martes, 15 de febrero de 2022

 


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Karl Marx / “Miseria de la filosofía 1846-47”

 

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2. VALOR CONSTITUIDO O VALOR SINTÉTICO

 

"El valor [dinerario] es la piedra angular del edificio económico". El valor "constituido" es la piedra angular del sistema de contradicciones económicas.

 

Ahora bien, ¿qué es este "valor constituido" que representa todo el descubrimiento de Proudhon en economía política?

 

Una vez admitida la utilidad, el trabajo es la fuente del valor. La medida del trabajo es el tiempo. El valor relativo de los productos es determinado por el tiempo de trabajo necesario para producirlos. El precio es la expresión monetaria del valor relativo de un producto. Por último, el valor constituido de un producto es simplemente el valor que se forma por él tiempo de trabajo fijado en él.

 

Así como Adam Smith descubrió la división del trabajo, así también Proudhon pretende haber descubierto el "valor constituido". Esto no es precisamente "algo inaudito", pero convengamos también en que no hay nada de inaudito en ningún descubrimiento de la ciencia económica. Proudhon, que sabe de la importancia de su invención, trata, sin embargo, de atenuar el mérito "para tranquilizar al lector a propósito de sus pretensiones de originalidad y buscar la reconciliación con los espíritus que por timidez son poco inclinados a las ideas nuevas". Pero conforme va exponiendo lo que cada uno de sus predecesores ha hecho para determinar el valor, se ve forzosamente impulsado a proclamar a los cuatro vientos que a él le pertenece la mayor parte, la parte del león.

 

La idea sintética del valor había sido vagamente percibida por Adam Smith [.. .] Pero en Adam Smith esta idea de valor era completamente intuitiva [...] ; ahora bien, la sociedad no cambia sus hábitos en virtud de la fe en intuiciones: lo que la hace decidirse es la autoridad de los hechos. Era preciso que la antinomia se expresase de una manera más palpable y más nítida: J.-B. Say fue su principal intérprete 

 

He aquí la historia acabada del descubrimiento del valor sintético: A. Smith posee la intuición vaga, J.-B. Say la antinomia y Proudhon la verdad constituyente y "constituida". Y nada de ofuscaciones al respecto: todos los demás economistas, de Say a Proudhon, no han hecho más que afanarse en el camino trillado de la antinomia.

 

Es increíble que tantos hombres inteligentes se devanen los sesos desde hace cuarenta años en torno a una idea tan simple. Pero no, la comparación de los valores se efectúa sin que haya entre ellos ningún punto de comparación y sin unidad de medida. Esto es lo que decidieron sostener los economistas del siglo XIX contra todos, en lugar de abrazar la teoría revolucionaria de la igualdad. ¿Qué dirá la posteridad? 

 

La posteridad tan bruscamente apostrofada, comenzará por sentirse perpleja en lo que atañe a la cronología. Necesariamente tendrá que preguntarse: ¿acaso Ricardo y su escuela no son economistas del siglo XIX? El sistema de Ricardo, fundado en el principio de que "el valor relativo de las mercancías depende exclusivamente de la cantidad de trabajo requerida para su producción" data de 1817. Ricardo es el jefe de toda una escuela, que reina en Inglaterra desde la Restauración. La doctrina ricardiana resume rigurosa, despiadadamente, el punto de vista de toda la burguesía inglesa que, a su vez, representa el tipo de la burguesía moderna. "¿Qué dirá la posteridad?" No dirá que Proudhon desconocía en absoluto a Ricardo porque habla de él, y habla no poco, lo invoca constantemente y termina por decir que es un "cúmulo de frases incoherentes". Si la posteridad interviene en este asunto algún día, dirá tal vez que Proudhon, temiendo herir la anglofobia de sus lectores, prefirió hacerse el editor responsable de las ideas de Ricardo.

