jueves, 20 de enero de 2022

 

680

 

 Antonio Gramsci  / Cuaderno 11 (XVIII) 1932-1933.

 [ 54 ]

 

 

Introducción al estudio de la filosofía

 

[Advertencia]

Las notas contenidas en este cuaderno, como en los otros, han sido escritas a vuelapluma, para apuntar un breve recordatorio. Todas ellas deberán revisarse y controlarse minuciosamente, porque ciertamente contienen inexactitudes, falsas aproximaciones, anacronismos. Escritas sin tener presentes los libros a que se alude, es posible que después de la revisión deban ser radicalmente corregidas porque precisamente lo contrario de lo aquí escrito resulte cierto.

 

 

VI. Apuntes misceláneos

 

 

< 66 >.  Sorel, Proudhon, De Man. [(Cfr. p. 78)]. La Nuova Antologia del 1º de diciembre de 1928 ha publicado un largo (desde la p. 289 hasta la p. 307) ensayo de Georges Sorel intitulado Ultime meditalzioni (Scritto paritario inedito). Se trata de un escrito de 1920, que debía servir de prefacio a una recopilación de artículos publicados por Sorel en periódicos italianos desde 1910 hasta 1920 (recopilación que ha sido publicada por la Casa Ed. "Corbaccio" de Milán, a cargo de Mario Missiroli con el título L'Europa sotto la tormenta, seguramente con criterios muy distintos a los que hubieran sido aplicados en 1920 cuando el prefacio fue escrito: sería útil ver si en el libro se hallan reproducidos algunos artículos como aquel dedicado a la Fiat y algunos otros). El retraso en la publicación del libro no es independiente de las oscilaciones que en Italia ha tenido el renombre de Sorel, debido a una serie de equívocos más o menos desinteresados, y que hoy ha descendido mucho: existe ya una literatura antisoreliana.

 

El ensayo publicado por la Nuova Antologia resume todos los méritos y todas las carencias de Sorel: es tortuoso, desigual, incoherente, superficial, sibilino, etcétera; pero ofrece o sugiere puntos de vista originales, encuentra nexos impensados y no obstante ciertos, obliga a pensar y a profundizar.

 

¿Cuál es el significado de este ensayo? este es claramente revelado por todo el artículo, que fue escrito en 1920, y es una patente falsificación la notita introductiva de la Nuova Antologia (debida probablemente al mismo Missiroli, de cuya lealtad intelectual más vale no fiarse) que concluye con estas palabras: 

 

"... un escritor, que asignó a la Italia de la posguerra la primacía intelectual y política en Europa". 

 

(¿A cuál Italia? Algo al respecto podría decir explícitamente Missiroli o se podría encontrar en las cartas privadas de Sorel a Missiroli (cartas que deberían ser publicadas, según lo que fue anunciado, pero que no lo serán o no lo serán íntegramente), pero se puede argüir a partir de numerosos artículos de Sorel. De este ensayo es útil, como recordatorio, anotar algunas ideas, recordando que todo el ensayo es muy importante para comprender a Sorel y su actitud de la posguerra:

 

a] Bernstein sostuvo (Socialismo teorico e socialdemocrazia practica, trad. francesa, pp. 53-54) que un respeto supersticioso por la dialéctica hegeliana condujo a Marx a preferir a las construcciones de los utópicos tesis revolucionarias bastante próximas a las de la tradición jacobina, babeuvista o blanquista; no se comprende entonces, sin embargo, cómo es que en el Manifiesto no se habla de la literatura babeuvista que Marx indudablemente conocía. Andler es del parecer (vol. II de su edición del Manifiesto, p. 191) que Marx hace una alusión llena de desprecio por la conspiración de los Iguales, cuando habla del ascetismo universal y grosero que se encuentra en las más antiguas reivindicaciones proletarias después de la Revolución francesa. 

