lunes, 12 de febrero de 2024

 

1113

 

 

MARX Y ENGELS

CONFERENCIAS

 

 

DAVID RIAZANOV

 

( 06 )

 

 

Quinta conferencia.

 

La revolución alemana de 1848; Marx y Engels en Renania;  Fundación de la "Nueva Gaceta Renana"; Gottschalk y Willich; La unión obrera de colonia; Política y táctica de la "Nueva Gaceta Renana"; Esteban Born; Cambio en la táctica de Marx; Derrota de la revolución y puntos de vista divergentes en la Liga de los Comunistas la escisión.

 

 

Estamos en la revolución de febrero. Ya hemos establecido que el Manifiesto Comunista fue impreso algunos días antes de esa revolución. La organización de la Liga de los comunistas sólo fue concluida en noviembre de 1847. Esta organización englobaba los círculos extranjeros de París, Bruselas y Londres y estaba relacionada con algunos pequeños grupos alemanes. De manera que las fuerzas organizadas con las cuales podía contar la sección alemana de la Liga de los comunistas eran pocas. La revolución estalla en París el 24 de febrero de 1848 y se extiende rápidamente a Alemania. El 3 de marzo se produce en Colonia, ciudad principal de Renania, una tentativa de levantamiento popular. Se obliga a los ediles a dirigir una petición al rey de Prusia para pedirle que tome en cuenta la efervescencia popular y haga algunas concesiones. Esta efervescencia o, si se quiere, levantamiento del 3 de marzo en Colonia, está dirigido por dos hombres: Gottschalk, médico muy popular entre los obreros y la población pobre de Colonia, y Willich, un ex oficial. Sólo diez días después de la revolución estalla en Viena, capital de Austria; el 18 de marzo se extiende a Berlín, capital de Prusia.

 

En ese momento Marx se halla en Bruselas. El gobierno belga, para evitar la suerte de la monarquía francesa, procede contra los emigrados residentes en Bruselas, detiene a Marx y lo expulsa de Bélgica. Marx se va a París, de donde acababan de invitarlo. Uno de los miembros del gobierno provisorio, Flocon, redactor de un periódico en el que colaboraba Engels, envió inmediatamente una carta a Marx, en la cual le declaraba que en la libre tierra francesa todos los decretos del viejo gobierno eran abrogados.

 

 

El comité regional de Bruselas, al cual el de Londres había trasmitido plenos poderes desde que la revolución estalló en el continente, los envió, a su vez, a Marx. Entre los obreros alemanes reunidos entonces en gran número en París, surgen disentimientos y se organizan distintos grupos. A uno de esos grupos se adhiere nuestro compatriota Bakunin, que, con el poeta alemán Herweg, proyecta constituir una organización armada para irrumpir en Alemania. Marx se esfuerza en hacerlos desistir de su plan y les propone trasladarse aisladamente a Alemania y participar en los sucesos revolucionarios. Bakunin y Herweg mantienen su proyecto. Este organiza una legión revolucionaria, se pone a su cabeza y se dirige a la frontera, donde es derrotado. Marx y otros camaradas logran pasar a Alemania y se radican en diferentes sitios. Marx y Engels se establecen en Renania.

 

El hecho de que la sección alemana de la Liga de los comunistas no poseyera ninguna organización, debía ser tenido en cuenta por Marx y Engels. Existían sólo simpatizantes aislados. ¿Qué debían hacer Marx, Engels y los camaradas más inmediatos? Unos cuarenta años más tarde Engels se esfuerza por explicar la táctica que Marx y él siguieron en Alemania en 1848, y da una respuesta clara a una pregunta, que le hicieron algunos jóvenes camaradas. Preguntaban por qué, en lugar de ir a Berlín, Marx y él se quedaron en Colonia, ciudad de Renania. Escogimos Renania, decía Engels, porque era la provincia de mayor desarrollo industrial; porque el código de Napoleón, herencia de la revolución francesa, estaba allí aun en vigencia, lo que nos permitía disponer de mayor libertad de acción y de agitación. Además, en Renania había un proletariado numeroso. Verdad es que Colonia no era la ciudad más desarrollada desde el punto de vista industrial, pero era la sede del poder administrativo y el centro de Renania. Por su población, Colonia se contaba entre las ciudades más importantes de Renania, aunque sólo tuviera entonces 80.000 habitantes. Contenía una población obrera bastante numerosa, si bien la proporción de obreros empleados en la gran industria era ínfima. Las refinerías eran las principales fábricas. En ese tiempo Colonia era muy conocida por el agua de colonia, pero no existían grandes industrias mecánicas. El desenvolvimiento de la industria textil era menos grande que en Elberfeld y Bremen. En todo caso, Marx y Engels tenían plausibles razones para escoger Colonia como lugar de residencia. Querían realizar una agitación en toda Alemania, fundar un gran periódico que fuera una tribuna de sus ideas en todos los países, y para ello Colonia era, a su juicio, el lugar más propicio. En efecto, en Renania se había editado en 1842 el primer gran órgano político de la burguesía alemana. En el momento de su llegada se preparaba la aparición de un periódico, del que lograron apoderarse.

