sábado, 29 de marzo de 2025



1316

 

ANTONIO MACHADO Y LA “CONCIENCIA VIGILANTE”

 

 







“La misión de las masas [bárbaras, incultas…] no es otra que seguir a los mejores [civilizados, eminentes…]…” afirmó en su día el señorito-elitista José Ortega y Gasset. De modo que en su opinión las masas –digamos todos aquellos que no pertenecen a esa excelsa minoría dirigente–,deben de someterse sin demora a ésta selecta casta mediante una resignada relación de obediencia-mando.

 

 

Frente al aristocrático-elitismo-clasista de Ortega, –no pretendo que se llegue a conclusiones basadas en una frase necesariamente sacada de contexto, léase por ejemplo, entre otras, “La rebelión de las masas” y se entenderá con más amplio fundamento lo que digo–, estaba el humanismo ahincado en lo popular de un contemporáneo suyo, Antonio Machado, que por su lado afirmaba, tanto en estos botones de muestra como en el conjunto de su obra, lo opuesto en cuanto a modos de relación y jerarquías sociales: “Por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”. Y todavía iba más allá cuando por boca de Juan de Mairena advertía premonitoriamente: “Mucho cuidado; a las masas no las salva nadie; en cambio siempre se podría disparar sobre ellas. ¡Ojo!”

 

 

Ortega a su modo encarnaba, digo en sus teorías y en su praxis (en la Universidad, en sus obras, en la dirección de periódicos, revistas, casas editoriales…), la defensa de la alta cultura como ¿inevitable? privilegio de clase. La enciclopédica cultura de unos, la minoría, frente a la grosera incultura de los otros, la mayoría, resultaba para él una “circunstancia” evidente, palpable y por lo visto, intocable. Resulta inevitable pensar en que, allá por el año 1927 (a diez años de la revolución rusa, a ocho años del final de la Guerra Mundial, cuando ya el fascismo se extendía desde Italia…), al eximio y cosmopolita intelectual, ni siquiera se le ocurriera pensar, aunque no fuera más que en puro ejercicio teórico, en la posibilidad de favorecer procesos y transformaciones sociales que contribuyeran a cambiar real y radicalmente  las cosas (los hechos reales no están suspendidos en el aire, sino que tienen raíces), en su lenguaje, las “circunstancias”. Y en consecuencia, “las consecuencias de las consecuencias” que gustaba decir don José, tal “circunstancia” determinante no se debía ni podía ignorar. De modo que su conservadora opción consistía en asumir sin más discusión la situación “estructural” dada y, en la medida de lo posible reproducirla, eso sí, y aquí aparecía el burgués liberal, procurando en el día a día  reformarla, regenerarla, humanizarla en sus formas, en sus puntuales faltas y desaciertos. Lo que en conjunto no le parecía al insigne intelectual una mala praxis cultural, política y social. De manera que Ortega, desde su privilegiada ‘circunstancia’ social y personal, en primer lugar “aceptaba sin ambages la realidad tal cual era” (desentenderse de algo es también una toma de posición política ante algo) y, todo lo más, admitía la necesidad de intentar pulir ciertas desagradables aristas –que por otro lado consideraba si no injustas sí algo indecorosas– que en exclusiva afectaban de mala manera a la “bárbara e ignorante muchedumbre gregaria”.

 

Y ya que hablamos de las “aristas desagradables” del orden establecido, podemos dar aquí oportuna entrada a don Benito “el garbancero”, transcribiendo un breve párrafo de su obra: “El caballero encantado” (1909):

 


«…no puedes ni respirar si no estás bien con el alcalde, con el juez, con la Guardia civil, con el cura. Y aquí me tienes que vivo con todos, es decir, que les engaño a todos. ¿te vas enterando? Aquí vivimos de mentiras. Decimos que ya no hay Esclavitud. Mentira: hay Esclavitud. Decimos que no hay Inquisición. Mentira: hay Inquisición. Decimos que ha venido la libertad. Mentira: la libertad no ha venido, y se está por allá muerta de risa…»

 

 

Ahí queda eso, puesto por Galdós en boca de un pringoso viajante que, lo que son las cosas, cuerdamente se expresa y que “no demuestra precisamente su desconocimiento de los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”, al tiempo que la criatura se afana en ganarse el pan –“Donde no hay pan, vase hasta el can”– trapicheando “por aldeas olvidadas de los geógrafos” con muy variadas pacotillas y alguna cosa más. En fin, sigamos con lo nuestro. 

