lunes, 23 de junio de 2025



1352

 

 

 

DE LA DECADENCIA DE LA POLÍTICA EN EL CAPITALISMO TERMINAL

 

Andrés Piqueras

 

(40)

 

 

PARTE II

Del in-politicismo teórico-práctico

 

 






MARXISMO AUTONOMISTA

 

(…) Las luchas de clase pueden darse en todas las formas funcionales del capital, capital industrial, comercial, también en la del capital-dinero, esto es, en el mundo de las finanzas (un mundo que cuenta con población asalariada y que posibilita también mediante el crédito y el préstamo el acceso a valores de uso, ya sean medios de producción y fuerza de trabajo para la clase capitalista, en el primer caso, ya sea bienes de consumo para la clase trabajadora, en el segundo),  independientemente de la condición de “productivo” o “improductivo” que se le dé a cada trabajo. Son, así, provechosos los análisis de Cleaver sobre el dinero. Los distintos aspectos delvalorque se efectivizan en las diferentes relaciones laborales, se expresan en el dinero. El dinero encarna todas las relaciones antagónicas impuestas por el trabajo, y por tanto deviene también un campo de luchas, porque el Capital pretende usar el dinero para manejar y expandir su orden social, mientras que el Trabajo trata de subvertir el dinero para sus propios propósitos (Cleaver, 2017). La forma dinero es la forma central de mediación, aunque no adquiera la forma de salario. Precisamente, los distintos flujos y asignaciones del dinero entre el Trabajo contribuyen a generar y agrandar las diferencias y desigualdades entre el mismo, haciendo ver las luchas de cada quien como desconectadas de las de los demás y traduciendo unas como “luchas de clase”, mientras que otras son vistas como “luchas sociales”, asociadas a viejos o nuevos movimientos sociales, a una creciente heteroclitud de los mismos, en todo caso. Así, el Capital consigue imponer su división de la población entre “asalariada” y “no asalariada”, y dentro de esta última aquella que logra su sustento mediante relación laboral “autónoma”, producción de subsistencia, reproducción, apropiación de lo de otros (delincuentes…). Por supuesto, los flujos de dinero hacia cada sector asalariado, marcan también la estratificación entre la fuerza de trabajo. En suma, la organización capitalista del conjunto de la sociedad como una máquina de trabajo total envuelve una compleja matriz de cuidadosamente estructuradas mediaciones “psilogísticas” (siempre un ente tercero media entre dos personas: el dinero), en las cuales una variedad de instituciones está celosamente organizada tanto para manejar diferentes flujos de dinero como para mantener a todo el mundo trabajando, a través de un empleo o fuera del mismo (2017). 



El dinero no es sólo, pues, un medio de pago o de circulación, de atesoramiento, estándar de precios, de depósito del valor y patrón de pagos diferidos, es también un medio de comando sobre el Trabajo, un medio de dominación social. Por eso Cleaver propone como objetivo de las luchas la eliminación progresiva del dinero. Sin embargo, Cleaver parte de la afirmación de Negri de que el trabajo hoy sigue siendo importante, pero no tanto como fuente de valorsino como medio de dominación. Este autor hace también del capitalismo lo que no es: un régimen de dominación por encima de un sistema de explotación. Según Cleaver, la teoría del valor de Marx puede ser más fructíferamente interpretada como envolviendo una perspectiva de la clase trabajadora sobre la imposición capitalista del trabajo y la lucha contra ella. Por eso concluye que hay que reformular la teoría del valor como la teoría del valor del trabajo para el capital, porque el primer valor de uso social del trabajo para el capital es su papel para organizar la sociedad capitalista y mantener el control sobre ella (2017). 

 


Para el Capital, el primer valor de uso social del trabajo que extrae de nuestra fuerza de trabajo es el control social sobre nuestras vidas. “Extrae” control social, lo que es más importante que la plusvalía. Porque la primera utilidad de la plusvalía es su potencialidad para imponernos más trabajo vía la inversión, y por tanto más control social en el futuro. La substancia del valordel trabajo es precisamente su utilidad política en proveer el más fundamental vehículo de dominación y control capitalista (2017). El forzamiento de la teoría del valor de Marx llega al máximo. 

