miércoles, 24 de diciembre de 2025

 

1388

 

LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA

Eduardo Galeano

 

 (11)

 

 

PRIMERA PARTE

 

LA POBREZA DEL HOMBRE COMO RESULTADO DE LA RIQUEZA DE LA TIERRA. FIEBRE DEL ORO,

FIEBRE DE LA PLATA.

 

 


 

 

 

 LA SEMANA SANTA DE LOS INDIOS TERMINA SIN RESURRECCIÓN

 

  A principios de nuestro siglo, todavía los dueños de los pongos, indios dedicados al servicio doméstico, los ofrecían en alquiler a través de los diarios de La Paz. Hasta la revolución de 1952, que devolvió a los indios bolivianos el pisoteado derecho a la dignidad, los pongos comían las sobras de la comida del perro, a cuyo costado dormían, y se hincaban para dirigir la palabra a cualquier persona de piel blanca. Los indígenas habían sido bestias de carga para llevar a la espalda los equipajes de los conquistadores: las cabalgaduras eran escasas. Pero en nuestros días pueden verse, por todo el altiplano andino, changadores aimaraes y quechuas cargando fardos hasta con los dientes a cambio de un pan duro. La neumoconiosis había sido la primera enfermedad profesional de América; en la actualidad, cuando los mineros bolivianos cumplen treinta y cinco años de edad, ya sus pulmones se niegan a seguir trabajando: el implacable polvo de sílice impregna la piel del minero, le raja la cara y las manos, le aniquila los sentidos del olfato y el sabor, y le conquista los pulmones, los endurece y los mata.

 

  Los turistas adoran fotografiar a los indígenas del altiplano vestidos con sus ropas típicas. Pero ignoran que la actual vestimenta indígena fue impuesta por Carlos III a fines del siglo XVIII. Los trajes femeninos que los españoles obligaron a usar a las indígenas eran calcados de los vestidos regionales de las labradoras extremeñas, andaluzas y vascas, y otro tanto ocurre con el peinado de las indias, raya al medio, impuesto por el virrey Toledo. No sucede lo mismo, en cambio, con el consumo de coca, que no nació con los españoles; ya existía en tiempos de los incas. La coca se distribuía, sin embargo, con mesura; el gobierno incaico la monopolizaba y sólo permitía su uso con fines rituales o para el duro trabajo en las minas. Los españoles estimularon agudamente el consumo de coca. Era un espléndido negocio. En el siglo XVI se gastaba tanto, en Potosí, en ropa europea para los opresores como en coca para los oprimidos. Cuatrocientos mercaderes españoles vivían, en el Cuzco, del tráfico de coca; en las minas de plata de Potosí entraban anualmente cien mil cestos, con un millón de kilos de hojas de coca. La Iglesia extraía impuestos a la droga. El inca Garcilaso de la Vega nos dice, en sus «comentarios reales», que la mayor parte de la renta del obispo y de los canónigos y demás ministros de la iglesia del Cuzco provenía de los diezmos sobre la coca, y que el transporte y la venta de este producto enriquecían a muchos españoles. Con las escasas monedas que obtenían a cambio de su trabajo, los indios compraban hojas de coca en lugar de comida: masticándolas, podían soportar mejor, al precio de abreviar la propia vida, las mortales tareas impuestas. Además de la coca, los indígenas consumían aguardiente, y sus propietarios se quejaban de la propagación de los «vicios maléficos». A esta altura del siglo veinte, los indígenas de Potosí continúan masticando coca para matar el hambre y matarse y siguen quemándose las tripas con alcohol puro. Son las estériles revanchas de los condenados. En las minas bolivianas, los obreros llaman todavía mita a su salario.

 

  Desterrados en su propia tierra, condenados al éxodo eterno, los indígenas de América Latina fueron empujados hacia las zonas más pobres, las montañas áridas o el fondo de los desiertos, a medida que se extendía la frontera de la civilización dominante. Los indios han padecido y padecen —síntesis del drama de toda América Latina— la maldición de su propia riqueza. Cuando se descubrieron los placeres de oro del río Bluefields, en Nicaragua, los indios cartas fueron rápidamente arrojados lejos de sus tierras en las riberas, y ésta es también la historia de los indios de todos los valles fértiles y los subsuelos ricos del río Bravo al sur. Las matanzas de los indígenas que comenzaron con Colón nunca cesaron. En Uruguay y en la Patagonia argentina, los indios fueron exterminados, en el siglo pasado, por tropas que los buscaron y los acorralaron en los bosques o en el desierto, con el fin de que no estorbaran el avance organizado de los latifundios ganaderos. La horda se revolvió desesperada, cayendo uno tras otro sus mocetones bravíos, como toros heridos en la nuca.» Varios caciques murieron. Los pocos indios que pudieron romper el cerco de fuego se vengaron poco después. Perseguidos por el hermano de Rivera, le tendieron una emboscada y lo acribillaron a lanzazos junto con sus soldados. El cacique Sepe «hizo cubrir con algunos nervios del cadáver el extremo de la moharra de su lanza».

 

  En la Patagonia argentina, a fines de siglo, los soldados cobraban contra la presentación de cada par de testículos. La novela de David Viñas Los dueños de la tierra (Buenos Aires, 1959) se abre con la cacería de los indios: «Porque matar era como violar a alguien. Algo bueno. Y hasta gustaba: había que correr, se podía gritar, se sudaba y después se sentía hambre… Los disparos se habían ido espaciando. Seguramente había quedado algún cuerpo enhorquetado en uno de esos nidos. Un cuerpo de indio echado hacia atrás, con una mancha negruzca entre los muslos…».

