lunes, 20 de junio de 2022

 

789

 

Joan E. Garcés  /   “Soberanos e intervenidos”

 

(...)

 

 

VI. La intervención militar

 

 

“ (…) En la I Comandancia Móvil de la Guardia Civil, en Valdemoro (Madrid), a las 4 de la tarde del 23 se repartieron fusiles entre guardias seleccionados tres horas antes para ocupar el Congreso de los Diputados.

 

No cabe pensar que los servicios de información militar dejaran de percibir los preparativos. Como tampoco los del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), vinculado a la Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM). No obstante, el lunes 23 de febrero la totalidad de los ministros se vieron sorprendidos en el Congreso de los Diputados por Tejero, precisamente a las 6.22 de la tarde. Si atendemos a las fuentes oficiales, también se vieron sorprendidos los Estados Mayores del Ejército y de la Guardia Civil. Sin embargo, ya el 17 de diciembre de 1980 el diario entonces más leído en los cuarteles, El Alcázar, había publicado un artículo sobre la preparación de una conspiración de militares firmado por el colectivo Almendros (era del dominio público que éste expresaba la opinión de oficiales en activo). El 22 de enero y el 1 de febrero de 1981 insertaba nuevos artículos bajo el mismo seudónimo, de contenido más preciso. Y el 8 de febrero, en primera página, bajo el título «Situación límite», firmaba otro el teniente general Fernando de Santiago y Díaz de Mendívil, ministro de Defensa entre 1975 y 1977. En la segunda mitad de enero de 1980 un semanario de ultraderecha –El Heraldo Español (Madrid)– titulaba su portada a toda plana: «Ha llegado la hora». Y el 19 de febrero anunciaba bajo el titular «El Plan De Gaulle… al revés», que el general Armada iba a presidir un nuevo Gobierno auspiciado por Felipe González. Quince días antes del golpe en medios empresariales catalanes se hablaba de un Gobierno de concentración que sería presidido por el general Armada, después de que el 25 de enero anterior –víspera de la dimisión del presidente Suárez–, la patronal catalana por boca de su presidente Alfredo Molins lanzara un duro ataque: «este Gobierno no se comporta como nosotros creemos que debería comportarse […] es necesario un Gobierno que gobierne y que gobierne con autoridad».

 

En semejante contexto se sucedió una cadena de movimientos. Primero, la inesperada dimisión del presidente del Gobierno Adolfo Suárez –26 de enero, hecha pública el 29. De inmediato el general Alfonso Armada, gobernador militar de la periférica ciudad de Lérida, fue catapultado al puesto de segundo jefe del Estado Mayor del Ejército. Y apenas catorce días después, por orden del Ministerio de Defensa se introducía la más importante reorganización de la estructura de mando del Ejército de Tierra desde hacía años. Entre otras medidas centralizaba la dependencia de la estructura de fuerza –capitanías generales–, y de las unidades de la Reserva General en la persona del jefe del Estado Mayor, y ponía al frente del Estado Mayor General y Especial del Ejército… al general Armada. En aquellas fechas

 

el mejor valedor de Armada será el teniente general José Gabeiras, jefe del Estado Mayor del Ejército, el cual le propone como segundo,

aduciendo que es su hombre de confianza. Gabeiras da una batalla a fondo por su nombramiento.

 

Adolfo Suárez, tras contribuir el 29 de octubre de 1977 a que el Rey cesara a Armada de su puesto de secretario general de la Casa Real, había preferido tener a éste lejos de Madrid. ¿Cómo pensar que los movimientos en torno al Estado Mayor que siguen a la dimisión de Suárez, con el Parlamento cerrado por las vacaciones de invierno, no guardaran relación con la conspiración en la que desde los más diversos centros de poder, incluida la prensa, se veía al general Armada como personaje principal?

 

Caía Suárez y subía Armada. ¿Quiénes y cómo llevaron al presidente del Gobierno a dimitir, y al general Armada al segundo puesto de la Jefatura del Ejército de Tierra? Difícil resulta creer que el jefe del Estado Mayor del Ejército y los servicios de información ignoraran lo que hacía semanas era del dominio público. Así, mientras en la mañana del 29 de enero en ABC el periodista Emilio Romero hacía público el nombre de Armada como el general que se estaba proyectando a la Presidencia del Gobierno, esa misma noche Suárez anunciaba por televisión su renuncia. Hasta libros se ponían en circulación en esas fechas con la intriga en torno a Armada como base de análisis. Mientras, la conspiración seguía un derrotero idéntico en las dependencias militares. Según las declaraciones de Milans del Bosch ante el Juez Instructor del sumario, el 10 de enero de 1981 aquél había mantenido en Valencia una reunión con Armada

 

en la que se habla de la situación política, la posibilidad de que se produzca una acción violenta y la necesidad de ponerse en contacto con quienes pudieran estar preparándola. Tal operación, de producirse, sería conveniente reconducirla, según acuerdan en dicha reunión, o incluso retrasarla. […] Se habló de una operación política encaminada al nombramiento de Armada como jefe de Gobierno.