 

Pero ese periódico era el órgano de la democracia. He aquí cómo Engels se esfuerza en explicar por qué escogieron el nombre "órgano de la democracia". Declara que no existía entonces ninguna organización proletaria y que sólo eran posibles dos acciones: o bien emprender desde el primer día la organización de un partido comunista, o utilizar las organizaciones democráticas existentes, agruparlas en un organismo único, realizar en éste la propaganda necesaria y atraer hacia él a las diferentes sociedades obreras. Marx y Engels escogieron el segundo camino: renunciaron a constituir en Renania organizaciones proletarias especiales y entraron en la unión democrática de Colonia. Por eso desde el comienzo se encontraron en una posición un tanto falsa con respecto a la unión obrera de Colonia, fundada inmediatamente después del 3 de marzo por Gottschalk y Willich.

 

Como ya hemos visto, Gottschalk era un médico muy popular entre las clases menesterosas de Colonia. Por sus teorías no era comunista. Antes de la fundación de la Liga de los comunistas se acercaba más bien a Weitling y a sus partidarios. Era un buen revolucionario, pero dejábase influenciar fácilmente por corrientes contrarias. Personalmente irreprochable, carecía de un programa firme, aunque comprendía bastante bien qué era la democracia, pues en su primera intervención en el concejo municipal declara: "No es en nombre del pueblo que tomo la palabra, pues los demás concejales municipales pertenecen también al pueblo, no; me dirijo a ustedes solamente en nombre de la clase obrera." De modo que distinguía a la clase obrera, a los trabajadores, de la nación en general. Abogaba por las acciones revolucionarias pero, republicano, al mismo tiempo reclamaba una federación de repúblicas alemanas. Ese fue, como veremos, uno de los puntos esenciales de su divergencia con Marx. La sociedad por él fundada, Unión obrera de Colonia, había reunido rápidamente a casi todos los elementos proletarios de la ciudad. Contaba con 7.000 miembros, lo que es mucho en una ciudad de 80.000 habitantes.

 

La Unión obrera de Colonia entró en seguida en conflicto con la organización a que pertenecían Marx y Engels. En el seno de la Unión obrera había elementos que no compartían el criterio de Gottschalk. Moll, que había sido enviado por el comité comunista de Londres ante el de Bruselas para preparar la organización del congreso, era uno de los principales miembros de la Unión obrera y, es claro, estrechamente unido a Marx y Engels. A la misma unión pertenecía también Schapper, que participaba en el movimiento obrero desde 1830. De tal suerte, no tardaron en organizarse dos fracciones en la Unión obrera, frente a la cual funcionaba la sociedad democrática, a la que pertenecían Marx y Engels.

 

Ello fue el resultado del plan que Engels exponía más tarde en un artículo de la Nueva Gaceta Renana. Marx y Engels esperaban hacer de su periódico, que comenzó a publicarse en Colonia el 19 de julio de 1848, el centro que agrupara, en el curso de la lucha revolucionaria, a todas las futuras organizaciones comunistas. Sería erróneo creer que Marx y Engels entraron en el órgano de la democracia en calidad de demócratas. Entraron en calidad de comunistas, considerándose la extrema izquierda de la democracia. Nunca cesaron de criticar de la manera más violenta, no sólo los errores del partido liberal alemán, sino los de la democracia, tanto que desde los primeros meses perdieron todos los accionistas. En el primer artículo publicado en la Nueva Gaceta Renana, Marx critica duramente a la democracia. Cuando se supo que el proletariado parisiense había sido aplastado durante las jornadas de julio; que Cavaignac, con el apoyo de todos los partidos burgueses, había provocado la masacre en la que perecieron millares de proletarios, la Nueva Gaceta Renana, órgano de la democracia, publicó un artículo apasionado, en el cual se injuria a los verdugos burgueses y a los satélites de la democracia. He aquí un corto pasaje de dicho artículo:

 

 

"Los obreros parisienses han sido aplastados por un enemigo superior en fuerza, pero no aniquilados. Han sido derrotados, pero sus enemigos están vencidos. El triunfo efímero de la fuerza brutal ha desvanecido todas las ilusiones de la revolución de febrero; ha demostrado la disgregación del antiguo partido republicano, la división de la nación francesa en dos partes: la de los poseedores y la de los proletarios. En adelante la república tricolor tendrá sólo un color, el color de los vencidos, el color de la sangre. Se ha transformado en la república roja.

