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Alfredo Grimaldos / “La CIA en España”
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No hay mal que por bien no venga
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«Es virtud del hombre político la de convertir los males en bienes. No en vano, reza el adagio popular que “no hay mal que por bien no venga”». Este sorprendente fragmento del discurso de fin de año pronunciado por Franco en 1973, poco después de la muerte de su fiel presidente de Gobierno Luis Carrero Blanco, continúa siendo objeto de mil cábalas más de treinta años después de aquellos acontecimientos.
Hoy nadie duda que el atentado que acabó con la vida del militar santanderino fue obra de ETA, pero es más difícil encontrar a alguien que sostenga que sólo la organización vasca estuvo implicada en la voladura de Carrero. Las discrepancias surgen a la hora de intentar determinar quiénes apoyaron aquella acción. Lo que sí está claro es que la verdadera historia y todas las ramificaciones del sumario 142/73, correspondiente al asesinato de Luis Carrero Blanco, se han intentado ocultar, simplificando las conclusiones de la investigación sobre el atentado reivindicado por la organización armada vasca.
Una de las hijas del almirante, Carmen Carrero Pichot, cree que a los autores del atentado se les dejó actuar: «Después de asesinado mi padre, esa noche, las carreteras estuvieron sin vigilancia. Amigos míos salieron de Sevilla para Madrid y nadie les paró. Pilar Careaga, que era alcaldesa de Bilbao entonces, llegó a Bilbao sin que nadie la parara. Las fronteras estaban abiertas… Bueno, yo no sé… A mí me parece extraño y rarísimo».
De la misma opinión es el general Manuel Fernández Monzón, que formó parte del Servicio Central de Presidencia de Gobierno creado por orden del propio Carrero:
Los mismos etarras, en la Operación Ogro, dicen que estuvieron seis meses vigilando la puerta principal de la iglesia de San Francisco de Borja, en la calle de Serrano, desde la parada de autobús de la acera de enfrente, que está prácticamente en la puerta de la embajada norteamericana. Eso, con la vigilancia enorme que hay allí, resulta pintoresco. Tanto como que los norteamericanos no se enteraran, con detectores de todas clases, de que se estaba perforando un túnel a 80 metros de allí, en la calle de Claudio Coello. Y un tercer dato: Carrero muere a las 9.30 del día 20 de diciembre y el día anterior había estado seis horas reunido con Kissinger. Nadie sabe de qué hablaron, porque la reunión se prolongó y no le dio tiempo a despachar con nadie después. Que los norteamericanos propiciaran aquel asesinato, o que lo permitieran, o que lo sabían… Esas casualidades las dejo ahí.
Según el periodista Manuel Cerdán, que ha investigado a fondo el atentado contra Carrero, en la fase de preparación del atentado, hay varios días durante los cuales coinciden en Madrid más de treinta miembros de ETA, «que se mueven por la capital impunemente, sin que las Fuerzas de Seguridad detecten su presencia. Alquilan pisos y coches, sustraen vehículos, hacen reformas en las viviendas, compran locales, van y vienen en tren y automóvil, hacen prácticas de tiro en los alrededores de la capital y hasta se permiten el lujo de vigilar de cerca al sucesor de Franco».
El mismo 21 de diciembre de 1973, el diario Ya señala: «La víspera del atentado, dos jóvenes colocaron descaradamente, en 50 metros de fachada, unos cables que conectaban el explosivo con el detonador». El mismo día que Kissinger está en Madrid, y lo hacen a menos de 100 metros, en línea recta, de la embajada norteamericana. El coronel José Ignacio San Martín, primer jefe del SECED y hombre de confianza del almirante, también tiene sus dudas de que sólo ETA estuviera detrás del atentado. Considera que, en 1973, la organización todavía no tenía gran preparación técnica, pero que el atentado tuvo éxito más por negligencias de los servicios de seguridad que por extrañas complicidades: «Es rigurosamente cierto que el entonces director general de la Guardia Civil, teniente general Iniesta, días antes del asesinato, me informó sobre la intención de ETA de secuestrar al almirante y a su esposa». San Martín, al contrario que otros de sus antiguos colegas, se muestra categórico a la hora de rechazar la participación de los servicios de inteligencia estadounidenses en el atentado:
A la CIA, como a la Administración norteamericana, no le gustaba el Régimen, pero también era consciente de que ese régimen era una garantía de la presencia estadounidense en España. Un atentado de esa naturaleza podría traducirse en un golpe para el propio régimen y preludio, por lo tanto, de no pocas incógnitas.
Desde luego, si se tiene en cuenta el resultado final de la transición del franquismo a la Monarquía, no parece que los norteamericanos salieran precisamente muy damnificados con la desaparición de Carrero.
En 2003, cuando se cumplen treinta años de la muerte del almirante, los redactores del programa de TV3 30 minuts consiguen ponerse en contacto con un portavoz de la CIA, que declina la invitación de dar su opinión sobre las circunstancias del atentado. «La CIA no tiene nada que ver en eso», replica. Y tampoco ninguno de los miembros de la Agencia destinados en Madrid durante aquellos años quiere participar en el programa o accede a ser entrevistado. Por otra parte, todos los documentos desclasificados de la CIA y del Departamento de Estado que tienen que ver con el asunto no aportan ninguna luz: la mayor parte de los párrafos están tachados…”
(continuará)
[Fragmento de: Alfredo Grimaldos. “La CIA en España”]
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Carrero Blanco estaba firmemente "anclado en otra poca", por así decir. Suponía un serio obstáculo para los "cambios" que debían producirse en pos de un "laicismo comercial" que permitiera el desembarco del capitalismo "american-style". Se trataba de cambiar la liturgia dejando el sagrario intacto, y quién más indicado a tal fin que el monaguillo Isidoro & CIA. Sin que el almirante, fiel párroco de Franco, se apercibiera, los bajos del altar se colmaban de chicles 'bazooka' y en el copón burbujeaba la "chispa de la vida". La ruptura se produjo, pero no con el régimen, sino con la facción del mismo cuyo "estilo" obstaculizaba un "nuevo y democrático" mercado. Ni la Iglesia, que ya olía las ventajas de un catolicismo de mercado, se opuso.
ResponderEliminarOficiales cercanos, solía decir de él que era frío como un témpano y tozudo como una mula, y claro...
Salud y comunismo
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Creo que a estas alturas, resulta evidente que Carrero Blanco fue un obstáculo, ni el primero ni el último, que la CIA directa o en este caso más bien indirectamente, tuvo que apartar (Kissinger el día anterior lo dejó condenado y bien condenado) para allanar el trayecto marcado en la ‘Hoja de Ruta’ que anteriormente había sido trazada en los despachos de Langley. Ruta diseñada para hacer posible la ‘segura’ prolongación del ‘intervenido’ Régimen de Franco bajo el homologado estuche democrático de la igualmente ‘intervenida’ Monarquía parlamentaria. O sea, la ya cuarentona FRANCOCRACIA que algunos disfrutan y la mayoría padecemos ‘en silencio’.
ResponderEliminarSalud y comunismo
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