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DE LA DECADENCIA DE LA POLÍTICA EN EL CAPITALISMO TERMINAL
Andrés Piqueras
(37)
PARTE II
Del in-politicismo teórico-práctico
MARXISMO AUTONOMISTA
(…) La teorización sobre un supuesto “capitalismo cognitivo” se emprendió por sociólogos adscritos a la línea teórica de Antonio Negri (Vercellone, Fumagalli, Marazzi, Lucarelli). El argumento principal es el siguiente, si la riqueza social tanto material como relacional, creativa, comunicativa o interactiva que producen los seres humanos en sociedad, tiende a expandirse con el desarrollo de las fuerzas productivas, hoy ese desarrollo requiere y promueve altos niveles de socialización de la producción, de la distribución, del intercambio y hasta del propio consumo, por lo que cada vez más partes de la sociedad tienen que entrar en contacto y experimentar ciertos niveles de colaboración para posibilitar todos esos procesos. Tales circunstancias conllevan una diseminación de las habilidades, técnicas y conocimientos, comunicaciones, interacciones e informaciones entre los seres humanos, o lo que se ha llamado también un enriquecido “general intellect”,que alberga cada vez más potencia productiva y directiva.
Para apoyar esta argumentación se recurre a los célebres pasajes de Marx sobre las máquinas en los Grundrisse, donde anunciaba que las condiciones del proceso de la vida social misma podrían caer bajo el control del “general intellect” y ser transformadas de acuerdo con él, que deviene una fuerza de producción directa. Sin embargo, paradójicamente, atribuyen el límite de la teoría de Marx al hecho de enfocar el tiempo como fuente del valor, lo cual para el cognitivismo era propio de una fase capitalista (industrial) en que el valor podía ser reducido a una medida de tiempo. Para estos autores, en cambio, en el “biocapitalismo” actual la actividad de la multitud constituye un tiempo más allá de toda medida, mediante la “laborización” de toda actividad social. Si el “general intellect” estuvo alienado durante la Primera Revolución Industrial y hasta el fordismoen forma de “capital fijo” (las potencialidades del trabajo fueron fetichizadas como fuerzas productivas del capital “en sí, todas las variantes del capitalismo descansan en competencias cognitivas que no pueden ser objetivadas), hoy ya no más se produce eso. Según el cognitivismo, quienes ejercen como “trabajo vivo” no quedan más alienados del intelecto general, dado que estamos ante una intelectualidad masivao difusa(Smith).
Para estos autores la tendencia descrita por Marx en los Grundrisseen la que el intelecto general controlaría las condiciones del proceso de la vida social, ya están plenamente realizadas. El clásico antagonismo entre “trabajo muerto” y “trabajo vivo” deja paso ahora al de “conocimiento muerto” del capital frente al “conocimiento vivo” del Trabajo.
Sin embargo, el capital está forzado a incrementar sus mecanismos de subsunción formal para mantener su dominio social. Lo que marca también el incremento de la represión de las potencialidades del intelecto general. Con el o aborta la evolución social, el desarrollo de las fuerzas productivas, del que una vez fue su máximo exponente.
Realicemos alguna crítica a estos presupuestos.
En primer lugar, al atribuir a Marx una desconsideración del trabajo inmaterial, los cognitivistas desconocen que Marx lo que señaló al respecto es que el trabajo inmaterial era poco significativo en el capitalismo industrial de su tiempo, pero que sí podía generar valoren cuanto que se realizara como trabajo asalariado (independientemente por tanto de su condición de material o inmaterial).
En segundo término, el valorno es tanto una medida del tiempo de trabajo sino una relación social que hace del trabajo de los seres humanos algo abstracto e intercambiable por dinero (para que lo que se produce sea mensurable en la venta), independientemente de su condición material o inmaterial y cuya relación de intercambio no está mediada por el tiempo físico requerido para su producción por unos u otros individuos particulares, sino por el tiempo abstracto (“el socialmente necesario”). Es en la circulación donde el tiempo de trabajo que es “socialmente necesario” para producir una mercancía (material o inmaterial) se manifiesta a través del tiempo de trabajo gastado por el conjunto de productores/as, porque es en ese momento donde se muestra no sólo si el tiempo de trabajo fue “socialmente necesario”, sino “cuánto” de ese tiempo fue “necesario” en relación a los otros tiempos.
Validación del trabajo hecho que tiende a expresarse diferencialmente en precios (ver aquí Bonefeld 2010). El valorexiste, de acuerdo con Marx, sólo como “masas definidas de tiempo de trabajo cristalizado”, que se aprecia en el intercambio, y no en ningún monto de tiempo de trabajo concreto. El valores trabajo abstracto y no gasto de trabajo concreto (Bonefeld, 2010).