 

La revolución de febrero ha sido una revolución magnífica, la revolución que contó con la simpatía general porque las contradicciones que surgieron más tarde en ella estaban sólo en estado latente, y la lucha social, que era la base, era únicamente verbal. La revolución de junio, por el contrario, ha sido una revolución repugnante, porque la acción ha reemplazado a la frase, porque la república misma ha descubierto la cabeza del monstruo arrancándole la corona que lo enmascaraba.

 

El profundo abismo que se abre ante nuestros ojos ¿ha de desalentarnos a nosotros, demócratas, y hacernos creer que las luchas por las formas de gobierno son ilusorias y no conducen a nada?

 

Solamente los espíritus débiles, apoltronados, pueden responderse así. Hay que luchar para vencer los conflictos que nacen de las condiciones mismas de la sociedad burguesa y que no pueden vencerse con quiméricos sueños. La mejor forma de Estado es aquella en la cual los antagonismos sociales no son apagados ni suprimidos por la fuerza, es decir, artificial y superficialmente. La mejor forma de gobierno es aquella en la cual tales antagonismos chocan libremente en la lucha y por la misma encuentran su solución.

Pero, se nos dirá, ¿no tendremos una lágrima, un suspiro, una palabra, para las víctimas del furor popular, para la guardia nacional, la guardia móvil, la guardia republicana, las tropas de línea?

 

El Estado se ocupará de las viudas y de los huérfanos, los decretos los elevarán a las nubes, tendrán solemnes funerales, inmortales los proclamará la prensa oficial, desde oriente a occidente la reacción europea glorificará sus nombres.

 

Pero los plebeyos torturados por el hambre, escarnecidos por la prensa, abandonados por los médicos, tratados de ladrones, de incendiarios y de presidiarios por los ciudadanos "honrados"; sus mujeres y sus hijos reducidos a la más negra miseria; sus representantes escapados de la masacre, desterrados más allá de los mares... es el privilegio y el derecho de la prensa democrática de tejer alrededor de su frente sombría una corona de laurel."

 

 

Este artículo fue escrito el 28 de junio de 1848. No puede pertenecer a la pluma de un demócrata: solamente un comunista puede ser su autor y, por su táctica. Marx y Engels no podían engañar a nadie. El periódico dejó de recibir inmediatamente subsidio alguno de la burguesía democrática, y se transformó en el verdadero órgano de los obreros de Colonia, en órgano de los obreros alemanes.

 

Durante ese tiempo otros miembros de la Liga de los comunistas esparcidos por toda Alemania proseguían su obra. Creemos necesario mencionar especialmente a uno: Esteban Born, tipógrafo. Engels lo juzga desfavorablemente en el prefacio de un libro de Marx.

 

Born siguió una táctica distinta. Desde su llegada a Alemania se radicó en Berlín, centro obrero de importancia, y se entregó a la tarea de crear una gran organización obrera. Con la ayuda de algunos camaradas fundó un pequeño órgano, Fraternidad Obrera, y realizó una metódica agitación entre las distintas categorías de trabajadores. No se limitó, como habían hecho antes en Colonia Gottschalk y Willich, a la organización de una sociedad obrera puramente política. Emprendió la organización de diferentes sociedades destinadas a defender los intereses de los obreros, y se entregó con tanta energía a la obra que bien pronto su organización se extendió hasta algunas ciudades vecinas y a otras regiones de Alemania. Pero esta organización adolecía de una laguna. Era puramente obrera y, como más tarde el "economismo" ruso, insistía demasiado sobre las tareas exclusivamente económicas de la clase trabajadora. Así, mientras algunos miembros de la Liga de los comunistas, como Born, hombre de talento, creaban esas organizaciones puramente obreras, otros en el sur de Alemania, con Marx, empleaban toda su fuerza en la transformación del partido democrático a objeto de que en él la clase obrera fuera el núcleo fundamental, y hacerlo el más democrático posible. En tal dirección proseguía Marx su trabajo. La Nueva Gaceta Renana trataba todas las cuestiones de importancia, de suerte que todavía puede considerarse un modelo de periódico revolucionario. Ningún otro periódico ruso ni europeo llegó a la altura de la Nueva Gaceta Renana. Aunque escrita hará pronto setenta y cinco años, los artículos no han perdido nada de su frescura, de su ardor revolucionario, de su agudeza de análisis de los acontecimientos. Al leerlos, sobre todo los de Marx, se cree asistir a la historia de la revolución alemana, de la revolución francesa, contada por ellas mismas, tan vivo es el estilo como profundo el sentido.

