lunes, 28 de marzo de 2022

 

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Francisco Espinosa Maestre. “La justicia de Queipo”.

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Sevilla

 

 

(…)

 

 

EL CORONEL SANTIAGO MATEO, 

UN MILITAR LEGALISTA.

 

 

El caso del coronel de Caballería Santiago Mateo Fernández es diferente. Si en el caso de Labandera cabe afirmar que su sentencia estaba firmada desde que el 10 de agosto de 1932, defendió valientemente como alcalde la legalidad republicana frente al espadón de turno, el coronel Mateo representa al grupo de militares que el 18 de julio no se sumó al siniestro plan del Estado Mayor de la División y de su entonces comandante José Cuesta Monereo; también al grupo de los «privilegiados» que en esa temprana fecha fueron juzgados en Consejo de Guerra. El sábado 18 de julio, a las once de la mañana, asistió a la reunión de Jefes convocada por el general Villa-Abrille, quien declaró que reinaba la tranquilidad absoluta, comprobándolo telefónicamente con diversos lugares como Málaga, Granada y Algeciras. De dicha reunión se salió el Jefe de la Base de Tablada Rafael Martínez Estévez, quien declaró que «él ya había empezado a actuar» y solicitó la opinión de los demás. El comandante Francisco Hidalgo Sánchez, Jefe del Estado Mayor, cortó la posible discusión al defender la subordinación al mando.

 

Santiago Mateo se enteró de lo que ocurría a las 14.50. Poco después el comandante Gerardo Figuerola le transmitió la petición de fuerzas por parte de Queipo. Mateo Fernández llamó a la División, habló con los capitanes Flores y Escribano, y finalmente con el nuevo general de la División, al que quedó en ver poco después. Cuando los capitanes mencionados le pidieron una sección de Caballería para ocupar el Ayuntamiento, el coronel mostró su extrañeza, aclarándole éstos que ya había en la Plaza Nueva setenta y cinco soldados de Intendencia y una sección de Ingenieros, pero que querían la caballería para patrullar por las cercanías. Entonces Mateo les dijo que la orden se la enviasen por escrito. Intentó con su ayudante cruzar con su vehículo la Avenida, entonces de la Libertad, pero no pudo, la gente venía huyendo del centro y se oían disparos; lo intentó por el Paseo de Colón, pero ocurrió lo mismo. El centro estaba ya tomado y cercado por los sublevados. Entonces volvió al cuartel, donde nada más llegar fue detenido.

 

El coronel Mateo hubo de aclarar sus contactos con el gobernador Varela Rendueles, al que sólo había visto una vez unos días antes del 18 con motivo de un conflicto entre un militar y un guardia de Asalto. El 20 de agosto declaró que cuando Varela lo llamó el sábado 18 por la tarde le espetó que él estaba a las órdenes de Queipo. Afirmó desconocer todo lo relativo al movimiento militar, «que sus miras y sus ideales durante su larga vida militar no han sido otras que procurar el bienestar y la salvación de la Patria», lo que dijo haber demostrado al colaborar antes con el general Primo de Rivera y al apoyar ahora el actual movimiento tanto él como sus dos hijos oficiales. En otra declaración posterior, presintiendo su final, se definió como hombre apolítico, cuya vida se reducía al cuartel por las mañanas y al Círculo de Labradores por las tardes, donde a las cinco celebraba invariablemente una partida de tresillo, después de lo cual marchaba de nuevo al pabellón.

 

El problema era que en la tarde del 18 había enviado una sección de Caballería al Gobierno Civil en ayuda del gobernador Varela, pero cuando éste ordenó al teniente Emilio López Rincón que colaborase con las fuerzas de Asalto, Rincón salió del Gobierno y se dirigió a la División a ponerse a las órdenes de Queipo, al que contó la orden recibida del coronel Mateo. En los días siguientes al 20 declararon varios compañeros suyos en tal sentido, afirmando uno de ellos que casualmente escuchó al coronel hacer una llamada al teniente de Caballería con destino en Asalto Pedro Cangas Prieto, figura clave en la actitud de sus fuerzas y que por ello sería fusilado el 21 de julio cerca del Parque de María Luisa[9]. Otro declaró haber escuchado claramente que en el Gobierno Civil se esperaba al coronel Mateo, es decir, que cuando fue en coche al centro no iba a la División sino al Gobierno Civil. En definitiva, sus propios compañeros, que lo espiaban y sabían de todos sus contactos y movimientos, declararon haber sido engañados por él y enviados a la encerrona del Gobierno Civil.