 

En la trinchera opuesta a Ortega y en cierto sentido antagónica, ya que hablando en plata, aquí estamos filosofando sobre lucha de clases ideológica, Machado aboga por “difundir la cultura para despertar las mentes dormidas y acrecentar el número de los capaces”. Una manera directa de intervenir en la realidad dada, en eso que mal se llama el orden normal de las cosas… (donde «los señoritos son hombres que eluden el trabajo con que se gana el pan», Juan de Mairena dixit) poniendo ¡todo patas arriba!. «Para nosotros –culmina don Antonio–, difundir y defender la cultura son una misma cosa: aumentar en el mundo el humano tesoro de “conciencia vigilante».

 

Y llegados a este punto verdaderamente crucial, señala al respecto  el historiador Manuel Tuñón de Lara:

 


«Esta “conciencia vigilante” es lo que diferencia a la cultura del simple saber, por vasto y poderosos que sea; de la recepción pasiva del hecho cultural tan difundida en nuestra ‘sociedad de consumo’ y de ‘mass media’; la “conciencia vigilante” es todo lo contrario de la alienación».

 


Y como ya toca poner el punto final a esta reflexión, ya que «desde los más altos escalones se ve el antaño y el hoy. Ayer y hoy se juntan bajo una sola mirada». Porque el caso es que de nuevo la muchedumbre gregaria se halla rodando hacia la desconocida hondura… desconocida no por falta de experiencias, sino por el embotamiento absoluto de su memoria histórica, incluso de la memoria más reciente: véase la aterradora campaña del COVID-19. ¡Pobre muchedumbre, cuándo tendrás juicio! El caso es que doña Ursula apareció un día con la bomba del REARME… y los habituales tontos de capirote ya andan a codazo limpio “comprando” la alarmante “circunstancia” de la amenaza rusa y, como  consecuencia de la consecuencia, adquiriendo el imprescindible “Kit de supervivencia”. Todo esto da la impresión de caricatura, no de la que regocija, sino de la que entristece… lástima de un poquito menos de cultureta mediática y un poquito más de cultura machadiana, digo de “conciencia vigilante”…

 

 

Salud y comunismo

 

 

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viernes, 28 de marzo de 2025

 

 

1315

 

 

 

DE LA DECADENCIA DE LA POLÍTICA EN EL CAPITALISMO TERMINAL

 

Andrés Piqueras

 

(33)

 

 

 

 

PARTE II

Del in-politicismo teórico-práctico

 

 

 

 

NUEVA CRÍTICA DEL VALOR

 

(…) Ahora venimos a descubrir que probablemente las luchas de clase no tienen para Jappe importancia porque lo que hay hoy, en realidad, para él, son luchas de todos contra todos (de los dominados entre sí). ‘Violencia ciega’, ‘servidumbre voluntaria’. Ni el más mínimo análisis de coyuntura, ni de las relaciones Capital/Trabajo, ni geoestratégico, ni aclaratorio en absoluto sobre qué se esconde detrás de esas violencias, ni de quiénes las pueden dirigir e incluso entrenar, pertrechar y nanciar en tantas ocasiones.

 

 

Para Jappe el yihadismo, por ejemplo, es también eso (¿sólo eso?) pura “violencia ciega”. Desgraciadamente para la ciencia (y la Política) los que sí son “ciegos” son sus análisis políticos, que no alcanzan ni a darse cuenta de que es “yihadismo” nunca se equivoca de objetivos, ni de que sus acciones están al servicio de intereses geopolíticos, empresariales y estatales bien concretos. Sea por deliberada ineptitud o por verdadera incapacidad de trasladar la teoría al análisis del mundo sufriente, el consecuente resultado es que los autores de la Nueva Crítica del Valor no tienen ni idea de dónde situar sus metas y propuestas de transformación social. Como no hay sujetos dignos de tal nombre, la contestación es, a la moda postmoderna, siempre imprevisible:

unos que saltan por aquí, otros que protestan por allá…

 

 

“.. también la resistencia a la barbarie y el impulso a la emancipación social pueden surgir en cualquier lado (. .) incluso allí donde no se les esperaba” (Jappe). “La emancipación social, si es que ha de darse, será un salto sin red hacia lo desconocido” (Jappe, 2011).

 

 

Se contribuye así, una vez más, con sospechosa semejanza de la crítica postmoderna que tanto critican, a desproveernos de elementos de predicción y de intervención social, para dejarlo todo sujeto a la indeterminación, a algún azar histórico. Sin estudios concretos de situación, sin discernir entre lo que es la sustancia del capital, el valor, y lo que son las manifestaciones y condiciones históricas en que el movimiento del valor-capital cuaja como sistema en permanente evolución, no se puede ni siquiera soñar con un balbuceo de intervención planificada en la realidad, por ya no hablar de algo parecido a una “estrategia política” o capacidad efectiva de transformación social. La praxis social queda, así, aniquilada.

