miércoles, 19 de octubre de 2022

 

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NUESTRO MARX

Néstor Kohan.

 

[ 030 ]

 

 

PRIMERA PARTE:

Una visión crítica de los usos de Marx

 

 

EL MARX DEL MATERIALISMO DIALÉCTICO. (DE PLEJANOV Y STALIN A LOS MANUALES DEL PARTIDO COMUNISTA DE LA UNIÓN SOVIÉTICA [PCUS])

 

 

 (...)

 

 

 

Lenin, político revolucionario y lector de Hegel

 

 

[…] A partir de ese viraje, el conocimiento no puede ya ser reducido a una copia mecánica o imagen especulativa (1908) sino que debe ser entonces entendido como una producción (1914). Conocer es producir hipótesis, crear explicaciones, construir teorías y modelos, para intentar dar cuenta de los procesos históricos reales. Dialogar y traducir a Hegel le permite a Lenin alejarse del materialismo burgués (empirista y sensualista) del siglo XVIII, que había aprendido de Plejanov, y acercarse al Marx de los Grundrisse, sobre todo al del "Método de la economía política" donde aquel expone los pasos y mediaciones que el conocimiento científico debe recorrer para producir la totalidad concreta pensada y tratar de apropiarse de la totalidad concreta real. Sin Hegel Lenin no hubiera podido saltar hacia el concepto concreto pensado. Se hubiera detenido en el sensualismo empirista que, de modo reduccionista, prioriza las impresiones y sensaciones como vía exclusiva para acceder a las abstracciones iniciales del conocimiento científico o, a lo sumo, en el nivel caótico de las intuiciones no mediadas por el concepto. Gracias a él pudo afincar su marxismo revolucionario y radical en el terreno político en una concepción igualmente afilada y cortante en la esfera filosófica. No se podía hacer la Revolución de Octubre, en un país subdesarrollado y "atrasado", con desarrollo desigual y combinado —como demostró Trotsky en su Historia de la revolución rusa—, a contramano de la evolución histórica y "contra El Capital" — como irónicamente sentenció el joven Gramsci— de la mano de un Diderot, de un Darwin o de un Kautsky.

 

Si el ser humano ya no es una porción de materia con un atributo: la conciencia reflexiva y especulativa, sino que se convierte en un ser práctico "que decide con su actividad cambiar el mundo que no le satisface", la categoría que lo define es la praxis. Así Lenin logra dejar de lado en su formulación filosófica la concepción especulativa más próxima al empirismo y acercarse tanto al Marx de las Tesis sobre Feuerbach de 1845 como retomar lo mejor de su propia producción teórica juvenil, aquella que ya en 1894 había rescatado y subrayado la importancia metodológica central que tenía para la teoría social crítica una categoría de neto corte historicista como la de "formación económico-social" defendida en Quiénes son los «amigos del pueblo» y cómo luchan contra los socialdemócratas. Ese Lenin será el que elaborará poco tiempo después la teoría del imperialismo, la del desarrollo desigual de las sociedades capitalistas (basándose en una concepción multineal del decurso histórico) y planteará la formulación política más revulsiva, provocadora y radical: Las tesis de abril (1917).

 

Si en política había ya roto con las amarras que lo ataban a la II Internacional, en filosofía las lecturas de Hegel durante la crisis de la Primera Guerra Mundial le permiten cortar el cordón umbilical que lo unía al determinismo fatalista de la segunda generación de marxistas europeos. Este ajuste de cuentas implica, en última instancia, la aproximación a una mayor coherencia entre su formulación política y su formulación filosófica. Lenin se proponía romper, y así lo hizo, en todos los ángulos con la II Internacional. No solo en política.

 

No es casual que el dirigente bolchevique prolongara en 1915 su relectura-rescritura de Hegel, con el apasionado seguimiento y el estudio de la obra de Clausewitz. En ella Lenin encuentra una concepción no mecanicista ni economicista de los conflictos bélicos, según la cual la guerra es una totalidad orgánica re a su vez constituye una parte de la unidad contradictoria mayor, esto es, la política. De allí que la guerra mundial no sea, en la óptica del fundador de la Internacional Comunista, la interrupción entre dos períodos de paz, sino la continuación de la política y de los intereses clasistas del capital monopólico e imperialista por otros medios.

