jueves, 20 de noviembre de 2025


1379


CRAIG MURRAY: Las mismas personas se benefician de las guerras de todo el mundo

 

 


 

Hoy queremos recomendar esta importante charla que pronunció Craig Murray en 2016, en Londres. Habla de su participación en las negociaciones de paz de Sierra Leona, en 1999. La transcripción y traducción están mínimamente editadas para su mejor comprensión.

Craig Murray es un ex embajador británico en Uzbekistán y ahora comunicador y activista por los derechos humanos. Como embajador, Craig ha dado el valiente ejemplo de denunciar las prácticas inhumanas de la llamada guerra contra el terror, lo que provocó el fin de su carrera diplomática.

 


(0:44) Me gustaría compartir algunos pensamientos con ustedes hoy. Quiero hablarles sobre algo de lo que nunca he hablado antes, de hecho: mis experiencias negociando un tratado de paz en Sierra Leona y cómo resulta que las mismas personas están detrás de guerras en partes muy diferentes del mundo.

 

Cuando era embajador en Uzbekistán, donde Estados Unidos cooperaba con una dictadura terrible y donde la CIA enviaba personas para ser torturadas como parte del programa de rendición extraordinaria. La razón de esa alianza era principalmente que empresas estadounidenses, inicialmente Enron de hecho, habían firmado contratos para monopolizar las reservas de gas natural de Uzbekistán y existía un plan para construir un gasoducto desde Asia Central a través de Afganistán que sería construido por una compañía llamada Unical. El contrato entre Enron y el gobierno de Uzbekistán fue firmado en la oficina del gobernador de Texas cuando George W. Bush era gobernador y George H. W. Bush [padre] estaba en la junta directiva de Unical, que iba a construir el gasoducto a través de Afganistán, y esa era la razón, por así decirlo, de la alianza entre Uzbekistán y EE.UU., que encontré particularmente inmoral en lo referente a las rendiciones extraordinarias, lo cual intenté detener y... en lugar de eso, me despidieron.

 

Pero quiero hablar de algo anterior en mi carrera, cuando era el jefe de la delegación británica en las conversaciones de paz en Sierra Leona, porque creo que Sierra Leona es bastante interesante.

 

En el Reino Unido, la invasión británica de Sierra Leona, que fue en 2000 o 2001 [Con el gobierno de Tony Blair], se presenta como el ejemplo de intervención militar humanitaria que demuestra que las intervenciones militares humanitarias funcionan. Quiero explicarles por qué eso no es cierto y también darles algunos antecedentes sobre por qué la diplomacia internacional no funciona, porque esencialmente a las personas en el poder no les interesa que funcione.

 

Yo estaba a cargo de la política hacia Sierra Leona en el Reino Unido cuando era subjefe del Departamento de África del Ministerio de Relaciones Exteriores británico. Sierra Leona es un ejemplo interesante de problemas del legado colonial que destruyen un país. Generalmente se encuentra que la mayoría de los conflictos en África que describimos como tribales en realidad se remontan, su causa raíz es el asentamiento colonial y el desplazamiento de pueblos de sus tierras, y la consiguiente dislocación en esos países. Es interesante porque Sierra Leona, que limita con Liberia, fue el ejemplo británico de una colonia establecida para esclavos liberados, por lo que quienes la establecieron tenían motivos aparentemente buenos; el problema, por supuesto, para los locales es que si estás siendo desposeído y expulsado de tu tierra, en realidad no te importa si es un hombre blanco o un esclavo liberado quien te lo hace.

 

Lo que ocurrió en Sierra Leona fue que terminó teniendo una élite costera de esclavos liberados que hablaban inglés y por lo tanto tenían ventajas en el comercio con Europa, mientras la población nativa fue desplazada hacia el interior e ignorada.