 

b]  Parece que Marx no pudo liberarse nunca completamente de la idea hegeliana de la historia, según la cual diversas eras se suceden en la humanidad, siguiendo el orden de desarrollo del espíritu, que trata de alcanzar la perfecta realización de la razón universal. A la doctrina de su maestro él añade la de la lucha de clases: si bien los hombres no conocen más que las guerras sociales, a las que son empujados por sus antagonismos económicos, cooperan inconscientemente en una obra que sólo el metafísico supone. Esta hipótesis de Sorel es muy aventurada y él no la justifica; pero evidentemente le concede gran importancia, bien sea por su exaltación de Rusia, bien sea por su previsión de la función civil de Italia (debe señalarse, a propósito de este acercamiento Rusia-Italia, la actitud de D'Annunzio, en una época casi coincidente, en los manuscritos que se hicieron circular en la primavera de 1920; ¿conoció Sorel esta actitud dannunziana? Sólo Missiroli podría dar una respuesta). Según Sorel, "Marx tenía una confianza tan grande en la subordinación de la historia a las leyes del desarrollo del espíritu, que enseñó que, después de la caída del capitalismo, la evolución hacia el Comunismo perfecto se produciría sin ser provocada por una lucha de clases (Carta sobre el programa de Gotha). Parece que Marx creía, como Hegel, que los diversos momentos de la evolución se manifiestan en países distintos, cada uno de los cuales es especialmente apto para cada uno de esos momentos (ver el prefacio del 21 de enero de 1882 a una traducción rusa del Manifiesto). Él no hizo nunca una exposición explícita de su doctrina; así, muchos marxistas están convencidos de que todas las fases de la evolución capitalista deben producirse en la misma forma, en todos los pueblos modernos. Estos marxistas son demasiado poco hegelianos".

 

c]  La cuestión: ¿antes o después de 1848 Sorel no entiende el significado de este problema, no obstante la literatura al respecto (aunque sea literatura de pacotilla) y alude al "curioso" (sic) cambio que se produjo en el espíritu de Marx a fines de 1850: en marzo éste firmó un manifiesto de los revolucionarios a refugiados en Londres, en el cual se trazaba el programa de una agitación revolucionaria a emprenderse en vista de un nuevo y próximo sacudimiento social, que Bernstein encuentra digno del bisoño de los revolucionarios de club (Socialismo teórico . ., p. 51), mientras que después se convenció de que la revolución nacida de la crisis de 1847 acababa con aquella crisis. Ahora bien, los años siguientes al 48 fueron de una prosperidad sin igual: faltaba pues para la revolución proyectada la primera de las condiciones necesarias: un proletariado reducido al ocio y dispuesto a combatir (cfr. Andler, T, pp. 55-56) ¿pero de qué edición?). Así habría nacido en los marxistas la concepción de la miseria creciente, que habría debido servir para espantar a los obreros e inducirlos a combatir en vista de un empeoramiento probable incluso en una situación próspera (explicación infantil y contradictoria de los hechos, si bien es cierto que de la teoría de la miseria creciente se ha hecho un instrumento de tal género, un argumento de inmediata persuasión: y por lo demás, ¿se trató de un arbitrio? Sobre la época en que nació la teoría de la miseria creciente debe verse la publicación de Roberto Michels) 

 

d] Sobre Proudhon: "Proudhon pertenecía a aquella parte de la burguesía más cercana al proletariado; por eso los marxistas han podido acusarlo de ser un burgués, mientras que los escritores más sagaces lo consideran como un admirable prototipo de nuestros (es decir, franceses) campesinos y de nuestros artesanos (cfr. Daniele Halévy en Débats del 3 de enero de 1913). Este juicio de Sorel se puede aceptar. Y he aquí cómo explica Sorel la mentalidad "jurídica" de Proudhon: "En razón de la modestia de sus recursos, los campesinos, los propietarios de las fábricas más pequeñas, los pequeños comerciantes están obligados a defender enérgicamente sus intereses ante los tribunales. Un socialismo que se proponga proteger a las capas situadas en los niveles más bajos de la economía, está naturalmente destinado a dar gran importancia a la seguridad del derecho; y una tendencia semejante es particularmente fuerte entre aquellos escritores que, como Proudhon, tienen la cabeza llena de recuerdos de la vida rural". Y da todavía otras ideas para reforzar este análisis, que no acaba de convencer: la mentalidad jurídica de Proudhon está ligada a su antijacobinismo, a los recuerdos literarios de la Revolución francesa y del antiguo régimen que se supone condujo a la explosión jacobina precisamente por la arbitrariedad de la justicia: la mentalidad jurídica es la sustancia del reformismo pequeño burgués de Proudhon y sus orígenes sociales contribuyeron a formarla por otro y "más alto" nexo de conceptos y de sentimientos: en este análisis Sorel se confunde con la mentalidad de los "ortodoxos" tan despreciados por él. Lo extraño es que Sorel, teniendo tal convicción sobre la tendencia social de Proudhon, lo exalte y en ocasiones lo proponga como modelo o fuente de principios para el proletariado moderno; si la mentalidad jurídica de Proudhon tiene este origen, ¿por qué los obreros tendrían que ocuparse de la cuestión de un "nuevo derecho", de una "seguridad del derecho", etcétera?