 

Esa concepción dialéctica de Clausewitz, que según las anotaciones de Lenin, iba "en dirección al marxismo", era diametralmente opuesta al mecanicismo "materialista" predialéctico de Plejanov y de las demás "autoridades" ortodoxas de la Segunda Internacional, de donde se infiere que el estudio leniniano de Clausewitz de 1915 constituye una nueva estación en el itinerario de su viraje teórico-filosófico, con relación a 1908.

 

Hubiese sido imposible desde el "materialismo" objetivista y predialéctico de Plejanov (todavía suscrito por Lenin en 1908) dar cuenta de la inaudita acumulación de contradicciones y su violento estallido, tanto en la crisis interna de la Segunda Internacional como en la guerra interimperialista de 1914-1918. Sólo una concepción dialéctica como la de Hegel le permite a Lenin explicarse y explicar la forma, las transiciones, las nuevas modalidades y los saltos cualitativos que las contradicciones sociales tuvieron en ese período.

Las perspectivas dialécticas de Hegel y de Clausewitz convergieron y fueron imprescindibles en la elaboración de la teoría leniniana del imperialismo y el capital financiero (fusión del capital industrial y el bancario), donde desarrolla los descubrimientos de Marx acerca de la reproducción ampliada del capital en una época en la cual el capitalismo de libre competencia había dejado paso a una fase histórica cualitativamente distinta: la del capitalismo de los monopolios imperialistas y multinacionales, cuyas contradicciones económicas y políticas originaban la guerra mundial. Hegel y Clausewitz también están presentes en Las tesis de abril, cuando recién descendido del vagón del ferrocarril que lo transportó junto con todos los emigrados rusos. Lenin sentencia ante los consejos obreros y para horror de todos la pretendida ortodoxia: "El poder del Estado ha pasado, en Rusia, a manos de una nueva clase: la burguesía y los terratenientes aburguesados. Por consiguiente, la revolución democrático-burguesa, en Rusia, ha terminado". Los partidarios de la historia evolutiva "en escalera", peldaño tras peldaño, etapa tras etapa, no lo podían creen. Lenin rompe de ese modo con la lógica que había regido hasta ese momento al "marxismo ortodoxo" (y que lo continuará haciendo durante la época del predominio stalinista).

 

¡Es la obra de un loco!, ¡Pretende forzar la historia!... gritaron horrorizados al unísono. La ruptura epistemológica que había puesto a tono la teoría crítica y la filosofía con la teoría política de la hegemonía no había pasado en vano.

 

Precisamente en ese mismo folleto, tan "herético" y radical —tan vilipendiado por los insulsos, timoratos y acomodaticios que hoy despachan de un plumazo a la revolución bolchevique descalificándola como un... "golpe de Estado" (¿?)—, Lenin continúa defendiendo la teoría de la hegemonía: "Para convertirse en poder los obreros conscientes tienen que atraerse a la mayoría: mientras no se ejerza violencia contra las masas, no será otro el camino para llegar al poder [...] hay que preparar esclareciendo la conciencia proletaria, emancipando al proletariado de la influencia de la burguesía". Es decir, para convertirse en poder los trabajadores deben generar consenso hegemónico, no en función de la tan glorificada "gobernabilidad" ni los acuerdos parlamentarios e institucionales, sino en la perspectiva estratégica de la revolución.

Tres años después de triunfar, en su libro ‘El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo’ (1920), el "perverso", "monstruoso", "impiadoso" y "autoritario" Lenin, aborrecido por todos los poderosos y sus plumas a sueldo, seguía insistiendo pacientemente: "Si no se produce un cambio en las opiniones de la mayoría de la clase obrera, la revolución es imposible". La hegemonía sigue siendo la piedra de toque de su teoría crítica y su filosofía política revolucionaria.

