viernes, 30 de septiembre de 2022

 

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LA COLUMNA DE LA MUERTE

El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz

 

Francisco Espinosa Maestre

 

[ 016 ]

 

 

2

LA TOMA DE BADAJOZ

 

(…)

 

Yagüe toma el mando

 

Yagüe fue designado jefe de las columnas que se dirigían a Madrid el día siete de agosto y ese mismo día se trasladó de Tetuán a Sevilla, desde donde el día 12 de agosto marchó a Mérida. Curiosamente en su hoja de servicios se incluyen —como si le pertenecieran— no sólo sus actividades a partir de dicho día, sino los movimientos realizados por estas columnas desde su creación en Sevilla hasta la caída de Mérida, que como sabemos corresponden a Asensio. Ese día 12 de agosto, el gobernador civil de Badajoz, Miguel Granados Ruiz, envió al ministro de Guerra el siguiente mensaje: «Si desde amanecer no hay sobre Badajoz una potente escuadra aérea se repetirá caso de Mérida fatalmente». En la misma fecha el coronel-jefe del Estado Mayor de Franco, Francisco Martín Moreno, dio a conocer desde Sevilla unas nuevas instrucciones para las columnas de operaciones. Del documento, poco conocido, habría que destacar lo siguiente:

 

La calidad del enemigo que tenernos delante, sin disciplina ni preparación militar, carente de mandos ilustrados y escasos de armamento y municiones en general por falta de Estados y organización de servicios, hace que [en] los combates que nos vemos obligados a sostener, las resistencias sean generalmente débiles y que confíen sólo a la fortaleza de las poblaciones y a la acción de la aviación y concentración de artillería el batir a las columnas.

 

Es necesario que nuestro sistema y manera de combatir se adapten a ellos y aprovechemos todos los recursos que tenemos.

 

Nuestra superioridad en armamento y hábil utilización del mismo nos permiten el alcanzar con contadas bajas los objetivos; la influencia moral del cañón mortero o tiro ajustado de ametralladora es enorme sobre el que no lo posee o no sabe sacarle rendimiento…

 

Al ocupar los pueblos deben rodearse y evitar el caer en emboscadas o tomar casas de enfrente con las bajas numerosas consiguientes; si el enemigo se defiende, aislarlo y la labor metódica de bombardeo, quema, agujeros en las paredes, etc., darán [por] resuelto el problema sin apenas bajas. Al enemigo no conviene acorralarlo sino dejarle abierta una salida para batirle en ella con armas automáticas emboscadas. Puede asegurarse también que la falta de disciplina del enemigo y carencia de servicios hará que ninguna concentración pueda sostener dos días de combate por falta de municiones de que la necesidad de la actividad en las operaciones sin descanso que le permitan reponerse y recibir auxilio [sic].

 

Uno de los principales enemigos de las columnas motorizadas es la aviación contraria, por ello no debe ofrecérsele blanco y aprovechar para avanzar las horas en que aquélla es impotente: La noche y las últimas horas de la tarde …

 

En el paso y estancia en los pueblos es indispensable mantener al soldado en la mano sin permitir que se desperdigue ni cometa desmanes ni pillajes bajo severas penas.

 

Por la tarde Yagüe comunicó a Franco que el día siguiente, el 13, ocuparía Lobón y Talavera la Real entre las ocho y las diez de la mañana, y que después prepararía la artillería para el ataque a Badajoz. Y añadía: «Necesito que desde las 5 horas hasta la ocupación de Badajoz esté volando aviación porque en el momento en que la aviación enemiga ve aparatos huye». Yagüe sabía que en la ciudad de Badajoz disponían de mucha dinamita, cañones y doce ametralladoras distribuidas entre la torre de la catedral, las murallas y el Puente de Palmas. Según información proporcionada por quienes habiendo abandonado la ciudad se habían sumado a la columna contaban también con dos Compañías de Carabineros y unos cuatro mil milicianos armados. En la carretera de Sevilla había un destacamento con ametralladoras y, según se decía, poseían cables eléctricos de alta tensión. Conocedor de que en Don Benito disponían de cuatro aparatos, Yagüe pidió a Franco que se efectuasen bombardeos a las seis de la mañana y a las cuatro de la tarde. En su estilo habitual, Yagüe escribió este mensaje al «Jefe del Gobierno Nacional»:

 

Desde Mérida y al frente de poderosa columna con espíritu elevado e ímpetu arrollador le saludo y me pongo a sus órdenes. Badajoz, que ha ofrecido tenaz resistencia, se defiende en sus últimos baluartes, pronto estableceré contacto con Uds. Viva España. Viva Castilla.