 

Pese a todo, la declaración más negativa para Santiago Mateo fue la del Gobernador Civil José María Varela Rendueles, quien el día 3 de septiembre, probablemente sin medir las consecuencias de su declaración, confirmó a los golpistas que el coronel le manifestó estar con el Gobierno, que se comprometió a enviarle una sección de Caballería y que, a propuesta del propio Varela, dijo que iría al Gobierno Civil. No menos importancia tuvo otra declaración tomada el día 8 del mismo mes, la del propio Queipo de Llano:

 

CERTIFICO:—Que el Coronel MATEO es compañero mío de promoción y amigo de toda la vida. El día 17 del pasado julio le llamé por teléfono, le dije que quería verle antes de salir para Huelva; quedó en ir a verme al Hotel donde me encontraba y no fue. Al día siguiente dieciocho, como a las once y media, le volví a ver [sic] por teléfono para que fuese a verme y como me dijese que volvería un poco más tarde, le dije que viniese a almorzar conmigo, a lo que asintió. No fue, confirmándome en lo que me habían dicho de que no había que contar con él, pues estaba en contra de sus compañeros y al lado del Gobierno del Frente Popular. No me volví a ocupar de él hasta que me dijeron que había enviado una sección al Gobierno Civil para combatirnos[10], por lo que ordené por teléfono al Comandante FIGUEROLA, que le metiesen preso y se encargara del mando del Regimiento, como se efectuó…

 

Sevilla, a cuatro de Septiembre de mil Novecientos treinta y seis.

 

Gonzalo Q. de Llano

 

 

El informe del instructor, el coronel Joaquín Arcusa Aparicio, fue entregado el 6 de septiembre. Muy condensado, exponía claramente la actitud del coronel Mateo basándose fundamentalmente en tres testimonios, el del teniente López Rincón, el de Varela Rendueles y el de su paisano y supuesto amigo —Mateo era de Valladolid y Queipo de Tordesillas— el general Queipo de Llano.

 

El Consejo de Guerra tuvo lugar el 12 de septiembre en el Cuartel de San Hermenegildo. La defensa, aunque oficialmente constase el teniente Enrique Pedrosa Barraca, fue ejercida por su propio hijo, el capitán Juan Mateo Marcos, quien se impuso la imposible tarea de defender a su padre, fiel a la legalidad, desde la ilegalidad de la sublevación a la que él se había sumado. Se propuso demostrar que su defendido no había incurrido en rebelión militar alguna sino que se sometió a las órdenes de la Autoridad Militar de la División, en referencia a Queipo. Resaltó el historial militar de su padre y dio a entender que el instructor había denegado testimonios favorables, como los del sargento Martínez y el teniente Van Mook, quienes le acompañaban en su intento de presentarse al general Queipo. El cargo principal, el envío de fuerzas al Gobierno Civil, lo intentó salvar afirmando que el coronel nunca dio dicha orden y que existían contradicciones en el testimonio del teniente Rincón. ¿Cómo podía acusarse al coronel de rebelión militar, decía el defensor, si lo que hizo fue precisamente acatar las órdenes del general Queipo? Juan Mateo rozó la raya de lo permisible en el momento en que planteó que, al igual que el coronel Mateo, todos los Jefes y Oficiales habían sido leales, fieles al Gobierno, hasta el momento en que dejaron de serlo al sumarse al movimiento salvador. Concluía la defensa:

 

Por consecuencia de lo expuesto y por el contrario de cuanto se consigna en la acusación, estimo en absoluto desprovisto de responsabilidad penal los actos que se atribuyen al procesado y como consecuencia me encuentro en la necesidad de interesar del Consejo dicte sentencia absolutoria a favor de D. Santiago Mateo Fernández con todos los pronunciamientos favorables por no ser responsable del delito que se imputa. Si siempre ha de ser ideal supremo de los Tribunales Militares el aplicar recta, cumplida e imparcial justicia, más ha de serlo en estos momentos en que de una decisión no sólo pende la pérdida o salvación de una vida que se ha honrado siempre por haber sabido hacer honor a la Patria, sino también la propia vida de la Nación que tanto depende del vigor de la Justicia como de la caridad que nos enseñó la doctrina predicada por Cristo.