 

  Los indios yaquis, del estado mexicano de Sonora, fueron sumergidos en un baño de sangre para que sus tierras, ricas en recursos minerales y fértiles para el cultivo, pudieran ser vendidas sin inconvenientes a diversos capitalistas norteamericanos. Los sobrevivientes eran deportados rumbo a las plantaciones de Yucatán. Así, la península de Yucatán se convirtió no sólo en el cementerio de los indígenas mayas que habían sido sus dueños, sino también en la tumba de los indios yaquis, que llegaban desde lejos: a principios de siglo, los cincuenta reyes del henequén disponían de más de cien mil esclavos indígenas en sus plantaciones. Pese a su excepcional fortaleza física, raza de gigantes hermosos, dos tercios de los yaquis murieron durante el primer año de trabajo esclavo.

 

  En nuestros días, la fibra de henequén sólo puede competir con sus sustitutos sintéticos gracias al nivel de vida sumamente bajo de sus obreros. Las cosas han cambiado, es cierto, pero no tanto como se cree, al menos para los indígenas de Yucatán: «Las condiciones de vida de esos trabajadores se asemeja en mucho al trabajo esclavo», dice el profesor Arturo Bonilla Sánchez. En las pendientes andinas cercanas a Bogotá, el peón indígena está obligado a entregar jornadas gratuitas de trabajo para que el hacendado le permita cultivar, en las noches de claro de luna, su propia parcela: «Los antepasados de este indio cultivaban libremente, sin contraer deudas, el suelo rico de la llanura, que no pertenecía a nadie. ¡El trabaja gratis para asegurarse el derecho de cultivar la pobre montaña!».

 

  No se salvan, en nuestros días, ni siquiera los indígenas que viven aislados en el fondo de las selvas. A principios de este siglo, sobrevivían aún doscientas treinta tribus en Brasil; desde entonces han desaparecido noventa, borradas del planeta por obra y gracia de las armas de fuego y los microbios. Violencia y enfermedad, avanzadas de la civilización: el contacto con el hombre blanco continúa siendo, para el indígena, el contacto con la muerte. Las disposiciones legales que desde 1537 protegen a los indios de Brasil se han vuelto contra ellos. De acuerdo con el texto de todas las constituciones brasileñas, son «los primitivos y naturales señores» de las tierras que ocupan. Ocurre que cuanto más ricas resultan esas tierras vírgenes más grave se hace la amenaza que pende sobre sus vidas; la generosidad de la naturaleza los condena al despojo y al crimen. La cacería de indios se ha desatado, en estos últimos años, con furiosa crueldad; la selva más grande del mundo, gigantesco espacio tropical abierto a la leyenda y a la aventura, se ha convertido, simultáneamente, en el escenario de un nuevo sueño americano. En tren de conquista, hombres y empresas de los Estados Unidos se han abalanzado sobre la Amazonia como si fuera un nuevo Far West. Esta invasión norteamericana ha encendido como nunca la codicia de los aventureros brasileños. Los indios mueren sin dejar huellas y las tierras se venden en dólares a los nuevos interesados. El oro y otros minerales cuantiosos, la madera y el caucho, riquezas cuyo valor comercial los nativos ignoran, aparecen vinculadas a los resultados de cada una de las escasas investigaciones que se han realizado. Se sabe que los indígenas han sido ametrallados desde helicópteros y avionetas, que se les ha inoculado el virus de la viruela, que se ha arrojado dinamita sobre sus aldeas y se les ha obsequiado azúcar mezclada con estricnina y sal con arsénico. El propio director del Servicio de Protección a los Indios, designado por la dictadura de Castelo Branco para sanear la administración, fue acusado, con pruebas, de cometer cuarenta y dos tipos diferentes de crímenes contra los indios. El escándalo estalló en 1968.

 

  La sociedad indígena de nuestros días no existe en el vacío, fuera del marco general de la economía latinoamericana. Es verdad que hay tribus brasileñas todavía encerradas en la selva, comunidades del altiplano aisladas por completo del mundo, reductos de barbarie en la frontera de Venezuela, pero por lo general los indígenas están incorporados al sistema de producción y al mercado de consumo, aunque sea en forma indirecta. Participan, como víctimas, de un orden económico y social donde desempeñan el duro papel de los más explotados entre los explotados. Compran y venden buena parte de las escasas cosas que consumen y producen, en manos de intermediarios poderosos y voraces que cobran mucho y pagan poco; son jornaleros en las plantaciones, la mano de obra más barata, y soldados en las montañas; gastan sus días trabajando para el mercado mundial o peleando por sus vencedores. En países como Guatemala, por ejemplo, constituyen el eje de la vida económica nacional: año tras año, cíclicamente, abandonan sus tierras sagradas, tierras altas, minifundios del tamaño de un cadáver, para brindar doscientos mil brazos a las cosechas del café, el algodón y el azúcar en las tierras bajas. Los contratistas los transportan en camiones, como ganado, y no siempre la necesidad decide: a veces decide el aguardiente. Los contratistas pagan una orquesta de marimba y hacen correr el alcohol fuerte: cuando el indio despierta de la borrachera, ya lo acompañan las deudas. Las pagará trabajando en tierras cálidas que no conoce, de donde regresará al cabo de algunos meses, quizá con algunos centavos en el bolsillo, quizá con tuberculosis o paludismo. El ejército colabora eficazmente en la tarea de convencer a los remisos.