 

Las fuerzas que componían en ese momento la columna Madrid eran las siguientes:

 

• Agrupación Asensio: IV Bandera (comandante Vierna Trápaga), II Tabor de regulares de Tetuán (comandante del Oro), y una Batería de Artillería de Sevilla (capitán Barón).

• Agrupación Castejón: V Bandera (capitán Tiede Zeden), II Tabor de regulares de Ceuta (comandante Amador de Los Ríos), y una batería de Artillería (capitán Ruiz Mateos).

• Agrupación de reserva: I Tabor de regulares de Tetuán (comandante Serrano Montaner).

 

Por esos mismos días, ciertos movimientos habidos en el sur de la provincia obligaron a dedicarle más atención, pues por diversos conductos llegaron noticias de que una columna de unos seiscientos hombres y con varios camiones blindados había pasado por la zona de Encinasola en dirección a Jerez de los Caballeros y a Zafra, y que las columnas de la cuenca minera onubense se acercaban peligrosamente a Santa Olalla, eje del abastecimiento de la columna Madrid. Para atajar el avance se planeó la ocupación del centro y norte de la provincia de Huelva mediante la formación de una columna que desde Sevilla iniciaría sus pasos el día 15 de agosto.

 

El gobernador Granados, agobiado por noticias contradictorias, seguía sin poder contactar con Mérida e instaba a Gobernación a que se le informase de la situación existente. El gobernador civil de Badajoz, en pleno bombardeo fascista, reconocía que cualquier idea de actuar sobre Mérida se veía minada por la continua desmoralización a que estaban sometidas las fuerzas militares, incapaces de enfrentarse a una columna como la de Yagüe. Desde Madrid se le mintió diciéndole que la situación en Mérida era favorable y que las fuerzas de Badajoz podían sumarse al ataque que se efectuaría ese día sobre la ciudad «coadyugando [sic] a las operaciones dispuestas por el Ministerio». Lo de Madrid —realmente— no se sabe si era ignorancia, ineptitud o una mezcla de ambas. No obstante, previendo lo que se avecinaba, en Madrid se preparó a partir de ese momento la columna que intentaría ocupar Mérida el día 14, coincidiendo con la toma de Badajoz. Temiendo esto, y sin duda informados, fue precisamente por lo que se hizo permanecer en Mérida a Tella con la I Bandera y las fuerzas llegadas de Cáceres el día once al mando del comandante Linos Lage.

 

Mientras tanto Asensio, todavía al mando de todas sus fuerzas, permaneció ese día 12 en Mérida en lo que los golpistas denominaban «operaciones de organización y limpieza», que no era otra cosa que registros, asaltos, detenciones y formación de los grupos paramilitares encargados de la represión. Además envió una sección de Regulares a «pacificar» Esparragalejo y una compañía de la misma fuerza a la Sierra de San Serván, donde en unión de otra compañía similar enviada desde Almendralejo acabaron con núcleos de huidos allí establecidos. Tal como estaba previsto, y concluida su misión, esa misma noche Asensio limitó su mando a la IV Bandera y al III Tabor. La aviación republicana sólo hizo en ese día dos breves apariciones.