Es por ello que el esfuerzo de la clase capitalista va encaminado a continuar traduciendo todo trabajo“cognitivo” en expresión dineraria. Además, la reducción del tiempo requerido para la producción de mercancías aumenta el tiempo necesitado para la producción de valor, clave que está en la base de la crisis del valor. En el marxismo autonomista (y en su rama cognitivista) la contradicción entre el tiempo de producción y el de valorización es obviada en virtud de la oposición entre trabajo material e inmaterial, y a la postre la crisis del valor debida al proceso de sobreacumulación reducida a una crisis de cuantificación o medida.
El trabajo entrañado en una mercancía no es la medida de la riqueza creada, sino el tiempo en que la sociedad puede hacerlo (el tiempo socialmente necesario), el cual a su vez depende de lo que Marx l amó “regalos gratis” que el capital reclama como propios. Así, el agua, la fertilidad del suelo y la naturaleza en su conjunto, los logros culturales de las formaciones pre-capitalistas, el trabajo impagado de las mujeres y el trabajo no-pago en general, las capacidades físicas y cognitivas adquiridas por las personas fuera del empleo, por ejemplo. El “intelecto general” es parte de todo eso y siempre estuvo ahí. Se desarrolla con el desarrollo de las fuerzas productivas, como elemento constitutivo suyo.
Estos autores aciertan, eso sí, al señalar la obstrucción de las fuerzas productivas que supone hoy el capitalismo, así como el que el incremento del carácter parasitario del capital frente al intelecto general aumenta las posibilidades del reconocimiento de lo hecho como propio, y de que la separación entre la producción y las condiciones de realización sean reconocidas como ilegítimas e impuestas, lo que supone el incremento de posibilidad de albergar conciencia antagónica. Lo cual no conduce, sin embargo, a que esa posibilidad se concrete necesariamente, menos aún que se plasme en vías de acción.
Para seguir con la elaboración autonomista me voy a permitir citar largamente, en varias partes, a César Altamira, debido a la alta síntesis que su elaboración contiene al respecto de los presupuestos de esta corriente:
“Destacar que el objetivo compartido es el de la crítica a todo economicismo. Para Negri la sobredeterminación reside en la inseparabilidad de la política, del poder político, con relación a la economía. El reconocimiento del antagonismo ‘cortocircuita’ todo intento por mantener la economía y la política separadas como categorías de análisis y esferas de la actividad. La ‘crítica de la economía política’ incluye tanto los efectos ‘económicos’ sobre los ‘políticos’ en términos de la formación de la ley y del Estado, así como los efectos de lo ‘político en lo económico’ en términos de las relaciones de poder y disciplinas internas en el proceso de producción. Este cortocircuito expande y pliega al mismo tiempo los términos con los cuales se intersecta permanentemente. Lo ‘político’ debería incluir no sólo aquellas relaciones de poder directas e inmediatas y los conflictos que tienen lugar en toda relación de trabajo, sino también aquellas relaciones establecidas de manera más o menos indirecta entre el proceso de trabajo y los diferentes tipos de leyes y la propia forma Estado (…) Como Marx indica en el capítulo XIII de El Capital, mientras la producción capitalista se vuelve más dependiente de la cooperación y de la subjetividad del trabajo (como en la producción de plusvalía relativa), mayor debe ser la imposición de las estructuras del comando y disciplina para controlar las fuerzas productivas que requiere para producir. Es posible afirmar que el capital es una suerte depotestas mundana que funciona separando el poder (potentia) de lo que éste puede hacer. El capital continuamente subordina la subjetividad y socialidad del trabajo vivo a las restricciones y demandas de la plusvalía. (…) La producción se vuelve coextensiva con lo social. Por ello la organización y la subordinación del trabajo hacia el capital se extienden igualmente a lo largo y lo ancho de la sociedad. Esta socialización intensifica y multiplica los contornos del antagonismo. Intensifica el antagonismo elevando y transformando los golpes; coloca a la cooperación, a la socialidad y aun al lenguaje y la subjetividad en el centro del antagonismo con el capital. En adelante las luchas contra el capital envuelven no sólo las luchas en el terreno de la distribución y la producción sino incluso en el de la cooperación y de la comunicación (…). Esta intensificación es igualmente una multiplicación. El antagonismo contra el capital se extiende desde un punto central –como es el de la fábrica– y se diluye en su lucha contra un objeto central, el de la lucha contra la explotación, para volverse coextensivo con las luchas que tienen como objeto la producción de nuevas subjetividades y relaciones de cooperación…
(Altamira 2006)
La irreductibilidad de la Políticapuesta en el corazón del capital convierte al valoren una expresión de la lucha de clases, por lo que el capital es una relación social que se define, según el análisis de Negri, por organizar la producción a partir de una relación social directa que se desarrolla en su forma más simple en cuanto que expresión de valorizaciones contrapuestas (Negri 2001). Traducido significa que la plusvalía y el trabajo asalariado se ven como el estricto producto de una correlación de fuerzas, en cuanto que formas contrapuestas de valorización-autovalorización. ¿Cuál es el valor de la fuerza de trabajo? Lo que la fuerza de trabajo pueda hacer valer en su lucha por autovalorizarse, nos dirá el negrismo.
