lunes, 12 de diciembre de 2022

 

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NUESTRO MARX

Néstor Kohan

 

[ 047 ]

 

 

SEGUNDA PARTE

¿EL RETORNO DE MARX?

 

 

 

MARX Y LA PRAXIS POLÍTICA EN LA LECTURA CRÍTICA DE GRAMSCI

 

Un antecedente obligado al cual nos debemos remitir en el intento de repensar a Marx desde esta nueva perspectiva de abordaje es la obra de aquel hereje comunista italiano, quien denominó al marxismo "filosofía de la praxis" (retomando la botella lanzada al mar por su precursor Antonio Labriola). Gramsci lo hizo por razones de censura carcelaria, pero también y sobre todo porque consideraba que la categoría central del corpus teórico marxiano era la de "praxis". En su aguda reconstrucción de Marx desplegada pacientemente en las miles de páginas que conforman los Cuadernos de la cárcel, Gramsci cuestionaba la división de la concepción del mundo de Marx en dos pliegues doctrinarios mecánica y abstractamente separados: 1) una "doctrina de la historia y de la política" (el denominado "materialismo histórico"): el HISMAT, y 2) una doctrina filosófica general (perteneciente a la tradición materialista, a la que se le agregaba el aditamento "dialéctico"): el DIAMAT. Esta separación mecánica no solo es identificable en el rudimentario DIAMAT sino también en el sofisticado pensamiento de Althusser. En una y en otra relectura de Marx se intenta reconstruir la "filosofía ausente" en El Capital: desde el materialismo ontológico uno, desde la epistemología estructural el otro. Pero en ambos casos hay separación.

 

En estos Cuadernos —cuatro años posteriores a la proclamación por parte de Bujarin del DIAMAT como filosofía oficial de la Internacional Comunista (ya stalinizada) y de la publicación de los Siete ensayos de nuestro Mariátegui—, Gramsci intenta reconstruir el nervio central del pensamiento de Marx, sentando las bases epistemológicas que nosotros adoptamos como guía en esta investigación.

 

Cuestionando al DIAMAT, Gramsci critica que el materialismo "en general" sea concebido como una metafísica naturalista mecanicista válida para todo tiempo y todo lugar, lo que equivale a considerarlo como "un universal abstracto fuera del tiempo y del espacio". La terminante caracterización gramsciana del "Materialismo dialéctico" como una "metafísica" proviene de su concepción según la cual  escindida de la teoría de la historia y de la política, la filosofía no puede ser más que metafísica, mientras que la gran conquista en la historia del pensamiento moderno, representada por la filosofía de la praxis, es precisamente la historización concreta de la filosofía y su identificación con la historia.

 

Repensando estas formulaciones gramscianas desde el siglo XXI y desde nuestra realidad latinoamericana, nos preguntamos: ¿qué utilidad práctica tendría el marxismo desvinculado de la política y la historia? Podría ser, quizás, un instrumento cognoscitivo más —aséptico y neutralmente valorativo, como muchas veces se lo concibe—, olímpicamente ajeno a la praxis de transformación. Pero si se lo concibiera de este modo, si se convirtiera simplemente en uno de los tantos discursos que se ofertan y compiten en el mercado de las ideas y si la teoría crítica abandonase definitivamente en el terreno político la vocación de impulsar y alcanzar cambios radicales en la sociedad ¿seguiría siendo marxismo? ¿por qué no cambiarle entonces la denominación?

 

El vínculo entre categorías teóricas, hipótesis explicativas, método dialéctico, proyecto de transformación política y vocación praxiológica resulta indisoluble, si de lo que se trata es de repensar, rescatar y continuar la herencia y el programa marxiano. Éste solamente puede ser concebido como una mera técnica de investigación del orden social, de carácter y consumo puramente especulativo, al precio de mutilarlo, castrando su vocación praxiológica y neutralizando su radicalidad política.

 

Discutiendo y combatiendo esa mutilación, la apuesta gramsciana implica que si es verdad que el marxismo se sustenta en el materialismo, este "nuevo materialismo" (como lo denomina Marx en la décima tesis sobre Feuerbach) no constituye una nueva metafísica teórica —una nueva reelaboración especulativa de la filosofía o un renovado discurso de la ciencia, acumulativamente sumado a los anteriores— sino que constituye un materialismo praxiológico cualitativamente diferenciado del tradicional.