 

En Lobón fueron encerrados veintinueve presos en la parroquia el día 20 de julio; se les maltrató y se les exigió dinero, pero todos pudieron contar su calvario a Yagüe el día 13 de agosto. Sufrieron malos tratos Eduardo Maza Coca (Puebla de la Calzada), el párroco Francisco Muñoz Fernández, Juan Martín Rodríguez, Manuel León Giraldo, Juan Martín González, Fernando Pacheco Fernández (Mérida), Francisco Martín González, el conserje del casino Diego Pajuelo Carmona, Antonio Fernández Martín y Victoriano Aguilar Salguero, desconocido en Lobón y al que luego volveremos a encontrar. De estos hechos fueron acusados Juan Paredes Muñoz, Alfonso y Diego Sánchez Sánchez, Francisco Guerrero Poblador, Basilisa Sánchez y Florentina Iglesias. Según la Causa General, los hechos más graves ocurrieron el día 13, cuando, ya en retirada para Badajoz, dieron muerte a José Dorado Aunión, obrero de setenta y dos años; Antonio Molina Puertas, obrero de diecisiete años; Fidel Martín Martín, farmacéutico de sesenta y dos años, y su hijo Ángel Martín Martín, mancebo de farmacia, de treinta y cuatro años. Por su parte, el informe realizado por la Guardia Civil para Cuesta Monereo alude a «dos asesinatos cometidos por rojos en su huida». Sin embargo, lo cierto es que tales hechos no sucedieron en Lobón sino en Talavera, adonde fueron trasladados esos presos. Los mismos informes municipales elaborados en la posguerra y enviados a la Causa General y a la sección salmantina de Recuperación de Documentos afirman que los izquierdistas de Lobón «no hicieron crímenes ni asesinatos». Para mayor confusión Fidel Martín Martín aparece también entre las víctimas de Talavera, donde, entre los cadáveres recogidos en el término, aparece un Ángel Martín Merchán, hallado en el sitio las «Pedroneras» y que había sido alcalde de Lobón. Otro aspecto que tampoco suele constar en estos documentos es que los presos de Lobón fueron protegidos de quienes proponían acabar con ellos cuando se acercase la columna por el sargento de Infantería Antonio Balas Lizárraga, quien pasó por allí el día 13 con un pequeño grupo de soldados y de milicianos de la columna del diputado Sosa.

 

El día 13 Yagüe, después de ocupar Lobón, advirtió por teléfono a Montijo de que si no se rendía sus baterías arrasarían el pueblo. Entonces una comisión formada por representantes de varios partidos: Mariano Aunión (IR), Rodríguez (PSOE), del Viejo (PCE), Manuel Zúñiga (PRR) y Alonso Rodríguez, Pedro Bueno Carvajal y Antonio Alba, éstos de derechas, parlarnentó con Yagüe y le garantizó la entrega del pueblo. Según algunas investigaciones Yagüe fue informado por los derechistas de que en Montijo no se había derramado sangre alguna, tras lo cual el militar africanista preguntó por el alcalde de la Dictadura y lo designó como Presidente de la Comisión Gestora. Las únicas quejas de haber recibido malos tratos vinieron de ciertos presos de derechas, caso de Miguel Campos Rico, José Pérez Parejo, Emiliano Gragera Tejeda, Juan Pinilla Pinilla, Bartolomé Gragera Domínguez, Serafín Cabo Rodas y Juan Ferrer Márquez. Según parece se les entregó una nota que decía: «Como elementos comprometidos en el movimiento subversivo en contra de la República, si no anotáis en esa cuartilla de papel el nombre de los demás comprometidos antes de las 4 de la mañana, seréis fusilados». Esta amenaza no sólo no fue llevada a efecto sino que uno de los detenidos que se autolesionó fue trasladado a Badajoz para que recibiera atención médica.

 

En Montijo, a partir de la sublevación, se constituyó pronto un comité presidido por Santiago Cea y formado por quince personas. A su cargo quedaron las milicias frentepopulistas y sus diversas funciones tras la marcha de la Guardia Civil a Badajoz el día 24 de julio. Fue entonces cuando comenzaron las detenciones. El momento más grave, según testimonio recogido por Chaves Palacios, se produjo sin duda cuando un forastero con información sobre las matanzas que las columnas fascistas venían practicando desde el Sur animó a los vecinos de Montijo a que eliminasen a los detenidos. «Si no los matáis, ellos vendrán a mataros», dijo el forastero. Además del Comité, el Ayuntamiento siguió funcionando hasta el diez de agosto. Del alcalde, Miguel Merino Rodríguez, uno más de esos hombres buenos aniquilados por el fascismo español, puede comentarse, siguiendo a Chaves, las palabras de bienvenida a cuatro concejales designados por el gobernador tres días antes del golpe militar: «Os invito a los nuevos concejales a colaborar sin pasiones políticas por el bienestar y el progreso del pueblo de Montijo». Cuando Yagüe salió hacia Talavera no eran aún las diez de la mañana. «Ocupado Lobón, Montijo y Puebla sin novedad. Monto ataque sobre Badajoz, pido cooperación seria aviación», escribió a Franco.