 

 

Sin considerar los procesos políticos que coadyuvan al funcionamiento del valor, y huérfanas por tanto de la proyección política de la teoría que ya hemos comentado, a las brillantes mentes de la Nueva Crítica del Valor no les queda más remedio que reconocer lo obvio: no tienen nada que proponer.

 

 

“La crítica al valor no tiene como propósito ofrecer indicaciones directas para actuar en lo inmediato (…) no puede convertirse de inmediato en estrategia política” (Jappe). “Estas consideraciones pueden parecer poco alentadoras. Sin duda, no llevan el agua al molino del militantismo actual y se prestan mal a ser traducidas a una estrategia ‘política’ inmediata” (Jappe, 2011).

 

“La crítica del valor no ofrece una guía concreta para la acción política (…) más que soluciones inmediatas, ofrece una detallada cartografía de los caminos que están cerrados para la praxis emancipatoria. Y es que buena parte de sus esfuerzos se dirigen a una tarea de desilusión: desenmascarar (…) los peligros del culto a la acción inmediata” (Maíso, 2015).

 

 

Yo lo dejaría en que no ofrece soluciones y punto. De hecho, sus propuestas teóricas convenientemente amplificadas en cada una de sus intervenciones públicas, conducen sobre todo a eso: a la desilusión expresada en desmovilización. Demasiado evidente, una vez más, como para no hacerse preguntas sobre el papel de esta Escuela.

 

 

Galve y Oliveros tienen la extraña virtud de repetir en unas pocas páginas toda la retahíla de clichés de los guías de la NCV, como si quisieran hacer un rápido resumen de todos ellos, ahorrándonos el esfuerzo. Daré algunos botones de muestra:

 

 

“…se hace patente el carácter negativo y destructor de nuestras posiciones, que más que una voluntad de construir una alternativa inmediata, se dedican a echar por tierra todas aquellas falsas esperanzas. .” (2019).

 

 

Con ese reconocimiento sería suficiente para poner en duda la pretensión de que la NCV caiga en el campo del marxismo, pues independientemente de los “marxismos” que haya habido, y de sus lastres históricos, respetar el compromiso con aquello que se conoce, no sólo por el hecho de conocerlo sino para transformarlo en favor de las grandes mayorías, en el camino a la emancipación colectiva, debe ser condición sine qua non para auto-adjudicarse algún vínculo con Marx.

 

Por el contrario, nuestros autores insisten:

 

“.. una lectura correcta del Marx crítico del valor nos ahorra las piruetas teóricas para seguir encontrando sujetos históricos que ya no existen y, además, ayuda a explicar esa desaparición en relación con el propio avance voraz de la lógica del valor y la mercancía” (Galve y Oliveros, 2019).

 

 

Y un poco más adelante concretan que en la medida que los sujetos que habitan el capitalismo espectacular se distinguen por su ausencia de subjetividad, la superación de la sociedad del valor se antoja un proceso mucho más complejo que la simple toma de consciencia, dado que “el desarrollo de un sujeto incapaz de serlo está indeleblemente ligado al consumo de mercancías desde el mismo momento en que se propone existir” (Galve y Oliveros, 2019).

 

 

Por eso a quienes integran esta Escuela no les queda más que una última carta, que es la fe en un “sujeto abstracto”: la teoría. Ella se erige en la única redentora de la humanidad frente a los fetiches.

 

“La praxis social debe pasar por una toma de conciencia teórica. Con la crisis y la crítica del sistema productor de mercancías cambia, desde luego, también la posición de la teoría misma. La teoría que no debe celebrar ya ninguna ‘base de clase’ sociologicista goza por fin de la libertad del ‘fuera de la ley’ (…) La teoría fuera de la ley no puede ya reivindicar ningún sujeto ontológico que no sea ella misma” (Jappe, 2014).

 

De ahí la conclusión:

 

“Tal vez valga más, pues, un modesto progreso teórico, una sencila toma de conciencia que vaya en la buena dirección. .” (Jappe, 2011).

 

 

Curiosa forma ésta de leer a Marx contra Marx, quien apuntando a la vertiente práxica del nuevo método que estaba pergeñando insistía a su correligionario en Eisenach, Wilhelm Bracke, “cada paso de movimiento real vale más que una docena de programas” (Marx).

