jueves, 29 de septiembre de 2022

 

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NUESTRO MARX

Néstor Kohan.

 

[ 024 ]

 

 

PRIMERA PARTE:

Una visión crítica de los usos de Marx

 

 

 

La perseverancia de Bobbio contra Marx

 

Aunque Bobbio dialogó y, fundamentalmente, polemizó con el marxismo a lo largo de toda su vida, recién a mediados de los años '70 logra entre sus interlocutores italianos (y también franceses, a través de debates internacionales organizados por la revista italiana Il Manifesto) un éxito sin precedentes. El historiador británico Perry Anderson le reconoce que:

 

"En efecto, fue Bobbio quien instó al Partido Comunista Italiano a suscribir las tesis eurocomunistas y previó su adopción con veinte años de adelanto. Desempeñó un importante papel en el abandono de su pasado marxista por parte del Partido Socialista Italiano. Contribuyó a hacer frente al reto de la extrema izquierda durante la misma época".

 

A partir de esos años, sus antiguos polemistas —militantes e intelectuales comunistas, socialistas y de la nueva izquierda estudiantil hacen suyas muchas de las conclusiones de Bobbio en su interesada lectura de Karl Marx. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué el registro de lectura del profesor italiano, tan endeble y tan limitado en su estudio del marxismo, alcanza semejante capacidad de persuasión en su audiencia? Las respuestas no pertenecen tanto al orden lógico del discurso teórico ni al debate específicamente académico sino más bien a coyunturas políticas sumamente determinadas. No fue la "filología" de Bobbio sobre Marx —sumamente frágil, escasa, módica, accidentada y unilateral, como señalamos— la que triunfó. Las razones fueron de otra índole.

 

La inflexión se produjo en el período 1975-1977, los años de la derrota política definitiva de la izquierda extraparlamentaria italiana, incluyendo dentro suyo desde la nueva izquierda estudiantil —donde militaba el hijo del profesor Bobbio, dirigente de la organización Lotta continua—, pasando por los partidarios de la autonomía operaria — donde estaba enrolado Toni Negri— hasta los militantes de la lucha armada nucleados en las Brigadas Rojas. Un abanico político que, en su gran variedad de tonalidades del rojo más intenso, intentó superar por izquierda la influencia hasta ese momento hegemónica del antiguo Partido Comunista Italiano. Norberto Bobbio fue un agrio polemista de todos ellos al mismo tiempo, no sólo contra la noción gramsciana-leninista de "hegemonía" promovida hasta esos años por el PCI sino también contra la propuesta de "democracia asamblearia" y la "acción directa" contra el Estado capitalista impulsada por la nueva izquierda.

 

No resulta casual que a partir de esa derrota política y del auge eurocomunista (vigente en el PC de Italia, en el de Francia y en el del estado español), las tesis liberales de Bobbio comienzan a ganar adeptos en la Europa occidental y latina. No caprichosamente Anderson afirma:

 

"La «crisis del marxismo» fue un fenómeno esencialmente latino".

 

A partir de ese momento, en varios coloquios académicos europeos y en seminarios universitarios comienza a darse por sentado, con un consenso ampliado, la tesis que afirma que en Marx no existe una teoría política, ni del poder, ni de la dominación ni del Estado. Alegre afirmación que hoy continúa repitiéndose de manera mecánica en la Academia argentina sin mayores explicaciones ni fundamentaciones. Aparentemente un axioma "autoevidente" de los que tanto disfrutaban los escolásticos medievales.

 

¿Qué plantea Bobbio en 1977? Pues que:

 

"Cuando un marxista habla de laguna en la teoría política marxista, habla de ella, si se considera bien, en los dos sentidos: a pesar de sus buenas intenciones, Marx no logró nunca ocuparse sistemáticamente del problema del estado [...] una vez reconocido que sobre el estado esta doctrina no dice nada o sólo lo dice en forma negativa".