 

En toda África Occidental era muy frecuente que, debido a los vínculos comerciales con Europa que se remontan a cientos de años, las tribus costeras fueran más ricas y prósperas que las del interior, y por lo tanto tendían a ostentar el poder de manera desproporcionada. Esto se vio agravado por la introducción de esclavos liberados tanto en Liberia como en Sierra Leona. El resultado fue un sistema social donde la gente de la costa era mucho más rica y mejor educada que la del interior, lo que alimentó gobiernos extremadamente corruptos y un enorme resentimiento entre los pueblos del interior, empeorado por algunas atrocidades coloniales terribles.

 

Una de ellas fue lo que se conoce como "La guerra del impuesto de las cabañas" en Sierra Leona, en la década de 1870, cuando los británicos prácticamente exterminaron a gran parte de la población del interior al imponerles un impuesto sobre sus cabañas literalmente. Cuando se negaron a pagar este impuesto, las casas y aldeas de la gente fueron simplemente destruidas y las poblaciones masacradas. La Guerra del Impuesto de las Cabañas de Sierra Leona no existe en ninguna historia oficial del Imperio Británico; podrías leer todo lo escrito por la historia hoy en día, que es en su mayoría propaganda neocon, podrías leer el exitoso libro de historia del Imperio Británico de Ferguson, por ejemplo, ¡y no descubrirías que los británicos hicieron algo malo en absoluto! Pero [Sierra Leona] tenía este legado terriblemente amargo y un gobierno masivamente corrupto.

 

Entonces, cuando estalló la guerra de Sierra Leona y la guerra civil de Liberia al lado -las dos están muy vinculadas- y ves todas esas terribles imágenes de personas que quizás recuerden en Sierra Leona. Los rebeldes cortaban rutinariamente los brazos de la gente con machetes, decenas y decenas de miles de personas tuvieron sus brazos amputados. Pero no era una manifestación de maldad sin causa, por así decirlo.

 

La política del gobierno británico era básicamente que los rebeldes debían ser gente terrible y espantosa, están cortando los brazos de la gente, son demonios, solo tenemos que entrar y matarlos a todos y eso resolverá el problema. Pero el problema es que no importa cuán humanitario pueda ser un acto, no importa cuán espantosa sea una acción, siempre hay una causa. Los seres humanos son seres humanos, las personas que hacían esto eran seres humanos como tú y yo, y lo discutiré un poco más en un momento, la gente no estalla de repente cortando los brazos de otros sin que algo haya salido terriblemente mal en la historia que los llevó a eso.

 

Esto era algo que el gobierno británico no quería escuchar cuando les decía: "escuchen, lo que tenemos que hacer es encontrar los agravios y las causas de la pobreza extrema y la alienación extrema que provocan que este tipo de cosas sucedan". Ellos decían "no, no, solo necesitamos dispararles".

 

Teníamos una situación donde la narrativa oficial, por así decirlo, era que el gobierno electo del presidente Kabbah había sido depuesto en un golpe por las fuerzas armadas y los rebeldes, y eso era cierto hasta cierto punto, pero no tenía en cuenta el hecho de que el gobierno electo era increíblemente corrupto, como lo habían sido todos sus predecesores, y que los recursos estaban increíblemente concentrados en un número muy pequeño de personas.

 

Me encontré en el año 1999 en Lomé, en Togo, encerrado en una habitación de hotel con el gobierno de Sierra Leona, con los representantes de los rebeldes, el RUF, con representantes de los gobiernos de Liberia y Libia en ese momento -es decir, la gente de Charles Taylor y la gente del coronel Gadafi-, con un embajador estadounidense llamado Joe Melrose y su personal, y las Naciones Unidas, que estaban animando las conversaciones, y tuvimos que intentar armar un tratado de paz en estas circunstancias. Y cuando digo que estábamos encerrados, estábamos literalmente encerrados: te dispararían si intentabas salir, incluso a mí podrían haberme disparado si hubiera intentado salir. Un diplomático alemán fue asesinado a tiros en Togo en 1995 por los togoleses, así que no era un lugar seguro.

 

Y recuerdo estar sentado allí antes de que llegaran los estadounidenses una semana después -no sé por qué- pero cuando, en la primera sesión, me senté y miré a mi alrededor, estaban todos estos rebeldes del RUF, había dos hombres muy duros del gobierno de Sierra Leona, había tres representantes del coronel Gadafi y cuatro representantes de Charles Taylor, y pensé: ¿saben qué? Soy el único hombre en la habitación que nunca ha matado a nadie.

