martes, 18 de enero de 2022

 

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 Antonio Gramsci  / Cuaderno 11 (XVIII) 1932-1933.

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Introducción al estudio de la filosofía

 

[Advertencia]

Las notas contenidas en este cuaderno, como en los otros, han sido escritas a vuelapluma, para apuntar un breve recordatorio. Todas ellas deberán revisarse y controlarse minuciosamente, porque ciertamente contienen inexactitudes, falsas aproximaciones, anacronismos. Escritas sin tener presentes los libros a que se alude, es posible que después de la revisión deban ser radicalmente corregidas porque precisamente lo contrario de lo aquí escrito resulte cierto.

 

 

VI. Apuntes misceláneos

 

 

< 64 >. "Objetividad" del conocimiento. Para los católicos ". . . toda la teoría idealista se apoya en la negación de la objetividad de todo nuestro conocimiento y en el monismo idealista del 'Espíritu' (equivalente, en cuanto monismo, al positivista de la 'Materia') por lo que el fundamento mismo de la religión, Dios, no existe objetivamente fuera de nosotros, sino que es una creación del intelecto. Por lo tanto el idealismo, no menos que el materialismo, es radicalmente contrario a la religión". (Cfr. artículo del padre Mario Barbera en la Civiltá Catiolica del 19 de junio de 1929).

 

La cuestión de la "objetividad" del conocimiento según la filosofía de la praxis puede ser elaborada partiendo de la proposición (contenida en el prólogo de Contribución a la crítica de la economía política) de que "los hombres se vuelven conscientes (del conflicto entre las fuerzas materiales de producción) en el terreno ideológico" de las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas, filosóficas. Pero tal conciencia ¿está limitada al conflicto entre las fuerzas materiales de producción y las relaciones de producción —según la letra del texto— o se refiere a todo conocimiento consciente? Éste es el punto a elaborar y que puede elaborarse con todo el conjunto de la doctrina filosófica del valor de las superestructuras. ¿Qué significará, en tal caso, el término "monismo"? Ciertamente no el materialista ni el idealista, sino identidad de los contrarios en el acto histórico concreto, o sea actividad humana (historia-espíritu) en concreto, conectada indisolublemente a una cierta "materia" organizada (historicizada), a la naturaleza transformada por el hombre. Filosofía del acto (praxis, desarrollo), pero no del acto "puro", sino precisamente del acto "impuro", real en el sentido más profano y mundano de la palabra.

 

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< 65 >. Filosofía-política-economía. Si estas tres actividades son los elementos constitutivos necesarios de una misma concepción del mundo, necesariamente debe existir, en sus principios teóricos, convertibilidad de la una a la otra, traducción recíproca en el propio lenguaje específico de cada elemento constitutivo: el uno está implícito en el otro, y todos juntos forman un círculo homogéneo (cfr. las notas precedentes sobre la traducibilidad recíproca de los lenguajes científicos). De estas proposiciones (que deben ser elaboradas) se derivan, para el historiador de la cultura y de las ideas, algunos criterios de investigación y cánones críticos de gran significado. Puede suceder que una gran personalidad exprese su pensamiento más fecundo no en el lugar que aparentemente debería ser el más "lógico", desde el punto de vista clasificatorio externo, sino en otro lugar que aparentemente puede ser juzgado extraño. Un hombre político escribe de filosofía: puede suceder que su "verdadera" filosofía deba buscarse por el contrario en los escritos de política. En toda personalidad hay una actividad dominante y predominante: es en ésta donde hay que buscar su pensamiento, implícito las más de las veces y en ocasiones en contradicción con el que se expresa ex profeso. Es verdad que en tal criterio de juicio histórico se hallan contenidos muchos peligros de diletantismo y que en la aplicación es preciso ser muy cautos, pero esto no quita que el criterio sea fecundo en verdades.

 

Realmente el "filósofo" ocasional difícilmente consigue abstraerse de las corrientes que dominan en su época, de las interpretaciones que han llegado a ser dogmáticas sobre una cierta concepción del mundo, etcétera; mientras que, por el contrario, como científico de la política se siente libre de estos ídolos del tiempo o del grupo, se enfrenta más inmediatamente y con toda originalidad a la misma concepción, penetra en lo más íntimo y la desarrolla de forma vital. A este respecto sigue siendo útil y fecundo el pensamiento expresado 

por Luxemburgo sobre la imposibilidad de afrontar ciertas cuestiones de la filosofía de la praxis en cuanto que éstas todavía no se han vuelto actuales para el curso de la historia general o de un determinado agrupamiento social. A la fase económico-corporativa, a la fase de lucha por la hegemonía en la sociedad civil, a la fase estatal, corresponden actividades intelectuales determinadas que no se pueden improvisar o anticipar arbitrariamente. En la fase de la lucha por la hegemonía se desarrolla la ciencia de la política; en la fase estatal todas las superestructuras deben desarrollarse, so pena de la disolución del Estado…”

 

(continuará)

 

 

[Fragmento de: A. GRAMSCI. “Cuadernos de la cárcel. Tomo 4”]

 

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