 

“.. entonces el valor de cualquier producto particular para el capital como un todo es la cantidadpromedio de control vía trabajo que aquél puede imponer en su producción” (Cleaver, 2017). 

 

Pasamos así con Cleaver de la explotación a la dominación como primera forma de identificar al sistema capitalista, a la manera de los modos de producción precapitalistas. Pero el capitalismo se basa en una inversión radical de ese orden explicativo: la dominación está al servicio de la explotación (en cuanto que extracción de plusvalía) y no al revés. Obviamente, ambos procesos son inseparables y complementarios, pero reducir el valora dominación no favorece el entendimiento de la especificidad del capitalismo como modo de producción y sistema histórico. De ahí que, una vez más, como ocurre con todos los “marxismos” de nuevo cuño que nada quieren tener que ver con ensuciarse las manos con la historia real, con los poderes y la monstruosa violencia real que entraña el capital y sus personificaciones e instituciones, no podemos sino obtener propuestas de transformación tan simplistas como en el fondo inofensivas. Para Cleaver el paso a dar, el objetivo primero de nuestras luchas ha de ser la eliminación del trabajo, del dinero y de los mercados. Es decir, de nuevo el todo de golpe, sin pasar por partes o fases. ¿Y cómo lo hacemos? Obviamente, nada nos dice al respecto. 

 

Si las dinámicas del “sujeto automático”, del valor-capital impregnan las conciencias individuales, tanto como la conciencia social completa, el dinero es algo por sí deseado como procurador de bienes y realizador de deseos, como indicador de estatus y autoestima. Las sociedades como totalidades no renuncian voluntariamente a él. Sólo algunos pocos sectores pueden hacer una “desconexión” muy limitada y parcial, de forma voluntaria, con el dinero. ¿Cómo va a tener ese impulso de deshacerse del dinero una sociedad entera, nada más siguiendo las proclamas de estos autores, sin haber subvertido, al menos, previamente el aparato institucional de formación de conciencia y de socialización, ya no digo sin dar muerte a la ley del valor? 

 

De hecho, una vez adquirido, las poblaciones han abandonado el dinerocuando no les ha quedado más remedio. En la construcción socialista, previa revolución política, llevaría un proceso muy largo, que ha de pasar por sucesivas fases de rupturas parciales con el valor, y sólo manteniendo un aparato institucional capaz de soportar la potente tendencia del dinero a manifestarse como expresión de distintas cantidades de trabajo, por no hablar de toda la violencia posible que desatarían las viejas clases expropiadas para destruir el proceso. Es decir, se requiere sine qua non de un entramado institucional enormemente fuerte, capaz de ejercer contra-poderpolítico a las inercias de la economía heredada. Pero Cleaver con esa que él no cree en la superación del capitalismo mediante un proceso revolucionario institucional. Puede que sea bastante improbable que se dé así, pero lo que propone él no es sólo improbable, es absurdo, pues en contrapartida las personas (no sabemos cómo convencidas de ello) deben emprender luchas contra el dinero, enfrentar directamente al fetiche para acabar con su sustrato: el valor(las personificaciones físicas e institucionales del valor-capital no tienen, evidentemente, importancia alguna). 

 

De nuevo carentes de praxis, parecen nuestros autores prisioneros de esas ilusiones y fetiches que dicen combatir. Defienden “procesos revolucionarios” inverosímiles, pero jamás una revolución. Ésta, a todas luces, les aterra. No obstante, la realidad es testaruda, para hacer reformas no-reformistas, que probablemente es a lo que algunos llamen también “revoluciones desde abajo”, hay que contar con un amplio cuerpo social e institucional coordinado, que tenga un objetivo claro: la revolución política para proteger y profundizar las embrionarias y acumulativas transformaciones sociales. Puede haber muchas consideraciones sobre los pasos a dar y las prioridades a llevar a cabo, pero unos y otros de esos temas, tristemente, son del todo ajenos a esta corriente, que nos ofrece una vez más la in-políticacomo propuesta. La ausencia de praxis como alarde…

 


(continuará)

 



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