 

En Talavera la Real fueron detenidas por orden del Comité 82 personas, a 23 de las cuales se las trasladó al Depósito Municipal y al resto a la ermita de San José. Los de la cárcel sufrieron maltrato, como el caso del párroco Rafael Fernández Díaz, a quien le rompieron la columna dorsal de una paliza; a otro le aplastaron el pie con la culata de un fusil. Los castigos habituales fueron por el contrario la limpieza de la cárcel, del Ayuntamiento, de la Casa del Pueblo, de los casinos y de las calles, todo ello, como señalaba un informe de la Guardia Civil, «entre la rechifla del infrahumano populacho y los latigazos Y culatazos de los siniestros verdugos». Eran paseados por las calles entre voces que les acusaban de canallas, verdugos y fascistas, y comenta Río Lagrimal: «Como si ser fascista fuera ser ladrón». Al igual que en otros lugares, no se permitió que las criadas llevasen la comida a los presos; debían ser los propios familiares, que debían guardar cola hasta que se les autorizaba a entregar los alimentos. Los propietarios fueron obligados a pagar las jornadas perdidas por los obreros a consecuencia de la represión de los sucesos de octubre de 1934. Veamos el testimonio de Avelino Villalobos:

 

… después el Comité me asignó una cuadrilla de nueve segadores, para el término de Talavera, teniendo la siega terminada y exigiéndome pagar esa cuadrilla, pagándole dos semanas que importaron MIL CUATROCIENTAS CUARENTA Y NUEVE pesetas, habiéndole pagado antes de asignarme la cuadrilla 18 jornales a 11,50 pts. sin haber segado, por la anormalidad de la situación; ahora vienen los del término de Badajoz, que eran seis; trabajaron veinte días, que segaron cuatro fanegas, y luego se presentan los que tuve en la máquina trilladora reclamando MIL CIENTO TREINTA Y CINCO pts. por horasextraordinarias del año pasado. Y como no tenía dinero, me llevaron de casa sesenta y siete fanegas de trigo; además me obligaron a pagar lo que correspondía a mi cuñado, que no pudieron detenerlo por encontrarse escondido en Badajoz. El Voz Pública me sacó CIENTO CUARENTA pts. por el tiempo que había estado cesante, como indemnización. Después vino un tal José González que me sacó CIENTO VEINTE pts. por el mismo concepto.

 

En algunos casos, como el de Ramón Juez, exigieron pagos desde 1931. Otras cuentas las exigieron de manera colectiva. Así, por ejemplo, todos los detenidos hubieron de pagar seiscientas pesetas a dos miembros del Comité en concepto de indemnización por el tiempo pasado en la cárcel durante el Bienio Negro; también 1560 pesetas a un guarda cesante, cuatrocientas para otro preso, etc. Si faltaba dinero, cobraban en víveres. Incluso a los guardias de la prisión tuvieron que pagar 11,50 al día. El documento más espectacular que hubieron de firmar decía, según el testimonio de Villalobos:

 

Los abajo firmantes nos comprometemos mancomunadamente y solidariamente a abonar en concepto de indemnización la cantidad de CIENTO ONCE MIL DOSCIENTAS SESENTA Y CINCO pesetas por haber estado presos año y medio en Ocaña a Fulano, Zutano, Zutano y Perencejo, con un total de treinta y seis nombres, respondiendo al pago con todos nuestros bienes presentes y futuros. Algunos de los detenidos, ya fusilados, de una manera correcta trataron de hacerles desistir, pero todo fue inútil. Tuvimos que firmar todos el documento.