 

Afirmación que cabalga sobre la crisis de las bases teóricas y políticas, no del marxismo en general, sino más precisamente del reformismo eurocomunista de los años '70. Una crisis de la cual las fracturas de las anteriores "seguridades" cientificistas del althusserianismo —que más adelante abordaremos en esta investigación— resultaron seguramente una fiel expresión.

 

Es cierto que dos años antes, en 1975, Bobbio atropella contra Marx en dos oportunidades desde Mondoperaio, la revista teórica del Partido Socialista italiano. Particularmente en un trabajo titulado ‘¿Existe una doctrina marxista del estado?’, Bobbio caracterizaba a Marx como

 

"un autor que podía tener todas las buenas intenciones del mundo en lo tocante a escribir una crítica de la política junto a la crítica de la economía, pero que en realidad no la escribió nunca". En ese mismo año agregaba que: "considero licito decir que, aun cuando Marx no haya escrito jamás una crítica de la política, como escribió una crítica de la economía, su teoría política constituye una etapa obligada en la historia de la teoría del Estado moderno".

 

Aunque resulte paradójico y hasta contradictorio, un año después de formular este juicio furibundo —es decir, en 1976—, el mismo profesor había reconocido que Marx sí tenía una prolongada reflexión sobre el Estado y sobre la política en el artículo "Marx y el Estado" que escribiera para su propio Diccionario de política. Esas ambigüedades y contradicciones en su prosa remiten más que a una aguda, desinteresada y meditada "filología" marxiana —insistimos: endeble y accidentada en toda su obra, a pesar de los consensos que logró tejer en la Academia—, a los vaivenes de la coyuntura y de la polémica política cotidiana que se produce en Italia y en la cual Bobbio está inserto de pies a cabeza.

 

De modo que, entre 1975 y 1977, Bobbio lanza su dura estocada contra la interpretación vigente sobre Marx en los partidos eurocomunistas de la Europa latina. ¿Qué varía entre un año y otro? Pues el tenor de su andanada. Tanto en 1975 como en 1976, Bobbio había cuestionado al marxismo por sus supuestas falencias en torno al Estado pero al mismo tiempo le reconocía, todavía entonces, aunque de manera ambigua y a regañadientes, cierta reflexión en torno a la teoría política. En cambio, en 1977 su tono se hace más taxativo, seco y terminante. Lo que hasta ese momento, 1975 y 1976, habían sido en sus argumentos cuestionamientos puntuales y mesurados se convierten, en 1977, en sentencias apodícticas. El marxismo tendría una seria "laguna teórica" sobre este conjunto de problemas.

 

¿Por qué Bobbio se envalentona y crispa el tono habitualmente mesurado de su escritura en ese corto período? ¿Qué lo motiva a profundizar su crítica al marxismo en tan corto tiempo? ¿Por qué en lugar de moderarse —en aras del "diálogo con los comunistas", tan alabado en las autobiografías posteriores de Bobbio— hunde su pie en el acelerador? Las pistas que explicarían esa profundización de su crítica —hoy repetida, reiteramos, hasta el cansancio en la Academia argentina y en otras casas de estudio— no son independientes de la crisis política del Partido Comunista Italiano ni de la crisis teórica del althusserianismo francés.

 

¿Qué sucede con el PCI en 1976? Sencillamente, abandona en términos formales el leninismo (en términos reales se había desentendido de sus posiciones radicales largos años atrás, por no decir décadas, pero por entonces todavía conservaba la liturgia, la jerga y los rituales de ortodoxia).

 

¿Qué proclama Althusser en 1977, recurriendo a su estilo arrogante y altisonante, acompañado de su vocación por el artificio, el escándalo y la impostura (como él mismo reconoce en El porvenir es largo, su autobiografía póstuma)? Pues que:

 

"tampoco a propósito de la sociedad capitalista y el movimiento obrero la teoría marxista dice casi nada acerca del estado, ni sobre la ideología y las ideologías, ni sobre la política, ni sobre las organizaciones de la lucha de clase (estructuras, funcionamiento). Es un «punto ciego», que atestigua indudablemente algunos límites teóricos con los cuales ha tropezado Marx, como si hubiese sido paralizado por la representación burguesa del estado, de la política, etc. Hasta el punto de reproducirla solamente en una forma negativa (crítica de su carácter jurídico): punto ciego o zona prohibida, el resultado es el mismo".

