viernes, 21 de octubre de 2022

 

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NUESTRO MARX

Néstor Kohan.

 

[ 031 ]

 

 

PRIMERA PARTE:

Una visión crítica de los usos de Marx

 

 

EL MARX DEL MATERIALISMO DIALÉCTICO. (DE PLEJANOV Y STALIN A LOS MANUALES DEL PARTIDO COMUNISTA DE LA UNIÓN SOVIÉTICA [PCUS])

 

 

 (...)

 

 

La codificación stalinista del DIAMAT a contramano de Lenin

 

En lugar de dar cuenta de este viraje leninista de 1914, que lo encaminara notablemente hacia la filosofía de la praxis marxiana a través de Hegel, por el contrario, fue la antigua teoría engelsiana enriquecida por ‘Materialismo y empiriocriticismo’ y sobre todo por las interpretaciones e innovaciones de Stalin, la que se consagró oficialmente como la doctrina oficial de la III Internacional tras el fallecimiento de su fundador. Es Bujarin, en el VI Congreso de la Internacional Comunista de 1928, cuatro años posterior a la muerte de Lenin, quien plantea que el "Materialismo dialéctico" es el método y la concepción materialista del mundo que sustenta la Internacional.

 

Consolidado ya el stalinismo, por estos años toma cuerpo la codificación de los "principios del leninismo" y, previsiblemente, su expresión filosófica: "el Materialismo dialéctico", soslayando los análisis críticos que el propio Lenin hiciera sobre la filosofía materialista metafísica. Desde esta canonización, se atribuyó retrospectivamente al máximo dirigente bolchevique el haber realizado la tarea de generalizar desde el punto de vista de la filosofía materialista lo más importante de cuanto la ciencia había aportado durante el período comprendido entre Engels y él.

 

En todas las codificaciones de la época stalinista, verdaderas fuentes sagradas y teológicas de aquel mundo cultural, las vertientes principales del sistema "materialista dialéctico" fueron los textos del último Engels, el de Lenin de 1908 (el de 1914-1916 prácticamente no figura) y sobre todo, "la filosofía" de Stalin.

 

Para demostrar la validez e importancia de este texto leniniano de 1908, Stalin redacta treinta años más tarde, en 1938, el capítulo IV de la historia oficial del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Ese texto aparece apenas dos años después de iniciados los tristemente célebres juicios de Moscú donde el despiadado y perverso grupito stalinista que se hizo con el poder tras la muerte de Lenin encarcela, tortura y finalmente liquida a la inmensa mayoría de revolucionarios que habían formado parte en 1917 de la insurrección de octubre.

 

 

En ese texto, Stalin vuelve a desarrollar los temas de su viejo librito de 1905, acerca del "Materialismo dialéctico" y el "materialismo histórico". Pero la caracterización sobre Materialismo y empiriocriticismo es aquí ejemplar. En lugar de considerar que esta es solamente una obra polémica que Lenin escribió para combatir y discutir en el terreno político, aunque se valga de la filosofía, Stalin considera que no es solo un escrito de polémica, sino que además constituye: 1) un libro de defensa de los fundamentos filosóficos y teóricos del marxismo, del "Materialismo dialéctico" y de su deducción-aplicación, el "materialismo histórico"; y además 2) una generalización "materialista" de los resultados de la ciencia, desde Engels hasta 1908.

 

Si Stalin le asigna a esta obra tanta importancia es porque considera que allí Lenin defiende una herencia teórica irrenunciable. Para demostrarlo redacta "Sobre el Materialismo dialéctico y sobre el materialismo histórico", desde el cual codifica y organiza en un cuerpo lógico circular, sistemático y cerrado, sin contradicciones ni fisuras internas, o sea en un verdadero "sistema" (como ya lo había llamado en 1905, aunque no lo hubiera expuesto como tal), lo que se venía sosteniendo desde 1877 en forma asistemática.

 

Nuevamente Stalin comienza allí describiendo la estructura ontológica de todo ser, aunque prioriza en forma totalmente determinante "los fenómenos de la naturaleza", los que en su opinión constituyen el principal objeto de esta doctrina. En este aspecto irá más lejos que sus antecesores e identificará no solamente "la materia"con "el ser" y con "la naturaleza", sino también con "la existencia" e incluso directamente con "lo físico". Esta categoría sufrirá entonces una disminución en su nivel de abstracción, aún si la comparamos con la del Lenin de 1908, pues ahí queda sin mediaciones reducida directamente al plano de lo físico-inmediato. No es ya la realidad objetiva en su generalidad sino lo inmediatamente —léase: sin mediaciones— accesible a los sentidos. El materialismo se vuelve aún más tosco que el de los empiristas ingleses del siglo XVII.