 

Y en la reunión en Madrid del siguiente 18 de enero en presencia de Tejero, del general Torres Rojas y otros conjurados

 

Milans del Bosch manifestó ya la necesidad de ocupar el Congreso, […] derrocar por la fuerza al Gobierno constituido y formar otro nuevo que encauzara la democracia. Sin embargo, estimaba que la operación no debía llevarse a cabo hasta que Armada fuese nombrado segundo jefe del Estado Mayor del Ejército. De esta forma se realizaría sin violencia, e incluso se habló de un procedimiento constitucional y político […] y que la oportunidad podría ser la moción de censura contra el presidente Suárez, que seguramente se presentaría en el plazo de un mes.

 

En la misma reunión, según Tejero, se consideró que en una fecha ulterior el partido de F. González presentaría en el Congreso de los Diputados una moción de censura contra el presidente del Gobierno, circunstancia en «que acudirían a la sesión la totalidad de los diputados y sería el momento apropiado para tomar el Congreso» (sobrevenida la dimisión del presidente Suárez, el 12 de febrero Alfonso Guerra hizo público en efecto que el grupo de F. González «no descarta la posibilidad de una moción de censura» contra su sucesor designado Calvo Sotelo). El día 19 de enero el coronel Ibáñez, del Estado Mayor de Milans del Bosch y enlace suyo, había visitado al general Armada en Lérida «para comunicarle el resultado de la entrevista anterior, en la que se había decidido el aplazamiento de la ocupación del Congreso. El general Armada informó, por su parte, a Ibáñez de su próximo nombramiento como segundo jefe del Estado Mayor del Ejército».

 

Si el objetivo hubiera sido sólo desplazar a Adolfo Suárez de la Presidencia del Gobierno, aquél había sido alcanzado el 29 de enero con la renuncia voluntaria de Suárez en un mensaje donde decía:

 

un político debe saber en qué momento el precio que el pueblo ha de pagar por su permanencia y su continuidad es superior al precio que siempre implica el cambio de la persona que encarna las mayores responsabilidades ejecutivas de la vida política de la nación […]. Tengo el convencimiento de que ésta es la situación en que nos hallamos […] yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España.

 

La imprevista dimisión de Suárez cambiaba la situación asumida por la conspiración. Al día siguiente, mientras Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista, pedía un gobierno de coalición Suárez-F. González como «la única salida posible a esta crisis. Si Calvo Sotelo sustituye a Suárez, el PCE le hará la vida imposible», en la extrema derecha, Blas Piñar avanzaba como causa principal de la dimisión de Suárez la instalación en la Casa Blanca de la Administración Reagan, y veía como persona indicada para sustituir a Suárez a «Landelino Lavilla, que tendría apoyo interno por pertenecer al ala democristiana de UCD», eje de una reestructuración del poder. El democristiano Álvarez de Miranda, por su parte, anticipaba el 15 de febrero en la revista Interviú que UCD debía en efecto coaligarse con F. González Márquez. Calvo Sotelo, sin embargo, en la primera jornada de la sesión parlamentaria de investidura –viernes 18 de febrero–, afirmaba que «la transición ha terminado» y rechazaba gobernar con González.

 

Una vez apartado el obstáculo Suárez, ¿en coalición con quién se había vislumbrado que el equipo de González participara en el gobierno? La dirección de UCD continuaba rechazándole como aliado, al igual que los partidos nacionalistas de Euzkadi y Cataluña, mientras que Carrillo coincidía con González en excluir una coalición socialista-comunista. En propiedad era el gobierno alemán quien impulsaba el acceso de González Márquez al gobierno de España. El canciller Helmut Schmidt, su ministro de Hacienda –H. Matthoefer–, el presidente de la Confederación General de Sindicatos (DGB) –H. Vetter–, habían convocado con este fin a una discreta reunión al presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, Carlos Ferrer Salat, pero éste comunicó «a sus interlocutores socialdemócratas alemanes que, a su modo de ver, el momento no es favorable para que el PSOE asuma ahora el encargo de formar Gobierno.

 

La sustitución de Suárez era un pretexto, el objetivo de la conspiración era más ambicioso:

 

el 3 de febrero, y como consecuencia de la dimisión del presidente Suárez, el coronel Ibáñez visita nuevamente al general Armada. Armada le habló ya a Ibáñez de la posibilidad de que él presidiera un gobierno. Y con fecha 16 de febrero, y convenida previamente por los generales Milans y Armada, se celebra una tercera entrevista entre este último y el coronel Ibáñez en Madrid […]. El 18 de febrero el coronel Ibáñez pregunta por teléfono al teniente-coronel Tejero si la operación Congreso podría realizarse el viernes 20 de febrero [fecha prevista para el voto de la investidura de Calvo Sotelo como presidente del Gobierno], a lo que Tejero pone dificultades para poder reunir la fuerza, y acuerdan que podría ser el 23 de febrero, en la que la votación se repetiría.