 

 

El propio maestro de la crítica de la escisión del valor, Kurz, había dejado anotada, como dije, la prevalencia de la ruptura categorial sobre cualquier praxis. Una de sus mejores analistas parece querer ratificarlo como algo positivo:

 

“[…] la crítica inmanente a la ontología del sistema capitalista no supera: limita o, en el mejor de los casos, construye una utopía. Tiene, asimismo, la caducidad impuesta por las exigencias de la valorización del valor. Así, los avances democráticos que provienen de una crítica inmanente al capitalismo están pues de antemano objetivamente limitados, pues sólo un impedimento objetivo es el que puede hacer que una decisión política consensuada, aprobada y vigente se destituya en aras de la sostenibilidad, exija realizar sacrificios, expresiones hoy habituales en el vocabulario político. La alternativa a esta situación se antoja difícil, pero la teoría de Kurz nos permite dar comienzo a esa tarea. La objetividad, antes indeterminada, tiene ahora nombre: se trata de la forma social del sistema autotélico del capitalismo, la matriz de praxis social con la que romper radicalmente. Habiendo concretado su contingencia histórica, la crítica de la escisión del valor ayuda a poner ante los ojos de la sociedad lo que antes sólo ocurría a sus espaldas, utilizando las palabras de Marx al explicar la noción de fetiche” (Navarro, 2016).

 

 

El problema es que al tiempo que hace eso, la “crítica de la escisión del valor” disuade de emprender cualquier proyecto político. La prelación absoluta de lo categorial frente a lo histórico conduce a un bucle cerrado de retroalimentación teórica a la postre impotente, dado que no hay sujetos para traducirla en práctica emancipadora.

 

 

En uno de sus escritos, Robert Kurz parece tomarse la molestia de querer proponer algo relacionado con un proyecto para salir del valor y de la mercancía. El resultado es que hemos de depositar nuestras esperanzas en la energía solar, pero sobre todo en la microelectrónica.

 

 

“En el plano de las fuerzas productivas, es sin duda la microelectrónica, como tecnología universal de racionalización y de comunicación, la que conduce al umbral de un tipo de transformación ya no más inmanente al sistema” (2009).

 

 

Pero sigámosle algo más en sus propias palabras porque no tienen desperdicio:

“Hoy, el carácter de la sociedad en su conjunto aparece, más bien, como mediado en perspectiva, como forma de movimiento, y no como acto central de la revolución. Del mismo modo que los pioneros norteamericanos escaparon temporalmente del capitalismo, a pesar de que llevasen con ellos herramientas (aunque primarias) producidas por el capitalismo, así también se puede hoy, en un estadio muy superior de desarrollo, escapar de las exigencias capitalistas en medio del territorio capitalista, utilizando la microelectrónica y la energía solar en beneficio de las formas de reproducción no-capitalista” (2009).

 

Y concluye:

 

“En una palabra: se trata de desarrollar elementos y formas embrionarias de una «economía natural microelectrónica» que escape fundamentalmente al principio de socialización del valor y ya no pueda ser asimilada por éste” (2009).

 

 

Es decir, una sociedad que ya no es protagonista de nada, sólo puede esperar ser un medio o depósito de utensilios técnicos para poder salir de su fetichización y subordinación al valor (¡qué terrible pobreza propositiva!). Por lo general, aunque esta Escuela reconoce que el derrumbe capitalista puede generar una distopía aún mayor, no se molesta en proponer nada al respecto,  salvo sospechosas tonterías del calibre de “proletarios del mundo dejadlo ya” (Grupo Krisis, 2018), conducentes, como los pasajes que acabo de transcribir, a la anulación de la historia.

 

 

Y aquí conviene que entremos ya también en otro punto, la NCV se empecina en no distinguir “trabajo” en general de trabajo abstracto. En su Manifiesto contra el trabajo ofrecen una cita de Marx como defensor de la abolición del “trabajo” (Grupo Krisis, 2018), sin detenerse siquiera ni a reflexionar ni a comentar que Marx entrecomilló el término porque se refería con él al trabajo dentro del modo de producción capitalista, esto es, al trabajo abstracto, no al trabajo en general, entendido como una actividad humana que media instrumentalmente con la naturaleza para producir valores de uso,  satisfactores sociales. Desde esta concepción del trabajo es imposible subsistir sin trabajo (como la Antropología sabe bien desde hace casi dos siglos). Porque la base de cualquier sociedad humana está en sus formas de producción-reproducción, aunque en algunos casos puedan ni considerarse como “trabajo”, sino como simple “actividad”. Lo que está claro, y es lo que analizó Marx, es que el capitalismo se caracteriza porque las relaciones sociales se encuentran siempre mediadas por el “trabajo abstracto”, que sin embargo nunca se manifiesta directamente sino a través de trabajos concretos y sus productos convertidos en mercancías. Eso no es determinismo económico, ni economicismo, es un análisis radical del capitalismo.