 

Llegué a conocer a algunos de los rebeldes y quiero hablaros sobre un tipo llamado Coronel Isaac. El Coronel Isaac había matado a más de 100 personas él mismo -había matado a más de 100 personas- y había cortado los brazos de cientos más, lo había hecho personalmente. El Coronel Isaac era un coronel de los rebeldes y tenía 19 años. A la edad de ocho años había sido capturado por la gente de Charles Taylor y obligado a matar a su propia madre y padre, luego había sido usado como niño soldado por la gente de Charles Taylor, había luchado en la guerra civil de Liberia y en un momento lo habían enviado con otros niños soldados a luchar en la guerra en Angola. Eso fue algo que no sabía antes de llegar allí: que existía un tráfico de niños soldados por dinero en África.

 

En muchos sentidos, era un criminal de guerra terrible, había matado a cientos de personas, era un monstruo, pero también era un niño de ocho años que tuvo que matar a sus propios padres, que vio a sus hermanas violadas y asesinadas frente a él, y que había sido completamente deshumanizado, y nunca había tenido una oportunidad.

 

No soy un diplomático muy convencional en absoluto, mi táctica de negociación, por así decirlo, era sentarme con ellos y socializar, no solo verlos en las sesiones formales. Yo no consumo drogas duras, en realidad es simplemente porque no me gustan, no por ninguna razón moral, pero ellos se sentaban a consumir cocaína y yo me sentaba a beber whisky y hablábamos hasta altas horas de la noche.

 

La esperanza del Coronel Isaac en el proceso de paz era que recibiría una educación, que le enseñarían a leer y escribir y que eventualmente quería ir a la universidad, eso era lo que esperaba que resultara de todo esto.

 

Estábamos armando un tratado de paz donde los rebeldes, el RUF, obtendrían cuatro o cinco ministerios en el gobierno; ellos estaban pidiendo ocho ministerios en el gobierno. El gobierno de Sierra Leona quería darles dos ministerios.

 

Imagínense eso: estabas poniendo en el gobierno a personas que eran asesinas en masa, no hay duda al respecto, piensen en las dificultades éticas que surgen aquí porque son realmente profundas. Para mí eran profundamente personales, no era solo un ejercicio intelectual; volvía cada noche, algunas noches lloraba después de escuchar algunas de estas historias y trataba de averiguar cómo lo hacíamos.

 

 


 

Finalmente logramos armar la firma de un acuerdo de paz para el cual Jesse Jackson voló hasta allí. Lo siento mucho si esto desilusiona a alguno de ustedes, a mí me desilusionó, ¡es una persona horrible! Había enviado a una asistente para preparar el terreno antes de su llegada. Salió del avión..., yo debía viajar con él en el coche desde el aeropuerto para informarle sobre lo que había estado sucediendo, y esta joven asistente que había sido enviada antes que él, él simplemente le gritó y le vociferó durante todo el trayecto porque no había cámaras de televisión en el aeropuerto, ella intentaba explicarle que no hay cámaras de televisión en Togo, pero eso no parecía ayudar... él estaba puramente enloquecido... nunca conozcan a sus héroes porque resultan ser horribles.

 

Logramos que se firmara el acuerdo de paz y tuvimos enormes... quiero decir, convencer... una de las cosas que se debían hacer era que el ejército rebelde, el RUF, se convertiría en un partido político. Pasé mucho tiempo tratando de persuadir a la Agencia de Ayuda Británica de que deberían aportar dinero para ayudar a financiarlo, se trataba de escritorios, fotocopiadoras y ese tipo de cosas que necesitas si te conviertes en un partido político. Ellos decían: "estas personas son asesinas y criminales, no vamos a dar..."

 

De cualquier manera, logramos armar algo.