 

De cualquier modo, considerará muy ingenuo que Proudhon presente como "teoría revolucionaria del porvenir" lo que Ricardo ha expuesto científicamente como la teoría de la sociedad actual, de la sociedad burguesa, y que, por lo tanto, acepte como solución de la antinomia entre la utilidad y el valor de cambio lo que Ricardo y su escuela han presentado mucho antes que él como la fórmula científica de un solo aspecto de la antinomia, del valor de cambio. Pero dejemos de lado de una vez y para siempre la posteridad y confrontemos a Proudhon con su predecesor Ricardo. He aquí algunos pasajes de este autor, que resumen su doctrina sobre el valor:

 

La utilidad no es la medida del valor de cambio, aunque es absolutamente necesaria para este último.

Las cosas, una vez reconocidas como útiles por sí mismas, extraen su valor de cambio de dos fuentes: de su escasez y de la cantidad de trabajo necesario para adquirirlas. Hay cosas cuyo valor sólo depende de la escasez. Como ningún trabajo puede aumentar su cantidad, el valor no puede bajar por su mayor abundancia. Tal es el caso de las estatuas o los cuadros de gran valor, etc. Este valor depende únicamente de la riqueza, de los gustos o del capricho de quienes desean adquirir semejantes objetos [. .] Pero en el conjunto de mercancías que se cambian a diario, el número de esos objetos es muy reducido. Como la inmensa mayoría de las cosas que se desea poseer son fruto del trabajo, se las puede multiplicar, no solamente en un país, sino en muchos, hasta un grado que es casi imposible limitar, siempre que se quiera emplear el trabajo necesario para crearlas Por eso, cuando hablamos de mercancías, de su valor de cambio y de los principios que regulan su precio relativo, sólo tenemos en cuenta aquellas mercancías cuya cantidad puede acrecentarse por el trabajo humano y cuya producción es estimulada por la competencia y no tropieza con traba alguna.

 

Ricardo cita a A. Smith que, según él, "definió con gran precisión la fuente primitiva de todo valor de cambio", y agrega:

 

La doctrina según la cual esto [es decir, el tiempo de trabajo] es en realidad la base del valor de cambio de todas las cosas, excepto las que el trabajo humano no puede multiplicar a su voluntad, reviste la más alta importancia en economía política, porque nada ha dado origen a tantos errores y divergencias en esta ciencia como el sentido vago y poco preciso que se asigna a la palabra valor.

 

Si el valor de cambio de una cosa es determinado por la cantidad de trabajo contenido en ella, de aquí se deduce que todo aumento de la cantidad de trabajo debe necesariamente aumentar el valor del objeto en cuya producción haya sido empleado el trabajo, y toda disminución de trabajo debe disminuir dicho valor.

 

Ricardo reprocha después a Smith que:

 

1° "Da al valor otra medida, además del trabajo: unas veces el valor del trigo, otras la cantidad de trabajo que se puede comprar por esta cosa, etc."

 

2° "Admite sin reserva el principio y, sin embargo, restringe su aplicación al estado primitivo y bárbaro de la sociedad, que precede a la acumulación de capitales y a la propiedad de la tierra" 

 

Ricardo pretende demostrar que la propiedad de la tierra, es decir la renta, no puede alterar el valor relativo de los productos agrícolas y que la acumulación de capitales sólo ejerce una acción pasajera y oscilatoria sobre los valores relativos determinados por la cantidad comparativa de trabajo empleado en su producción. Para apoyar esta tesis, formula su famosa teoría de la renta de la tierra, descompone el capital y, al final, no encuentra en él sino trabajo acumulado. Luego desarrolla toda una teoría del salario y de la ganancia y demuestra que uno y otra tienen sus movimientos de alza y baja, en razón inversa el uno de la otra, sin influir sobre el valor relativo del producto. No ignora la influencia que la acumulación de capitales y su distinta naturaleza (capitales fijos y capitales circulantes), así como la tasa de los salarios, pueden ejercer sobra el valor proporcional de los productos. Incluso son los principales problemas de los que se ocupa Ricardo.