 

¿Cuál era el punto central de la política interior y exterior de la Nueva Gaceta Renana? Antes de pasar a esta cuestión debemos señalar que Marx y Engels no tenían otra experiencia revolucionaria que la de la gran revolución francesa. Marx había estudiado atentamente su historia y procurado extraer de ella principios tácticos para emplearlos en la época de la futura revolución, que él, contrariamente a Proudhon, predecía con justeza. Luego, ¿qué nos enseña la revolución francesa? Esta revolución, estallada en 1789, representa un largo proceso que dura diez años, de 1789 a 1799, es decir, hasta el año en que Bonaparte da el golpe de Estado. La experiencia de la revolución inglesa del siglo XVII enseñaba igualmente que la revolución futura sería probablemente de larga duración. La revolución había comenzado en medio de la alegría y del entusiasmo general; la burguesía se puso a la cabeza del pueblo oprimido, derribó al absolutismo, y sólo después de su triunfo se desarrolla la lucha, y en el curso de esta lucha, de esta revolución más radical, el poder pasa cada vez más a los partidos extremos. Se desarrolla esta lucha durante tres años para terminar con la toma del poder por los jacobinos. Parecíale a Marx, que había estudiado atentamente la organización del partido político de los jacobinos, que en el curso del prolongado desarrollo de la revolución se puede organizar una fuerza que constituya progresivamente el fuerte mismo de la acción. Esta premisa teórica explica su error.

 

Conservó algún tiempo esa opinión, hasta que una serie de acontecimientos hiciéronle desecharla. El fracaso de junio del proletariado parisiense fue el primer golpe asestado a la revolución en occidente y permitió inmediatamente a la reacción levantar cabeza en Prusia y en Austria. Además, detrás de Prusia y de Austria estaba Rusia con Nicolás I, que desde el comienzo había ofrecido su ayuda al rey de Prusia. Desde el primer instante se declinó la oferta en lo concerniente a la fuerza armada, pero se aceptó el dinero. Nicolás I poseía entonces las reservas de oro más importantes de Europa. El dinero se utilizó en provecho del gobierno prusiano. Nicolás I ofreció igualmente batallones rusos al gobierno austríaco, contra el cual se había sublevado Hungría, y la proposición fue aceptada.

 

Apoyándose nuevamente en la experiencia de la revolución francesa, la Nueva Gaceta Renana sentó la táctica siguiente. La guerra contra Rusia es el único medio favorable para la revolución de Europa occidental amordazada a causa de la derrota del proletariado parisiense. La historia de la revolución francesa enseña que la ofensiva de la coalición contra Francia dio un nuevo impulso al movimiento revolucionario. Los partidos moderados han sido arrojados por la borda. La dirección del movimiento la han tomado los partidos que más enérgicamente han rechazado la agresión exterior. El ataque de la coalición contra Francia condujo, el lo de agosto de 1792, a la proclamación de la república. Marx y Engels descontaban que la guerra de la reacción contra la nueva revolución tendría las mismas consecuencias. Por esto la Nueva Gaceta Renana criticaba violentamente a Rusia. Se presentaba a ésta como una fuerza siempre pronta a sostener la reacción austríaca y alemana. En cada artículo se demostraba que la guerra contra Rusia era el único medio de salvar la revolución y se esforzaba en preparar a la democracia para esta guerra contra Rusia, como la única solución racional. Marx y Engels, repetimos, se dedicaban a probar que la guerra contra Rusia daría un nuevo impulso a la revolución y reforzaría las aspiraciones revolucionarias del pueblo alemán. Por esto defendían en su periódico todos los movimientos de oposición contra el régimen existente; fueron los defensores más ardientes de la revolución húngara y sostuvieron a los polacos, que poco antes habían realizado una tentativa de insurrección. Reclamaban la restauración de Polonia independiente y que Alemania y Austria le reintegraran las provincias que le habían tomado, y que igual cosa hiciera Rusia. Partidarios de la unión de Alemania en una república única, reclamaban de Dinamarca la restitución de algunas regiones alemanas, a excepción de las partes o regiones dominadas por el elemento danés. En una palabra, eran en todo fieles a la tesis fundamental del Manifiesto Comunista y sostenían todo movimiento revolucionario dirigido contra el orden existente. Sin embargo, no se puede ocultar (y esto se advertirá cuando se tenga la posibilidad de leer los artículos publicados por Marx y Engels en la Nueva Gaceta Renana) que en estos brillantes artículos prepondera el aspecto político; siempre se critica en ellos los actos políticos de la burguesía y de la burocracia. La Nueva Gaceta dedica relativamente un lugar pequeño a la cuestión obrera. Bajo este aspecto es interesante comparar el periódico de Marx con el de Born. El de éste parecía un periódico especial de las cooperativas: acordaba a la cuestión obrera la mayor atención. No hacía lo mismo la Nueva Gaceta Renana, que casi no tocaba esta cuestión. Criticaba violentamente la declaración de los derechos fundamentales del pueblo alemán y arremetía contra la legislación impregnada del espíritu de liberalismo nacional. Tomaba vigorosamente la defensa de los campesinos, demostrando a la burguesía la necesidad de su emancipación. Pero hasta fines de 1848 son escasos los artículos dedicados a las reivindicaciones de la clase obrera. Tales reivindicaciones no figuran en ninguna parte en la Nueva Gaceta Renana, casi enteramente absorbida por las tareas políticas fundamentales, consistentes en encender las pasiones políticas y en preconizar la creación de fuerzas revolucionarias democráticas capaces de barrer de Alemania de un solo golpe, todas las supervivencias del régimen feudal.

