1360
LA LUCHA DE CLASES
Domenico Losurdo
(44)
VI
Paso al sureste. Cuestión nacional y lucha de clases
La «enorme importancia de la cuestión nacional»
Una de estas relaciones de coerción es la opresión nacional, de modo que la lucha contra ella es una forma esencial de la lucha de clases. Gracias a esta premisa Lenin es capaz de prever las líneas maestras del siglo XX con una lucidez pasmosa. Y no solo porque se da cuenta de que una etapa de desarrollo relativamente pacífico toca a su fin. También es capaz de adelantar los elementos de la gran crisis histórica, de la gigantesca tempestad que se está fraguando. Es esclarecedor un texto de 1914. Arrecia un conflicto mundial sin precedentes y Lenin, en su llamamiento a transformar la guerra imperialista en revolución o en guerra civil revolucionaria, no oculta su desprecio por la retórica patriotera de muchos socialistas para justificar la carnicería que se está perpetrando. Pero esto, al gran revolucionario, no le impide subrayar «la enorme importancia de la cuestión nacional» en el siglo que está dando sus primeros pasos (LO). Aún antes del estallido de la guerra y en el transcurso de la misma, Lenin señala con precisión los epicentros del choque planetario sobre la cuestión nacional que asoma en el horizonte: son «Europa oriental» y «Asia», o bien «Europa oriental» por un lado y «las colonias y las semicolonias» por otro (LO). El primer epicentro nos lleva a pensar en la disolución del imperio zarista, el intento hitleriano de crear en el Este las «Indias alemanas» y por último la desaparición de la Unión Soviética. El segundo epicentro nos trae a la mente los movimientos de liberación nacional en China, la India, Vietnam, etc.
Los dos epicentros, por supuesto, no coinciden con toda el área de crisis. En octubre de 1916, mientras el ejército de Guillermo II está a las puertas de París, Lenin, por un lado, insiste en el carácter imperialista del conflicto mundial, y por otro llama la atención sobre un posible vuelco de la situación: si el conflicto terminase «con victorias de tipo napoleónico y con el sometimiento de una serie de estados nacionales capaces de tener vida autónoma [...], entonces podría estallar en Europa una gran guerra nacional» (LO). Esta situación se produce en gran parte del continente europeo entre 1939 y 1945: la victoria de tipo napoleónico cosechada por Hitler provoca una «gran guerra nacional» en la propia Francia.
Por último, Lenin llama la atención sobre la opresión nacional que, ya en tiempo de paz, puede existir en la propia metrópoli capitalista; como prueba de la «enorme importancia de la cuestión nacional» menciona a los «verdugos de los negros» que hacen de las suyas en la democrática república norteamericana (LO). En el transcurso del siglo XX la white supremacyserá el motivo de duras luchas a escala planetaria y también en Estados Unidos, Suráfrica, etc.
En conjunto, no cabe pensar en una salida revolucionaria de la gran crisis histórica que se aproxima sin tener en cuenta la cuestión nacional. En julio de 1916 Lenin se burla de quienes van en busca de la lucha de clases y la revolución en estado puro:
Creer que la revolución social sea imaginable sin las insurrecciones de las pequeñas naciones en las colonias y en Europa [...] significa renegar de la revolución social. [...] Quien esté esperando una revolución social «pura» no la verá nunca. Es un revolucionario de boquilla que no comprende la verdadera revolución (LO).
Naturalmente, no todos los movimientos nacionales desempeñan un papel progresista y merecen el respaldo del partido revolucionario y del «tribuno popular». Al abordar este problema Lenin recurre a dos modelos teóricos distintos. En los primeros meses de 1914, cuando en polémica con Rosa Luxemburg destaca la importancia primordial de la cuestión nacional, Lenin añade:
«Para Marx es indiscutible que la cuestión nacional está subordinada a la “cuestión obrera”. Pero su teoría dista mucho, tanto como el cielo de la tierra, de desdeñar la cuestión nacional».
Hay que tener bien presentes las «reivindicaciones nacionales», pero el proletariado consciente «las subordina a los intereses de la lucha de clases» (LO). Esta formulación no es del todo satisfactoria, pues parece basada en la premisa de una neta distinción entre «cuestión nacional» y «cuestión obrera», entre lucha nacional y lucha de clases. Estamos lejos del punto de vista de Marx, para quien (en una colonia como Irlanda) la «cuestión social» puede presentarse como «cuestión nacional» y la lucha de clases configurarse, por lo menos en una primera fase, como lucha nacional. Por otro lado, hemos visto que Marx compara el papel de los «croatas» en 1848-49 con el de los lazzaroniy el subproletariado. Lo mismo que los pueblos en condición subalterna, las clases subalternas también pueden desempeñar un papel reaccionario; el problema de distinguir entre unos movimientos y otros tiene un carácter general.