 

Estuve atrapado en ese hotel durante unos dos meses, y durante ese período vi a personas de ambos lados acercarse gradualmente y comenzar a hablar entre sí y parecía que podían trabajar juntos. El acuerdo se mantuvo durante aproximadamente un año, luego estallaron nuevamente los combates y luego los británicos invadieron.

 

Creo que el acuerdo salvó... quiero decir, cuando comenzamos a negociar el acuerdo, la gente estaba muriendo a un ritmo de unas 10.000 personas al mes; durante el año después del acuerdo morían unas 500 personas al mes, así que creo que logramos algo.

 

No sé si el acuerdo alguna vez podría haberse mantenido completamente, pero no hay duda de que el gobierno británico conspiró para deshacerlo, ni los británicos ni el gobierno estadounidense proporcionaron nada de lo que dijeron que iban a proporcionar. De hecho, el acuerdo realmente estaba ganando tiempo, y debo decir que no lo sabía en ese momento, lo negocié, pero en efecto solo pretendían ganar tiempo para preparar la invasión militar británica que llegó después. Fui utilizado como una herramienta, por así decirlo, por mi propio gobierno, que no me dijo lo que estaba haciendo.

 

Pero quiero decirles esto: Sierra Leona es famosa por los diamantes de sangre, probablemente es la mayor fuente de diamantes de sangre en el mundo y gran parte del conflicto fue alimentado por el control de los diamantes de sangre, pero hay algo en Sierra Leona que es aún más valioso y eso es el titanio.

 

Hay un mineral, y deben disculparme porque no puedo pronunciar muy bien la letra R, se llama RUTILO, del cual Sierra Leona, creo, es la mayor fuente en el mundo y es extremadamente valioso. La compañía Sierra Rutile posee lo que creo que es la operación minera de rutilo más grande del mundo, que entonces era propiedad de Titanium Resources Group*.

 

Después de que el ejército británico tomó el control, los recursos de Sierra Leona realmente volvieron a algo parecido al estatus colonial, porque había un británico a cargo del Ministerio de Finanzas, el jefe de policía era un expatriado británico, se colocaron británicos en todo tipo de puestos clave en el gobierno, las minas de diamantes cayeron en manos... ya saben... con las que la City de Londres fue de ayuda.

 

El titanio, todo él, pasó al control del Titanium Resources Group, y el Titanium Resources Group, que todavía poseía todo el titanio de Sierra Leona, tiene como presidente a un tipo llamado Walter H. Kansteiner III, quien fue subsecretario de Estado para África bajo George Bush en el momento de las conversaciones y en el momento de la invasión de Bush [de Afganistan].

 

Pueden buscar esto, pueden verificarlo, él también fue socio fundador del Grupo Scowcroft, junto con Brent Scowcroft, así que estas son las mismas personas. Scowcroft ideó el programa de tortura y rendición extraordinaria que encontré más tarde en Afganistán.

 

Como les dije, encuentras a las mismas personas ganando dinero detrás de las guerras en todo el mundo, y puedo decirles eso como algo que presencié personalmente, no como una teoría académica abstracta, en lugares tan diversos como Sierra Leona y Uzbekistán. Me encontré con las inclinaciones de lucro de estas personas, el deseo urgente de estas personas de apoderarse de los recursos mundiales está causando directamente guerras y muertes de la clase más espantosa.

 

Otro miembro de la junta del Titanium Resources Group era una señora llamada Valerie Amos, la Baronesa Amos, quien fue ministra británica de Desarrollo en el Exterior en el momento de esas negociaciones y es la señora que se negó a aportar los recursos para que el acuerdo de paz funcionara.

 

No están allí como representantes del gobierno, están allí enteramente como individuos privados con acciones en el Titanium Resources Group.

 

Mi conclusión de esto es que incluso en las circunstancias más espantosas e improbables, e incluso al lidiar con los problemas morales más difíciles, es posible comenzar a encontrar un camino, pero que nunca habrá una resolución pacífica de disputas en todo el mundo mientras los países occidentales mantengan sus estructuras políticas y económicas actuales, porque lo único que detendrá esto es eliminar la concentración de capital y la concentración de poder político en un número muy pequeño de manos de personas bastante malvadas que realmente aspiran al dominio global de los recursos del mundo.