 

Hacia fines de 1848 la situación cambia. La reacción, que comenzó a reforzarse después de la derrota del proletariado parisiense, asciende más aún en octubre de 1848. El aplastamiento de! proletariado húngaro con la ayuda de los rusos, contribuye al fracaso del movimiento de Berlín. El gobierno prusiano cobra coraje y en diciembre de 1848 disuelve la asamblea nacional e impone al país una constitución elaborada por él mismo. En ese momento, la burguesía prusiana, procura concertar un acuerdo entre él y el pueblo.

 

Marx, por el contrario, demuestra que el poder real ha sufrido un fracaso en marzo de 1848 y que no es cuestión de proponerse un acuerdo con él. El pueblo mismo debe elaborar una constitución sin preocuparse del poder real y proclamar en Alemania la república única e indivisible. Pero la asamblea nacional, donde predominaba la burguesía liberal demócrata, temía una ruptura definitiva con la monarquía. De modo que continuó su política de conciliación hasta el momento en que fue disuelta.

 

Entonces aparece bien claro para Marx la imposibilidad de contar aún con la parte más radical de la burguesía alemana. La parte democrática de la burguesía, de la cual podía esperarse que obtendría libertades políticas que permitieran el desarrollo de la clase obrera, se mostró incapaz de cumplir esa tarea. He aquí la característica que hace Marx de esta burguesía en diciembre de 1848, después de la triste experiencia de las dos asambleas de Berlín y Fráncfort:

 

Mientras que las revoluciones de 1648 y de 1789 pueden enorgullecerse de haber realizado una obra de creación, las de Berlín de 1848 han puesto su honor en ser un anacronismo, Su luz se parece a la de las estrellas que llega a los habitantes de la tierra diez mil años después de extinguirse el astro que la emite. La revolución prusiana de marzo es para Europa un pequeño astro de ese género. Su luz es la de un cadáver social desde hace largo tiempo descompuesto.

 

La burguesía alemana se ha desenvuelto tan muellemente, tan perezosamente y tan lentamente, que en el momento en que se alzaba contra el feudalismo y el absolutismo, se hizo hostil al proletariado y a todas las capas de la población urbana cuyos intereses e ideas se le asemejan. Vio que tenía toda la Europa por delante de ella. Contrariamente a la burguesía francesa de 1789, la burguesía alemana no ha sido la clase que defiende a toda la sociedad contemporánea contra los representantes de la nobleza. Descendió al nivel de una categoría social opuesta a la monarquía y al pueblo, indecisa ante cada uno de sus adversarios, pues los tuvo siempre, tanto delante como detrás de ella. Desde el comienzo se inclinó a traicionar al pueblo y a concertar un compromiso con los "coronados" de la vieja sociedad, a la que ella misma pertenecía; no representaba los intereses de la nueva sociedad contra lo viejo, pero tenía intereses renovados en el seno de una sociedad envejecida; no ejerció la dirección de la revolución porque el pueblo estuviera detrás de ella, sino porque el pueblo la puso delante de él; no estuvo a la cabeza porque representara la iniciación de una nueva época social; fue una capa del viejo Estado, capa social que no se había trazado su propia ruta, pero que por la fuerza del cataclismo fue puesta a la cabeza del nuevo Estado. Sin confianza en ella misma, sin fe en el pueblo, refunfuñando contra los grandes, temblando ante los pequeños, egoísta respecto de unos y otros y, teniendo conciencia de su egoísmo, revolucionaria tocante a los conservadores y conservadora respecto a los revolucionarios; sin confianza en sus propias palabras de orden, con frases en vez de ideas, asustada por la tempestad mundial y explotando esta tormenta; sin ninguna energía y recurriendo al plagio en todos los aspectos, original solamente en su bajeza; transigente con sus propios deseos, sin iniciativa, sin confianza en ella misma, sin fe en el pueblo, sin vocación histórica mundial; vieja decrépita, maldecida por todos y viéndose condenada en su caducidad a dirigir las aspiraciones juveniles de un pueblo fuerte y a desviarlas; vieja ciega, sorda y desdentada: tal era la burguesía prusiana cuando, después de la revolución de marzo, se encontró en la dirección del Estado.

