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DE LA DECADENCIA DE LA POLÍTICA EN EL CAPITALISMO TERMINAL
Andrés Piqueras
(39)
PARTE II
Del in-politicismo teórico-práctico
MARXISMO AUTONOMISTA
(...) En definitiva, que lo que se declaraba como una recuperación relevante de la política, se torna en realidad una in-política (o una impotencia política), que más bien puede llevar a la des-organización, a la falta de criterios, objetivos precisos, establecimientos de pasos para conseguirlos… Todo está supeditado al momento, ¿súbito, intempestivo, definitivo, irreversible, absoluto?, de la formación del sujeto multitud. Es por eso, digo, que estos planteamientos conducen bien a la despolitización bien a la recreación de la impotencia (y la frustación). La potenza también queda reducida, así, contradictoriamente, a mera impotencia. A estas consideraciones críticas hay que añadir el carácter netamente eurocéntrico del análisis de Negri, que tantas veces se le ha achacado, al ignorar entre otros factores que:
a.La actual plena subsunción real del trabajo al capital no se da nada más que en las formaciones sociales de capitalismo avanzado (minoritarias en el orden mundial del capital).
b.El aumento de la producción material en los centros del Sistema se combina con el acrecentamiento de formas de trabajo forzadas, no, salariales y para-salariales en las periferias (pero cada vez más también en las propias formaciones centrales).
“Leyendo los Grundrisse a contracorriente, es decir, partiendo de El Capital, podemos ver cómo Marx centra su atención en este segundo aspecto, o en las contratendencies que resultan de la creación de nuevos sitios de producción caracterizados por un alto nivel de extracción de plusvalía absoluta y la intensificación del trabajo. Estos lugares de producción no coexisten con otros, caracterizados por la producción de plusvalía relativa y equipos de alta tecnología, en una especie de ‘exposición mundial’ de las formas de producción. Por contra, se producen y reproducen violentamente para frenar la disminución de la tasa de ganancia, permitiendo así que continúe la producción de plusvalía relativa”(Tomba).
En nota a ese mismo párrafo, Tomba añade unas consideraciones que creo vale también la pena reproducir:
“De hecho, no se trata de la coexistencia de diferentes formas de explotación, sino de cómo la producción de plusvalía relativa da lugar a la producción de enormes cantidades de plusvalía absoluta. Las diferentes formas de explotación no se yuxtaponen en una especie de exposición del mundo posmoderna. Más bien, el capital necesita producir continuamente diferenciales de intensidad salarial y laboral mediante la violencia extraeconómica. El valor producido por el l amado trabajador cognitivo descansa sobre el pedestal de enormes cantidades de plusvalía absoluta producida en otros lugares. Desde este punto de vista, la afirmación, presentada por George Cafentzis (…), de que ‘la computadora requiere la explotación industrial y la existencia del cyborg se basa en el esclavo’, no es de ninguna manera exagerada. El postobrerismo se ha convertido en una concepción eurocéntrica del capitalismo tardío, y esto no es menos cierto para aquellas corrientes dentro de él que coquetean con los estudios poscoloniales”(Tomba).