 

La ruptura con la que la lógica dialéctica y su historicismo radical descentran entonces la problemática "materialista" en el pensamiento maduro de Lenin es definitiva. Esa fisura cortante, terminante, le permite también romper con el molde determinista en el que habían apoyado su indisimulado colonialismo gran parte de los dirigentes de la Segunda Internacional. Para estos, los estadios de la evolución social no podían violentarse, seguían una marcha evolutivo-natural. Darwin prolongaba a Marx. Las colonias debían pasar necesariamente por "la civilización" —el modo de vida europeo-occidental—, antes de ser libres. De ahí la necesidad de mantener la tutela imperial que muchos socialistas defendieron con ahínco en aquella oportunidad.

 

Solo polemizando con este materialismo evolucionista de la Segunda Internacional, que no admitía una pluralidad y coexistencia de civilizaciones sino solo una —la europeo-occidental— y que tampoco aceptaba la multiplicidad de vías de desarrollo histórico, Lenin pudo "descubrir" el problema nacional y colonial. La ruptura política y el rechazo de la paternidad filosófica que hasta ese momento habían ejercido sobre él Kautsky, Plejanov y todo el "marxismo ortodoxo" le permitieron descentrar la mirada y abrir el juego desde la naciente Internacional Comunista a los pueblos y naciones oprimidas.

 

En ese sentido, emocionadamente recordaba Ho Chi Minh, el gran líder de la revolución vietnamita:

 

"En cuanto a la II Internacional [...] Sus líderes aprovecharon hasta la más mínima ocasión para subrayar su adhesión sin reservas a la política imperialista aplicada por los capitalistas en sus posesiones coloniales. Estos señores no aprobaban la lucha de los pueblos coloniales por su independencia [...] En su política colonial, más que en ninguna otra parte, la II Internacional se desenmascaró como una verdadera organización pequeñoburguesa. Es por eso que, hasta la revolución de octubre, el socialismo era considerado en los países coloniales como una doctrina reservada para los blancos, un nuevo medio de engaño y explotación. Debía tocar a Lenin inaugurar una nueva era verdaderamente revolucionaria para los pueblos coloniales. Fue el primero que condenó los prejuicios hacia los pueblos coloniales aferrados en numerosos obreros de Europa y América. Sus tesis acerca de la cuestión nacional, aprobadas por la Internacional Comunista, provocaron una gran revolución en todos los países oprimidos del mundo".

 

Sobre la ruptura y el giro promovidos por Lenin, similar evaluación realizó, desde nuestra América, alguien tan preocupado por los pueblos originarios y la opresión indígena como José Carlos Mariátegui:

 

"En la Primera Internacional no estuvieron representados sino los trabajadores europeos y norteamericanos. En la Segunda Internacional ingresaron las vanguardias de los trabajadores sudamericanos y de otros trabajadores incorporados en la órbita del mundo europeo, del mundo occidental. Pero la Segunda Internacional continuó siendo una Internacional de los trabajadores de Occidente, un fenómeno de la civilización y de la sociedad europeas [...] de aquí que las masas trabajadoras de Europa no combatiesen enérgicamente la colonización de las masas trabajadoras de Oriente [...] esos socialistas han objetado a la Tercera Internacional la cooperación que este organismo presta a la emancipación política de las colonias.”

 

Sin ese profundo giro teórico leninista, la joven III Internacional —anterior a la fosilización dogmática que luego le imprimió Stalin— no hubiera podido dirigir en 1921 y 1923 aquellos dos célebres mensajes a los pueblos latinoamericanos.

 

Siete años después de haberse encontrado teóricamente con Hegel, y habiendo triunfado ya la revolución bolchevique, Lenin vuelve a intervenir en el terreno de la polémica política a través de la filosofía. En esta oportunidad —enero de 1921—, discutiendo con Bujarin y Trotsky acerca de los sindicatos, Lenin despliega su argumentación desde las posiciones teóricas asumidas a partir de 1914, subrayando las cuatro características que, en su opinión, constituyen el núcleo esencial del marxismo y de la lógica dialéctica de Hegel. Estas últimas serían: 1) la importancia central de abarcar y estudiar la totalidad de los aspectos, junto con todas sus vinculaciones e intermediaciones; 2) la necesidad de estudiar los procesos en su historicidad, en su "automovimiento" y "desarrollo"; 3) el insustituible lugar de la práctica de los seres humanos, que debe estar siempre presente en la definición de los objetos y en su vinculación con lo necesario para el ser humano; y 4) el carácter concreto de la verdad.