 

La expropiación de los indígenas —usurpación de sus tierras y de su fuerza de trabajo— ha resultado y resulta simétrica al desprecio racial, que a su vez se alimenta de la objetiva degradación de las civilizaciones rotas por la conquista. Los efectos de la conquista y todo el largo tiempo de la humillación posterior rompieron en pedazos la identidad cultural y social que los indígenas habían alcanzado. Sin embargo, esa identidad triturada es la única que persiste en Guatemala. Persiste en la tragedia. En semana santa, las procesiones de los herederos de los mayas dan lugar a terribles exhibiciones de masoquismo colectivo. Se arrastran las pesadas cruces, se participa de la flagelación de Jesús paso a paso durante el interminable ascenso del Gólgota; con aullidos de dolor, se convierte Su muerte y Su entierro en el culto de la propia muerte y el propio entierro, la aniquilación de la hermosa vida remota. La semana santa de los indios guatemaltecos termina sin Resurrección…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Eduardo Galeano. “Las venas abiertas de América Latina” ]

 

**

 

viernes, 19 de diciembre de 2025

 

 

1387

 

LA NUEVA ESTRATEGIA DE SEGURIDAD NACIONAL: ESTADOS UNIDOS SE DESNUDA   (Y EL MUNDO TIRITA)

 

Andrés Piqueras


 


 

Son muchos los comentarios que en estas semanas se vienen produciendo desde la publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) estadounidense (2025-National-Security-Strategy.pdf). No todos ellos demasiado profundos ni puestos en contexto histórico comparativo.

 

Si algo bueno puede extraerse para el analista o la analista de esta fase degenerativa del modo de producción capitalista y de su potencia hegemónica, es que esta última se ve forzada a explicitar cada vez más lo que quiere, lo que hace y por qué lo hace, sin tapujos, deshaciéndose más y más de los falsos adornos diplomáticos y “políticamente correctos”. Aunque todavía se permite algunos “camuflajes” como el del beneficio general y el desarrollo del planeta (o al menos de lo que ellos llaman el “hemisferio occidental”), es de prever que poco a poco, según avanza su decadencia belicista -o su belicismo decadente-, también se los vaya quitando de encima.

 

Vamos a ver si podemos analizar con concreción al menos algunos de los puntos más significativos de esta nueva estrategia, que resultan de vital importancia para el resto del mundo.

 

Antes de ello una salvedad. Estados Unidos es la única potencia del Imperio Occidental de 500 años que sigue manteniendo posibilidad de estrategia, entendida como el propio documento indica en su primera página: “Una «estrategia» es un plan concreto y realista que explica la conexión esencial entre los fines y los medios: parte de una evaluación precisa de lo que se desea y de las herramientas disponibles, o que se pueden crear de forma realista, para lograr los resultados deseados. Una estrategia debe evaluar, clasificar y priorizar”. El conjunto de antiguas potencias europeas ha renunciado hace tiempo a la estrategia propia al subordinarse por completo y sin compensación alguna al mando estadounidense. Si no entendemos esto difícilmente podremos comprender que lo que hacen los “líderes” europeos no responde a intereses estatales europeos (como el propio documento estadounidense señala y hace casi chanza de ello), y ni siquiera ya fungen como intereses idiosincrásicos de la clase capitalista, al socavar las bases de su poderío económico industrial o productivo (hace tiempo que esas élites comenzaron a priorizar la ganancia a través de la vía financiero-especulativa, a remolque del capitalismo parasitario-ficticio desplegado desde Estados Unidos, y por tanto, han quedado letalmente vinculadas a las dinámicas y directrices del hegemón norteamericano. Eso quiere decir que la clase dominante europea se hace más y más rentista, ligada a la especulación-ficción financiera). En cambio EE.UU. lo dice sin ambages: “El objetivo de la política exterior es la protección de los intereses nacionales fundamentales; ese es el único objetivo de esta estrategia” (pg.1). “Estados Unidos primero”, repite el documento al definir la estrategia en su pg.8, fiel a la consigna de la facción continentalista-nacional que aúpa a Trump.

 


 


 

Pero vamos con el análisis.

 

En la primera parte, se hace un balance negativo de lo que ha sido la política estratégica estadounidense desde el fin de la Tercera Guerra Mundial o Segunda Guerra Mundial prolongada contra el Socialismo (que tontamente llamaron “Guerra Fría). Lo más destacado de ello, a mi entender, es que lleva implícito también qué se debe corregir:

 

    “Las estrategias estadounidenses desde el final de la Guerra Fría se han quedado cortas: han sido listas interminables de deseos o resultados finales deseados; no han definido claramente lo que queremos, sino que han expresado vaguedades y tópicos; y a menudo han juzgado erróneamente lo que deberíamos querer” (pg.1).

 

    “Sobreestimaron la capacidad de Estados Unidos para financiar, simultáneamente, un enorme Estado asistencial, regulador y administrativo, junto con un enorme complejo militar, diplomático, de inteligencia y de ayuda exterior” (pg.1).

 

    “Permitieron que los aliados y socios descargaran el costo de su defensa sobre el pueblo estadounidense y, en ocasiones, nos arrastraran a conflictos y controversias fundamentales para sus intereses, pero periféricas o irrelevantes para los nuestros” (pg.1).