 

Entonces, lo que no lleva a ninguna parte es pedir a los seres humanos que dejen de procurarse sus medios de vida tirando todo y cruzándose de brazos (ni siquiera con respecto al “trabajo abstracto” sería válida tal consigna, porque igual hay que comer todos los días). Los procesos de transformación social requieren de muchos pasos intermedios, por lo general lentos y complejos, con estancamientos y retrocesos, que vayan posibilitando la concienciación de cada vez más amplias capas de población. Pasos que nunca están asegurados ni son irreversibles. Pedir que se “abandone el trabajo”, sin más, de todo el mundo a la vez, como por ensalmo, es de la misma índole religioso-milenarista-apocalíptica que creer en el advenimiento de una fuerza milagrosa que nos sanará a todos, o en la magia salvífica de algún espíritu redivivo ( ¿tal vez la teoría también “abstracta” que propone la Wertkritik? )

 

Marx y Engels dieron cuenta en la Crítica al Programa de Gotha de las enormes dificultades a enfrentar y pasos que había que afrontar para deshacerse del trabajo abstracto.

 

“De lo que se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrolado sobre su propia base, sino, al contrario, de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede” (Marx y Engels).

 

Por eso, mientras los autores y autoras de la “crítica de la escisión del valor” se dedican a la encomiable tarea de “echar por tierra las falsas esperanzas” y de lanzar a la teoría a la superación del capitalismo, debemos preguntarnos ¿qué hacen los millones y millones de seres humanos que padecen las más brutales condiciones de explotación y, en general, de vida? Porque ellos, en cuanto que son “fuerza de trabajo” o “proletariado” o “explotados/as” o “excluidos/as” o “invisibles”, se supone que son también meras creaciones del capital, y por consiguiente ¿todo lo que hagan mientras exista aquél resulta inútil? Como sólo la teoría puede llegar a ser sujeto de desalienación y por tanto “sujeto” de hecho, todo el mundo tendrá que esperar la labor de unos cuantos iluminados (al parecer sobrepuestos por sí mismos al valor) para ver cómo activan esa “teoría-sujeto” de manera que pueda liberar a las poblaciones. Con ello no solamente la NCV muestra una clara visión elitista de una especulada emancipación, sino que deja en bandeja el camino expedito a la dominación de clase del Capital, los espacios políticos abandonados incluso a las vertientes más extremistas del mismo, quien por cierto, como sujeto colectivo verdaderamente existente, con arraigada y profunda conciencia de clase, debe estar frotándose las manos ante elaboraciones académicas de esta índole, para las que la urgencia y la inmediatez de las luchas de cada día de tantos millones de personas por su subsistencia, deben ser relegadas ante la “desilusión” de lo que puedan conseguir. Las luchas de quienes se movieron por “cambiar el mundo” (léase aquí el modo de producción), también son despreciadas porque al final, se nos dice, nada “definitivo” en cuanto a la ruptura con el valor y la mercancía lograron (el que aumentaran sus posibilidades de existencia y mejoraran sus condiciones de vida resulta para esta Escuela absolutamente secundario).

 

 

Tales conclusiones, repetimos, son propias de quien nada tiene que proponer en el plano de la intervención humana, en el campo de la Política metabólica (que identifican con la mera política institucional). Así parece confirmarlo Jappe cuando sentencia que cualquier participación en la política lleva a la “traición” de tener que acabar por entregarse al mercado y sus leyes (2011).

 

 

Por lo que la alternativa tendrá que surgir de la indeterminación desalienante o, dicho en otras palabras, nos quedamos ante la incógnita de si será posible en este modo de producción alguna desalienación colectiva. Es decir, si de la Nada (el nihilismo es lo que tiene a veces de paradójico) saldrá el Todo.

 

Y así, siguen: “el programa contra el trabajo no se alimenta de un canon de principios positivos, sino de la fuerza de la negación”. Acendrada anti-ciencia a la hora de contemplar la transformación social, pareja al transcurrir de las anti-teorías de la postmodernidad; lo que, contradictoriamente, hace poco probable la construcción de una “teoría-sujeto” por parte de la Wertkritik: todo lo que pueda suceder en la superación del capitalismo es para esta Escuela, además de poco probable, aleatorio, inopinado, derivado de precipitaciones reactivas de la sociedad, tan difíciles de anticipar como de prever sus desenlaces.