 

En este punto, se tiene la impresión de que el ensayo de Sorel ha sido mutilado y que falta precisamente una parte, referente al movimiento italiano de las fábricas: por el texto publicado, es posible imaginar que Sorel habría encontrado en el movimiento de las comisiones internas dirigidas a controlar los reglamentos de las fábricas y en general la "legislación" interna de las fábricas que dependía únicamente del arbitrio incontrolado de los empresarios, el equivalente de las exigencias que Proudhon reflejaba para los campesinos y los artesanos. El ensayo, tal como está publicado, es incoherente e incompleto; su conclusión, referente a Italia ("Muchas razones me habían conducido a suponer, desde hacía mucho tiempo, que lo que un hegeliano llamaría el Weitgeist, corresponde hoy a Italia. Gracias a Italia, la luz de los tiempos nuevos no se apagará") no tiene ninguna demostración, aunque fuese en esbozos y alusiones, al modo de Sorel. En la última nota hay una alusión a los consejos de los obreros y campesinos en Alemania, "que yo consideraba afines al espíritu proudhoniano" y una cita de los Materiali per una teorice . . . (pp. 164 y 394). Sería interesante saber si verdaderamente el ensayo fue mutilado y por quién: si directamente por Missiroli o por otros.

 

 

Nota I. No se puede comprender a Sorel como figura de "intelectual revolucionario" si no se piensa en la Francia posterior a 1870, así como no se puede comprender a Proudhon sin el "pánico antijacobino" de la época de la Restauración. El 70 y el 71 vieron en Francia dos terribles derrotas, la nacional, que pesó sobre los intelectuales burgueses, y la derrota popular de la Comuna que pesó sobre los intelectuales revolucionarios: la primera creó tipos como Clémenceau, quintaesencia del jacobinismo nacionalista francés, la segunda creó al antijacobino Sorel y el movimiento sindicalista "antipolítico". El curioso antagonismo de Sorel, sectario, mezquino, antihistórico, es una consecuencia del desangramiento popular del 71 (debe verse a este respecto la "Lettre á M. Daniel Halévy" en el Mouvement Socialiste, 16 de agosto y 15 de septiembre de 1907); de ahí viene una curiosa luz para sus Reflexiones sobre la violencia. El derramamiento de sangre de 1871, cortó el cordón umbilical entre el "nuevo pueblo" y la tradición de 1793: Sorel habría querido ser el representante de esta ruptura entre pueblo y jacobinismo histórico, pero no lo logró.

 

 

Nota II. Los escritos de Sorel de la posguerra tienen cierta importancia para la historia de la cultura occidental. Sorel atribuye al pensamiento de Proudhon toda una serie de instituciones y de actitudes ideológicas de este periodo. ¿Por qué pudo Sorel hacer esto? ¿Es absolutamente arbitrario este juicio suyo? Y dada la agudeza de Sorel como teórico de las ideas, que excluye, al menos en gran parte, una tal arbitrariedad, ¿de qué experiencias culturales partió Sorel, y no es todo ello importante para un juicio global de la obra soreliana? Es cierto que hay que reestudiar a Sorel, para captar por debajo de las incrustaciones parasitarias depositadas sobre su pensamiento por admiradores diletantes e intelectuales, lo que en aquél es más esencial y permanente. Hay que tener presente que se ha exagerado mucho sobre la "austeridad" y "seriedad" moral e intelectual de Sorel; del epistolario con Croco se desprende que él no siempre vencía los estímulos de la vanidad: eso lo revela, por ejemplo, el tono remiso de la carta en la que quiere explicar a Croce su adhesión (titubeante e incluso platónica) al "Círculo Proudhon" de Valois y su coqueteo con. Los elementos jóvenes de la tendencia monárquica y clerical.