 

 

Esta característica muestra de una manera extraordinariamente justa a la burguesía de 1848. Como se ve, se puede aplicar íntegramente a la burguesía rusa.

 

Marx había visto a la burguesía en la acción. Las esperanzas que concibió, aunque con muchas reservas, en el Manifiesto Comunista, sobre la burguesía progresista, no se realizaron. Por eso desde el otoño de 1848 Marx y Engels modificaron la táctica usada en Colonia y en la Nueva Gaceta Renana. Sin rehusarse a sostener a la democracia burguesa, sin romper orgánicamente con el partido demócrata, Marx traslada el centro de gravedad de su trabajo a los medios proletarios. Con Moll y Schapper refuerza la propaganda en el seno de la sociedad obrera de Colonia, que tenía también su representante en el Comité regional de las sociedades democráticas. Después del arresto de Gottschalk, Moll fue elegido presidente de la sociedad obrera, lo que evidencia el aumento de la fuerza comunista. La corriente federalista, a cuya cabeza estaba Gottschalk se convierte gradualmente en minoría. Al tener Moll que huir temporalmente de Colonia, se elige a Marx, a pesar de sus reiteradas negativas, para ocupar su lugar. En febrero, fecha de las elecciones al nuevo parlamento, las divergencias estallaron. Marx y su grupo insistían en que allí donde no se pudieran elegir candidatos propios: los obreros votasen por los demócratas, contra la cual protestaba la minoría.

 

Pero en marzo y en abril las divergencias entre los obreros y los demócratas reunidos en el Comité regional de las sociedades democráticas revistieron tal agudeza, que la escisión se hizo inevitable. Marx y sus camaradas salieron del Comité. La sociedad obrera retiró su representante y procuró relacionase con las sociedades obreras organizadas por Born en la Alemania oriental. La sociedad obrera fue reorganizada y transformada en club central con nueve secciones o clubes obreros. Marx y Schapper publicaron a fines de abril un llamamiento, en el cual invitaban a todas las sociedades obreras de Renania y de Westfalia a un congreso regional, a fin de organizarse y de elegir los delegados al congreso obrero general que debía efectuarse en el mes de junio en Leipzig.

 

Pero en el momento en que Marx y sus camaradas se dedicaban a la organización del partido de la clase obrera, se asestó un nuevo golpe a la revolución. El gobierno de Prusia, que acababa de disolver la Asamblea nacional prusiana, resolvió hacer lo mismo con la Asamblea nacional alemana. Entonces comenzó en el sur de Alemania lo que se llama la lucha por la constitución del Imperio.

 

En razón de su situación, Marx debía obrar en Colonia con la mayor prudencia. Cierto es que no estaba reducido a la acción clandestina, pero podía ser expulsado de Colonia mediante una simple orden del gobierno. En efecto, expuesto a las continuas persecuciones del gobierno prusiano, expulsado de París a instancias de este último y temiendo serlo en Bélgica, Marx decidió, afín de cuentas, abandonar su nacionalidad prusiana, pero sin adoptar ninguna otra. De manera que cuando volvió a Colonia las autoridades lo reconocieron como ciudadano de Renania, pero exigieron la sanción de las autoridades prusianas de Berlín, las que decidieron que Marx había perdido los derechos inherentes a su condición de ciudadano de Prusia. Por esto Marx, que realizaba reiteradas gestiones para la reintegración de sus derechos de ciudadano prusiano, fue obligado, durante el segundo semestre de 1848, a renunciar a toda acción pública. Cuando la ola revolucionaria se elevaba y la situación se tornaba mejor, intervenía públicamente en la lucha, pero desde que la reacción ganó terreno y la represión se hizo en Colonia más rigurosa, redujo su acción al periodismo, es decir, a la dirección de la Nueva Gaceta Renana. Por esto aceptó contra sus deseos la presidencia de la sociedad obrera de Colonia.