 

Toda economía en el trabajo —dice— no deja de disminuir nunca el valor relativo de una mercancía, ya sea porque esta economía afecte al trabajo necesario para la fabricación del objeto mismo, o bien al trabajo necesario para la formación del capital empleado en esta producción [. . ]. Por consiguiente, mientras el trabajo de una jornada continúe proporcionando a uno la misma cantidad de pescado y a otro la misma cantidad de caza, la tasa natural de los precios respectivos de cambio seguirá siendo siempre el mismo, por mucho que varíen los salarios y la ganancia y pese a todos los efectos de la acumulación del capital [. . .] Hemos conceptuado el trabajo como la base del valor de las cosas, y la cantidad de trabajo necesaria para su producción como la regla que determina las cantidades respectivas de las mercancías que deben darse a cambio por otras: pero no hemos pretendido negar que haya en el precio corriente de las mercancías cierta desviación accidental y pasajera de ese precio primitivo y natural [...] . Los precios de las cosas se regulan, en definitiva, por los gastos de producción y no por la proporción entre la oferta y la demanda como se ha afirmado con frecuencia. 

 

Lord Lauderdale había explicado las variaciones del valor de cambio según la ley de la oferta y la demanda, o de la escasez y la abundancia con relación a la demanda. Según él, el valor de una cosa puede aumentar cuando disminuye la cantidad de esta cosa o cuando aumenta la demanda; el valor puede disminuir al aumentar la cantidad de esta cosa o al disminuir la demanda. Por lo tanto, el valor de una cosa puede cambiar bajo la acción de ocho causas diferentes: de cuatro causas relativas a esta cosa misma y de cuatro causas relativas al dinero o a cualquier otra mercancía que sirva de medida de su valor. He aquí la refutación de Ricardo:

 

El valor de los productos que son monopolio de un particular o de una compañía varía de acuerdo con la ley que Lord Lauderdale ha formulado: baja a medida que aumenta la oferta de estos productos y se eleva cuanto mayor es el deseo de los compradores de adquirirlos; su precio no guarda ninguna relación necesaria con su valor natural. Pero en cuanto a las cosas que están sujetas a la competencia entre los vendedores y cuya cantidad puede aumentar dentro de límites moderados, su precio depende, en definitiva, no del estado entre la demanda y la oferta, sino del aumento o de la disminución de los gastos de producción.

 

Dejemos al lector que establezca la comparación entre el lenguaje tan preciso, claro y simple de Ricardo y los esfuerzos retóricos que hace Proudhon para llegar a la determinación del valor relativo por el tiempo de trabajo.

 

Ricardo nos muestra el movimiento real de la producción burguesa, que constituye el valor. Proudhon, haciendo abstracción de este movimiento real, "se devana los sesos" tratando de inventar nuevos procedimientos a fin de regular el mundo según una fórmula pretendidamente nueva, que no es sino la expresión teórica del movimiento real existente, tan bien expuesto por Ricardo. Ricardo toma como punto de partida la sociedad actual, para demostrarnos de qué manera ésta constituye el valor; Proudhon toma como punto de partida el valor constituido, para constituir un nuevo mundo social por medio de este valor. Según Proudhon, el valor constituido debe describir un círculo y volver a ser constituyente para un mundo ya totalmente constituido según este modo de evaluación.

 

La determinación del valor por el tiempo de trabajo es, para Ricardo la ley del valor de cambio: para Proudhon es la síntesis del valor de uso y del valor de cambio. La teoría del valor de Ricardo es la interpretación científica de la vida económica actual; la teoría del valor de Proudhon es la interpretación utópica de la teoría de Ricardo. Ricardo consigna la verdad de su fórmula haciéndola derivar de todas las relaciones económicas y explicando por este medio todos los fenómenos, inclusive los que a primera vista parecen contradecirla, como la renta, la acumulación de capitales y la relación entre los salarios y las ganancias; esto es, en definitiva, lo que hace de su doctrina un sistema científico. Proudhon, que ha vuelto a descubrir esta fórmula de Ricardo por medio de hipótesis en verdad arbitrarias, se ve obligado luego a briscar hechos económicos aislados que violenta y falsea con el fin de hacerlos pasar por ejemplos, aplicaciones ya existentes, comienzos de realización de su idea regeneradora.

 

Veamos ahora las condiciones que Proudhon deduce del valor constituido (por el tiempo de trabajo).

