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Karl Marx / “Miseria de la filosofía 1846-47”
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APÉNDICES
6. PREFACIO DE ENGELS
A LA PRIMERA EDICIÓN ALEMANA
La presente obra fue escrita en el invierno de 1846-1847, cuando Marx elaboró definitivamente los principios fundamentales de sus nuevas concepciones históricas y económicas. El libro de Proudhon, Systéme des contradictions économiques ou Philosophie de la misére, publicado poco antes, le dio pie para desarrollar estos principios fundamentales y oponerlos a los puntos de vista de un hombre que, a partir de entonces, había de ocupar el lugar más prominente entre los socialistas franceses de aquella época. Desde que, estando en París, ambos se pasaban frecuentemente las noches discutiendo sobre cuestiones económicas, sus caminos eran cada vez más divergentes; la obra de Proudhon puso de manifiesto que entre ellos mediaba ya un abismo infranqueable que no era posible ignorar, y en su respuesta Marx hizo constar la ruptura definitiva. El juicio general de Marx sobre Proudhon lo encontrará el lector en el artículo que sigue a este prólogo, insertado en 1865 en los números 16, 17 y 18 del Social-Demokrat de Berlín. Fue el único artículo que Marx escribió para este periódico; los intentos de von Schweitzer, descubiertos poco después, de llevar el periódico por cauces gratos al partido feudal y al gobierno, nos obligaron algunas semanas más tarde a desistir públicamente de colaborar con él.
Para Alemania, la presente obra tiene cabalmente en estos momentos una significación que el propio Marx nunca sospechó. ¿Habría podido adivinar que, apuntando contra Proudhon, iba a hacer impacto en el santón de los advenedizos modernos, en Rodbertus, a quien Marx no conocía por ese entonces ni tan siquiera de nombre?
Este no es lugar para detenerme a examinar en detalle las relaciones entre Marx y Rodbertus; es probable que pronto tenga la oportunidad de hacerlo. Sólo indicaré aquí que cuando Rodbertus acusa a Marx de haber "saqueado" en sus escritos y de haber "utilizado con profusión en El capital, sin citarle, su libro Zur Erkenntnis", llega en su acaloramiento hasta la calumnia, explicable únicamente por la irritación de un genio incomprendido y por su asombrosa ignorancia de lo que ocurría más allá de las fronteras de Prusia, sobre todo, en la literatura socialista y económica. Ni estas acusaciones ni la mencionada obra de Rodbertus fueron jamás del conocimiento de Marx; de las obras de Rodbertus, sólo leyó sus tres Sociale Briefe, y no antes de 1858 o 1859.
Con mayor fundamento asegura Rodbertus en estas cartas haber descubierto el "valor constituido proudhoniano" antes que Proudhon; pero también en esta ocasión, naturalmente, vuelve a arrullarse con la falsa idea de haber sido el primero en hacer este descubrimiento. Por consiguiente, él también, en todo caso, fue sometido a la férula de la crítica en nuestro libro, y esto me obliga a detenerme brevemente en el análisis de su opúsculo "fundamental" Zur Erkenntnis unserer staatsfirtschaftlichen Zusteinde, dado que, además del comunismo de Weitling contenido en ella (aun inconscientemente), esa obra se anticipa asimismo a Proudhon.
El socialismo moderno, cualquiera sea su tendencia, en la medida en que toma como punto de partida la economía política burguesa, suscribe casi sin excepciones la teoría del valor de Ricardo. De los dos postulados que Ricardo proclamara en 1817 en las primeras páginas de sus Principios: 1] que el valor de toda mercancía se determina única y exclusivamente por la cantidad de trabajo necesaria para producirla, y 2] que el producto de todo trabajo social se divide en tres clases: los propietarios de la tierra (renta), los capitalistas (ganancias) y los obreros (salarios), de estos dos postulados se hicieron en Inglaterra, ya a partir de 1821, deducciones socialistas, y a veces con tal vigor y decisión que esa literatura, hoy casi completamente olvidada y en gran parte redescubierta por Marx, no fue superada hasta la aparición de El capital. Pero de esto hablaremos en otra ocasión. Pues bien, cuando en 1842 Rodbertus extrajo, a su vez, conclusiones socialistas de las tesis citadas, esto era entonces para un alemán un paso adelante muy considerable, pero sólo tal vez en Alemania podía pasar por nuevo semejante descubrimiento. En su crítica de Proudhon, que también adolecía de esa presunción, Marx hizo ver lo poco nuevo que había en una tal aplicación de la teoría de Ricardo.