 

Mas no acaba aquí el daño que puede hacer esta corriente. Encaramada en la ola de “neomarxismos” y “postmarxismos” que se reclaman herederos de Marx aunque sea para (intentar) cargárselo, esta Escuela se permite, como dije, el lujo de invertir a Marx. Esta vez en los mismos pilares de su método:

 

“Antes de actuar los hombres piensan y sienten, y el modo en que actúan deriva de lo que piensan y sienten” (Jappe, 2011). También afirma Jappe que en el nacimiento del capitalismo “no se puede establecer una jerarquía entre factores ideales y materiales o tecnológicos” (2017). “El verdadero problema es el encierro general –que es sobre todo mental– en las formas fetichistas de la mercancía” (2017).

 

Tamañas declaraciones de idealismo (antimarxiano) se corresponden con la afirmación tan al gusto de la Nueva Crítica del Valor de que antes que continuar buscando un “sujeto revolucionario” lo que hay que hacer es sobrepasar al “sujeto automático” (2017). Propuesta del mismo calibre que la que formula que hay que hacer desaparecer las nubes sin que haya viento. Como si los procesos y transformaciones sociales se dieran por generación espontánea.

 

Marx desafió todo el idealismo, con especial énfasis en el hegeliano, anterior a él (y también de paso todo el posterior), sosteniendo que no se puede concebir la historia como el desarrollo de un sujeto universal cuya evolución la va llevando a la perfección, sino como un movimiento conflictivo y paradójico de las relaciones humanas entre sí y con la naturaleza. Un producto de la praxis social, como lo es también la propia condición humana. Pues bien, la Escuela de la crítica de la escisión del valor ha sustituido el concepto de la historia de Marx como proceso dialéctico vinculado a las intervenciones humanas, por el de sucesión de formas de fetichización. La historia de los fetiches suplanta a la historia de los antagonismos y las luchas, de las contradicciones y las recomposiciones sociales, de la Política en su sentido más amplio. Con su concepción del metabolismo sin noción de causalidad la historicidad queda eliminada.

 

Esto significa, a la postre, reivindicar a Hegel en contra de Marx. Ver el mundo como resultado de la evolución de una entidad inmaterial, bien el fetiche o bien la idea (la “teoría”). Un hegelianismo rancio disfrazado de “marxismo actualizado”, que amputa precisamente la vertiente más “práxica” del marxismo.

 

 

Si ya “remitir la historia al exclusivo y mecánico juego de elementos estructurales supone (…) una imperdonable mutilación del texto marxiano, con innegables, y deplorables, implicaciones políticas” (Aragüés, 2018), imagínese lo que significa subordinarla a fetiches. Lógicamente, entonces, la teoría en el vacío –sin análisis histórico concreto del capitalismo implicado en la dialéctica de clase–, conduce al vacío de la teoría. Ésta, lejos de ser su “sujeto” liberador, se transforma en una carcasa estéril que no acompaña a la transformación del mundo. Contra estos nuevos “idealismos objetivos” es imprescindible, por contra, comprender el capitalismo no sólo en cuanto que modo de producción (o una plasmación de “economía política” cuyas bases profundas hay que conocer para desmontarlo), sino también como un sistema histórico concreto.

 

 

Precisamente hoy, que cuanto más decae el valor más se abre el camino para la activación de la Política, para el tiempo de la Política, la NCV nos quiere convencer de la bondad de la anti-política como versión dura de la in-política (aquí el peligro de las implicaciones de la teoría queda bien evidenciado, pues no olvidemos que mientras el Capital hace permanentemente política dura, insufla in-política a las sociedades). ¿Está tan lejos, por tanto, esta Escuela, de poder ser juzgada como subproducto del propio neoliberalismo-financiarizado,  útil al sistema del valor-capital para restringir la agencialidad humana, para que ésta no le incomode?

 

 

A final de cuentas, tenemos que volver a plantearnos, indefectiblemente, la arcana pregunta, ¿puede la Política tener alguna incidencia en la Historia? Y a través de el a afrontar ciertas cuestiones inevitables:

 

“¿Cómo vamos a entender la historia en su relación con la práctica humana y con la política? ¿Podemos hablar de ‘necesidad’ en la historia, de ‘leyes de la historia’, de ‘determinación’, o ‘determinismo’, o de modos de causalidad que operan dentro de ella? ¿Cómo vamos a concebir las nociones de ‘posibilidad histórica’, de ‘conflicto’ y ‘lucha’? Y, para empezar, ¿cuál es el tipo de marco teórico que se necesita para explorar las respuestas?” (Kouvélakis, 2016).

 

 

Vamos a intentar responder al menos a algunas de estas preguntas en el resto del presente texto. Establezcamos ahora una consideración elemental: sin agentes de clase ni dominación de clase el funcionamiento del “sujeto automático” sería imposible. De hecho, una Escuela como la de las Estructuras Sociales de Acumulación ha hecho de una consideración similar su pedestal teórico:

 

 

“El capitalismo no es un proceso de autoequilibrio, sino que requiere la intermediación de estructuras externas, y la configuración de las formas institucionales nos ayuda a comprender cómo cobra vida un régimen de crecimiento capitalista y cómo encuentra sus mediaciones en una específica fase histórica” (Petit, citado en Durand y Légé, 2013).