 

 

> Una cierta cantidad de trabajo equivale al producto creado por, esta misma cantidad de trabajo.

 

> Toda jornada de trabajo vale tanto como otra jornada de trabajo; es decir, siendo igual la cantidad, el trabajo de un hombre vale tanto como el trabajo de otro, no hay diferencia cualitativa. Siendo igual la cantidad de trabajo, el producto del uno se cambia por el del otro. 

 

Todos los hombres son trabajadores asalariados, retribuidos en igual medida por un tiempo igual de trabajo. La igualdad perfecta preside los intercambios.

 

¿Son estas conclusiones las consecuencias naturales, rigurosas, del valor "constituido" o determinado por el tiempo de trabajo?


Si el valor relativo de una mercancía es determinado por la cantidad de trabajo requerido para producirla, de aquí se deduce naturalmente que el valor relativo del trabajo, el salario, es igualmente determinado por la cantidad de trabajo necesario para producir el salario. El salario, es decir el valor relativo o precio del trabajo, se determina pues por el tiempo de trabajo que hace falta a fin de producir todo lo necesario para el mantenimiento del obrero. "Disminúyanse los gastos de fabricación de los sombreros y su precio terminará por descender hasta su nuevo precio natural, aunque la demanda pueda doblarse, triplicarse y/o cuadruplicarse. Disminúyanse los gastos de mantenimiento de los hombres, disminuyendo el precio natural de la alimentación y el vestido que sirven para el sostenimiento de su vida, y se verá que los salarios terminan por bajar, a pesar de que la demanda de brazos haya podido crecer considerablemente.

 

 

Desde luego, el lenguaje de Ricardo no puede ser más cínico. Poner en el mismo nivel los gastos de fabricación de sombreros y los gastos de sostenimiento del hombre, es transformar al hombre en sombrero. Pero no alborotemos mucho hablando de cinismo. El cinismo está en las cosas y no en las palabras que expresan tales cosas. Escritores franceses tales como Droz, Blanqui, Rossi y otros se dan la inocente satisfacción de demostrar su superioridad sobre los economistas ingleses tratando de guardar la etiqueta de un lenguaje "humanitario"; si reprochan a Ricardo y a su escuela su lenguaje cínico, es porque les resulta desagradable ver expuestas las relaciones económicas en toda su crudeza, ver descubiertos los misterios de la burguesía.

 

Resumamos: el trabajo, siendo él mismo mercancía, se mide como tal por el tiempo de trabajo necesario para producir el trabajo-mercancía. ¿Y qué es necesario para producir el trabajo-mercancía? Justamente el tiempo de trabajo que se invierte en la producción de los objetos indispensables para el mantenimiento incesante del trabajo, es decir, para dar al trabajador la posibilidad de vivir y de propagar su especie. El precio natural del trabajo no es más que el mínimo de salario. Si el precio corriente del salario se eleva por encima de su precio natural, es precisamente porque la ley del valor, planteada en principio por Proudhon, encuentra su contrapeso en las consecuencias de las variaciones que experimenta la relación entre la oferta y la demanda. Pero el mínimo de salario sigue siendo, no obstante, el centro en torno al cual gravitan los precios corrientes del salario.


Por lo tanto, el valor relativo medido por el tiempo de trabajo es fatalmente la fórmula de la esclavitud moderna del obrero, en lugar de ser, como quiere Proudhon, la "teoría revolucionaria" de la emancipación del proletariado.

 

Veamos ahora en qué casos la aplicación del tiempo de trabajo, como medida, del valor, es incompatible con el antagonismo de clase existente y con la desigual distribución del producto entre el trabajador directo y el poseedor de trabajo acumulado.

 

Supongamos un producto cualquiera: el lienzo, por ejemplo. Este producto, como tal, contiene una cantidad de trabajo determinado. Esa cantidad de trabajo será siempre la misma, cualquiera que sea la situación recíproca de los que han participado en la creación de este producto…”

 

(continuará)

 

 

[Fragmento de: Karl MARX. “Miseria de la filosofía”]

 

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