 

De la estructura ontológica nuevamente será inferida la supuesta "gnoseología del materialismo dialéctico" según la cual "las sensaciones y percepciones de la conciencia" constituirían "la imagen refleja del ser, de la materia". La teoría del reflejo queda, entonces, retomando la teoría staliniana del retardo de la conciencia de 1905, finalmente constituida sobre sus propias bases.

 

Partiendo de esta metafísica materialista desarrollará "su aplicación" al ámbito histórico social. Y en esta deducción-aplicación va implícita la naturalización de lo social. Pues si en la naturaleza rigen, supuestamente, leyes absolutas y los fenómenos se comportan de manera totalmente irreversible y necesaria, entonces en el terreno socio-histórico de deducción-aplicación "la lucha de clases del proletariado constituye un fenómeno perfectamente natural e inevitable". Tal necesidad expresada en las férreas leyes de la sociedad, gracias a las cuales sería posible, según esta teoría, que haya "ciencia" en el estudio de éesta, permite que el cuerpo científico social tenga la misma precisión que las ciencias naturales; por ejemplo, que la biología.

 

Por otra parte, si la teoría del reflejo, supuestamente válida para todo el ser, enseña que la conciencia "refleja" la materia, entonces aplicada a la sociedad conduciría a postular que la conciencia social solamente "refleja" el ser social, con las obvias consecuencias que se deducen de esto para el tratamiento de las producciones culturales y los fenómenos de conciencia social, que se conciben meramente como un epifenómeno secundario y subsidiario del impetuoso e imparable avance de las fuerzas productivas.

 

En consonancia con el ya analizado equívoco productivista de la lectura sobre Marx, es en el terreno social donde Stalin otorga el papel determinante en forma absoluta a las fuerzas productivas. Dentro de estas, enfatiza y subraya sobremanera el papel de los instrumentos de producción. Mediante esta operación teórica el productivismo se constituye definitivamente en la piedra de toque del "Materialismo dialéctico" aplicado a la sociedad, sustentado en el argumento de que la conciencia, por un lado, y las relaciones de producción, por el otro, siempre tienen que acompañar —en forma necesaria— el progreso ilimitado y ascendente de las fuerzas productivas. De aquí se inferirá el carácter "progresista" de la teoría marxista, y se la asimilará a las corrientes más positivistas, liberales y modernas de la burguesía occidental en su época de expansión. El marxismo no apostaría entonces por la superación de la modernidad capitalista sino por su perfeccionamiento y su generalización, despreocupándose de manera completa por el agotamiento de los recursos naturales no renovables y por cualquier intento de reencaminar la relación entre la sociedad y el ecosistema. De este modo Marx se convierte, como años después sostendrán Marshal Bermann y Gran Therborn, en un "modernista" (véase la segunda parte de esta investigación), fácil presa de las alegres y divertidas cacerías posmodernas.

 

Por último, Stalin sostiene, retomando lo afirmado por Engels, que la práctica tiene fundamentalmente dos acepciones. Es sinónimo, en primera instancia, del "experimento y la industria" y, en segundo término, de la "experiencia". Esta primera acepción de "práctica" presupone el mencionado productivismo general que impregna todo el pensamiento staliniano, y al mismo tiempo soslaya otras dimensiones de la categoría, como la práctica artística o la revolucionaria. La segunda acepción es aún más grave, pues asimila la conciencia filosófica de la práctica —sin ningún tipo de mediaciones— al sentido común, a la "experiencia" cotidiana prefilosófica y precrítica característica del dogmático y fetichista realismo ingenuo. La práctica no sería más que la esfera del mundo de lo que Karel Kosik denomina "la seudoconcreción".

 

Tiende por eso a asimilar la práctica que Marx teoriza en las Tesis sobre Feuerbach de 1845 con la práctica utilitaria, entendida esta última como la "experiencia de vida", cuyo sentido común ya a nadie se le escapa después de Gramsci que ha sido históricamente moldeado por la hegemonía cultural de las clases dominantes.

 

En la segunda mitad de la década de los '30 —cuando Stalin redacta aquel célebre capítulo— el futuro se cierra amenazador como una pinza implacable sobre el pensamiento crítico revolucionario. Por fuera, el ascenso del fascismo, el franquismo y el nazismo; por dentro, la represión, la dogmatización y la definitiva esterilización. En aquellas décadas la positividad aplastó a la negatividad; la legitimación, a la crítica; el sistema, al método; la lógica, a la historia; y la cita, a la reflexión. Se obturaba la embriagante aventura del pensamiento, la teoría crítica marxista crujía, nacían los aburridos manuales…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

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