 

 

Es praxiológico en una doble dimensión: en primer lugar, porque concibe la relación del ser humano con el mundo como una relación activa, práctica, transformadora, y en segundo lugar, y principalmente, porque el pensamiento teórico marxiano no pretende dar una nueva "interpretación del mundo" (aunque se la conciba como una nueva "práctica teórica") sino que está dirigido centralmente a guiar la revolución social a través de uno de los polos privilegiados de la actividad humana: la praxis política revolucionaria y su principal instrumento, el ejercicio de la hegemonía. Aunque se pretenda castrarlo, otorgándole una tarjeta de invitación para sentarlo a la mesa e integrarlo "democráticamente" al almuerzo equidistante de los otros discursos y relatos en danza, la apuesta radical de la teoría crítica marxista intenta romper esa comunión de los santos, esa supuesta tolerancia amistosa, esa seductora y sutil invitación al desarme político.

 

Si de lo que se trata, entonces, es de recuperar la centralidad de la praxis, a partir de la obra de Marx y desde el ángulo de interpretación que nos legara Gramsci, ¿por qué continuar apelando a un término tan problemático como el de "materialismo"?. Optamos por seguir empleando este término porque la teoría crítica de Marx prioriza en su explicación de los procesos sociales las condiciones materiales de existencia del ser humano en el seno de las relaciones sociales y sus actividades productivas en el nivel histórico-social. En la obra y el pensamiento de Marx el materialismo remite a lo social, a lo histórico, no al elemento natural físico-químico. La materialidad en la que indaga y sobre la cual reflexiona Marx es la materialidad de la praxis social.

 

Si el materialismo es comprendido y circunscrito estrictamente en la órbita histórico-social y se lo concibe centrado en la praxis transformadora, no tiene ya punto de intersección alguno con el materialismo metafísico del DIAMAT stalinista (o con el de Bujarin que Gramsci cuestiona y critica en sus Cuadernos), aquel que plantea la prioridad ontológica de la materia en sí, concebida como realidad objetiva al margen del ser humano y de su actividad práctica, en forma independiente de la lucha de clases y de la historia, por oposición a aquello que los filósofos y teólogos han denominado habitualmente el espíritu. Tampoco comparte parentesco con el materialismo gnoseológico propio del realismo ingenuo que postula la primacía del mundo objetivo existente independientemente de cualquier sujeto que lo observa por sobre la conciencia que "lo refleja" (punto de vista sobre el cual giran los ejemplos pueriles repetidos en todos los manuales de la época stalinista).

 

 

 

EL ANÁLISIS DE LA PRAXIS Y SUS FORMAS EN EL CAPITAL

 

A partir de estas consideraciones sería oportuno repensar el status de la categoría de praxis presente en El Capital y qué es lo que analiza Marx en esa obra. Si su punto de vista fuera "materialista" en el sentido tradicional de este concepto, entonces el objeto de investigación principal de El Capital consistiría en el estudio de la relación del ser humano con la naturaleza objetiva-material pensada a partir de la centralidad de la categoría de fuerzas productivas. A quien intente leerlo de este modo se le escapará completamente el objetivo central que persigue Marx, quien no por casualidad eligiera como subtítulo explicativo de su principal obra Crítica de la economía política.

 

Esta crítica tiene como presupuesto la relación —abstracta y común a todas las épocas— del ser humano con la naturaleza a través del trabajo pero se despliega en otro nivel de determinación de mayor concreción que es el que le otorga su principal status teórico: el de las formas sociales, específicamente históricas, que adopta la praxis humana.

 

Es solo a partir de la separación metodológica que realiza Marx entre "materia" y "forma social" de la actividad humana y de sus productos objetivados cómo este último puede realizar la crítica de la confusión ahistoricista en la que recae la economía política, estudiando al mismo tiempo los avatares históricos que reviste la praxis humana en el modo de producción capitalista.

 

Por lo tanto, resulta lógico inferir que si bien su ángulo crítico de abordaje teórico tiene como presupuesto la naturaleza y la relación que el ser humano establece con ella, no obstante, su contenido principal se encuentra en la investigación específica de la actividad humana transformadora —la praxis— y sus formas históricas diferenciales. Es precisamente en la investigación de las formas sociales que asume la praxis donde Marx encontrará la clave epistemológica para cuestionar a la economía política y su rol legitimante del mercado capitalista, por lo tanto, acrítico e ideológico (entendiendo aquí por "ideológico" el sentido específico de falsa conciencia)…

 

(continuará)

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

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