lunes, 30 de septiembre de 2024




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DE LA DECADENCIA DE LA POLÍTICA EN EL CAPITALISMO TERMINAL


Andrés Piqueras

 

(17)

 

 

 

PARTE I

 

De la agonía del capital(ismo) y del

desvelamiento de su ilusión democrática

 

 

(…)

 

 

Capítulo 6

 

 

DE LAS CONDICIONES DEL “TANATOCAPITALISMO”

 

 

(…) Como se anticipó en el capítulo 4, el trabajo en el complejo industrial-militar para la guerra, con la destrucción programada de vidas humanas, riqueza natural y material, es trabajo improductivo por el contenido, pero se manifiesta como productivo visto por la forma: genera multitud de empleos, servicios y facturaciones de insumos directos e indirectos relacionados con aquél. Por elcontenido también la venta de productos bélicos y los medios de destrucción en general permiten en un ciclo determinado la realización de plusvalía y ganancia. Durante ese ciclo se producen mercancías que cuentan como riqueza real a escala nacional. Pero incluso cuando esas mercancías dañinas vendidas al Estado no sean “consumidas” destructivamente, es decir, no sean usadas en la guerra y por lo tanto no causen amplia destrucción directa, en el ciclo económico siguiente ya no contribuyen a la reproducción ampliada del capital a escala social global. Esto es así porque en el posterior ciclo de producción dichas armas no figuran entre los medios de producción para renovar o ampliar el capital fijo de la economía real, ni entre los medios de consumo necesarios para volver a contratar la misma o más fuerza de trabajo en dicha economía.

 

Por su contenido, entonces, un ciclo de producción armamentístico se transforma en un obstáculo en el ciclo siguiente. En general, además, el desarrollo del Departamento IV (de fuerzas militares o destructivas) hace declinar la tasa de inversión en la producción civil, lo que afecta al crecimiento económico y, por ende, conduce a bajar la productividad general del trabajo por forma y contenido. Esa reproducción limitada u obstruida del capital no se manifiesta inmediatamente, sino a lo largo del tiempo. La reproducción ampliada del complejo industrial militar significa el fomento de un creciente gasto improductivo para la sociedad en su conjunto. Por eso, al constituir con el tiempo el gasto armamentístico un peso demasiado grande, se intenta que sea transferido a terceros a través de la venta de armas (lo cual se complica cuanto más pesadas, caras y sofisticadas son éstas, que por lo general sólo tienen como clientes a otros Estados, y nunca si son punteras y suponen una ventaja militar). Pero para realizar esa venta es conveniente multiplicar los conflictos bélicos, o bien las amenazas reales o inventadas de agresiones. Como resultado, se da una incesante y ampliada proliferación de fuerzas destructivas a escala planetaria.

 

Con todo, el exacerbado aumento de fuerzas destructivas no se reduce al ámbito militar. Según las personificaciones del capital reorganizan la economía política haciendo del Estado una herramienta de inmediatez de intereses cada vez más reducidos de clase, como se vio en el capítulo anterior, aquél va dejando de cumplir su papel de “capitalista colectivo”, gestor y administrador del espacio social, o mantenedor del imprescindible suelo en que se desarrolla el capital: la sociedad. Es decir, deja de atender las necesidades del capital como sistema, para sostener los beneficios de una reducida élite cada vez más desconectada del capital productivo, aun a costa, por tanto, de la propia acumulación (Davidson, 2016) y de la sociedad que la sustenta. Lo que a la postre conduce a minar las bases del propio capital.

 

Efectivamente, en su intento de compensación de la caída de la tasa de ganancia productiva, las personificaciones del capital se cebarán también con los gastos sociales o la parte del excedente que se destina a la reproducción del orden social. Una forma más de disparar las fuerzas sociales de destrucción. ¿Qué otra cosa son las políticas de austeridad, la pérdida de atención a la salud pública, la “pobreza energética”, el deterioro de infraestructuras, la vuelta de los cuidados al exclusivo ámbito doméstico y la acentuación de la explotación de género, la ausencia de políticas rigurosas y eficaces de protección ambiental y de preservación de recursos, ni siquiera del propio capital construido (fábricas, instalaciones, oficinas, inmuebles, puentes, carreteras…)? Por no hablar de la eugenesia social explícita a través de intervenciones militares y también, verbigracia, de programadas desatenciones médicas (poblaciones abocadas a morir al no poder pagarse vacunas o tratamientos, al destruirse las redes sanitarias, de prevención y atención primaria, por ejemplo).

 

Tales dinámicas implican que la destrucción termine internalizándose en el pensamiento y en el modo de hacer de individuos, instituciones y personificaciones de clase, permeando la ciencia, el arte, el deporte, la filosofía y la política (Saluti, 2018). Son dinámicas que reflejan una aproximación cada vez mayor entre fuerzas productivas y destructivas (fuerzas productivo-destructivas las llamaba Manuel Sacristán), que se indiferencian crecientemente. Proceso que ya fue anticipado por Marx y Engels en Laideología alemana, cuando decían que con el desarrollo de las fuerzas productivas hay una fase en la que surgen fuerzas productivas y medios de intercambio que, en el marco de las relaciones existentes, sólo causan daños y ya no son más fuerzas de producción, sino fuerzas de destrucción.

 

“Estas fuerzas productivas, bajo el régimen de la propiedad privada, sólo experimentan un desarrollo unilateral, se convirtieron para la mayoría en fuerzas destructivas y gran cantidad de ellas ni siquiera pueden llegar a aplicarse, con la propiedad privada” 

(Marx y Engels).