 

La modificación de la táctica introduce cambios en la Nueva Gaceta Renana. Sólo después de tal modificación aparecen los primeros artículos sobre "El trabajo asalariado y El Capital". Marx precedió estos artículos de una larga introducción, en la cual explica por qué la Nueva Gaceta Renana no había aún tocado la cuestión del antagonismo entre El Capital y el trabajo. Esta introducción tiene una gran importancia porque señala un cambio de táctica, pero este cambio se produjo demasiado tarde. Fue en febrero, y en mayo la revolución alemana ya estaba completamente aplastada. El Gobierno prusiano envió sus tropas al sureste de Alemania. La Nueva Gaceta Renana fue la primera, el 19 de mayo, en ser clausurada. Hemos tenido en nuestras manos el último número de este periódico, el 301, el célebre número rojo, que comienza con una poesía de Freiligrath, seguida de un nuevo llamamiento de Marx para poner en guardia a los obreros y para advertirles que no deben dejarse arrastrar a provocaciones. Marx salió en seguida de Renania. Como extranjero, fue obligado a abandonar Alemania; en cuanto a los otros redactores, se dispersaron para establecerse en diferentes lugares, Engels, Moll y Willich se fueron con los sublevados del sur.

 

 

Después de algunas semanas de resistencia heroica pero mal organizada, las tropas prusianas obligaron a los rebeldes a refugiarse en Suiza. Los viejos miembros de la redacción de la Nueva Gaceta Renana y de la sociedad obrera de Colonia se instalaron en París, pero después de la abortada manifestación del 31 de junio de 1849 fueron perseguidos y obligados a salir de Francia. A principios de 1850 casi toda la vieja guardia de la Liga de los comunistas se encontraba de nuevo reunida en Londres, Moll pereció en la Alemania del sur en el curso de la insurrección. Se hallaban en Londres, Marx. Engels, Schapper, Willich y Wolf.

 

Al comienzo, como puede verse por sus artículos. Marx y Engels no habían perdido las esperanzas; creían que a una detención temporal del movimiento seguiría un nuevo empuje revolucionario. Para no ser cogidos de improviso trataron de reforzar su organización y de ponerla en estrecho contacto con Alemania. La vieja Liga de los comunistas se reorganizó, agrupó a los miembros que ya habían pertenecido a ella y a nuevos elementos reclutados en Silesia, en Breslau y en Renania.

 

Sin embargo, después de algunos meses surgieron divergencias en la Liga entre los comunistas de izquierda y los de derecha. He aquí el motivo y la discusión.

 

A principios de 1850, Marx y Engels creían que no se haría esperar mucho tiempo un nuevo empuje de la revolución. En esta época la Liga de los comunistas lanza sus dos famosas circulares, escritas principalmente por Marx. Lenin las sabía, por así decirlo de memoria y las cita con frecuencia.

 

Para orientarse bien, es preciso recordar los errores cometidos por Marx y Engels durante la revolución de 1848. Las circulares muestran que es necesario criticar implacablemente no sólo al liberalismo burgués sino también a la democracia; que hay que concentrar todos los esfuerzos para oponer a la organización democrática una organización obrera; que ante todo hay que crear un partido obrero. La lucha contra los demócratas no debe cesar; a cada una de sus reivindicaciones hay que responder con una más radical. Si los demócratas reclaman la jornada obrera de nueve horas, nosotros reclamamos la de ocho; si la expropiación de las grandes propiedades de tierra con indemnización, nosotros la confiscación pura y simple. Es necesario recurrir a todos los medios para hacer avanzar la revolución, para hacerla permanente, para ponerla constantemente a la orden del día. No hay que dormirse sobre los laureles, satisfechos con algún éxito conseguido. Cada conquista debe ser un escalón para llegar a la conquista siguiente. Declarar la revolución terminada es traicionarla. Hay que obrar de tal modo que el régimen social y político, minado por todas partes, se desmorone gradualmente hasta que lo hayamos librado de todas las supervivencias del antagonismo de clases.

 

Sobre la apreciación de la "situación social" comenzaron las divergencias. Contrariamente a sus adversarios, dirigidos por Schaper y Willich, Marx, fiel a su método, partía del hecho de que toda revolución política es la consecuencia de ciertas condiciones económicas, de una cierta revolución económica. La revolución de 1848 fue precedida de la crisis de 1844, que alcanzó casi a toda Europa, salvo las regiones extremas del oriente. Luego, analizando desde Londres la nueva situación económica, el estado del mercado mundial, Marx se persuade de que la situación no es favorable para una explosión revolucionaria, y que la ausencia de esa pujanza revolucionaria que esperaba con sus camaradas, no se explica únicamente por la falta de iniciativa y de energía de parte de los revolucionarios. A fines de 1850, el análisis detallado de la situación del momento lo lleva a la conclusión de que, dado el estado de prosperidad económica, toda tentativa para provocar la revolución, para organizar una insurrección armada terminaría por un fracaso tan inevitable como inútil. El Capital europeo se encontraba en ese momento en condiciones de desarrollo extremadamente favorables. Acababan de descubrirse minas de oro de una riqueza inmensa en California y en Australia, adonde afluían en masa los obreros. La ola de emigración europea, comenzada en el segundo semestre de 1848, se elevó notablemente en 1850.