El capital es crecientemente un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas debido a la tendencial escasa rentabilidad de sus inversiones productivas, como vimos en la primera parte de este libro. Sus dinámicas de desposesión, de gestión de la fuerza de trabajo (siempre subordinada a la valorización) y de consumo de la misma (en forma de sobre-explotación y “explotación difusa”), provocan el menoscabo de la formación e información, entorpecen el “intelecto general” y obstaculizan la libre difusión de saberes y creaciones en lo que se ha llamado una socialización negativa del capital. Además, bajo las relaciones sociales de producción capitalistas el “intelecto general” ha estado contradictoriamente puesto contra la emancipación del Trabajo. Para entenderlo hemos de tener en cuenta que los poderes del capital, incluyendo los del que queda denominado como “capital fijo”, no son sino la forma fetichizada de los poderes del trabajo social colectivo, que incorpora las experiencias y saberes de generaciones; también la forma sistematizada de conocimiento que se deposita como “ciencia”. Tamaña incorporación fue hecha de forma progresiva, implicando una dimensión creciente de la subsunción real del trabajo al capital. Así, a través de la cooperación productiva los conocimientos y experiencias de los productores inmediatos fueron incorporados al proceso general de trabajo, dándose una primera división del tiempo de trabajo mediante la especialización. Con la maquinización son los conocimientos y experiencias generales de la sociedad los que resultan incorporados a la producción (la capacidad del conjunto social, expresada como maquinaria, se va a poner a producir a expensas de la capacidad de cada individuo, que se convierte en mero servidor de la máquina, lo que lleva a la mutilación de sus facultades). Es por eso que aumenta la autovalorización del capital al tiempo que disminuye el valor de la fuerza de trabajo como mercancía.
Por otra parte, con el maquinismo la subsunción real deja de producirse de una forma inmediata, para hacerse de forma mediada: como aplicación tecnológica de la ciencia. Y con el desarrollo de la industria a gran escala las fuerzas productivas de la sociedad ya no expresan de manera alienada tan sólo el conocimiento y la experiencia del colectivo laboral, sino el conocimiento y la experiencia colectiva acumulada previamente por la humanidad entera (“general intellect”). En la actual revolución científico-técnica el proceso de trabajo queda cada vez más dependiente del proceso de valorización por medio del acelerado avance de la tecnología. El intelecto general (objetivado en máquinas autómatas o robóticas), lejos de ser la fuente de liberación que anhelan los cognitivistas, hace más y más prescindibles a los seres humanos en los procesos de trabajo (Macías). Es decir, que en términos del mercado laboral “lo cognitivo” del capitalismo no sería sino una forma de “externalización” de los procesos de producción (de “crowsourcing”) al conjunto de la Vida, lo que implica también la puesta en valor de las poblaciones (reconvertidas en multitudes amorfas) y de sus formas de vivir, relacionarse, comunicarse, dotarse de “inteligencia colectiva”, etc. La cuestión central es que esa potencia, el conjunto de potencialidades humanas, es hoy, precisamente, objetivo clave del capital, en un capitalismo que exacerba sus rasgos “biopolíticos” en todos los ámbitos de la vida, físicos y biológicos, neurológicos, sentimentales, relacionales, mucho más al á de la clásica esfera de la producción. El “capitalismo cognitivo”, en contra de las esperanzas autonomistas y “cognitivitas”, vendría a ser la expresión más acabada de biopolítica hasta la fecha (o la prolongación de ésta también como bioeconomía), el desesperado intento, en definitiva, de estirar la ley del valor ante su decadencia o, más aún, de dilatar el beneficio aun por encima del valor.
La consecuencia es clara: en el momento mismo en que las condiciones objetivas para la socialización y auto-organización de la producción se hacen más sólidas, cuando según los propios cognitivistas se da lugar a una sociedad cada vez más capaz de administrarse por sí misma, es cuando el comando del capital hace de la sociedad en su conjunto un espacio totalizable, cuando su permanente prospección de fuentes de renta acumulada “pone la Vida (y la muerte) a generar riqueza”, una “producción continua de las condiciones sociales, culturales, políticas y subjetivas de ampliación y acumulación del capital, (…) una acumulación por subordinación ampliada y profundizada de todos los elementos de la vida de la población” (Laval y Dardot). El objetivo es la captación de la totalidad de los aspectos de la subjetividad humana para convertirla en ganancia. En realidad fue siempre así en el capitalismo, hoy sólo cambian la intensidad y las maneras de cumplir esa meta que lo determina todo en lo social, y que a la vez se hace más alcanzable a través del desarrollo de las infotecnologías. Se mueve el capital también en este terreno, por ello, en una contradicción permanente, a la que ya aludió Marx:
“El capital mismo es la contradicción en proceso [..] Por un lado despierta a la vida todos los poderes de la ciencia y la naturaleza, así como de la cooperación y del intercambio sociales, para hacer que la creación de la riqueza sea (relativamente) independiente del trabajo empleado en ella. Por el otro lado se propone medir con el tiempo de trabajo esas gigantescas fuerzas sociales creadas de esta suerte y reducirlas a los límites requeridos para que el valor ya creado se conserve como valor”(Marx).