 

 

Y aquí lo más importante -porque se está explicitando lo que algunos venimos diciendo desde tiempo atrás-: a Estados Unidos ya no le conviene la institucionalidad mundial que él mismo creó o bien modeló en función de sus intereses tras la Segunda Guerra Mundial, y por tanto está procediendo a desmantelarla, por una parte, a remodelarla por otra, o, en su defecto y en última instancia, a desconsiderarla o ignorarla. Así lo advierte el documento:

 

“Y ataron la política estadounidense a una red de instituciones internacionales, algunas de las cuales están impulsadas por un antiamericanismo descarado y muchas por un transnacionalismo que busca explícitamente disolver la soberanía de los Estados individuales” (pg. 2).

 

“Defendemos los derechos soberanos de las naciones, nos oponemos a las incursiones de las organizaciones transnacionales más intrusivas que socavan la soberanía, y abogamos por la reforma de esas instituciones para que ayuden, en lugar de obstaculizar, la soberanía individual y promuevan los intereses estadounidenses” (pg.9).

 

Esto como parte de las rectificaciones que respecto de la vieja política estratégica ha llevado a cabo hasta ahora el actual representante de la facción continentalista-nacional de USA, Donald Trump. A partir de ahí se nos dice qué quiere Estados Unidos en y del mundo y de qué medios dispone para conseguirlo. De nuevo es de agradecer la claridad meridiana. A mi entender, los puntos que más pueden importarnos en términos geoestratégicos son:

 

“En primer lugar, queremos la supervivencia y la seguridad continuadas de Estados Unidos como república independiente y soberana cuyo Gobierno garantiza los derechos naturales otorgados por Dios a sus ciudadanos y da prioridad a su bienestar e intereses.

 

Queremos proteger este país, su gente, su territorio, su economía y su forma de vida de ataques militares e influencias extranjeras hostiles, ya sea espionaje, prácticas comerciales depredadoras, tráfico de drogas y personas, propaganda destructiva y operaciones de influencia, subversión cultural o cualquier otra amenaza a nuestra nación” (pg.3).

 

 

Pura teología política o visión teocéntrica del orden social, que entiende (como la “doctrina del derecho divino” según la cual los reyes gobernaban por mandato de algún dios) los derechos sociales como “naturales” y la soberanía recayendo a la postre en cierto supuesto dios en vez de en el pueblo. Pero la Naturaleza no da ningún derecho, los derechos civiles, sociales y políticos son conquistas históricas de la humanidad, sujetas a la dialéctica de sus luchas. El texto de la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) da a entender, además, que esos “derechos” pueden ser cercenados en lo venidero, si se detectan amenazas de “influencias externas”, es decir, siempre que la población no se comporte de acuerdo a los intereses de su clase dominante y se rebele contra el capitalismo salvaje que la impone. El régimen se endurecerá también en lo interno.

 

Sigue:

 

“Queremos un mundo en el que la migración no sea simplemente «ordenada», sino uno en el que los países soberanos colaboren para detener, en lugar de facilitar, los flujos de población desestabilizadores, y tengan un control total sobre a quién admiten y a quién no” (pg. 3).

 

Aquí nos está anunciando el amurallamiento del mundo (sobre todo el de capitalismo primigenio o avanzado) y las políticas de exclusión y apartheid global. Después en la pg. 11 lo reitera:

 

“…la migración masiva ha agotado los recursos nacionales, aumentado la violencia y otros delitos, debilitado la cohesión social, distorsionado los mercados laborales y socavado la seguridad nacional. La era de la migración masiva debe terminar. La seguridad fronteriza es el elemento principal de la seguridad nacional. Debemos proteger nuestro país de la invasión, no solo de la migración descontrolada, sino también de amenazas transfronterizas como el terrorismo, las drogas, el espionaje y la trata de personas”.      (La cursiva negrita es mía).

 

 

Pero en todo ello deja entrever asimismo que las migraciones masivas pueden ser utilizadas como armas de guerra contra otros, y si no que le hablen a Europa del flujo masivo de refugiados/as que las guerras de Estados Unidos han causado a su alrededor (Mediterráneo oriental, norte de África y Sahel, o la propia Europa -Yugoslavia y Ucrania-).

 

Después, otra declaración de agresividad:

 

“Queremos reclutar, entrenar, equipar y desplegar el ejército más poderoso, letal y tecnológicamente avanzado del mundo para proteger nuestros intereses, disuadir guerras y, si es necesario, ganarlas de forma rápida y decisiva, con el menor número posible de bajas entre nuestras fuerzas (…) Queremos la disuasión nuclear más sólida, creíble y moderna del mundo, además” (pg. 3).

 

Poco que añadir a esto, acorde con su deriva crecientemente militarista (lo cual para hablar de Estados Unidos ya es mucho decir) y la reciente modificación del nombre del Departamento de Defensa por Departamento de Guerra. Intenciones bien claras, pues, pero aun así nuestros telediarios, nuestros opinadores y nuestras elites políticas seguirán queriendo que consideremos a este régimen como referente del “mundo libre”, una suerte de panacea de la libertad y democracia capitalistas.

 

La siguiente “declaración” reconoce abiertamente la inveterada dedicación empleada en controlar la conciencia del mundo, construir la cosmovisión global y tener la patente del Relato a través de toda suerte de dispositivos culturales, mediáticos, cognitivos…

 

Sin desperdicio:

 

“Queremos mantener el «poder blando» sin igual de Estados Unidos, a través del cual ejercemos una influencia positiva en todo el mundo que promueve nuestros intereses. Al hacerlo, no nos disculparemos por el pasado y el presente de nuestro país, al tiempo que respetaremos las diferentes religiones, culturas y sistemas de gobierno de otros países” (pg. 4).