 

Tejero no estaba listo para actuar el viernes 20 pero los conspiradores tenían información bastante para conocer de antemano que la investidura de Calvo Sotelo no reuniría ese día la mayoría absoluta de diputados, con lo que se forzaría una segunda votación de investidura para el lunes 23. A las 10.20 de ese lunes en el Estado Mayor de la III Región Militar (Valencia) se daba por sabido que el movimiento militar desembocaría en un gobierno presidido por Armada, y que Milans asumiría la Jefatura de la Junta de Jefes de Estado Mayor. A las 17 horas en Madrid, en el Estado Mayor de la división Acorazada Brunete todos decían conocer el papel central del general Armada. A las 17.30 las autoridades militares de Valencia escuchaban de Milans del Bosch que se iba a «constituir un Gobierno presidido por Armada y con participación de todos los partidos». A las 18.45 en el Palacio de la Zarzuela era el jefe de la secretaría del Rey, general Sabino Fernández Campo, quien respondía negativamente por teléfono al Jefe de la División Acorazada –interesado en saber si Armada estaba allí, junto al Rey. No más tarde de las 19 horas el teniente-coronel Tejero, dueño ya del Congreso y con el Gobierno bajo la mira de sus fusiles, anunciaba que sólo reconocía como interlocutores a Milans en Valencia y a Armada en Madrid. A las 19.45, el propio Milans dijo al general Gabeiras que no le reconocía autoridad en la Jefatura del Estado Mayor del Ejército para darle órdenes, y sólo aceptaba las del general Armada.

 

Sin embargo, cuando ya era tan manifiesto el papel central de Armada «a las 20.25 horas, Gabeiras, en la Presidencia de la Junta de Jefes de Estado Mayor, dispone que los miembros de la Junta se trasladen al Cuartel General de la misma –en la calle Vitruvio– y queden los cuarteles generales de cada arma a cargo de los segundos jefes de cada Estado Mayor». Es decir, el de Tierra, decisivo para el desarrollo del golpe, bajo la autoridad de Armada, 45 minutos después de que la radio-televisión de Valencia estuviera difundiendo el Bando de Milans (toque de queda, asunción de todos los poderes, estado de excepción, suspensión de partidos y sindicatos, etc.). Y hasta pasadas las 21.30 horas no regresó Gabeiras al Cuartel General del Ejército. ¿En qué ocupaba esos preciosos minutos el general Armada al frente del Estado Mayor del Ejército de Tierra?:

 

la propuesta de resolver la situación en el Congreso mediante la formación de un Gobierno presidido por Armada la expresó éste a los generales reunidos en el cuartel general, después de una conversación telefónica con Milans […]. El general Esquivias informó que Armada pidió un ejemplar de la Constitución para estudiar el posible encaje legal de la fórmula […]. El general Pérez Íñigo informó a sus subordinados, según testimonio de Pardo de Santayana, que a los generales presentes la fórmula les había parecido bien (salvo a dos…). No se puede descartar que antes del regreso Armada consultase la fórmula con el general Sabino Fernández Campo [secretario de la Casa Real], e incluso con el presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor y con Gabeiras.

 

De regreso al Cuartel General del Ejército, Armada informa a Gabeiras que «el Ejército está dividido y no se ve más solución que la de formar un gobierno presidido por él [Armada], para lo que se presta a ir a las Cortes y hacer tal propuesta, si se le autoriza». Armada no es arrestado de inmediato, por supuesto que no:

 

Armada dice que se le permitió presentar su fórmula [ante el Congreso] a título personal, nunca como propuesta de la superioridad […], pudiendo ofrecer un avión para que Tejero y sus oficiales salieran de España. Fernández Campo confirmó que el Rey habló con Gabeiras y con Armada, y que después le pasó el teléfono y Armada le dijo que […] había que evitar la división del Ejército, para lo que él [Armada] consentía en sacrificarse ofreciéndose para presidir un gobierno. Fernández Campo, en nombre del Rey, precisó que cualquier propuesta tendría que hacerla Armada a título personal y de acuerdo con su conciencia.

 

Cerca de aquella medianoche, Armada no sólo estaba libre en sus movimientos sino que con el acuerdo del mando de las FF AA ingresaba en el Congreso de los Diputados, dispuesto a ser investido presidente de un gobierno provisional de concentración que… resolviera el problema creado por la insurrección de la que el propio Armada formaba parte. ¿Qué decía por su lado la dirección de las fuerzas de orden público, de la Guardia Civil y la Policía Nacional? Armada no entró directamente en el edificio del Congreso sino que hizo escala en el hotel situado enfrente, el Palace, convertido en puesto de mando de los generales que comandaban los cuerpos militarizados que rodeaban el recinto del Congreso –Aramburu y Sáenz de Santamaría–, a quienes a las 23.40 Armada «reiteró su apreciación de que algunas Capitanías podían estar a favor de Milans, y expuso la oferta que iba a hacer a Tejero de un gobierno de transición presidido por él». Respuesta que recibió Armada de los jefes de la Guardia Civil y de la Policía Armada: vía franca al edificio del Congreso…”

 

(continuará)

 

 

[ Fragmento de: Joan E. Garcés. “Soberanos e intervenidos” ]

 

 

*


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comentar