La contradicción en procesoque es el capital tiene diversas expresiones inherentes a su propio movimiento, y se muestra aquí en que por un lado desata las condiciones materiales para el orecimiento del “general intellect” y por otro socava y reprime permanentemente su manifestación real (las históricas condiciones abiertas por su propio dinamismo), tanto a través de su organización social y productiva, como mediante las formas de gestión y consumo de la fuerza de trabajo que despliega.
Estas últimas contradicciones están inscritas también en la creciente tensión entre lo que el capitalismo potencialmente permitiría, la socialización de la producción, la transformación de la estructura del trabajo y la desaparición del valor como relación de mediación de la vida social, así como el generalizado aumento del tiempo disponible… y su permanente abortamiento de esas potencialidades. Este modo de producción castra constantemente las propias potencialidades que alberga de superarse en favor de la sociedad. Como señala el propio Postone, “el que el capitalismo esté caracterizado por una dinámica inmanente, ni conduce automáticamente a otra sociedad fundamentalmente diferente ni genera las instituciones, organizaciones y mecanismos (como el proceso de producción) que en su forma existente, constituyen la base para tal sociedad. Al contrario, esta dinámica genera la posibilidad de otra organización de la vida social, al tiempo que impide que dicha posibilidad se realice” (2007).
Lleguemos al menos a esta conclusión elemental: los cambios ni son inmanentes al modo de producción capitalista, ni tampoco ajenos a él. Las contradicciones señaladas son la substancia de la crisis cronificada del capitalismo; evidencian la decadencia mórbida de su metabolismo. Pero el camino al que conduzcan, si bien no es arbitrario (el futuro no está escrito, aunque no puede darse cualquier futuro), tampoco está impreso necesariamente en el movimiento del capital. La gran incertidumbre dialéctica es que la agencia humana, constituida a partir de ese movimiento, interviene también en su posible encauzamiento hacia unos u otros desenlaces. En función de lo explicado en los primeros capítulos de este libro, podemos realizar una consideración más, y es que la línea de análisis que desarrollo a lo largo de esta obra niega lo que proclama el autonomismo, que las máquinas de inteligencia artificial comporten el culmen del capitalismo mediante la superación de la ley del valor y el inmediato paso a la socialización de los medios de vida. Todo lo contrario, ese desarrollo tecnológico marca la decadencia, no el sobrepasamiento por plenitud, de la civilización capitalista, al producirse cada vez menos nuevo valor(lo cual no anula la ley del valor, sino que es la expresión negativa de la misma). La apreciación parece sólo sutilmente diferente, pero tiene consecuencias bien dispares: un sistema en degeneración (con el valora la baja) no da paso necesariamente a algo mejor, sino que, a falta de intervención política, tiende a conducir al colapso social (en nuestro caso también al ambiental –Piqueras–). Es decir, el capitalismono lleva en sus entrañas el comunismo, más bien hay que construirlo contra aquél, aunque sea a partir de aquél. La desconsideración de ese factor elemental del análisis de Marx lleva a que lo valioso de los estudios de algunos de los autores de esta Escuela, termine siempre resultando romo en el plano político. Tal es el caso de Harry Cleaver, de quien es importante su insistencia en la inseparabilidad de las luchas que se dan contra el capital y sus distintas expresiones monetarias. Voy a detenerme un tanto en su acertada argumentación teórica, para resaltar al final, de nuevo, lo inofensivo de su praxis…
(continuará)
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