejoramiento de las condiciones de la agricultura en general. Pero esas indicaciones se convierten en una apología del imperialismo, en el embellecimiento del mismo, pues se fundan en el olvido de la particularidad principal del capitalismo moderno: los monopolios.

 

El mercado libre pasa cada vez más al dominio de la historia, los sindicatos y trusts monopolistas van reduciéndolo de día en día, y el "simple" mejoramiento de las condiciones de la agricultura se reduce al mejoramiento de la situación de las masas, a la elevación de los salarios y a la disminución de los beneficios. ¿Dónde existen, como no sea en la fantasía de los reformistas dulzones, trusts capaces de preocuparse de la situación de las masas y no de la conquista de colonias?

 

Para el capital financiero tienen importancia no sólo las fuentes de materias primas descubiertas ya, sino también las probables, pues la técnica se desarrolla con una rapidez increíble en nuestros días y las tierras hoy inservibles pueden ser convertidas mañana en tierras útiles, si se descubren nuevos procedimientos (a cuyo efecto un banco importante puede organizar una expedición especial de ingenieros, agrónomos, etc.), si se invierten grandes capitales. Lo mismo se puede decir con respecto a la exploración de riquezas minerales, a los nuevos métodos de elaboración y utilización de tales o cuales materias primas, etc., etc. De aquí la tendencia inevitable del capital financiero de ampliar el territorio económico y aun el territorio en general. Del mismo modo que los trusts capitalizan sus bienes en el doble o en el triple de su valor, calculando los beneficios "posibles" en el futuro (y no los beneficios presentes) y teniendo en cuenta los resultados ulteriores del monopolio, el capital financiero manifiesta en general la tendencia a apoderarse de las mayores extensiones posibles de territorio, sea el que sea, se halle donde se halle, por cualquier medio, teniendo en cuenta las fuentes posibles de materias primas y ante el temor de quedarse atrás en la lucha rabiosa por las últimas porciones del mundo todavía no repartidas o por un nuevo reparto de las ya repartidas.

 

Los capitalistas ingleses se esfuerzan por todos los medios para desarrollar la producción de algodón en su colonia, Egipto (en 1904, de los 2,3 millones de hectáreas de tierra cultivada en Egipto, 0,6, esto es, más de la cuarta parte, estaba destinada ya al algodón); los rusos hacen lo mismo en la suya, el Turquestán, pues de este modo les es más fácil vencer a sus competidores extranjeros, les es más fácil monopolizar las fuentes de materias primas, crear un trust textil menos costoso y más lucrativo, con producción "combinada", con la concentración en una sola mano de todas las fases de la producción y de la transformación del algodón.

 

Los intereses de la exportación del capital empujan del mismo modo a la conquista de colonias, pues en el mercado colonial es más fácil (y a veces sólo en él es posible) suprimir al competidor por medios monopolistas, garantizarse encargos, consolidar las "relaciones" existentes, etc.

 

La superestructura extraeconómica, que brota sobre la base del capital financiero, la política, la ideología de éste, refuerzan la tendencia a las conquistas coloniales. "El capital financiero quiere, no la libertad, sino la dominación", dice con razón Hilferding. Y un escritor burgués francés, como si desarrollara y completara las ideas de Cecil Rhodes, que hemos citado más arriba, escribe que hay que añadir las causas de orden social a las causas económicas de la política colonial contemporánea:

 

"A consecuencia de la complejidad creciente de la vida y de las dificultades que pesan no sólo sobre las masas obreras, sino también sobre las clases medias, en todos los países de vieja civilización se están acumulando 'la impaciencia, la irritación, el odio, que ponen en peligro la tranquilidad pública; hay que hallar una aplicación a la energía sacada de un determinado cause de clase, encontrarle aplicación fuera del país, a fin de que no se produzca la explosión en el interior”

 

Puesto que hablamos de la política colonial de la época del imperialismo capitalista, es necesario hacer notar que el capital financiero y la política internacional correspondiente, la cual se reduce a la lucha de las grandes potencias por el reparto económico y político del mundo, crean toda una serie de formas transitorias de dependencia estatal. Para esta época son típicos no sólo los dos grupos fundamentales de países: los que poseen colonias y los países coloniales, sino también las formas variadas de países dependientes políticamente independientes, desde un punto de vista formal, pero, en realidad, envueltos por las redes de la dependencia financiera y diplomática. Una de estas formas, la semicolonia, la hemos indicado ya antes. Modelo de otra forma es, por ejemplo, la Argentina.