Es decir, en el polo opuesto a la Nueva Crítica del Valor (NCV), restituida la Política en el capital, “la forma del valor es puro poder de mando, pura y simpleforma de la Política”. No es de extrañar, a partir de aquí, que el propio Negri diga que más vale la crítica spinoziana a la configuración del poder capitalista, que el análisis de la economía política. Pero, ¿no estamos con ello de regreso al socialismo utópico y al anarquismo bakuninista, que priorizaban la dominación por sobre la compleja y densa madeja de mecanismos de extracción del valorque es la que explica este orden social y sus claves de dominación?, pues el capitalismo se distingue como modo de producción en que la dominación se despliega en función de la explotación (léase en concreto, de la obtención de valor como plusvalor) y no al revés.
A semejanza del pensamiento anarquista, en la interpretación de Negri, compartida por su frecuente compañero de escritos, Michael Hardt, la explotación no es vehiculada como en la elaboración de Marx,
“a través de la estancia económica, que la hace funcional al conjunto de la reproducción social en la modalidad capitalista y por tanto a la reproducción ampliada del capital, sino que se considera efecto de la dominación política, coagulada en el Estado el cual se enfrenta a unas masas populares siempre prestas a la rebelión”
(Galcerán).
En suma, y a pesar del esfuerzo de Altamira por dialectizar la propuesta negrista entre lo político y lo económico, ni el MAUT ni la NCV hacen un adecuado honor a la dialéctica al respecto. Mientras esta última Escuela disminuye la importancia, cuando no descarta la política en la dinámica del sujeto automático”, el autonomismo termina inclinando la balanza decisivamente hacia el lado político. Marx, por el contrario, indica que ni la explotación ni la subordinación-dominación son producto del mero despotismo político, sino que la dominación política está mediada por un mecanismo aparentemente neutro, que es la ley del valor expresada como mercado, mecanismo que a su vez precisa de la intermediación política para su perpetuación. En consecuencia, el que lo subordinado se convierta en sujeto de transformación (a través de organizaciones, movimientos, partidos, fuerza social…), no viene dado por su propia condición, sino que requiere una ruptura ideológica, de conciencia, que, paradójicamente, es favorecida por el propio desarrollo de las fuerzas productivas del capital. Son momentos constituyentes de los sujetos antagónicos (y altersistémicos) que el MAUT no considera necesarios o no los ve como puntos de ruptura, sino como emanaciónde un proceso.
Parte esta Escuela de que las formas de reestructuración del capital o los cambios originados en la composición orgánica del mismo, con las diferentes fases de dominación y acumulación correspondientes, están vinculadas a la distinta composición de la clase trabajadora y a sus particulares dinámicas de lucha. Negri retoma la acertada tesis leninista que sienta las condiciones de la subjetividad obrera (y sus correspondientes formas organizativas) en las cambiantes condiciones materiales de la producción, para darle su particular toque de interpretación histórica. Así, la fase de manufactura tendría una heteroclitud de sujetos enfrentados al capital (como masas proletarias), mientras que ya durante la “gran industria” (desde 1848 hasta 1968, según Negri), comienza a predominar primero el obrero profesionaly después (de 1914 en adelante), el obrero masa. Con posterioridad a 1968, la crisis del keynesianismo daría lugar al obrero social, con quien la cooperación productiva se propaga por toda la sociedad. La comunicación no sólo se torna el elemento principal de la producción, sino que se hace inseparable de ella.
En esta fase de plena subsunción real del trabajo al capital, la explotación capitalista se convierte en un puro comando y el capital se tiene que hacer fundamentalmente dominación. Dominación que le es cada vez más necesaria para enfrentar el imparable aumento de la comunicación social horizontal y con ella de la potencialidad política, agencial, del Trabajo. El mando directo sobre el trabajo (en la fábrica) es sustituido por el control sobre la cooperación social productiva: al ser la comunicación el elemento central de la producción, ésta y la vida se empotran, por lo que es también toda la vida social la que pasa a ser campo de batalla. Las luchas fundamentales se dan, en adelante, en torno al control de la comunicación, de la capacidad creativa ampliamente potenciada por el tardo-capitalismo. A ella le opondrá el capital la informaciónverticalizada y heterónoma. Entonces, si el comando capitalista deviene universal, el antagonismo se hace omnipresente, “por lo que los sitios o espacios de lucha se tornan fluidos, generalizados y difusos” (Altamira, 2006). De ahí que hoy las formas de organización de la clase trabajadora no pueden ser las mismas que las que se dieron en fases anteriores. Si la centralidad otorgada al desciframiento de la composición de clase para calibrar las políticas anticapitalistas fue la clave del operaísmo, la descomposición del Trabajo y la multiplicación de sus formas de ser (con gran variedad de expresiones salariales, para-salariales y no-salariales), así como la derrota en Italia de las luchas obreras de los años 70-80 del sigloXX, llevaron a la corriente postoperístaa buscar en adelante nuevas figuras caracterizadoras de la clase trabajadora…
(continuará)
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