 

El Consejo no obstante resolverá.

Sevilla, 12 de septiembre de 1936

 

 

La sentencia no sorprendió a nadie. El Consejo fue presidido por el coronel Agustín Gutiérrez de Tovar, siendo los vocales los coroneles José María Solís Ibáñez y Santos Rodríguez Cerezo, y los tenientes Salvador Espiau Alonso, Juan Turnio Revelo y Guillermo Camargo Segerdhal. Fue vocal ponente el temible brigada Felipe Acedo Colunga. Sus resultandos, que presagiaban el corpus ideológico del que había de llegar a ser Fiscal General del Ejército de Ocupación, aludían al envío de la sección de Caballería al Gobierno Civil el día en que «el General D. Gonzalo Queipo de Llano en nombre de la salud de la Patria» tomó el mando; a la «decisión inquebrantable» y el «espíritu marcado de heroísmo» que fueron necesarios en la jornada del 18 de julio, en que pudo producirse «el aniquilamiento de toda civilización»; a cómo incluso el Gobierno de Madrid se hizo eco de la fidelidad del Regimiento de Caballería, o a los daños y estragos causados por la oposición presentada a las fuerzas salvadoras. En otro se leía:

 

CONSIDERANDO: que el Excmo. Sr. General D. Gonzalo Queipo de Llano una vez posesionado del mando militar de la División y declarado el Estado de Guerra era la única autoridad legítima ante la tradición de la Patria y su historia futura representando los principios éticos necesarios para que… la civilización española atacada con vileza por las autoridades que ocupaban los puestos públicos al amparo de una legalidad ficticia e inmoral que corroía el cuerpo dolorido de la Nación y amenazaba extinguir su eterna vida espiritual.

 

El fallo era el que ya se esperaba. El coronel Mateo, según la lógica de sus compañeros golpistas —inexorables tal como Mola pedía en sus instrucciones reservadas—, debía morir. Hubo intentos de salvarle la vida. De Tetuán, del general 2.º Jefe, llegó el mismo día 12 el telegrama siguiente:

 

TRANSMITO A VE. RUEGO

QUE EN NOMBRE DOS HIJOS CORONEL MATEO, AMBOS A LAS ÓRDENES DEL MOVIMIENTO NACIONAL Y AMBOS PUNDONOROSOS Y EJEMPLARES, APELAN Y YO CON ELLOS A CLEMENCIA V. E. QUE EN ESTE MOMENTO SIGNIFICA ADEMÁS, PARA LOS QUE CON ANGUSTIA PIDEN Y CON SU CONDUCTA DEMUESTRAN CÓMO ENTIENDEN EL DEBER, UNA ESPERANZA Y UNA ANSIEDAD.

 

 

 

El teniente Luis Vallina Pasarón, detenido con Santiago Mateo en la Prisión Militar de la Plaza de España y que sería condenado a doce años, solicitó y fue autorizado a enviar un telegrama urgente a Salamanca: «Ruegóte por memoria abuelo pidas primo José María interceda urgentísimo Junta Nacional Burgos indulto última pena para Coronel Caballería Mateo. Abrazos. Luis Vallina». Aunque dirigido a su hermana Carmen, el José María al que se menciona no es otro que José María Gil Robles.

 

De nada sirvió. La sentencia fue notificada al acusado el 17 de septiembre por el teniente Enrique Pedrosa Barraca, sustituto de Juan Mateo por estar ausente en operaciones, operaciones que no eran sino el desplazamiento a Burgos con el objeto de conseguir el indulto para su padre. Luego fue trasladado a un lugar habilitado para capilla. A las 6.30 del 18 de septiembre, cuando se cumplían dos meses del golpe militar, el coronel Santiago Mateo Fernández fue sacado de la Plaza de España y trasladado a las Murallas de la Macarena, donde fue fusilado media hora después[11]. Certificó la muerte el médico José Serrano Gómez. El fallecimiento, como todos los procedentes de Consejo de Guerra, fue comunicado al Juez Municipal de San Román e inscrito en el Registro Civil. Tres días después, coincidiendo con la llegada del certificado del Registro, se practicaron las diligencias de cierre y de entrega a la Auditoría…”

 

(continuará)

 

 

[Fragmento de: Francisco Espinosa Maestre. “La justicia de Queipo”]

 

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