"Cualquiera que conozca, aunque sea muy poco, el desarrollo de la economía política en Inglaterra —dice Marx—, no puede menos que saber que casi todos los socialistas de este país han propuesto, en diferentes épocas, la aplicación igualitaria (es decir, socialista) de la teoría ricardiana. Podríamos recordarle a Proudhon: la Economía política de Hodgskin, 1827; William Thompson, An inquiry into the principies of the distribution of wealth, most conducive to human happiness, 1824; T. R. Edmonds, Practical moral and political economy, 1828, etc., etc., y cuatro páginas más de etc. Nos contentaremos con dejar hablar a un comunista inglés, a Bray. Citaremos los principales pasajes de su notable obra Labours wrongs and labours remedy, Leecls, 1839." Las citas de Bray reproducidas por Marx bastan para anular buena parte de las pretensiones de Rodbertus a la prioridad.
Por aquel entonces, Marx no había pisado aún la sala de lectura del British Museum. Salvo las bibliotecas de París y Bruselas y otros muchos libros y extractos, sólo había consultado las obras que pudieron llegar a sus manos en Manchester durante el viaje de seis semanas por Inglaterra que hicimos juntos en el verano de 1845. Así pues la literatura de que hablamos no era tan inaccesible en aquel momento como lo es hoy día. Si a pesar de ello fue siempre desconocida para Rodbertus, ello se debe exclusivamente a su estrechez provinciana de corte prusiano. Es el auténtico fundador del socialismo específicamente prusiano y como tal se lo conoce en definitiva.
Sin embargo, ni en su querida Prusia pudo Rodbertus quedar tranquilo. En 1859 apareció en Berlín el libro de Marx Contribución a la crítica de la economía política. En dicha obra, entre otras objeciones hechas a Ricardo por los economistas, Marx cita la siguiente, en la página 40 (México, Siglo XXI, 1980, p. 471)
"Si el valor de cambio de un producto es igual al tiempo de trabajo contenido en él, el valor de cambio de una jornada de trabajo es igual a su producto. O bien el salario debe ser igual al producto del trabajo. Pero sucede todo lo contrario."
Marx escribió a este respecto la siguiente nota: "Esta objeción formulada a Ricardo por parte de los economistas burgueses fue recogida luego por parte de los socialistas. Dando por sentada la corrección teórica de la fórmula, se acusó a la práctica de contradicción respecto de la teoría, exigiéndose a la sociedad burguesa que extrajera en la práctica la presunta consecuencia de su principio teórico. De esta forma, los socialistas ingleses volvieron la fórmula ricardiana del valor de cambio contra la economía política."
En esta misma nota Marx remite a su libro Miseria de la filosofía, que por entonces se hallaba en todas partes a la venta.
Rodbertus tenía, pues, la plena posibilidad de persuadirse de si eran realmente nuevos los descubrimientos hechos por él en 1842. En lugar de esto continúa proclamándolos a cada paso y los considera tan insuperables que ni siquiera se le ocurre pensar que Marx podía haber hecho por su cuenta deducciones de la teoría de Ricardo ¡tan bien como lo hiciera el propio Rodbertus! ¡Nada de eso! ¡Lo que hizo Marx fue saquear sus obras, las obras de un autor al que el propio Marx brindara todas las posibilidades para convencerse de que, mucho antes que los dos, estas deducciones habían sido ya hechas en Inglaterra, por lo menos, en la forma tosca que aún conservan en el libro de Rodbertus!