 

Más aún: había mucho diletantismo, mucho "no empeñarse nunca a fondo", por lo tanto mucha intrínseca irresponsabilidad en las actitudes "políticas" de Sorel, que no eran nunca estrictamente políticas, sino "culturales-políticas", "intelectuales-políticas", "au dessus de la mélee": también a Sorel se le podrían hacer muchas acusaciones semejantes a las contenidas en el opúsculo de uno de sus discípulos, I misfatti degli intellettuali. Él mismo era un intelectual "puro" y por eso habría que separar, con un análisis cuidadoso, lo que hay en sus obras de superficial, de brillante, de accesorio, ligado a las contingencias de la polémica extemporánea, y lo que hay de "carnoso" y sustancioso, para hacerlo entrar, así definido, en el círculo de la cultura moderna.

 

 

Nota III.  En 1929, después de la publicación de una carta en la que Sorel hablaba de Oberdan, se multiplicaron los artículos de protesta por algunas expresiones usadas por Sorel en sus cartas a Croco y Sorel fue "demolido" (particularmente violento fue un artículo de Arturo Stanghellini reproducido en la Italia Letteraria de aquellos días). El epistolario fue interrumpido en el número siguiente de la Critica y reanudado, sin mención alguna del incidente, pero con algunas novedades: bastantes nombres fueron publicados sólo con las iniciales y se tuvo la impresión de que algunas cartas no fueron publicadas o que fueron expurgadas. Desde este momento comienza en el periodismo una nueva valoración de Sorel y de sus relaciones con Italia.

 

En ciertos aspectos Sorel se puede parangonar con De Man, pero ¡qué diferencia entre los dos! De Man se embrolla absurdamente en la historia de las ideas y se deja deslumbrar por las apariencias superficiales; si alguna reconvención se le puede hacer a Sorel es precisamente en sentido contrario, la de que analiza demasiado minuciosamente la sustancia de las ideas y de que pierde a menudo el sentido de las proporciones.

 

Sorel encuentra que una serie de acontecimientos de la posguerra son de carácter proudhoniano; Croce encuentra que De Man señala un retorno a Proudhon, pero De Man, típicamente, no comprende los acontecimientos de la posguerra indicados por Sorel. Para Sorel es proudhoniano lo que es creación "espontánea" del pueblo, es "ortodoxo" lo que es de origen burocrático, porque tiene siempre ante sí como obsesiones, de una parte la burocracia de la organización alemana y de la otra el jacobinismo, ambos fenómenos de centralización mecánica con las palancas de mando en manos de una banda de funcionarios. De Man fue siempre, en realidad, un ejemplar pedante de la burocracia laborista belga: todo es pedante en él, incluso el entusiasmo. Cree haber hecho descubrimientos grandiosos, porque repite con un formulario "científico" la descripción de una serie de hechos más o menos individuales: es una típica manifestación de positivismo, que duplica el hecho, describiéndolo y generalizándolo en una fórmula y después de la formulación del hecho hace la ley del hecho mismo. Para Sorel, como se desprende del ensayo publicado por la Nuova Antologia, lo que cuenta en Proudhon es la orientación psicológica, no ya la actitud práctica concreta, sobre la cual, en verdad, Sorel no se pronuncia explícitamente: esta orientación psicológica consiste en "confundirse" con los sentimientos populares (campesinos y artesanos), que concretamente brotan de la situación real impuesta al pueblo por los ordenamientos económico-estatales, en "hundirse" en ellos para comprenderlos y expresarlos en forma jurídica, racional; esta o aquella interpretación, o incluso el conjunto de ellas, pueden ser erróneas, o fantásticas, o incluso ridículas, pero la actitud general es lo más productivo de consecuencias valiosas. La actitud de De Man, por el contrario, es la "cientificista": se inclina ante el pueblo no para comprenderlo desinteresadamente, sino para "teorizar" sus sentimientos, para construir esquemas seudocientíficos; no para ponerse al unísono y extraer principios jurídico-educativos, sino como el zoólogo observa un mundo de insectos, como Maeterlinck observa las abejas y las hormigas.