Muchas gracias.

 

Craig Murray

 

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* En el momento de esta conferencia de Craig Murray, septiembre de 2016, la compañía Titanum Rersources Group Ltd ya había cambiado de nombre a Sierra Rutile Limited —la mayor mina de rutilo del mundo— (en 2011), con los mismos dueños y gerentes de la primera. Poco después, la misma fue absorbida por una multinacional minera australiana llamada Iluka Resources Limited, cuyo CEO también lo era de Sierra Rutile Limited y que pasó a ser su empresa matriz. Desde entonces, en lugar de cotizar en la bolsa de valores de Londres, cotizaba en la bolsa de valores de Australia y en la OTC de Estados Unidos (Over-The-Counter, un mercado descentralizado donde se negocian activos financieros directamente entre partes, sin pasar por una bolsa oficial). Más recientemente, en octubre de 2024, Sierra Rutile Limited pasó de la australiana Iluka Resources a la empresa sierraleonesa Leonoil Company, por lo que ya no cotiza en bolsas de valores extranjeras. Pero su propiedad no es estatal, no es una cuestión de soberanía nacional, sino que está en manos de la élite o burguesía local, lo cual no supone cambios verdaderamente transformadores para el pueblo sierraleonés. La empresa sigue completamente integrada en cadenas globales de valor controladas por corporaciones del Norte Global.

 

 

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Fuente: https://africaenmente.blogspot.com/2025/08/craig-murray-las-mismas-personas-se.html#more

 

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lunes, 17 de noviembre de 2025

 

1378

 

 

MARCO RUBIO: SEMIÓTICA DEL “PERDONAVIDAS”.

Fernando Buen Abad Domínguez

 

 


Marco Rubio encarna, en la escena política contemporánea, la lógica del “perdonavidas”, esa operación semiótica imperial que pretende investir a su sirviente golpista con una autoridad destinada a condicionar el comportamiento de nuestros pueblos bajo la amenaza velada de una sanción monetaria o militar. Tal lógica opera como dispositivo de intimidación mafiosa y mediática, como coreografía narrativa del “castigo” burgués y como representación ideológica del poder de fuego estadounidense en clave de arrogancia imperial.

 

Rubio aparece así como la figura performativa de un orden que pretende pontificar sobre la conducta de los insurrectos, no por fuerza de argumentos, sino por la naturalización de una posición de petulancia supremacista gusana. Su discurso no es sólo un despliegue de frases, sino un sistema de amenazas que pretenden funcionar como advertencias, ultimátums o chantajes, dirigidos a gobiernos, pueblos y adversarios geopolíticos. Es el gesto clásico del perdonavidas: “Yo podría destruirte, pero te concedo la oportunidad de someterte”. Esta semiótica del castigo, recubierta de moralismo servilista, produce un personaje siniestro, no porque posea poder propio –que no lo tiene–, sino porque simboliza la estructura de un imperio que lo utiliza como vocero del disciplinamiento global. La náusea.

 

 Rubio cumple su guion con precisión teatral; su figura pública es un manual de gestualidad del castigo, una liturgia del señalamiento, un repertorio de amenazas presentadas como advertencias responsables. En su retórica, la “preocupación” por América Latina es el envoltorio del saqueo, del asesinato y de la intervención; su payasada vestida como denuncia contra gobiernos soberanos es una fórmula asesina en la moral burguesa más macabra; la propuesta de sanciones se presenta como “paso necesario” para defender la libertad. En cada una de esas ofensivas semióticas, el perdonavidas concede –desde arriba– una oportunidad al otro para rectificar, obedecer o “volver al camino correcto”.

