1304
LA LUCHA DE CLASES
Domenico Losurdo
(35)
IV
La superación de la lógica binaria.
Un proceso penoso e incompleto
LÓGICA BINARIA Y «EVIDENCIA» DE LA EXPLOTACIÓN
A la lectura binaria del proceso revolucionario y del conflicto social en general le corresponde una teoría según la cual la conciencia revolucionaria de clase brotaría de la evidencia sensible inmediata.
La sociedad capitalista —observa en 1845-46 La ideología alemana— nos sitúa en presencia de una clase que debe soportar todos los inconvenientes de la sociedad y se ve obligada (jorciert) al antagonismo más resuelto contra las demás clases. En una clase formada por la mayoría de los miembros de la sociedad y de la que surge la conciencia de que es necesaria una revolución que vaya al fondo, la conciencia comunista, que naturalmente puede llegar a formarse también en las otras clases merced a la visión (Anschauung) de la posición de esta clase (MEW).
Las condiciones materiales de vida impuestas al proletariado son tan intolerables que este no puede dejar de rebelarse y al tener una «visión» de ellas, los miembros de otras clases también pueden verse inducidos a rechazar el orden establecido. En otras palabras: la evidencia sensible se impone con tal fuerza que la conciencia revolucionaria es algo de alguna manera descontado. Al decir de La sagrada familia:
En el proletariado desarrollado se ha consumado prácticamente la abstracción de toda humanidad, incluso de la apariencia de humanidad [...]. El hombre se ha perdido a sí mismo, pero al mismo tiempo no solo ha adquirido la conciencia teórica de esta pérdida, sino que también se ha visto constreñido (gezwungen) por la necesidad ya inevitable, ya ineludible, absolutamente imperiosa, por la expresión práctica de la necesidad, a rebelarse contra esta inhumanidad [...]. No puede suprimir sus propias condiciones de vida sin suprimir todas las condiciones de vida inhumanas de la sociedad actual, que se condensan en su situación [...]. No se trata de saber lo que tal o cual proletario, o incluso todo el proletariado, se representa momentáneamente como fin. Se trata de saber qué es y lo que se verá obligado históricamente a hacer de acuerdo con este ser suyo (MEW).
La fuerza de la percepción sensible hace que el proletariado sea sustancialmente inmune a las influencias ideológicas de la clase dominante. En su dedicatoria de La situación de la clase obrera en Inglaterra a «las clases trabajadoras de Gran Bretaña» Engels escribe: «Con gran satisfacción he observado que sois inmunes a esa funesta maldición que es la estrechez nacional y la suficiencia nacional», es más, «en el obrero la nacionalidad inglesa está anulada» (MEW).
En realidad, aunque sea de un modo contradictorio, este texto llama la atención sobre el hecho de que la «competencia» de los obreros irlandeses «ha contribuido mucho a bajar el salario» de los obreros ingleses: podemos imaginar la ristra de reproches y resentimientos; en todo caso, es el pretexto de Carlyle (un escritor que hasta entonces simpatiza con el movimiento cartista) para dar una visión muy negativa de los irlandeses (MEW2). Tres años después, volviendo esta vez la mirada hacia Europa central y oriental, Engels resume así los principios a los que se atienen las clases dominantes:
«instigar a unos pueblos contra otros, utilizar a uno para oprimir al otro y asegurar la permanencia del poder absoluto» (MEW).
El proletariado, claramente, no está exento de caer en el chovinismo. Se desvanece la «evidencia» de la explotación y con ella la cohesión de la clase explotada, haciendo insostenible la lectura binaria del conflicto social.
Tanto más cuanto que la propia clase antagonista del proletariado dista de estar cohesionada. Después de llamar la atención sobre los múltiples conflictos en que está enzarzada la burguesía de todos los países en el plano interior e internacional, el Manifiesto añade que estos conflictos «favorecen de varias maneras el proceso de desarrollo del proletariado»: es decir, que el nacimiento y el desarrollo de la conciencia revolucionaria están basados en muchos conflictos, y no puede deducirse únicamente del antagonismo entre clase obrera y burguesía (MEW).
La conciencia revolucionaria, por lo tanto, no surge de una supuesta evidencia empírica, sino que presupone la comprensión de unas relaciones políticas y sociales que van mucho más allá del conflicto entre burguesía y proletariado. Ahora la conciencia revolucionaria se configura como el producto de la acción directa o indirecta de múltiples sujetos y conflictos sociales: las facciones de la burguesía en lucha por el poder dentro de un país; la lucha por la hegemonía entre burguesías de varios países en el plano internacional; el proletariado, que adquiere autonomía ideológica y política, resistiendo la influencia y los halagos no solo de la nueva clase dominante sino también de la vieja aristocracia terrateniente, que, como sabemos, trata de seducirlo con el canto de sirena del «socialismo feudal».
Más tortuoso aún es el proceso de adquisición de la conciencia de clase porque, a falta de «coaliciones» sólidas y estables (muy difíciles de crear y mantener en pie), los obreros, incluidos los de la «gran industria», son «una muchedumbre de personas que se desconocen entre sí», «una masa dispersa» y «fragmentada por la competencia» (MEW). No solo es competencia o conflicto entre individuos. Más tarde Engels señala que en Inglaterra los obreros cualificados miran y «tratan con desprecio» a los obreros sin cualificación (MEW). La competencia puede llegar a ser muy dura, como las «auténticas batallas» que entablan «todas las mañanas» los obreros portuarios de Londres cuando esperan a ser contratados para un trabajo temporal y esporádico (MEW).
Se podría decir que el protagonista de estas batallas es el subproletariado, más que el proletariado propiamente dicho. En realidad, Engels habla de «pobres diablos» que están «en el límite» entre estas dos clases (MEW). Y es un límite muy lábil. Bien mirada, la categoría de «subproletariado» o «proletariado andrajoso» (Lumpenproletariat) sugiere una función política variable, más que una condición social bien definida. Según los casos puede ponerse al servicio del bloque dominante o, con menos frecuencia, dejarse arrastrar por el movimiento revolucionario. A los blancos que en Estados Unidos se ponen del lado de la oligarquía esclavista se les califica de mob y white trash, «chusma» y «basura blanca», en última instancia de subproletariado (MEW), no por su condición social (que es modesta pero no está ni mucho menos en el límite de la subsistencia), sino por su posición política.
Más tarde, en 1870, Engels señala el «subproletariado de las ciudades» (junto con los «pequeñoburgueses», «pequeños campesinos» y «braceros») como uno de los posibles aliados del proletariado, que sigue siendo una minoría del conjunto de la población y por lo tanto solo puede aspirar a la conquista del poder si con una acción política adecuada consigue aislar a la clase dominante (MEW). Se ve claramente que la madurez política y la política de alianzas han reemplazado al papel determinante de la evidencia sensible inmediata y de la lectura binaria del conflicto social y el proceso revolucionario…
(continuará)
[ Fragmento de: Domenico Losurdo. “La lucha de clases” ]
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