 

Uno de los «rojos», José Bolaños González, posteriormente fusilado, entraba en donde estaban los presos y les decía:

 

Entro a veros aquí porque disfruto de veros penar, porque cuando yo estuve en Ocaña maté muchos piojos y chinches y pasé bastante; ahora que vosotros vais a pasar más que yo; todos los que estuvieron en la cárcel os piden indemnización, pero yo pido que os corten la cabeza.

 

También, dirigidas por el concejal Agustín Amador Guerrero, se practicaron requisas que afectaron a Antonio Morillo, Juan Tienza Villalobos, Valentina Crespo, Leocadio Valle y Teodoro Ardila. Los izquierdistas huyeron, llevándose a los 23 presos de la cárcel, al mismo tiempo que entraban las fuerzas de Yagüe arropadas por su aviación. Ya camino de Badajoz y como a un kilómetro del pueblo bajaron a todos los presos y les dispararon, tras lo cual partieron dándolos por muertos. Sólo dos de los 23 —Avelino Villalobos Guerrero y Leopoldo Río Lagrimal— salvaron la vida:

 

Francisco Anaya Anaya, 45 años, esterero, derechista.

Teodoro Ardila Barrera, 63 años, labrador, derechista.

José Ardila Crespo, 32 años, labrador, concejal derechista.

José Basago Durán, 39 años, industrial, exalcalde derechista.

Antonio Doncel Villalobos, 28 años, labrador, derechista.

Miguel Doncel Villalobos, 30 años, labrador, falangista.

Isidoro Durán Díaz, 43 años, guarda, derechista.

Rafael Fernández Díaz, 52 años, párroco.

Agustín Fernández Sierra, 55 años, industrial, derechista.

Regino Gómez Ordóñez, 53 años, industrial, exalcalde y presidente de AP.

Ramón Juez Fernández, 57 años, labrador, exalcalde derechista.

Ángel Martín Martín, 34 años, mancebo, derechista.

Fidel Martín Merchán, 64 años, farmacéutico, derechista.

Juan Martínez González, 44 años, carpintero, exconcejal derechista.

Manuel Melchor Cano, 48 años, guarda, falangista.

Juan Ordóñez Ardila, 48 años, labrador, concejal derechista.

Ramón Ordóñez Ardila, 41 años, labrador, exconcejal derechista.

Jesús Pertegal Cortés, 46 años, industrial, jefe de Falange.

Juan Riera Arrobas, propietario, juez municipal.

Antonio Salguero Salguero, 43 años, labrador, concejal derechista.

Antonio Villalobos Viseas, 56 años, labrador, derechista.

 

La responsabilidad de estos hechos recayó sobre Manuel Gómez Amador «El Mojoso», José Solís Villalobos, Jacinto Sánchez González, Frutos Carretero, José Becerra Ardila, Miguel Villalobos Merchán, Octavio Salamanca Barrera, Benigno López Carretero, Manuel Carvallo «Caena», José Boaños González, Mariano Flores Román y Francisco Vázquez Rodríguez. Sin embargo, otros documentos posteriores centran la responsabilidad en el primero de ellos, en Manuel Gómez Amador, miembro del Comité y «presidente de las Juventudes Comunistas» que fue, según la Causa General, quien dirigió toda la operación y el que mató personalmente a uno de los presos. Manuel Gómez «El Mojoso» pasó a zona republicana y acabó sus días en Chile. También fueron acusados de tomar parte en la reunión en que se decidió eliminar a los presos el alcalde Mariano Flores Román y el concejal José Becerra Ardila Todo se complica si seguimos el informe de la Comisaría de Investigación y Vigilancia que —salvo los casos de Gómez Amador y Bolaños— responsabiliza a José López Casado, Manuel Sáez Moreno, Francisco Gallardo Barrena, Aurelio Juez Cabezudo y Alberto Hernández Gómez «Largo Caballero».