 

De modo que el análisis de las condiciones hizo comprender a Marx que la revolución perdía terreno, que era necesario esperar una nueva crisis económica que creara condiciones favorables para una renovación del movimiento revolucionario. Pero este punto de vista no era compartido por todos los miembros de la Liga de los comunistas. Era particularmente contradicho por los elementos que no poseían la formación científica, la ciencia económica de Marx, y que atribuían una importancia exagerada a la iniciativa de algunas personalidades resueltas. Willich, que con Gottschalk incitó a la revolución el 3 de mazo en Colonia y desempeñó un gran papel en la insurrección del sur de Alemania, lo mismo que Schapper y varios otros miembros de la Liga de los comunistas afiliados a la unión obrera de Colonia y viejos partidarios de Weitling, se unieron y preconizaron la organización de una insurrección. Según ellos, bastaba conseguir la cantidad de dinero necesario y reunir algunos hombres resueltos para provocar una insurrección en Alemania. En busca de dinero, tentaron concertar un empréstito en América, a fin de levantar la revolución en Alemania. Marx. Engels y algunos de sus camaradas más allegados se negaron a participar en la campaña. A la postre se produjo una escisión; la Liga de los comunistas se dividió en dos fracciones: la de Marx y Engels y la de Willích y Schapper.

 

En este momento la sección alemana de la Liga de los comunistas sufre un descalabro. Ya en 1850 Marx y Engels, al mismo tiempo que se efectuaba una reorganización de la Liga de los comunistas en Londres, habían tentado reorganizar y consolidar esta misma Liga en Alemania. Se enviaron a ese país muchos agentes para que se entrevistaran con los comunistas alemanes. Uno de ellos fue arrestado y sobre él encontraron documentos que permitieron a la policía prusiana de seguridad, dirigida por el famoso Stieber, descubrir a sus camaradas. Se encarceló a numerosos comunistas. Para mostrar a la burguesía prusiana que no debía deplorar algunas de las libertades que le fueron arrebatadas en 1850, el gobierno prusiano resolvió organizar en Colonia un gran proceso contra los comunistas. Numerosos comunistas, entre ellos Lessner y Becker, fueron condenados a largos años de presidio. El proceso demostró la participación de un cierto número de agentes provocadores en el movimiento y permitió comprobar que Stieber, por medio de sus agentes, había recurrido a la falsificación de procesos verbales y a toda suerte de falsos testimonios.

 

Por resolución del grupo de comunistas que quedaron con él, Marx escribió un folleto a propósito del proceso a la Liga de los comunistas, en la cual revela todas las maquinaciones de la policía prusiana. Pero los condenados no sacaron gran provecho de ello. Terminado el proceso. Marx y Engels y sus camaradas llegaron a la conclusión de que, visto que había cesado toda relación con Alemania, la Liga de los comunistas no podía hacer nada, que era preciso esperar un momento más favorable, y a fines de 1852 decretaron su disolución. Otra parte de la Liga de los comunistas, la fracción de Willich y Schapper, vegetó alrededor de sus miembros: Schapper comprendió que había cometido un error en 1852 y se reconcilió con Marx y Engels. En seguida veremos lo que hicieron Marx y Engels durante el tiempo que carecen de la posibilidad de realizar una acción revolucionaria directa…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: RIAZANOV. “Marx y Engels conferencias” ]

 

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2 comentarios:

  1. "En adelante la república tricolor tendrá sólo un color, el color de los vencidos, el color de la sangre". No sé si será mera leyenda o probada realidad, pero en algún lugar leí que la bandera roja nació en las barricadas parisinas cuando un revolucionario hondeó una camisa empapada en sangre.

    Salud y comunismo

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    1. EL VIVIR SE HA PUESTO AL ROJO VIVO


      Como bien dices existen leyendas fingidas y también verdaderas, aunque en este caso que citas creo que queda bien evidente su autenticidad con el aval de la razón histórica: para el quiera verlo ahí está el “río de sangre que corre por los contornos del mundo”, que cantó Violeta Parra, que va desde las históricas luchas de los esclavos hasta las sangrientas batallas que están enfrentando en la actualidad los mártires antimperialistas en Gaza, Ucrania, Yemen…

      A esa histórica y revolucionaria “Bandera Roja”, que nos muestra como inseparables el sujeto y el objeto, le canta el poema de Blas de Otero:


      “…Como una mano
      alrededor del mango de un martillo
      o de la empuñadura de una hoz…”


      Y, con su peculiar poética, también Rubén Darío tomó partido contra el imperialismo:

      “…¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
      ¿tantos millones de hombres hablaremos inglés?
      ¿ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
      ¿callaremos ahora para llorar después?...”



      Salud y comunismo

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