 

Agencias, revistas, periódicos, certámenes, congresos, programas universitarios, conferencias, intelectuales y periodistas, científicos sociales trabajando para ello, como nos ilustraron Francis Stonors hablando de la “Guerra Fría Cultural” y Gabriel Rockhill sobre aspectos concretos de ese “poder blando” en las escuelas izquierdistas de pensamiento

 (https://www.sinpermiso.info/textos/quien-pagaba-las-facturas-del-marxismo-occidental-gabriel-rockhill-entrevistado-por-michael-yates).

 

Seguidamente el documento se pregunta cuáles son los intereses fundamentales de la política exterior de Estados Unidos, “¿Qué queremos en y del mundo?”.

 

 

 


 

 

Las líneas bélicas maestras de la ESN y la relegación de Europa

 

En el primer punto ya marca que no consentirá la más mínima insubordinación en el continente americano, el cual, como venimos insistiendo en muchos lugares, es contemplado como su “isla-fortaleza”, a la que quiere libre de elementos díscolos y mucho menos de “enemigos internos”. Malas noticias para el progresismo en general y más aún para los procesos de soberanía y autonomía (Cuba, Nicaragua y Venezuela).

 

“Queremos garantizar que el hemisferio occidental siga siendo razonablemente estable y esté lo suficientemente bien gobernado como para prevenir y desalentar la migración masiva hacia los Estados Unidos; queremos un hemisferio cuyos gobiernos cooperen con nosotros contra los narcoterroristas, los cárteles y otras organizaciones criminales transnacionales; queremos un hemisferio que siga libre de incursiones extranjeras hostiles o de la propiedad de activos clave, y que apoye las cadenas de suministro críticas; y queremos garantizar nuestro acceso continuo a ubicaciones estratégicas clave. En otras palabras, afirmaremos y aplicaremos un «corolario de Trump» a la Doctrina Monroe” (pg.5).

 

¿Alguna duda? No puede decirse más claro. Pero parece que el imperialismo descarnado también es defendido por nuestros intelectuales y opináticos, más los medios de difusión masiva de la oligarquía, como “democrático”.

 

Señala el documento, a continuación, los puntos de guerra más nítidos.

 

USA quiere el control de los pasos transoceánicos entre el Atlántico y el Pacífico, desde Groenlandia a la punta austral del continente, así como el dominio del Pacífico asiático, donde establecer un “anillo de seguridad” en torno a China:

 

“Queremos detener y revertir el daño continuo que los actores extranjeros infligen a la economía estadounidense, al tiempo que mantenemos el Indo-Pacífico libre y abierto, preservamos la libertad de navegación en todas las rutas marítimas cruciales y mantenemos cadenas de suministro seguras y fiables y el acceso a materiales críticos” (pg.5).

 

Asia occidental sigue siendo prioritaria, aunque se contempla como “bajo control” y ya sin tanta necesidad de dedicación sobre el terreno, una vez favorecida la expansión sionista y desarticulado el Eje de la Resistencia Antisionista (por más que no se formule con esas palabras, claro):

 

“Queremos evitar que una potencia adversaria domine Oriente Medio, sus suministros de petróleo y gas y los puntos estratégicos por los que pasan, evitando al mismo tiempo las «guerras eternas» que nos han empantanado en esa región con un gran coste” (pg. 5).

 

“Pero los días en los que Oriente Medio dominaba la política exterior estadounidense, tanto en la planificación a largo plazo como en la ejecución diaria, han terminado afortunadamente, no porque Oriente Medio haya dejado de ser importante, sino porque ya no es la fuente constante de irritación y de catástrofes inminentes que era antes” (pg.29).

 

A Europa el documento le dedica la parte substancial de la admonición o reconvención, en cuanto que se la ve integrada por “socios” ya incapaces de valerse por sí mismos tras haber conseguido USA su sumisión o entrega más plena. Conforme argumenta Alastair Crooke, “Europa lo ha apostado todo en la guerra por poderes contra Rusia, ha sacrificado su legitimidad, su economía, su seguridad y sus relaciones con Rusia, China [e incluso con el propio] Estados Unidos” -lo que va entre corchetes es mío-). 

 (https://observatoriodetrabajad.com/2025/12/15/la-otan-declara-que-no-es-para-siempre-una-lectura-critica-de-la-nueva-estrategia-de-seguridad-nacional-de-los-estados-unidos-alastair-crooke/ )

 

Fijémonos en las palabras que a Europa le dedica Estados Unidos:

 

“Europa continental ha ido perdiendo cuota del PIB mundial —del 25 % en 1990 al 14 % en la actualidad— debido, en parte, a las regulaciones nacionales y transnacionales que socavan la creatividad y la laboriosidad. Pero este declive económico se ve eclipsado por la perspectiva real y más cruda de la desaparición de la civilización. Entre los problemas más importantes a los que se enfrenta Europa se encuentran las actividades de la Unión Europea y otros organismos transnacionales que socavan la libertad política y la soberanía, las políticas migratorias que están transformando el continente y creando conflictos, la censura de la libertad de expresión y la represión de la oposición política, el desplome de las tasas de natalidad y la pérdida de las identidades nacionales y la confianza en sí mismas. Si las tendencias actuales continúan, el continente será irreconocible en 20 años o menos. Por lo tanto, no es nada obvio que ciertos países europeos vayan a tener economías y ejércitos lo suficientemente fuertes como para seguir siendo aliados fiables” (pg. 25).