 

Retórica clásica de gánster que simula cordialidad antes de golpear. Lo siniestro de Rubio no radica solamente en su biografía individual, sino en la manera en que su cuerpo discursivo está diseñado para ser vehículo de esta dramaturgia. Nuestra semiótica crítica permite mostrar que el perdonavidas no sólo amenaza, también produce un orden perceptivo. Sus mensajes buscan generar un clima de terror administrado, de duda, de inestabilidad calculada. Al mismo tiempo, intenta consolidar una narrativa en la cual Estados Unidos figura como el guardián de los pueblos, el protector magnánimo que –pese a su “paciencia”– se ve obligado a castigar.

 

Rubio dramatiza esa tensión, haciendo del lenguaje un instrumento pedagógico del miedo. Así se construye una pedagogía de la sumisión, cada intervención suya enseña qué comportamientos serán castigados, quiénes serán los “malos” del momento y qué sanciones se consideran legítimas. Lo siniestro emerge de la naturalización de esta estructura, el perdonavidas no se concibe a sí mismo como agresor, sino como salvador. Y ahí reside la violencia más profunda: el castigo se traviste de virtud. En la escena latinoamericana, Rubio desata una semántica de injerencia que presenta las decisiones soberanas de los pueblos como desviaciones patológicas que necesitan corrección. Su lógica es la del adulto autoritario frente al niño díscolo: “sé lo que te conviene, obedece y te irá mejor”.

 

Esta infantilización es uno de los núcleos simbólicos del perdonavidas. Y, de nuevo, el personaje siniestro no es por su capacidad personal, sino por la estructura que encarna, la del imperio que cree tener derecho a decidir qué países merecen vivir y cuáles deben ser disciplinados. Rubio despliega, además, una textura discursiva obsesionada con la idea del enemigo. Cada palabra suya fabrica un adversario absoluto que debe ser combatido sin matices.

 

Esta absolutización del otro –técnica clásica de la propaganda– permite justificar cualquier medida: sanciones, presiones económicas, golpes blandos, financiamiento a oposiciones desestabilizadoras. El perdonavidas necesita crear enemigos para justificar su propio rol; necesita producir la expectativa de caos para presentarse como el gestor del orden. Por eso, su discurso es siempre apocalíptico: “si no actúo, ocurrirá la catástrofe”.

 

Es la semiótica del salvador oscuro, él mismo infla la amenaza que luego promete resolver. En el fondo, Rubio representa una función: la de traducir la doctrina del intervencionismo en lenguaje cotidiano. Su misión semiótica es “hacer digerible” la agresión imperial. Presenta la injerencia como necesidad, la sanción como responsabilidad, la amenaza como gesto moral. El perdonavidas siempre necesita justificarse: sólo puede mantener su poder si logra que el otro crea –al menos por un instante– que la amenaza es legítima.

 

El personaje siniestro se vuelve eficaz cuando su violencia parece sentido común. Y Rubio trabaja incansablemente para que la violencia imperial parezca razonable, inevitable o moralmente correcta. Por eso es crucial desmontar la gramática de su lógica, cada palabra suya funciona como dispositivo de dominación simbólica. Sus gestos públicos, sus entrevistas, sus declaraciones en redes, sus intervenciones en el Senado: todo está articulado como una cadena de signos destinados a intimidar, persuadir, sobreactuar y disciplinar. Desenmascarar al perdonavidas no es criticar a Rubio como individuo, sino señalar la maquinaria ideológica que él representa.

 

Es entender cómo un personaje siniestro se convierte en portavoz de una semiótica de la amenaza que busca someter a los pueblos al orden del capital global. Y es, finalmente, recordar que el perdonavidas no existe sin la complicidad de un sistema que lo instituye.

 

Rubio es la máscara rota de un imperio en decadencia que, incapaz de sostener su hegemonía por consenso, recurre a la teatralización del castigo, con armas y con “aranceles”. En esa teatralización macabra se reproduce un viejo gesto colonial, el amo que, antes de golpear, manda a sus sirvientes para conceder al esclavo la oportunidad de arrepentirse. Una farsa cruel, una semiótica del sometimiento. Y, por medio de ella, el intento desesperado de mantener un poder que la historia misma ya está erosionando. Mientras, nosotros muy desorganizados.