La segunda argumentación de Lenin es más madura. Después de recordar el apoyo de Marx y Engels a los irlandeses y los polacos, pero no a los «checos» ni a los «eslavos del sur» (y a los croatas), por entonces «avanzadillas del zarismo», (en julio de 1916) prosigue así:
Las reivindicaciones concretas de la democracia, incluyendo la autodeterminación, no son algo absoluto, sino una partícula de todo el movimiento democrático (hoy en día, del movimiento socialista mundial). Puede ocurrir que, en determinados casos, la partícula esté en contradicción con el todo, y entonces hay que desecharla. Puede ocurrir que el movimiento republicano de un país sea un mero instrumento de las intrigas clericales o financiero-monárquicas de otros países; entonces no deberemos apoyar ese movimiento concreto. Pero sería ridículo borrar por ese motivo del programa de la socialdemocracia internacional la consigna de la república (LO).
En este caso no se contrapone la «cuestión nacional» a la «cuestión obrera», sino unas «partículas» al todo. Las aspiraciones nacionales de los checos (y de los croatas), por haberse prestado a los manejos y el control del zarismo, carecen de legitimidad incluso desde el punto de vista exclusivo de la «cuestión nacional»: son una «partícula» que entra en conflicto con el conjunto del movimiento de emancipación nacional, cuyo enemigo principal es la Rusia zarista. Tanto si, por usar el lenguaje de Lenin, el todo está representado por el «movimiento democrático» burgués o por el «movimiento socialista mundial», en ningún caso puede eludirse el problema de la subordinación de la «partícula» al todo. Y, naturalmente, la solución a dicho problema no es unívoca ni está libre de contradicciones. Esto no solo es aplicable a la oleada revolucionaria de 1848-1849. Hemos visto que Adam Smith invoca el «gobierno despótico» contra los dueños de esclavos: los organismos representativos controlados por ellos son una «partícula» que entra en conflicto con el todo; y lo mismo se puede decir a propósito del autogobierno de los estados esclavistas, suprimido por Lincoln y el ejército de la Unión.
Lenin señala que el «zarismo» o el «bonapartismo» pueden manipular «en su beneficio» «los movimientos de las nacionalidades pequeñas». También el imperialismo, cabría añadir. La historia del siglo XX lo demuestra sobradamente. Estamos a principios de siglo: ¿conque Colombia se resiste a conceder o ceder a Estados Unidos la franja de territorio necesaria para construir el canal que comunique el Atlántico con el Pacífico, sancionando el avance imperial de la república norteamericana? Esta no se deja estorbar por el derecho «formal». Se crea un país nuevo de la nada: lograda la «independencia», Panamá acepta sin rechistar todo lo que le pide Washington. En 1960, tras la independencia del Congo, se produjo un intento de secesión de Katanga (una región rica en minerales), apoyado por la antigua potencia colonial (Bélgica) y el conjunto de Occidente. Varios años después, Estados Unidos acompaña los bombardeos terroristas de Vietnam y Laos con el aliento y el respaldo a tal o cual movimiento separatista, a tal o cual «nacionalidad pequeña». Se podría hacer una larga lista hasta llegar a nuestros días.
Entre 1914 y 1918, a la vez que hace un llamamiento para transformar la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria, Lenin pone en guardia contra la posible reaparición de la guerra nacional en la propia metrópoli capitalista, una guerra nacional que podría estar protagonizada por la Francia capitalista y colonialista. No cabe duda: ya en el plano intelectual se le pide al «tribuno popular» un esfuerzo terrible. En un escrito del 14 de junio de 1920 Lenin resume así la actitud que debe asumir la lucha de clases revolucionaria: tiene que guiarse por el «análisis concreto de la situación concreta, que es la esencia misma, el alma viva del marxismo» (LO). ¡La ruptura con la idea de la evidencia inmediata de la explotación y la opresión no puede ser más clara! La conciencia de que una situación histórica determinada es el resultado de un entramado de contradicciones y luchas de clases a escala nacional e internacional, distinta en cada ocasión, ha barrido cualquier vestigio de inmediatez.