 

Más adelante insiste:

 

“La Administración Trump se encuentra en desacuerdo con los funcionarios europeos que tienen expectativas poco realistas sobre la guerra, apoyados en gobiernos minoritarios inestables, muchos de los cuales pisotean los principios básicos de la democracia para reprimir a la oposición. Una gran mayoría europea quiere la paz, pero ese deseo no se traduce en políticas, en gran medida debido a la subversión de los procesos democráticos por parte de esos gobiernos” (pg. 26).

 

Todo esto en Europa ni se comenta. Los medios guardan un silencio aplastante sobre este juego macabro que consiste en obligarte a ir a una guerra potencialmente suicida y después llamarte idiota y poco democrático por obedecer, haciendo como que es a quien te ha enviado a ello al que no le conviene la guerra. También se quiere obligar a Rusia, así, a negociar con unos para que después los otros le nieguen lo negociado y viceversa, en una diplomacia mareante que pretende paralizarla.

 

Pero una vez conseguido el objetivo de impedir la articulación geoestratégica, geoeconómica y geoenergética de Eurasia, Estados Unidos se aplica a intentar dividir a Europa y a los BRICS, proponiendo una especie de G5 (al cual Trump llama C5) que incluya a Rusia -además de China, India y Japón-, si renuncia a terminar de ganar la guerra a la OTAN en Ucrania (https://asiatimes.com/2025/12/russia-us-detente-can-revolutionize-global-economic-architecture/;  Pepe Escobar: La estrategia de seguridad de Trump pretende dividir a los BRICS – ObservatorioCrisis). A Europa ya ni la considera entre los grandes.

 

¿Hay alguien en la clase dominante europea y sus representantes políticos que todavía piense y tenga algo de antigua visión soberana y estratégica, que reaccione al menos ante el menosprecio como vasalla a la que cada vez se la necesita menos? Parece evidente que no (Von der Leyen lo dejó ya bien claro en su arrastre ante las sanciones de Trump: las elites europeas seguirán haciendo de felpudo sin rechistar).

 

Quizás lo más desconcertante aún para el servilismo despreciado de los líderes europeos es lo expresado en pg. 27:

 

“Acabar con la percepción, y evitar la realidad, de que la OTAN es una alianza en perpetua expansión”.

 

¡Casi nada! Habrá que ver si en adelante reaccionan al menos ente esa (al menos aparente) declaración de intenciones.

 

Sobre África tampoco el bloque trumpista guarda el más mínimo disimulo. La ve como una fuente de materias primas de la que quiere que no oponga resistencia alguna a que Estados Unidos siga apropiándose de sus riquezas:

 

“Durante demasiado tiempo, la política estadounidense en África se ha centrado en proporcionar y, posteriormente, difundir la ideología liberal (…) Estados Unidos debería pasar de una relación con África centrada en la ayuda a una relación centrada en el comercio y la inversión, favoreciendo las asociaciones con Estados capaces y fiables comprometidos con la apertura de sus mercados a los bienes y servicios estadounidenses. Un área inmediata para la inversión estadounidense en África, con perspectivas de un buen rendimiento de la inversión, es el sector energético y el desarrollo de minerales críticos. El desarrollo de tecnologías de energía nuclear, gas licuado de petróleo y gas natural licuado respaldadas por Estados Unidos puede generar beneficios para las empresas estadounidenses y ayudarnos en la competencia por minerales críticos y otros recursos” (pg. 29).

 

Los medios

 

Miremos ahora los medios con los que dice contar Estados Unidos para conseguir esos objetivos:

 

• “Una geografía envidiable con abundantes recursos naturales, sin potencias rivales que dominen físicamente nuestro hemisferio, sin fronteras en riesgo de invasión militar y con otras grandes potencias separadas por vastos océanos” (pg. 6).

 

De nuevo una declaración desnuda de que el continente americano, con todas sus riquezas, es para ellos, y que además lo consideran su isla-fortaleza que les protege y en la que ya no están dispuestos a dejar que otras potencias tengan influencia. También una vez más una declaración de guerra a los procesos de emancipación americanos.

 

Y dentro de esos medios, otra vez su orgullo por controlar los de información, formación y socialización de casi todo el planeta:

 

    “Un «poder blando» y una influencia cultural sin igual” (pg. 6).

 

Después el documento defiende medidas ultraliberales que acompañen la necesaria reindustrialización estadounidense, entre otras cosas para poder mantener el poderío militar con nuevas tecnologías de muerte.

 

Entre los que ellos mismos llaman “principios básicos” para acoplar medios y fines lo que más destaca es, otra vez, su abierta proclamación de la fuerza bruta:

 

“Paz a través de la fuerza: la fuerza es el mejor elemento disuasorio” (pg. 8).

 

Y sobre su proyecto de intensificar y ampliar su Guerra Mundo (o Guerra Total de largo plazo y escala creciente) contra las potencias emergentes y muy en concreto contra China, dos joyas testimoniales para quien quiera verlas:

 

    “Estados Unidos protegerá sin complejos su propia soberanía. Esto incluye impedir su erosión por parte de organizaciones transnacionales e internacionales, los intentos de potencias o entidades extranjeras de censurar nuestro discurso o restringir los derechos de libertad de expresión de nuestros ciudadanos, las operaciones de presión e influencia que tratan de dirigir nuestras políticas o involucrarnos en conflictos extranjeros, y la manipulación cínica de nuestro sistema de inmigración para crear bloques de votantes leales a intereses extranjeros dentro de nuestro país” (pg.10).