Lo anteriormente expuesto representa precisamente la más simple aplicación socialista de la teoría de Ricardo. Esta aplicación ha conducido en muchos casos a Rodbertus, entre otros, a puntos de vista que van mucho más lejos que los de Ricardo en lo concerniente al origen y la naturaleza del plusvalor. Pero, sin hablar ya de que todo lo descubierto por él en este orden de cosas había sido ya expuesto por lo menos tan bien como él, Rodbertus, al igual que sus predecesores, peca por el hecho de adoptar las categorías económicas —trabajo, capital, valor, etc.— sin someterlas a crítica, en la forma burda en que fueron trasmitidas en herencia por los economistas, en una forma que resbala por la superficie de los fenómenos sin investigar el contenido de esas categorías. De este modo, no sólo se cierra toda posibilidad de desarrollo —contrariamente a Marx, que fue el primero en extraer las consecuencias de estos postulados, de los que se viene, hablando desde hace ya sesenta y cuatro años—, sino que, como veremos más adelante, se abre el camino directo a la utopía.
La precedente aplicación de la teoría de Ricardo, que muestra a los trabajadores cómo la totalidad de la producción social, que es su producto, les pertenece porque son los únicos productores reales, conduce directamente al comunismo. Pero, como indica Marx en las líneas citadas, esta conclusión es formalmente falsa en el sentido económico, ya que representa una simple aplicación de la moral a la economía política. Según las leyes de la economía burguesa, la mayor parte del producto no pertenece a los obreros que lo han creado. Cuando decimos que es injusto, que no debe ocurrir, esta afirmación nada tiene de común con la economía política. No decimos sino que este hecho económico se halla en contradicción con nuestro sentido moral.
Por eso Marx no basó jamás sus reivindicaciones comunistas en argumentos de esa especie, sino en el desmoronamiento inevitable del modo capitalista de producción, desmoronamiento que adquiere cada día a nuestros ojos proporciones más vastas. Marx habla sólo del simple hecho de que el plusvalor se compone de trabajo no retribuido. Pero lo que no es exacto en el sentido económico formal, puede serlo en el sentido de la historia universal. Si la conciencia moral de las masas declara injusta un hecho económico cualquiera, como en otros tiempos la esclavitud o la prestación personal campesina, esto constituye la prueba de que el hecho en cuestión es algo que ha caducado y de que han surgido otros hechos económicos, en virtud de los cuales el primero es ya intolerable y no puede mantenerse en pie. Por consiguiente, en la inexactitud económica formal puede ocultarse un contenido realmente económico. Éste no es el lugar para extendernos con más detalle acerca del significado y la historia de la teoría del plusvalor.
Pero de la teoría del valor de Ricardo pueden deducirse y se han deducido otras conclusiones. El valor de las mercancías se determina por el trabajo necesario para producirlas. Sin embargo, en nuestro mundo pecador las mercancías se venden ya por encima, ya por debajo de su valor, y este hecho no se debe solamente a las oscilaciones originadas por la competencia. La tasa de ganancia tiene la tendencia a reducirse a un mismo nivel para todos los capitalistas, de la misma manera que los precios de las mercancías tienden a identificarse, mediante la oferta y la demanda, con el valor del trabajo cristalizado en ellas. Pero la tasa de ganancia se calcula en proporción con todo el capital desembolsado en una empresa industrial. Y como en dos ramas distintas de la industria el producto anual puede plasmar cantidades idénticas de trabajo y representar por lo tanto valores iguales dado un mismo nivel de salarios —aunque los capitales empleados en una rama pueden ser, y a menudo lo son, dos o tres veces mayores que en la otra—, la ley del valor de Ricardo, como él mismo lo ha descubierto, se halla en contradicción con la ley de la igualdad de la tasa de ganancia. Si los productos de ambas ramas de la industria se venden por sus valores, las tasas de ganancia no pueden ser iguales; pero si éstas son iguales, los productos de las dos ramas de la industria no siempre son vendidos por sus valores. Aquí tenemos, pues, una contradicción, una antinomia de dos leyes económicas, resuelta habitualmente en la práctica, según Ricardo (cap. 1, secciones 4 y 5), a favor de la tasa de ganancia y en perjuicio del valor.