 

El día 13, antes de la operación definitiva sobre Badajoz, pasan a poder de los sublevados Puebla de la Calzada y Torremayor. En el primero, con 67 derechistas presos, se acusó a los republicanos de proferir amenazas, «sin llegar a los malos tratos», y de sacarles en concepto de jornales atrasados unas 150 000 pesetas, parte de las cuales se cobraron en víveres. Se achacó a las fuertes impresiones de esos días la muerte del obrero preso Alonso Calamonte y las de Miguel Casillas, Caridad Espinosa y Asunción Bermudo, todos ellos familiares de presos.

 

Conocemos lo ocurrido en Torremayor por la investigación abierta en la Auditoría de Guerra de la II División acerca de la desaparición del maestro y miembro del Comité local Luis de Rivas Molina. Esta investigación fue posible debido a que el familiar que denunció el hecho era un prominente falangista sevillano. Con este motivo, y con el propósito de incriminar a Rivas, se incorporaron al sumario algunos documentos de interés, como por ejemplo dos actas de las reuniones del Comité de Enlace del Frente Popular. La primera tuvo lugar el domingo 19 de julio en el Ayuntamiento, con presencia del mencionado Luis de Rivas Molina, en representación de Izquierda Republicana; de Jacinto Pastrano, por la Casa del Pueblo; y de Ángel Ramírez Rodríguez. Como presidente del Comité actuó el alcalde socialista Cándido Collado Ramírez, Rivas como secretario y los otros dos como vocales. A continuación, siguiendo instrucciones del Comité Provincial del Frente Popular, se constituyeron servicios de vigilancia y control «para el mantenimiento del orden público en la localidad». Finalmente el Comité acordó condenar «el movimiento subversivo perpetrado por la reacción y el fascismo españoles contra el gobierno legítimo de la República». Cuatro días después, el 23, se celebró una nueva reunión para cumplimentar nuevas instrucciones recibidas del Comité provincial, y se redactó e hizo público el siguiente manifiesto:

 

El Comité ejecutivo local se complace en señalar ante la opinión republicana y obrera amante de la legalidad que espontáneamente quiere depositar en el verdadero Gobierno de la Nación, el cual se afianza por momentos en el dominio de la situación creada por la revuelta criminal que los enemigos contumaces de la Democracia han sembrado en el ambiente nacional, cubriendo de dolor y luto nuestra PATRIA [sic]. La bravura indomable del pueblo español y la lealtad y heroísmo de las fuerzas armadas adictas al RÉGIMEN están a punto de ver coronada la conjugación de su esfuerzo con la conquista de una de las victorias más grandiosas que registra nuestra historia.

 

Al mismo tiempo hace constar este Comité a todos los afiliados del Frente Popular que con el fin de unificar el esfuerzo común, haciendo más eficaz mediante una rígida unidad de mando, que deben abstenerse en absoluto de tomar ninguna iniciativa individual ni realizar ninguna gestión que no haya sido aprobada por este Comité.

También recomienda encarecidamente a todos los afiliados que tengan asignada misión especial que atiendan al cumplimiento más exacto de las instrucciones que reciban para el desempeño eficaz de la misma.

 

Efectivamente, unas semanas después y ya ocupado el pueblo desde el 13 de agosto, Luis de Rivas pudo escribir el día 31 de ese mes a su cuñado diciéndole que

 

cuando se sepa la triste odisea de los pueblos de esta provincia se vendrá en conocimiento de que éste ha sido el único pueblo que despreciando insinuaciones, órdenes, coacciones y amenazas se ha comportado con el espíritu de la más alta civilidad, pues aquí ni un solo caso de detención ni saqueo ni siquiera amenaza, por eso el pueblo hoy es libre en completa tranquilidad y sosiego.

 

Sin embargo, aunque en la misma Causa General se reconocía que «sólo hubo algunas detenciones de pocas horas» sin importancia, otros documentos nos dicen que, aunque tratados con toda corrección, fueron detenidos 24 derechistas locales, a los que se obligó a despedir a los obreros de derechas y a contratar a los designados por el Comité…

 

(continuará)

 

 

[ Fragmento de: Francisco Espinosa Maestre. “La columna de la muerte” ]

 

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