 

Este Althusser tardío, de la segunda mitad de los años '70, posterior a sus Elementos de autocrítica y ya plenamente ganado para las ideas abiertamente reformistas del eurocomunismo, cedía completamente, a nombre de la supuesta representación "ortodoxa" del marxismo teórico, a las impugnaciones del liberalismo ("democrático") de Bobbio.

 

 

Justo es reconocerlo. Bobbio nunca fue un antimarxista galopante ni tampoco un anticomunista macartista. Sin embargo, ni lerdo ni perezozo, aprovecha rápidamente en aquella ocasión el tropezón teórico del althusserianismo y la crisis política del eurocomunismo para arremeter sin piedad contra Marx y el marxismo, creyendo que lo estaba refutando desde posiciones "democráticas" cuando en realidad estaba poniendo en discusión nada más que las endebles bases teóricas del reformismo del PCI (como oportunamente señaló Toni Negri en "¿Existe una teoría marxista del estado?", su respuesta a la crítica de Bobbio), compartidas también, agregamos nosotros, por el reformismo del PC francés.

 

Apenas dos años antes del traspié althusseriano y en completa sintonía cronológica con la arremetida de Norberto Bobbio, en ese mismo 1975 Michel Foucault refuerza la vuelta de tuerca afirmando que Marx no aporta una teoría del poder:

 

"Nietszche es el que ha dado como blanco esencial, digamos al discurso filosófico, la relación de poder. Mientras que para Marx, era la relación de producción. Nietzsche es el filósofo del poder",

 

afirmación que en esa misma época —¡desde su escaño en la cámara de diputados!— repite en Italia, sin sonrojarse, el hoy célebre Massimo Cacciari. Lo mismo hace Lucio Colletti (hoy converso al neoliberalismo erótico de Berlusconi), cuando afirma, en la misma época, que

 

"La verdadera originalidad del marxismo debe buscarse más bien en el campo del análisis social y economico, y no en la teoría política".

 

¿Constituye una casualidad que Althusser, Foucault, Cacciari y Colletti hayan salido a la palestra, casi al unísono y al estilo de voces coordinadas de un mismo coro, a proclamar la "crisis" de la teoría política del marxismo rindiendo tributo a las críticas que Norberto Bobbio venía desplegando en la Academia italiana desde hacía por lo menos dos décadas?. ¿Por qué no lo hicieron diez años antes? ¿Por qué no diez años después? ¿Por qué justo en ese momento?

 

Lo que en ese preciso momento de la historia estaba en juego, en esa coyuntura europea estrictamente determinada por el inminente ascenso del neoliberalismo y la nueva derecha (poco tiempo después asumiría el gobierno Margaret Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en Estados Unidos) cuya prédica salvaje y regresiva crecía cabalgando sobre la crisis innegable de la socialdemocracia clásica y los restos del stalinismo europeo aggiornado, no era tanto la teoría de Marx en sí misma sino más bien los restos lastimosos de una izquierda europea que muy cómodamente se había apoltronado a las condiciones políticas de la segunda posguerra.

 

Por muy "irreverentes", provocativos, contestatarios y "escandalosos" que hayan sido los gestos, las afirmaciones y los ademanes de muchos de estos académicos ? Foucault, para el caso de los no marxistas; Althusser para el de los marxistas— que jugaban a ser los "infantes terribles" de la Academia francesa, en última instancia no rompían con el statu quo de la cultura y el orden de dominación hegemónico que la burguesía había consolidado en toda Europa tras 1945. Un orden que a fines de los años '70 había ingresado en crisis terminal, como también le sucedió al marxismo académico que supuestamente lo impugnaba (desde adentro, sin sacar los pies del plato, según la expresión popular). De esa crisis puntual se trataba entonces. Ese era el carácter "finito" del que con tanta autosuficiencia e impostura hablaba Althusser, cediendo en la polémica hacia las posiciones de Bobbio. De la "finitud" de sus propias pretensiones de revolucionar la filosofía marxista mundial sin moverse un milímetro de la cómoda Academia francesa y del PCF eurocomunista.