Pero la definición ricardiana del valor, a pesar de sus fatídicas propiedades, presenta un aspecto que la hace grata para nuestros buenos burgueses. Esa definición apela con empuje irresistible a su sentimiento de justicia. La justicia y la igualdad de derechos son los pilares básicos sobre los que el burgués de los siglos XVIII y XIX hubiera querido erigir su edifico social después de la destrucción de las injusticias, desigualdades y privilegios feudales. La determinación del valor de las mercancías por el trabajo y el libre intercambio de productos del trabajo que se produce sobre la base de esta medida del valor entre los poseedores con iguales derechos son, como ya lo demostró Marx, los cimientos reales sobre los que se ha edificado toda la ideología política, jurídica y filosófica de la burguesía moderna. Una vez establecido que el trabajo es la media del valor de la mercancía, el buen burgués debe sentirse profundamente herido en sus mejores sentimientos por la perversidad de un mundo inmoral que reconoce de palabra este principio fundamental de justicia, pero que de hecho es infringido a cada instante del modo más desvergonzado. Precisamente el pequeñoburgués, cuyo honrado trabajo —aun en el caso de que sólo sea trabajo de sus oficiales y aprendices— se ve cada día más desvalorizado por la competencia de la gran industria y de las máquinas; precisamente este pequeño productor, debe aspirar al reinado de una sociedad en la que el intercambio de productos sea, al fin, una verdad plena y absoluta. En otros términos, debe añorar una sociedad en la que actúe exclusivamente y sin restricciones la ley de la producción mercantil, pero suprimidas las condiciones en las que esa ley puede mantenerse en vigor, es decir, las leyes restantes de la producción mercantil y, mejor aún, de la producción capitalista.
Esta utopía ha echado raíces muy profundas en la mentalidad del pequeñoburgués moderno, real o ideal. Lo prueba el hecho de que ya en 1831 fue desarrollada sistemáticamente por John Gray; en la década del 30 se hicieron en Inglaterra experimentos para llevarla a la práctica y fue ampliamente propagada en el terreno de la teoría. En 1842 fue preconizada como la verdad más nueva por Rodbertus en Alemania, y en 1846 por Proudhon en Francia; en 1871 fue nuevamente proclamada por Rodbertus como solución del problema social y, al, mismo tiempo, como su testamento social, y en 1884 vuelve a encontrar partidarios entre la pandilla de advenedizos que pretenden utilizar el socialismo prusiano de estado, parapetándose tras el nombre de Rodbertus.
La critica de esta utopía dirigida por Marx tanto contra Proudhon como contra Gray (véase el apéndice de este libro), es tan exhaustiva, que puedo limitarme a hacer aquí algunas observaciones sobre la forma específica en que Rodbertus fundamentó y expuso la utopía.