 

De Man tiene la pretensión pedante de sacar a la luz y al primer plano los llamados "valores psicológicos y éticos" del movimiento obrero; ¿pero puede eso significar, como pretende De Man, una refutación perentoria y radical de la filosofía de la praxis? Eso sería como decir que el sacar a la luz el hecho de que la gran mayoría de los hombres está aún en la fase ptolomeica, signifique refutar las doctrinas copernicanas, y que el folklore deba sustituir a la ciencia. La filosofía de la praxis sostiene que los hombres adquieren conciencia de su posición social en el terreno de las ideologías; ¿acaso habrá excluido al pueblo de este modo de tomar conciencia de sí? Pero es una observación obvia que el mundo de las ideologías está (en su conjunto) más atrasado que las relaciones técnicas de producción: un negro apenas llegado de África puede convertirse en empleado de la Ford, aunque durante mucho tiempo siga siendo fetichista y aunque siga convencido de que la antropofagia es un modo de nutrirse normal y justificado. De Man, si se hiciera una encuesta al respecto, ¿qué conclusiones sacaría de ella? Que la filosofía de la praxis debe estudiar objetivamente lo que los hombres piensan de sí mismos y de los otros a este respecto está fuera de toda duda, ¿pero debe aceptar supinamente como eterno este modo de pensar? ¿No sería éste el peor de los mecanicismos y de los fatalismos? Tarea de toda iniciativa histórica es la de modificar las fases culturales precedentes, la de hacer homogénea la cultura a un nivel superior al precedente, etcétera. En realidad la filosofía de la praxis siempre ha trabajado en ese terreno que De Man cree haber descubierto, pero ha trabajado en él para innovar, no para conservar supinamente. El "descubrimiento" de De Man es un lugar común y su refutación es un refrito poco sabroso. Con este "conservadurismo" se explica el discreto éxito de De Man, incluso en Italia, al menos en ciertos ambientes (especialmente en el ambiente crociano-revisionista y en el católico). Del libro principal de De Man, Croce escribió un anuncio en la Critica de 1928, De Ruggiero escribió una reseña en la Critica de 1929; la Civiltá Cattolica y el Leonardo reseñas en 1929; G. Zibordi lo mencionó en su librito sobre Prampolini; un anuncio editorial muy elogioso hizo de él la Casa Laterza para la traducción de Schiavi y Schiavi habló de él como de algo grande en su prefacio; artículos de adhesión publicó I Problemi del Lavoro, que reprodujo las tesis finales no reproducidas en la traducción de Schiavi. La Italia Letteraria del 11 de agosto de 1929 publicó una reseña de Umberto Barbaro. Escribe Barban): ". . una crítica del marxismo que, si bien se vale de las anteriores 'revisiones' de carácter económico, en general está basada en una cuestión táctica (sic) relativa a la psicología de las masas obreras". "De los muchos intentos de ir au de là del marxismo (el traductor, el conocido abogado Alessandro Schiavi, modifica un poco el título, en 'superación' en sentido crociano y muy justificadamente (!) por lo demás, porque el mismo De Man considera la suya como una posición en antítesis necesaria para una síntesis superior) éste no es ciertamente de los más poderosos y mucho menos de los más sistemáticos; incluso porque la crítica se basa predominantemente en aquella misteriosa y huidiza, aunque ciertamente fascinante, seudociencia que es la psicología. Con respecto al 'movimiento' este libro es más bien derrotista y a veces proporciona incluso argumentos a las tendencias que quiere combatir: al fascismo por un grupo de observaciones sobre los estados afectivos y sobre los 'complejos' (en sentido freudiano) de los obreros de los que se derivan ideas de 'alegría del trabajo' y de 'artesanado', y al comunismo y al fascismo juntos por la escasa eficacia de los argumentos en defensa de la democracia y del reformismo.

 

 

Reseña de Paulo Milano en la Italia che Scrive de septiembre de 1929. Milano distingue en la obra de De Man dos aportaciones: 

 

<1°> la masa de observaciones psicológicas sobre la fase de desarrollo, las desviaciones, las reacciones contradictorias del movimiento obrero y socialista en años recientes, una sagaz colección de datos y documentos sociales, en suma: el análisis de la evolución reformista de las masas obreras por un lado y de los grupos patronales por el otro, según Milano, es rica y satisfactoria; 

 