 

El mismo Norberto Bobbio, sabiéndose momentáneamente triunfador, y con la seguridad de quien logró arrastrar no sólo al PCI, al socialismo y a la nueva izquierda italiana fuera del marxismo, sino también a importantes filósofos franceses hacia sus propias posiciones, cierra la mayor parte de aquellos debates con un balance irónico por demás sugestivo. En 1978 afirma:

 

"Tan es verdad que la obra de Marx, no obsante los errores y las lagunas, ha continuado y cointinuará avanzando, mientras muy a menudo sucede que los marxistas en crisis se vuelven antimarxistas".

 

Con realismo, un poco de humor y no poco cinismo, Bobbio se adelantaba con ese balance a lo que efectivamente sobrevendría de allí en más. Antiguos marxistas entusiastas, principalmente de raigambre althusseriana y de inspiración estructuralista en el terreno teórico, con no poca influencia cultural del maoísmo occidental —bien distinto del maoísmo chino como alguna vez demostró Samir Amin— y fuertemente impactados por las derrotas político-electorales del eurocomunismo institucionalista, terminan a partir de aquel debate girando vertiginosamente hacia posiciones derechistas. Algunos de ellos se vuelven apologistas de Estados Unidos y su american way of life, otros hacen suya la retórica anticomunista de la guerra fría (identificando marxismo con "filosofía del Gulag"), muchos otros se tornan convencidos posmodernos y posestructuralistas.

 

El profesor Norberto Bobbio, polemista de Marx, de Gramsci y de todo el marxismo en su conjunto, lejos del anticomunismo macartista, pone rápidamente distancia frente a los nuevos conversos —algunos de ellos autobautizados "nuevos filósofos" y partidarios del neoliberalismo más salvaje—. Es más, durante la década del '90, al final del siglo XX, Bobbio les recuerda a estos ex marxistas, repentinamente transmutados en antimarxistas, que no resulta conveniente abandonar el diálogo con Marx ni con su herencia política e intelectual.

 

Ahora bien, si Norberto Bobbio gana la discusión entablada con sus interlocutores académicos del marxismo europeo a pesar de contar con una "filología" marxiana tan endeble y un manejo de Marx que dista largamente de ser multilateral, riguroso y exhaustivo, ¿debemos nosotros heredar, sin beneficio de inventario, esa pesada deuda intelectual de la Academia europea?

 

El propio Bobbio, en un raro gesto autocrítico de finales de su vida, sintetiza en un último balance el amargo conformismo que sus elaboraciones políticas "democráticas" tienen para ofrecer a las nuevas generaciones:

 

"Por haber vivido durante muchos años viendo truncadas todas mis esperanzas, he aprendido a resignarme a mi propia impotencia [...] Pero acepto sin reparos que estos argumentos no sean válidos para la juventud italiana [¿sólo italiana? N.K.] que no vivió el fascismo y sólo conoce esta democracia nuestra, menos que mediocre, y, por esta razón, no se halla igualmente dispuesta a aceptar los argumentos del mal menor".

 

Hoy en día, en la Argentina y en la América Latina del siglo XXI, un cuarto de siglo después de aquella coyuntura europea, cuando el neoliberalismo ya no tiene nada más que ofrecer en el orden teórico, cuando el reformismo institucional del eurocomunismo es apenas un patético souvenir de época, cuando su sucesor, el posmodernismo, se agota en su apología del orden mediocre, represivo y mercantil y sus principales impulsores se desentienden del hijo no deseado, ¿debemos aceptar sin mayores trámites —con Kautsky, con Bujarin, con Loria y hasta con Bobbio— que Marx es un simple economicista, un teórico reduccionista del "factor económico" en la historia, un triste apologista de la tecnología y de la evolución lineal de los instrumentos técnicos? Para intentar responder estas interrogaciones desarrollaremos la segunda parte de esta investigación…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

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