Como ya se ha dicho, Rodbertus recoge las definiciones en boga de los conceptos económicos tal como los heredó de los economistas. No realiza el menor intento de investigarlos. El valor es para él "la evaluación del objeto en su relación cuantitativa con los demás objetos, cuando esta evaluación se adopta como medida". Esta definición que, expresándonos con suavidad, es sumamente vacua, nos da en el mejor de los casos una idea aproximada del valor, pero no nos dice en absoluto qué es el valor. Y como esto es todo lo que Rodbertus puede decirnos acerca del valor, se comprende que busque la medida del valor fuera del valor. Después de confundir en el mayor desorden a lo largo de treinta páginas el valor de uso con el valor de cambio, dando pruebas de una capacidad de razonamiento abstracto que causa infinito asombro a Adolph Wagner, llega a la conclusión de que no existe una medida real del valor, razón por la cual es preciso conformarse con un sustituto de medida. Como tal podría servir el trabajo, pero sólo en el caso de que productos de igual cantidad de trabajo se cambiasen siempre por productos de igual cantidad de trabajo, independientemente de si «esto tiene lugar de modo espontáneo o se aplican medidas» para ello… ”
(continuará)
[Fragmento de: Karl MARX. “Miseria de la filosofía”]
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Así concluye Michael Parenti su libro 'La historia como misterio':
ResponderEliminar"En 1969 el economista ganador del premio Nobel, Sir John Hicks, señaló que Karl Marx parece ser el único que tenía una teoría de la historia. "Es —escribió Hicks— extraordinario que cien años después de 'Das Kapital'... haya surgido tan poca cosa". Nada ha cambiado mucho desde que Hicks hiciera esta observación. Lo cierto es que hay una multitud de teorías: teorías de grandes hombres, teorías de psicohistoriadores, teorías sociobilógicas y similares. Pero tienden a no llegar a ningún sitio. Carecen de poder explicativo para los que buscamos entender las fuerzas que han formado la realidad poítico-económica a través de los tiempos.
Esto podría explicar por qué incluso muchos historiadores no marxistas se refieren a las clases cuando hablan de las épocas históricas. Ven la antigüedad como la época de la esclavitud, la Edad Media como la época del feudalismo, la era moderna industrial como la época del capitalismo. Aunque algunos no se sienten bien al decirlo, la esclavitud, el feudalismo y el capitalismo son sistemas de 'clase'. Los historiadores de la corriente principal tienen un conocimiento superficial de la naturaleza de los intereses políticos basados en las clases en cada época. Por seso hablan de patricios y plebeyos en la antigua Roma, del surgimiento de la burguesía en los siglos XVIII y XIX y de aristócratas y comuneros en la Revolución Francesa. Pero raramente se les considera clases competidoras que han movido el motor de la historia. Y raramente, si ha ocurrido alguna vez, esos historiadores hacen un reconocimiento explícito de la deuda que tenemos con Marx. En vez de eso, evitan cándidamente mencionar los poderes de clase y la lucha de clases. Junto con sus líderes políticos, los principales medios de comunicación y los autores de libros de texto, miran a todas partes excepto a la cruda realidad político-económica pasada y presente. Buscan algo que pueda desviarnos de la teoría de clases de la historia, algo que les ayude a despreciar el marxismo por irrelevante y moribundo. Los viejos establecidos y sus jóvenes acólitos, de forma semejante, sólo buscan su legitimación ideológica y su aceptación profesional.
Por eso continúan esparciendo sus complejos matices y sus simplificaciones evasivas. Este libro intenta corregir ese tipo de mistificación. La historia tiene muchas cuestiones sin respuesta, pero no es ningún misterio, excepto para aquellos que la convierten en eso."
Salud y comunismo
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Frente a formulaciones nebulosas que cubren y camuflan el verdadero contenido del modo de producción capitalista y las derivadas relaciones que produce, todas ellas compuestas por categorías tan concretas como inequívocas y desde luego para nada ‘misteriosas’ como bien dice Parenti.
EliminarMarx destacó que el capitalismo es –un producto histórico, ni existe desde siempre ni puede ser eterno– un modo de producir las necesidades materiales y espirituales del ser humano, y un modo de producir las representaciones y la satisfacción de esas necesidades. Es un por tanto un fenómeno cultural, en el sentido más amplio y profundo del término. Y es contra esa cultura hegemónica, que las clases explotadas y oprimidas debemos contraponer la radical lucha contrahegemónica.
Y puestos a concretar…
Ernesto ‘Che’ Guevara: “El socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo contra la alienación (…) si el comunismo descuida los hechos de conciencia puede ser un método de repartición, pero deja de ser una moral revolucionaria”.
Salud y comunismo
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