 

La destrucción se inserta en el proceso de acumulación como un factor cada vez más protagonista, pero desprovisto de su “fuerza creativa”, para dejar de proyectar transformaciones civilizatorias, desatando por el contrario las mayores fuerzas reaccionarias en la procura de su propia reproducción ( lareproducción ampliada de la destrucción). La degeneración del valor guía y agiliza, así, la transición de la producción orientada al consumo, hacia el consumo por la destrucción que puede tener lugar sin ninguna dificultad importante en el campo de la producción misma (Mészáros, 2010).

 

Tal dinámica, sin embargo, tiene un límite manifiesto. A falta de una incursión productiva en la escala requerida para poder ajustar cuentas con la ficticidad de la economía del actual capitalismo degenerativo, el componente destructivo de esta economía se va haciendo más y más desproporcionado e inviable. De hecho, genera cada vez más frecuente e intensamente flujos que entorpecen, cuando no obstruyen, el valor, muchos de los cuales a la postre le imposibilitan. Esto está explicado en el carácter autoexpansivo del valorvinculado al aumento exponencial del volumen de material destinado a la producción sin un aumento correspondiente en el trabajo abstracto implicado en dicha producción, lo cual (además del límite de la expansión de fronteras en un mundo finito y completo) tiene altos costos: contaminación de sumideros (tierra, agua, aire, atmósfera), multiplicación de tóxicos dañinos para la vida, esquilme-espolio de recursos y de las fuentes de reposición de los mismos, provocación de nuevas formas adversas de vida para la producción (plagas, “malas hierbas”, contaminantes naturales, reacciones bioquímicas dañinas...), que suponen un peligro fehaciente para las posibilidades y nutrientes del propio valor capitalista. Es lo que se ha llamado “valor negativo” (Moore, 2015) y que personalmente he preferido designar como negavalor, en cuanto que destruye las fuentes de posibilidad y renovación del valor, obstaculiza seguir reproduciéndolo y a la postre le hace entrar en una espiral descendente.


El negavalor, en resumidas cuentas, “succiona” valor. Así por ejemplo, la agricultura capitalista ha pasado de contribuir a la acumulación de capital, reduciendo los costos de la fuerza de trabajo y disparando la alimentación barata, a minar incluso las condiciones de medio plazo necesarias para renovar la acumulación (insumos químicos, pesticidas que tienen cada vez más efectos negativos sobre la vida, desertificación de tierras, plagas más resistentes, etc.). La realidad del calentamiento global, por su parte, socava las propias fuentes de la vida, trastocando todos los factores de posibilidad de la agricultura. Se perfila ya como la más potente amenaza presente y la más palpable muestra de negavalor a escala global. La naturaleza devuelve hostilidad frente a la Apropiación desquiciada.


Dentro de las distintas formas en que esa “hostilidad” se puede manifestar como negavalor hay que considerar también la escasez de agua, la erosión de la capa arable y la disminución de la fertilidad del suelo, el límite de tierras cultivables, la disminución de la variedad de semillas, el alto requerimiento de inputs para producir alimentos y el propio aumento de los inputs de los combustibles fósiles, entre numerosos otros factores. De forma generalizada, los cambios biosféricos penetran las relaciones de reproducción globales con un inusual poder y notoriedad, generando una proliferación de actividades naturales y de vida que son hostiles a que se siga extrayendo valor a través de la naturaleza, y por tanto a la reproducción del capital (Hal y Klitgaard, 2012).

 

Esto quiere decir que si en un principio la velocidad de dominio humano de la naturaleza extra-humana era mayor que la reacción de ésta, llegados a un punto de Apropiación la velocidad de reacción adversa de la naturaleza extra-humana supera a las actividades de dominio y control de ella ideadas por el capitalismo (Moore, 2014a, 2014b). Mas hay que tener en cuenta como negavalor, igualmente, como aquí se ha dicho, el incremento de efectos perniciosos para la salud humana implicados en la propia producción del capital: cada vez más cantidad de valores de uso nocivos (químicos, aditivos, compuestos …) que degradan el metabolismo humano y multiplican las epidemias (con mayores posibilidades de hacerse pandemias), enfermedades degenerativas, alérgicas, depresivas… con un aumento de la letalidad (por contaminación, ingesta, etc.), además de crecientes desórdenes y extenuación psicológicos. Concluyendo, en breve podremos estar pasando de la multiplicación desenfrenada del plusvalor al disparadero del negavalor.Síntoma de la descomposición del valor, de la degeneración de todo el orden económico, la cada vez más entorpecida Apropiación de la Naturaleza conduce a una intensificación de la Apropiación de la Sociedad, del común que la constituye. Lo que supone en realidad un proceso de auto-fagocitación (de alimentarse de la riqueza social previamente generada), como ya se indicó en el capítulo anterior. Cuando el capital pierde su nutriente (el valor), comienza a devorar a su propia sociedad. Pero ninguna economía puede existir sin sociedad y ningún ente puede vivir por mucho tiempo auto-fagocitándose. Intentaré proporcionar en el siguiente capítulo algunos puntos de análisis sobre cómo las claves que confieren una impronta destructiva –“tánato”– al capitalismo actual, se traducen también en unas determinadas plasmaciones geopolíticas, geoeconómicas y geoecológicas de caos, destrucción y muerte…


(continuará)

 

 

 

 

[ Fragmento: DE LA DECADENCIA DE LA POLÍTICA EN EL CAPITALISMO TERMINAL  /  Andrés Piqueras ]

 

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