 

"América del Sur, y sobre todo la Argentina —dice Schulze-Gaevernitz en su obra sobre el imperialismo británico—, se halla en una situación tal de dependencia financiera con respecto a Londres, que se la debe calificar de colonia comercial inglesa".

 

Según Schilder, los capitales invertidos por Inglaterra en la Argentina, de acuerdo con los datos suministrados por el cónsul austro-húngaro en Buenos Aires, fueron, en 1909, de 8.750 millones de francos. No es difícil imaginarse qué fuerte lazo se establece entre el capital financiero — y su fiel "amigo", la diplomacia — de Inglaterra y la burguesía argentina, los círculos dirigentes de toda su vida económica y política.

 

El ejemplo de Portugal nos muestra una forma un poco distinta de dependencia financiera y diplomática bajo la independencia política. Portugal es un Estado independiente, soberano, pero en realidad, durante  más de doscientos años, desde la época de la guerra de sucesión de España (1701-1714), se halla bajo el protectorado de Inglaterra. Inglaterra lo defendió y defendió las posesiones coloniales del mismo para reforzar su propia posición en la lucha con sus adversarios: España y Francia. Inglaterra obtuvo en compensación ventajas comerciales, mejores condiciones para la exportación de mercancías y, sobre todo, para la exportación de capitales a Portugal y sus colonias, la posibilidad de utilizar los puertos y las islas de Portugal, sus cables, etc., etc.129. Este género de relaciones entre algunos grandes y pequeños Estados ha existido siempre, pero en la época del imperialismo capitalista se convierte en sistema general, entran a formar parte del conjunto de relaciones que rigen el "reparto del mundo", pasan a ser eslabones en la cadena de las operaciones del capital financiero mundial.

 

Para terminar con la cuestión del reparto del mundo, debemos todavía hacer notar lo siguiente: No sólo la literatura norteamericana, después de la guerra hispano-americana, y la inglesa, después de la guerra anglo-boer, plantearon esta cuestión de un modo completamente abierto y definido, a fines del siglo XIX y a principios del XX; no sólo las publicaciones alemanas, que han vigilado con el “mayor celo” el desarrollo del “imperialismo británico”, han evaluado sistemáticamente este hecho. También la literatura burguesa de Francia ha planteado la cuestión de un modo suficientemente claro y vasto, en tanto que esto es concebible desde el punto de vista burgués. Remitámonos al historiador Driault, el cual, en su libro "Los problemas políticos y sociales de fines del siglo XIX", en el capítulo sobre "las grandes potencias y el reparto del mundo", decía lo siguiente:

 

"En el transcurso de los últimos años, todos los territorios libres de la Tierra, a excepción de China, han sido ocupados por las potencias de Europa y por los Estados Unidos. Debido a esto se han producido ya varios conflictos y ciertos desplazamientos de influencia que no son más que precursores de explosiones mucho más terribles en un futuro próximo. Pues hay que apresurarse: las naciones que no se han provisto corren el riesgo de no percibir nunca su porción y de no tomar parte en la explotación gigantesca de la Tierra, que será uno de los hechos más esenciales del próximo siglo [esto es, del siglo XX]. He aquí por qué toda Europa y América, durante los últimos tiempos, fueron presas de la fiebre de expansión colonial, del 'imperialismo', el cual constituye el rasgo característico más notable de fines del siglo XIX"

 

Y el autor añade:

 

"Con un reparto tal del mundo, con esa caza rabiosa de las riquezas y de los grandes mercados de la Tierra la importancia relativa de los imperios creados en este siglo XIX es completamente desproporcionada al puesto que ocupan en Europa las naciones que los han creado. Las potencias predominantes en Europa, que son los árbitros de su destino, no predominan igualmente en todo el mundo. Y debido a que el poderío colonial, la esperanza de poseer riquezas  todavía ignoradas tendrá, evidentemente, una repercusión en la importancia relativa de las potencias europeas, la cuestión colonial — el 'imperialismo', si queréis—, que ha transformado ya las condiciones políticas de Europa misma, las irá modificando cada vez más…”

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: LENIN. “1916 El Imperialismo, la fase superior del Capitalismo” ]

 

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