 

Si se los compara con su posición de 1908, se puede apreciar cuán lejos están estos cuatro ejes subrayados de su anterior realismo cercano al materialismo vulgar. En esas particular exposición de las notas esenciales de la dialéctica, la teoría crítica marxista adquiere en Lenin un registro notoriamente historicista y praxiológico, que no abandonará hasta el final de sus días. En ese sentido, continúa también firme en la defensa de su teoría política de la hegemonía, núcleo central de la filosofía de la praxis. Ya no alcanzaba el simple "materialismo" dieciochesco para elaborar una nueva cultura política. Sus instrumentos teóricos eran demasiado precarios para un período como el que vive Lenin después de 1917, cuando los revolucionarios debían crear imperiosamente —ejerciendo su hegemonía sobre la sociedad civil— una nueva cultura radicalmente alternativa a la secular del capitalismo y a la de los zares:

 

"Desde el momento en que un grupo subalterno se vuelve realmente autónomo y hegemónico suscitando un nuevo tipo de Estado —afirma Gramsci— nace concretamente la exigencia de construir un nuevo orden intelectual y moral, o sea, un nuevo tipo de sociedad y por lo tanto la exigencia de elaborar los conceptos más universales, las armas ideológicas más refinadas y decisivas".

 

Entre esos "conceptos más universales" se encuentra la nueva elaboración historizada de la dialéctica que por entonces promueve Lenin. No se podían entonces militarizar los sindicatos —uno de los ejes de la polémica de 1921— porque ello hubiese implicado perder la hegemonía, romper las alianzas tejidas pacientemente por los revolucionarios entre las clases y fracciones de clase populares opuestas al capitalismo.

 

Siguiendo esta misma dirección metodológica, al año siguiente (marzo de 1922), comentando las opiniones de Trotsky en torno a las tareas de la revista Bajo la Bandera del Marxismo, Lenin recomendará a los redactores y colaboradores de esa publicación el estudio sistemático de Hegel y la constitución de una especie de "Sociedad de amigos materialistas de la dialéctica hegeliana".

 

¡Amigos de Hegel! Aquel mismo a quien se denostó como "prusiano" en el frío invierno de los manuales stalinistas y que hoy goza de tan mala prensa entre los adherentes a las metafísicas "post".

 

No obstante todas las consecuencias de largo aliento que para el estudio de El Capital, la teoría crítica marxista, su filosofía de la praxis y su epistemología dialéctica podrían haberse inferido de este rexamen leniniano del materialismo burgués y de su ajuste de cuentas con su propia conciencia filosófica anterior, es un hecho histórico irreversible que su encuentro teórico con Hegel pasó inadvertido para los constructores del DIAMAT, quienes optaron por sacralizar los escritos de 1908 aun a costa de petrificar y mutilar la permanente ebullición, creación y desarrollo de su pensamiento vivo más profundo.

 

En esta investigación presuponemos que una nueva lectura contemporánea de Marx, realizada desde una perspectiva latinoamericana y a contramano de las coyunturales y efímeras modas académicas, no debería soslayar desde ningún punto de vista estos fragmentos autocríticos leninianos. Ellos permiten un acercamiento de primera mano al laboratorio mental de este gran pensador. No a la invocación vacía y hueca de su nombre, a la imagen pétrea de su momia y su mausoleo ni a la caricatura satanizada que en aulas, maestrías y doctorados circula sobre él, sino al Lenin vivo, indomesticable, crítico, revolucionario y radical. "El más grande teórico de la filosofía de la praxis", según lo definiera Antonio Gramsci…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

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