 

    “Estados Unidos no puede permitir que ninguna nación adquiera un dominio tal que pueda amenazar nuestros intereses (sic; cursiva negrita  mía). Trabajaremos con nuestros aliados y socios para mantener el equilibrio de poder a nivel mundial y regional, con el fin de evitar la aparición de adversarios dominantes” (pg. 10).

 

Y una tercera perla que nos habla de que esa Guerra Mundo está pensada también muy especialmente en el plano económico:

 

    “Ya no toleraremos, ni podemos permitirnos, el parasitismo, los desequilibrios comerciales, las prácticas económicas depredadoras y otras imposiciones que perjudican la buena voluntad histórica de nuestra nación que perjudican nuestros intereses (…) En particular, esperamos que nuestros aliados dediquen una parte mucho mayor de su producto interior bruto (PIB) a su propia defensa, para empezar a compensar los enormes desequilibrios acumulados durante décadas de gasto mucho mayor por parte de Estados Unidos” (pg. 10).

 

Punto este último -el de pasar la factura a sus subordinados- en el que insistirá:

 

“…los días en que Estados Unidos sostenía todo el orden mundial como Atlas han terminado (…), Estados Unidos organizará una red de reparto de cargas, con nuestro Gobierno como coordinador y patrocinador” (pg. 12).

 

Los europeos y europeas ya saben desde hace tiempo lo que ello significa: pagar a EE.UU. para que ocupe su territorio, persiga sus propios intereses geoestratégicos a costa de Europa y además comprarle las armas con las que les obliga a atacar a Rusia.

 

El documento se atreve incluso a dar claras pistas de por dónde irá la vertiente económica de su Guerra Mundo contra todos:

 

“… restaurar el dominio energético estadounidense (en petróleo, gas, carbón y energía nuclear) y repatriar los componentes energéticos clave necesarios es una prioridad estratégica fundamental. Una energía barata y abundante generará puestos de trabajo bien remunerados en Estados Unidos, reducirá los costes para los consumidores y las empresas estadounidenses, impulsará la reindustrialización y ayudará a mantener nuestra ventaja en tecnologías punteras como la inteligencia artificial. La expansión de nuestras exportaciones netas de energía también profundizará las relaciones con nuestros aliados, al tiempo que reducirá la influencia de nuestros adversarios, protegerá nuestra capacidad para defender nuestras costas y, cuando y donde sea necesario, nos permitirá proyectar nuestro poder.

 

Rechazamos las desastrosas ideologías del «cambio climático» y del «cero neto», que han perjudicado enormemente a Europa, amenazan a Estados Unidos y subvencionan a nuestros adversarios.

 

Preservar y aumentar el dominio del sector financiero estadounidense: Estados Unidos cuenta con los principales mercados financieros y de capitales del mundo, que son pilares de la influencia estadounidense y proporcionan a los responsables políticos una influencia y herramientas significativas para promover las prioridades de seguridad nacional de Estados Unidos” (pgs. 14-15).

 

En las páginas 20 a 23 desarrolla lo que significa la guerra económica que piensa librar. Conviene leerlas con detalle.

 

Los puntos nodales de la Guerra Mundo

 

Pero, resumamos e insistamos, dos son los puntos nodales de su estrategia bélica global:

 

    América para los estaodunidenses. No se permitirán opciones díscolas y se combatirá la influencia extranjera en el continente.

 

Estados Unidos necesita las manos libres para su guerra global contra el Mundo Emergente (una Guerra en grande de alcance planetario, que cada vez estará más compuesta por guerras híbridas, proxys, de diferente intensidad, con el menor coste posible para el propio país -al menos hasta su imaginado enfrentamiento definitivo con China-).

 

“Tras años de abandono, Estados Unidos reafirmará y aplicará la Doctrina Monroe para restaurar la preeminencia estadounidense en el hemisferio occidental y proteger nuestra patria y nuestro acceso a zonas geográficas clave en toda la región. Negaremos a los competidores no hemisféricos la capacidad de posicionar fuerzas u otras capacidades amenazantes, o de poseer o controlar activos estratégicamente vitales, en nuestro hemisferio. Este «corolario de Trump» a la Doctrina Monroe es una restauración sensata y potente del poder y las prioridades estadounidenses, coherente con los intereses de seguridad de Estados” (pg. 15)

 

Reconocimiento explícito de injerencia y manipulación de procesos democráticos en el continente americano:

 

“Recompensaremos y alentaremos a los gobiernos, partidos políticos y movimientos de la región que estén ampliamente alineados con nuestros principios y estrategia” (pg. 16)

 

También advertencia de que Estados Unidos está dispuesto a cualquier tipo de medida bélica:

 

    “Despliegues específicos para asegurar la frontera y derrotar a los cárteles, incluyendo, cuando sea necesario, el uso de la fuerza letal para sustituir la estrategia fallida de las últimas décadas basada únicamente en la aplicación de la ley.

 

• Establecer o ampliar el acceso en lugares de importancia estratégica” (pg.16)

 

2. El sureste asiático, con el Mar de China y Taiwán como claras prioridades:

 

“…el Indo-Pacífico ya es y seguirá siendo uno de los principales campos de batalla económicos y geopolíticos del próximo siglo. Para prosperar en nuestro país, debemos competir con éxito allí, y lo estamos haciendo” (pg. 19).