 

Vemos a continuación lo que esto significa con más de detalle…

 

(continuará)

 

 

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jueves, 27 de marzo de 2025

 

 

1314



CARTA ABIERTA A LA JUNTA MILITAR

Rodolfo Walsh


 

 




1.

 

La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años.

 

 

El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades.

 

 

El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron.

 

 

Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese «ser nacional» que ustedes invocan tan a menudo. Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentina.

 

 

2.

 

Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror. Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional.

 

 

El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.[1] Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados. De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda una ley que fue respetada aún en las cumbres represivas de anteriores dictaduras.

 

 

La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el «submarino», el soplete de las actualizaciones contemporáneas. [2]

 

 

Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido.

 

 

 

3.

 

La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga.

 

 

 

Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en vehículos que se incendian son los estereotipos de un libreto que no está hecho para ser creído sino para burlar la reacción internacional ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carácter de represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las acciones guerrilleras.

 

 

Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a la voladura del Departamento de Policía de La Plata, 30 por el atentado en el Ministerio de Defensa, 40 en la Masacre del Año Nuevo que siguió a la muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosión que destruyó la comisaría de Ciudadela forman parte de 1.200 ejecuciones en 300 supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos.

 

 

Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia, incapaces de influir en la política que dicta los hechos por los cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas según la doctrina extranjera de «cuenta-cadáveres» que usaron los SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam.

 

 

El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un año atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y sólo 10 o 15 heridos, proporción desconocida en los más encarnizados conflictos. Esta impresión es confirmada por un muestreo periodístico de circulación clandestina que revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la guerrilla 63 muertos.[3]

 

 

Más de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco está destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y los partidos de que aún los presos reconocidos son la reserva estratégica de las represalias de que disponen los Comandantes de Cuerpo según la marcha de los combates, la conveniencia didáctica o el humor del momento.

 

 

Así ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en Córdoba, después con la muerte de Hugo Vaca Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de fuga ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor.[4]

 

 

El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército que manda el general Suárez Masson, revela que estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las Tres Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno.

 

 

4.

 

 

Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas.[5]

 

 

Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, «con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles» según su autopsia. Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el Lago San Roque de Córdoba, acudió a la comisaría donde no le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la publicaron.[6]

 

 

Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Río Luján el 9 de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a 15 kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.

 

 

En esos enunciados se agota la ficción de bandas de derecha, presuntas herederas de las 3 A de López Rega, capaces de atravesar la mayor guarnición del país en camiones militares, de alfombrar de muertos el Río de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la Primera Brigada Aérea,[7]sin que se enteren el general Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti. Las 3 A son hoy las Tres Armas, y

 

 

la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre «violencias de distintos signos» ni el árbitro justo entre «dos terrorismos», sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear el discurso de la muerte.[8]

 

 

La misma continuidad histórica liga el asesinato del general Carlos Prats, durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan José Torres, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz y decenas de asilados en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democráticos en Chile, Bolivia y Uruguay.[9]

 

 

La segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal, conducido por oficiales becados de la CIA a través de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station Chief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las que hoy sacuden a la comunidad internacional que no han de agotarse siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del Ejército, encabezados por el general Menéndez, en la creación de la Logia Libertadores de América, que reemplazó a las 3 A hasta que su papel global fue asumido por esa Junta en nombre de las Tres Armas. Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas como el asesinato del capitán Horacio Gándara, quien desde hace una década investigaba los negociados de altos jefes de la Marina, o del periodista de Prensa Libre Horacio Novillo apuñalado y calcinado, después que ese diario denunció las conexiones del ministro Martínez de Hoz con monopolios internacionales.

 

 

A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: «La lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal».[10]

 

5.

 

Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.

 

 

En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40 %, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30 %, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar,[11]resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales.


Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9 %[12]prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.[13]

 

 

Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40 %, el de ropa más del 50 %, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30 %, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la «racionalización».

 

 

Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante política la convirtió en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua porque las industrias monopólicas saquean las napas subterráneas, millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes sólo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo, el río más grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martínez de Hoz arrojan en él sus residuos industriales, y la única medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se bañe.

 

 

Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar «el país», han sido ustedes más afortunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3 %, una deuda exterior que alcanza a 600 dólares por habitante, una inflación anual del 400 %, un aumento del circulante que en solo una semana de diciembre llegó al 9 %, una baja del 13 % en la inversión externa constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda inepcia.