<2º> y la discusión teórica de la que debería resultar la "superación del marxismo" (exactamente, para De Man, el "repudio" del marxismo). Para De Man la filosofía de la praxis, en su. fondo mecanicista y racionalista (!), es superada por las investigaciones más recientes, que han asignado a la concatenación racional solamente un lugar, y ni siquiera el más importante, en la serie de Tos movimientos de los actos humanos. A la reacción mecánica (!) de la dialéctica marxista, la ciencia moderna (!) ha sustituido victoriosamente (!) una reacción psicológica, cuya intensidad no es proporcional (?) a la causa agente. Para Milano: "Ya está claro que cualquier crítica a la concepción marxista de la historia lleva automáticamente a plantear el contraste entre interpretación materialista e interpretación idealista del mundo y a asignar en sustancia una prioridad al ser o al conocer. De Man ha escapado a este problema, o mejor, se ha detenido a medio camino, declarándose por una concepción de los hechos humanos como generados por "motores psicológicos" y por "complejos" sociales, o sea que De Man está influido por la psicología freudiana, sobre todo a través de las aplicaciones a las doctrinas sociales, intentadas por Adler (¿quizá Max Adler? ¿y en qué escritos?). Observa Milano: "Se sabe por lo demás qué débil terreno es la psicología en las investigaciones históricas: tanto más equívoco en investigaciones del tipo de éstas de que se habla. Los fenómenos psicológicos, en efecto, se prestan en distintas ocasiones a ser indicados como tendencias volitivas o como hechos materiales; entre estas opuestas interpretaciones oscila también De Man y evita por lo tanto una toma de posición sobre el punto crucial de la confrontación. Un lector sagaz juzgará más bien verdaderamente psicológico el origen de la obra de De Man: nacida de una crisis de desencanto y de la comprobación de la insuficiencia de las doctrinas marxistas integrales para explicar los fenómenos que se habían ofrecido a la observación del autor durante su trabajo político cotidiano. No obstante sus óptimas intenciones, el tenor del libro no supera esta documentada y animada comprobación ni logra una refutación teórica en el plano adecuado y con el vigor 'necesario' y concluye: "La prueba nos la da el último capítulo, en el que el tratamiento verbal querría concluir con la recomendación de una posición política práctica. De Man, evitando igualmente los dos extremos de una táctica de toma del poder y de un apostolado exclusivamente idealista, aconseja una educación genérica de las masas y con ello se pone fuera de aquel socialismo del que sin embargo, a lo largo de toda la obra, se había declarado fiel e iluminado partidario".

 

En la Civiltá Cattolica del 7 de septiembre de 1929, en el artículo "Per la pace sociale" (del padre Brucculeri) que comenta el famoso laudo emitido por la Congregación del Concilio en el conflicto entre obreros e industriales católicos de la región Roubaix-Tourcoing, hay este pasaje: "El marxismo —como demuestra De Man en sus más bellas páginas— fue una corriente materializadora del mundo obrero moderno". O sea, las páginas de De Man son todas bellas, pero algunas son todavía más bellas. (Dada esta actitud de los católicos con respecto a la tendencia de De Man, puede explicarse cómo Giuseppe Prezzolini, aludiendo en el Pégaso de septiembre de 1930 al libro de Philip sobre el Movimento operaio americano, califica a Philip como un "demócrata cristiano", si bien del libro no se desprende ni está justificada semejante calificación).

 

En los fascículos de la Civiltá Cattolica del 5 de octubre y del 16 de noviembre de 1929 se publica un ensayo muy difundido sobre el libro de De Man. La obra de De Man es reputada "no obstante sus deficiencias, la más importante y, digamos aún, genial, de cuantas hasta ahora existen en la literatura antimarxista". Hacia el final del ensayo se encuentra esta impresión general: "El autor (De Man), aunque ha superado una crisis de pensamiento rechazando, con gesto magnánimo, el marxismo, está aún titubeante, y su inteligencia ávida de verdad no está plenamente satisfecha. Él se agita en los umbrales de la verdad, capta sus rayos, pero no se lanza adelante para hundirse en la luz. Auguramos a De Man que, una vez superada su crisis, podrá elevarse, como el gran obispo de Tagaste, del divino reflejo que es la ley moral en el alma, al divino infinito, a la fuente eternamente espléndida de todo aquello que por el universo se expande...”

 

(continuará)

 

 

[Fragmento de: A. GRAMSCI. “Cuadernos de la cárcel. Tomo 4”]

 

*


2 comentarios:

  1. Por fin encuentro tu blog. Ha sido tu comentario en el mío el que me ha dado la pista: "Lo colgaré en mi blog". Pensé que la desaparición de "EL OTRO" era definitiva. Me alegra que no sea así. A partir de ahora seré asiduo de este que, como dice Silvio Rodríguez, no es lo mismo pero es igual.

    Salud y comunismo


    ResponderEliminar
  2. Bienvenido Loam. Un privilegio leerte también por aquí.

    Salud y comunismo

    ResponderEliminar

Gracias por comentar