A la luz de todo esto, la afirmación de que «el efecto teórico duradero del leninismo ha sido un espantoso empobrecimiento del campo de la diversidad marxista» (Laclau, Mouffe 2011) resulta cuando menos equívoca. Parece como si la huida de la historia grande y terrible del siglo XX anduviera buscando un chivo expiatorio. Por lo menos en el caso de Lenin, su gran mérito teórico es haber superado definitivamente la lectura binaria de la lucha de clases y haber roto con la epistemología sensista(sensación / percepción a través delos sentidos) de los primeros escritos de Marx y Engels. Justamente por eso es capaz de prever con pasmosa lucidez los acontecimientos del siglo XX, un siglo que no se puede entender sin la lección, epistemológica aun antes que política, del gran revolucionario ruso. Cabe destacar un aspecto más: latente en los autores del Manifiesto del partido comunista, ahora se torna patente la visión trágica del proceso histórico y de la propia lucha de clases. Hay tragedia (en el sentido filosófico de la palabra) cuando el enfrentamiento no es entre el fuero y el desafuero, sino entre dos fueros, aunque distintos entre sí y a veces claramente distintos. Las reivindicaciones nacionales de los checos o de otras nacionalidades pueden perder su legitimidad, no porque en sí mismas carezcan de fundamento, sino porque han sido captadas por una realidad más poderosa que es una amenaza mucho más grave para la libertad y la emancipación de las naciones.
Todo esto debe tenerlo en cuenta el «tribuno popular», convertido en protagonista de una lucha de clases que cambia continuamente de forma. La meta del universal (la edificación de una sociedad por fin libre de toda forma de explotación y dominio) se concreta en un compromiso cada vez más definido, que señala y se opone a la guerra, al fascismo, al expansionismo colonial y a la opresión nacional…
(continuará)
[ Fragmento de: Domenico Losurdo. “La lucha de clases” ]
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“No basta con el entusiasmo y la voluntad; es necesario organizar, organizar siempre, y que las fuerzas organizadas marchen siempre en filas compactas hacia la consecución del objetivo propuesto. El genio de la revolución mundial, Lenin, dijo que "la revolución no se hace, sino que se organiza". Y esto mismo os decimos nosotros, os dice el Partido Comunista: que a la represión de este Gobierno, a los propósitos claros de hundirnos en el infierno fascista del hacha y del patíbulo, nosotros tenemos que oponer y oponemos ya la lucha organizada” (Pepe Díaz, junio de 1935).
ResponderEliminarSalud y comunismo
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Muy cabales las palabras de Pepe Díaz, sobre todo enmarcadas en esa fecha concreta, en ese momento histórico donde la lucha antifascista, sin duda la contradicción principal, exigía la máxima unidad de acción a las diversas fuerzas verdaderamente revolucionarias. Pero los defensores del autoproclamado “pensamiento sano” (reformistas y demás ralea…) niegan incluso a Hegel cuando éste afirma: “La contradicción es el criterio de verdad, y la falta de contradicción el principio del error”, de tal modo que en la dialéctica materialista no ven más que una tendencia malintencionada de retorcer el significado de los reaccionarios términos tradicionales y, por ello, socialmente aceptados por la sumisa mayoría del rebaño. De modo que reescribir la historia ( desde la guerra de Cuba hasta la guerra de Ucrania y el genocidio del pueblo palestino) para acomodarla a sus intereses, es la tarea primordial que los medios de desinformación realizan con especial esmero para así “configurar” las mentes de sus pasivas e incautas audiencias.
ResponderEliminarSalud y comunismo
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"En Radio Belarús, el periodista Albert Santin entrevistó a Antolín Pulido, escritor, activista, teórico marxista español y exmilitar cubano con el grado de mayor, participante en diferentes áreas de conflicto como miembro de las Brigadas Internacionales de Paz.
ResponderEliminarConversó acerca de la dictadura fascista de Francisco Franco y por qué marchó de España con tan solo 8 años, su juventud en la Cuba revolucionaria, el asesinato de su esposa y su hija por el fascismo en Chile y los conflictos armados en los que asistió como Brigadista Internacional por la Paz".
https://youtu.be/FHK9uVlaEeI?si=kgM9xa5nNLoWUEoU
Salud y comunismo
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Gracias por el enlace.
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