 

 

Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal, doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120 %, prueban que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y de la muerte, único campo de la actividad argentina donde el producto crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el dólar.

 

 

6.

 

Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U. S. Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete. Un aumento del 722 % en los precios de la producción animal en 1976 define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: «Llena de asombro que ciertos grupos pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos».[14]

 

 

El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su capital sin producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía a acabar con el «festín de los corruptos».

Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en la Argentina.

 

 

Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideología que amenaza al ser nacional.

 

 

Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las Tres Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas.

 

 

Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.

 

 

Rodolfo Walsh. — C.I. 2845022

Buenos Aires, 24 de marzo de 1977.

 

*

 


Notas:

[1] Desde enero de 1977 la Junta empezó a publicar nóminas incompletas de nuevos detenidos y de «liberados» que en su mayoría no son tales sino procesados que dejan de estar a su disposición, pero siguen presos. Los nombres de millares de prisioneros son aún secreto militar y las condiciones para su tortura y posterior fusilamiento permanecen intactas.

 

[2] El dirigente peronista Jorge Lizaso fue despellejado en vida, el exdiputado radical Mario Amaya muerto a palos, el exdiputado Muñiz Barreto desnucado de un golpe. Testimonio de una sobreviviente: «Picana en los brazos, las manos, los muslos, cerca de la boca cada vez que lloraba o rezaba… Cada veinte minutos abrían la puerta y me decían que me iban a hacer fiambre con la máquina de sierra que se escuchaba».

 

[3] «Cadena Informativa», mensaje Nro. 4, febrero de 1977.

 

[4] Una versión exacta aparece en esta carta de los presos en la Cárcel de Encausados al obispo de Córdoba, monseñor Primatesta: «El 17 de mayo son retirados con el engaño de ir a la enfermería seis compañeros que luego son fusilados. Se trata de Miguel Ángel Mosse, José Svagusa, Diana Fidelman, Luis Verón, Ricardo Yung y Eduardo Hernández, de cuya muerte en un intento de fuga informó el Tercer Cuerpo de Ejército. El 29 de mayo son retirados José Pucheta y Carlos Sgadurra. Este último había sido castigado al punto de que no se podía mantener en pie sufriendo varias fracturas de miembros. Luego aparecen también fusilados en un intento de fuga».

 

[5] En los primeros 15 días de gobierno militar aparecieron 63 cadáveres, según los diarios. Una proyección anual da la cifra de 1.500. La presunción de que puede ascender al doble se funda en que desde enero de 1976 la información periodística era incompleta y en el aumento global de la represión después del golpe. Una estimación global verosímil de las muertes producidas por la Junta es la siguiente. Muertos en combate: 600. Fusilados: 1.300. Ejecutados en secreto: 2.000. Varios. 100. Total: 4.000.

 

[6] Carta de Isaías Zanotti, difundida por ANCLA, Agencia Clandestina de Noticias.

 

[7] «Programa» dirigido entre julio y diciembre de 1976 por el brigadier Mariani, jefe de la Primera Brigada Aérea del Palomar. Se usaron transportes Fokker F-27.

 

 

[8] El canciller vicealmirante Guzzeti en reportaje publicado por La Opinión el 3–10–76 admitió que «el terrorismo de derecha no es tal» sino «un anticuerpo».

 

[9] El general Prats, último ministro de Ejército del presidente Allende, muerto por una bomba en setiembre de 1974. Los exparlamentarios uruguayos Michelini y Gutiérrez Ruiz aparecieron acribillados el 2–5–76. El cadáver del general Torres, expresidente de Bolivia, apareció el 2–6–76, después que el ministro del Interior y exjefe de Policía de Isabel Martínez, general Harguindeguy, lo acusó de «simular» su secuestro.

 

[10] Teniente Coronel Hugo Ildebrando Pascarelli según La Razón del 12–6–76. Jefe del Grupo I de Artillería de Ciudadela. Pascarelli es el presunto responsable de 33 fusilamientos entre el 5 de enero y el 3 de febrero de 1977.

 

[11] Unión de Bancos Suizos, dato correspondiente a junio de 1976. Después la situación se agravó aún más.

 

[12] Diario Clarín.

 

[13] Entre los dirigentes nacionales secuestrados se cuentan Mario Aguirre de ATE, Jorge Di Pasquale de Farmacia, Oscar Smith de Luz y Fuerza. Los secuestros y asesinatos de delegados han sido particularmente graves en metalúrgicos y navales.

 

[14] Prensa Libre, 16–12–76.

 

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Fuente:

https://medium.com/la-tiza/carta-abierta-a-la-junta-militar-699eb5b44c7f