 

 

Fernando Buen Abad Domínguez

*Doctor en filosofía

LA JORNADA

 

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viernes, 14 de noviembre de 2025

 

1377

 

LA LUCHA DE CLASES

Domenico Losurdo

 

(46)

 

VI

 

Paso al sureste. Cuestión nacional y lucha de clases

 

 


 

Oriente y la doble lucha por el reconocimiento

        

Ahora podemos comprender mejor por qué la revolución que propugnaba el Manifiesto del partido comunista no se produjo en Occidente, sino primero en Rusia y luego en el mundo colonial. Se ha especulado mucho sobre los motivos de este paso al sureste de la lucha de clases y la revolución. Recordemos, en particular, la teoría leninista del eslabón más débil de la cadena: la revolución socialista no estalla en los países industriales avanzados, sino allí donde, por acumulación de múltiples contradicciones, el sistema capitalista e imperialista se muestra más frágil. Es una explicación sagaz, que rompe con la lectura binaria del proceso revolucionario. Si seguimos profundizando podemos conocer un dato aún más elemental: es en Oriente donde la necesidad y la reivindicación del reconocimiento se sienten con una fuerza especial. A las contradicciones políticas y sociales se suman las luchas por el reconocimiento.

 

Veamos lo que ocurre en Rusia ya con la revolución de febrero, justo después de la caída del zarismo. La opresión, explotación y humillación de una masa ingente de campesinos por una pequeña minoría de aristócratas que se consideran ajenos a su propio pueblo (degradado a raza distinta e inferior), presagian una catástrofe de proporciones inauditas. Dostoievski escribió páginas memorables y terribles sobre esta falta de reconocimiento. Así es como, a comienzos del siglo XIX, «un general muy influyente y riquísimo latifundista» castiga a «un chico de la servidumbre» de ocho años que ha herido de una pedrada la pata de un perro de caza del señor: obligado a desnudarse y salir corriendo, acaba descuartizado por la jauría de perros de caza lanzada en su persecución; «para asistir al castigo ejemplar se había convocado a la servidumbre, y delante de todos a la madre del chico culpable». La primera guerra mundial vuelve a poner en evidencia la falta de reconocimiento, con los nobles oficiales que ejercen de hecho un poder diario sobre la vida y la muerte de sus siervos-soldados. La caída del antiguo régimen es el momento de una venganza anhelada e incubada durante siglos. Con una significativa autocrítica lo reconoce el príncipe G. E. Lvov: «la venganza de los siervos de la gleba» es un arreglo de cuentas con quienes durante siglos se han negado a «tratar a los campesinos como personas en vez de como perros», o piezas de caza, como en el episodio que cuenta Dostoievski.

        

Pero tampoco era un problema exclusivo del campo. Ya en 1895 Lenin promovía así la agitación en las fábricas rusas: «Corresponde a los obreros demostrar que se consideran tan seres humanos como sus patronos y que no van a dejar que les traten como bestias carentes de habla». Eminentes historiadores de nuestros días confirman la justeza de este planteamiento:

 

[En la Rusia zarista] los empleados pedían al amo un trato más respetuoso, insistiendo en el uso del «usted» en vez del "tú", en el que apreciaban un residuo del antiguo sistema de la servidumbre de la gleba. Querían ser tratados «como ciudadanos». Y a menudo era justamente la cuestión del respeto a la dignidad humana, más que las reivindicaciones salariales, lo que provocaba agitaciones y manifestaciones obreras (Figes).

        

 

Esta lucha por el reconocimiento se combinaba con otra. Las naciones oprimidas trataban de sacudirse el yugo de la autocracia y, en el caso de Polonia y Finlandia, se constituían en estados nacionales. Pero no solo las naciones oprimidas se ponían en pie y reivindicaban el reconocimiento. Ya hemos visto que Stalin, entre febrero y octubre de 1917, acusaba a los aliados de querer obligar a Rusia a proporcionar carne de cañón para los designios imperialistas de Londres y París, y de tratarla como si fuera «África central». Este modo de argumentar, que salía al paso de un hábil cálculo político, ponía en evidencia un aspecto real del proceso en desarrollo: la crisis declarada con la catástrofe de la primera guerra mundial y la caída del antiguo régimen ponía en peligro la existencia misma del país, expulsado idealmente del área de la civilización auténtica. Esto agravaba aún más el problema del reconocimiento. Sin la doble lucha por el reconocimiento no se pueden entender la revolución de octubre ni las formas que asumió:

 

 

Esta tendencia de grandes masas a hacer suyo lo que hasta ahora les estaba vedado —la autoestima, la participación, la cultura— se expresó de las formas más variadas, e incluso si Lenin lo hubiera querido, no habría podido impedir que los obreros sometiesen las fábricas a su control y que se hablase cada vez más de socialismo, que debía hacerse realidad mediante la nacionalización de la industria y no tardaría en propagarse victoriosamente por todo el mundo. Se difundió rápidamente la idea de que en la revolución se realizaba la gran rebelión de todos los esclavos contra todos los amos (Nolte).

        

 

Más allá de Rusia estallan revoluciones de inspiración marxista sobre todo en países que están en condiciones coloniales o semicoloniales, donde las diferencias de clase tienden a configurarse como diferencias de casta, agudizando el problema del reconocimiento ya en el plano interno. Como las clases o castas superiores hacen causa común o se alían en función subalterna con los amos coloniales, la dimensión interna se conecta con la dimensión internacional, que es la que a la postre prevalece.

        

 

La demanda de reconocimiento tiene una gran importancia en el conjunto del movimiento anticolonialista. Lenin lo pone en evidencia. Entre sus distintas definiciones de imperialismo una de las más significativas es la que lo caracteriza como la pretensión de «unas pocas naciones selectas» de basar su «bienestar» y su preponderancia en el saqueo y el sometimiento del resto de la humanidad; se consideran «naciones modélicas» y se reservan «el privilegio exclusivo de formación del estado». Lamentablemente, «los europeos suelen olvidar que los pueblos coloniales también son naciones».

        

 

Esta carga discriminatoria y muchas veces claramente racista se pone de manifiesto con especial crudeza y claridad con motivo de las guerras coloniales. En estos conflictos «han perdido la vida cientos de miles de hombres pertenecientes a los pueblos que someten los europeos», pero «han muerto pocos europeos». Pero entonces —prosigue con sarcasmo el gran revolucionario— «¿se puede hablar de guerras? No, propiamente hablando ni siquiera son guerras, así que se pueden olvidar». Las guerras coloniales no se consideran guerras por una razón muy sencilla: quienes las sufren son bárbaros que «ni siquiera merecen el apelativo de pueblos (¿acaso son pueblos los asiáticos o los africanos?)» y que, en última instancia, son excluidos de la propia comunidad humana. Se comprende entonces que la revolución de octubre diera un fuerte impulso al movimiento anticolonialista. Los habitantes de Asia y África, «cientos de millones de seres humanos», al rebelarse contra el yugo de la metrópoli capitalista, «han recordado su voluntad de ser hombres y no esclavos».

        

 

Estamos ante una revolución que se despliega a escala planetaria y durante un largo periodo de tiempo. Puede ser interesante ver, en las zonas liberadas de China, lo que le contestan los soldados del Ejército Rojo a Edgar Snow cuando este les pregunta sobre los motivos de su adhesión a la lucha armada promovida por el Partido Comunista, primero contra los señores locales y luego contra los invasores japoneses:

        

 

El Ejército Rojo me enseñó a leer y escribir. En el Ejército aprendí a transmitir con la radio y a dar en el blanco con mi fusil. El Ejército Rojo ayuda a los pobres [...]. Aquí todos son iguales. No es como en los distritos blancos, donde los pobres son esclavos de los terratenientes y del Kuomintang (Snow).

        

 

Mientras lucha contra los enemigos que ponen trabas al reconocimiento o lo impiden, el Partido Comunista fomenta la movilidad social y posibilita el reconocimiento ya en su interior y en el interior del ejército que dirige…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Domenico Losurdo. “La lucha de clases” ]

 

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