 

Y como en el caso de Europa, USA también obligará a sus “aliados” allí a hacer el esfuerzo económico-bélico:

 

“Los esfuerzos diplomáticos de Estados Unidos deben centrarse en presionar a nuestros aliados y socios de la primera cadena de islas para que permitan al ejército estadounidense un mayor acceso a sus puertos y otras instalaciones, gasten más en su propia defensa y, lo que es más importante, inviertan en capacidades destinadas a disuadir la agresión (…) Un reto de seguridad relacionado es la posibilidad de que cualquier competidor controle el mar de la China Meridional. Esto podría permitir que una potencia potencialmente hostil impusiera un sistema de peajes en una de las rutas comerciales más importantes del mundo o, lo que es peor, la cerrara y reabriera a su antojo. Cualquiera de estos dos resultados sería perjudicial para la economía estadounidense y los intereses generales de Estados Unidos. Es necesario desarrollar medidas enérgicas, junto con la disuasión necesaria para mantener esas rutas abiertas, libres de «peajes» y no sujetas al cierre arbitrario por parte de un país” (pg. 24).

 

Las claves de una potencia en decadencia que se niega a ser relevada pacíficamente llevan a esa Guerra Mundo como una proyectada Guerra Total de largo plazo y dimensión creciente, de la que venimos hablando reiteradamente en diferentes lugares. Otra cosa es que Estados Unidos y sus servidores de la OTAN tengan real capacidad de llevar a cabo sus planes, pues el Mundo Emergente al que se enfrentan puede ya o en breve, por primera vez en la historia del Imperio Occidental de 500 años, superarles en todos los órdenes (las reacciones de las sociedades en todo el mundo tendrán también, sin duda, mucho que decir al respecto).

 

Algunas conclusiones elementales

 

Viendo por primera vez desde su paso a hegemón perder su capacidad de dominar el mundo en su completitud, Estados Unidos quiere asegurarse para sí el «hemisferio occidental», haciendo más rígido el mando sobre sus subordinados en él y la disciplina del conjunto de formaciones estatales. No permitirá disidencias aquí.

 

Su intento desesperado es con todo ese bloque bajo control, poder rematar una gran ofensiva en todos los ámbitos contra el Mundo Emergente.

 

Los BRICS se verán sometidos a crecientes presiones para dividirles, especialmente Trump pretende una política de atracción de Rusia a cambio de concesiones en su enfrentamiento contra la OTAN en Ucrania, pero como lo que puede ofrecer Estados Unidos es en su mayoría humo o palo (ya no tanto “palo o zanahoria”), habrá que ver cómo los afectados resuelven esas presiones.  La cohesión política no es, desde luego, su fuerte, pero sí pueden serlo los intereses económicos y energéticos mutuos.

 

Si las sociedades europeas no reaccionan (sus líderes ya las están llevando al suicidio económico-energético), los Estados Unidos de Trump tienen proyectada una renazificación parcial (mientras no se necesite ir más lejos) del pseudocontinente, con apoyo explicitado en el documento ESN a las opciones nazis en cada formación estatal. Las políticas de USA junto a las de la UE pueden conducir también a la debacle total, es decir, podríamos incluso hablar de destrucción masiva. En cualquier caso, para Estados Unidos en lo venidero el papel de Europa queda cada vez más relegado a la insignificancia, como posible agente proxy de sus políticas.

 

África y Asia son objeto de la continuación del saqueo, y de guerra donde haya oposición al mismo. Además, son los continentes donde Estados Unidos pretende trazar su “Línea Maginot” contra China, especialmente en Asia, claro está. La inteligencia de los movimientos de China y Rusia en ambos continentes, y también de Irán sobre todo en el caso de Asia, serán vitales para determinar el curso de los acontecimientos en el futuro cercano.

 

En el Pacífico Estados Unidos pretende directamente el cerco y asedio del gigante asiático. China ya busca alternativas marítimas a un posible bloqueo del Mar de China. También la Nueva Ruta de la Seda tiene esa intención por tierra (aunque buena parte del trayecto ha sido destruido por las agresiones bélicas o golpes de Estado -de colores- de EE.UU.). La fortaleza de China es, sin embargo, bien conocida y así lo reconoce el propio documento ESN. Más aún con el serio entrelazamiento que ha conseguido en bloques económicos de interés mutuo.

 

Para Nuestraamérica USA tiene pensada la explotación más indisimulada, libre de disidencia política, por lo que viene recurriendo a golpes de Estado de diferentes tipos, manipulación de elecciones y apoyo a líderes de extrema derecha imitadores de Trump. Ahora también a la amenaza de invasión directa. Resulta por tanto imprescindible establecer vínculos regionales bolivarianos antiimperilialistas entre todas las fuerzas populares americanas si quieren preservar la posibilidad de existencia política (e incluso física).  En lo inmediato concitar el apoyo y la solidaridad internacionalista con Venezuela deviene vital para el subcontinente.

 

En general, el internacionalismo antiimperialista, la consecución de un frente antiimperialista mundial y por la PAZ, puede ser la última oportunidad de la humanidad ante tanta arrogancia, locura y peligrosidad de un hegemón en podredumbre dispuesto a morir matando.

 

En este documento no deja lugar a ninguna duda sobre ello.

 

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Fuente:

https://andrespiqueras.com/2025/12/16/la-nueva-estrategia-de-seguridad-nacional-estados-unidos-de-desnuda/

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