martes, 31 de enero de 2023

 

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LA COLUMNA DE LA MUERTE

El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz

 

Francisco Espinosa Maestre

 

[ 030 ]

 

 

3

EL SUSTO EN EL CUERPO

 

 (...)

 

El final del coronel José Cantero y de otros militares rebeldes

 

Los golpistas despacharon el caso del coronel José Cantero Ortega como era habitual en estos casos. Al igual que los demás jefes que no apoyaron el golpe militar, fue tachado de persona débil, insegura y fácilmente manipulable, pero además, dado el desenlace, sembraron dudas sobre la causa de su fallecimiento. Todavía a estas alturas hay quien plantea si perdió la vida asesinado por los hombres de Yagüe o, si como otros prefieren al objeto de salvar la dignidad militar, bajo las bombas lanzadas por la aviación sublevada. Se ha llegado a sostener que la represión no afectó especialmente a los militares. Lo cierto es que la historiografía franquista no asumió nunca ni siquiera estas muertes, pensando quizá que no resultaba muy correcto eliminar in situ a unos militares que, cumpliendo con su deber, acababan de ser derrotados, y arrojar después sus cuerpos a los fosos de las murallas cercanas. La guerra entre caballeros salía malparada, de manera que como otras tantas cosas había que ocultarlo. Frente a la deteriorada imagen que el fascismo nos legó del coronel Cantero, los datos de que disponemos, sin embargo, lo muestran como un militar básicamente legalista que conoce la extensión de la trama golpista en el regimiento y que logra bandear el empuje de la sublevación, primero el 18 de julio y, sobre todo, el día 21 con las reuniones con oficiales y suboficiales. Si Cantero hubiera estado en Sevilla en vez de en Badajoz se hubiera visto arrollado por los oficiales, pero —como se ha dicho— la clave del fracaso de la sublevación en Badajoz estriba precisamente en la existencia de un núcleo de jefes y oficiales contrarios a toda intentona golpista y en la intervención de los suboficiales, propiciada por el coronel Cantero y los comandantes. Además, ni la guarnición de Badajoz estaba tan trabajada por los sublevados como otras del país, ni Badajoz era una provincia fácilmente controlable. Los jefes enviados por la República a partir de las elecciones de febrero respondieron. Sólo hace falta comprobar el destino de los máximos responsables de la Guardia Civil (José Vega Cornejo), de las fuerzas de Carabineros (Antonio Pastor Palacios), y el del propio José Cantero Ortega. En este caso los golpistas les ahorraron la farsa de los consejos de guerra sumarísimos. No les sirvió como atenuante no haber pasado a Portugal, circunstancia que ha servido una y otra vez para descalificar a los que optaron por tal solución.

 

El 22 de agosto del 36 el comandante Fernando Ramos Díaz de Vila, que se había incorporado a la sublevación desde Portugal el día 15 de agosto, preguntado por los oficiales que no habían prestado declaración, dio a conocer que dos de ellos, el coronel Cantero y el comandante Alonso, habían sido fusilados. A pesar de esto, dos meses después, el 27 de octubre, el juez Instructor mandó oficios al comandante Militar de Badajoz, al jefe del Regimiento de Infantería y al alcalde de Badajoz para que se informara si se seguía ignorando el paradero del coronel. El único que contestó fue el último, quien hizo constar que el cadáver de Cantero estaba en el Cementerio desde el 17 de agosto. Precisamente al día siguiente de enviar esos oficios, Pilar Olea Cortés, esposa del comandante Enrique Alonso García, compareció ante el instructor para «deponer en descargo de la actuación que según rumores públicos se le atribuye a su difunto esposo», cuyo cadáver, según declaró, había recogido personalmente y al que dio sepultura e inscribió en el Registro Civil. Cuando se le preguntó sobre la actitud de su marido respecto a la sublevación declaró que carecía de ideas políticas y que había prometido al coronel Cantero que «nunca lo abandonaría sucediese lo que sucediese». Días después se preguntó al Juzgado si constaban en sus registros los nombres de los militares desaparecidos y se informó que sólo existían datos acerca de Enrique Alonso García, «fallecido el 14 de agosto en su expresado domicilio a consecuencia de hemorragia», pero que nada podían decir de Cantero, Terrón, Méndez Lemo y Salvador Márquez. Y el 30 de octubre fue el mismo Gobierno Militar de Badajoz quien comunicó al instructor Membrillera que se seguía ignorando el paradero del coronel José Cantero Ortega.

 

El dos de noviembre el sargento Luis Cantero, hijo del coronel, ofreció su testimonio:

 

Que su padre el Coronel José Cantero le consta que falleció el 14 de agosto próximo pasado, día en que fue tomada la Plaza de Badajoz por las tropas del Ejército Nacionalista, habiendo recibido enterramiento el cadáver en el cementerio de esta capital siendo también testigo del fallecimiento la señora del Teniente Coronel Furundarena.

 

Ésta, América Gil, declaró al día siguiente:

 

Que tenía cierta amistad con el coronel y su familia. Que al tener noticia el día 17 de agosto de que el cadáver del Coronel se encontraba en los fosos del Cuartel de la Bomba sin que hubiera quien se ocupara de darle sepultura se ocupó la declarante de hacerlo pudiendo por lo tanto asegurar que ha fallecido el referido coronel por disparos de arma de fuego y ha recibido sepultura en el Cementerio Municipal de esta ciudad.

 

Nuevos testimonios informarían en días sucesivos del final de los otros militares que no habían prestado declaración ante el instructor. Así, por ejemplo, el capitán Otilio Fernández y los tenientes Patrocinio Carretero Polo y Alfonso Ten Turón afirmaron haber visto y reconocido los cadáveres del maestro armero Salvador Márquez y de los alféreces Benito Méndez Lemo y Juan Terrón Martínez.

 

Los que pudieron escapar, caso de Ruiz Farrona, o los que pasaron a Portugal, fueron procesados, declarados en rebeldía y emplazados mediante requisitorias. Éste sería el caso del comandante Antonio Bertomeu Bisquert, del capitán Guillermo de Miguel Ibáñez, de los tenientes José Pizarro García y José Rodríguez Rodríguez, de los alféreces José Torrado Berjano, José León Borrajo y Joaquín Borrego Martínez. La causa 397/36, abierta contra el coronel Cantero y demás jefes y oficiales por el delito de auxilio a la rebelión, concluyó en Sevilla en marzo de 1937:

 

Que el coronel del mencionado Regimiento don José Cantero Ortega, el Comandante del mismo don Enrique Alonso García, los alféreces don Juan Terrón Martínez y don Benito Méndez Lemo y el Maestro Armero don Salvador Márquez, que tan activa actuación tuvieron a favor del gobierno rojo de Madrid aparecieron muertos en la Plaza de Badajoz el día de la toma de ella por el Ejército Nacional alcanzando así el castigo al que se habían hecho acreedores por su funesta actuación contra la Patria.

 

La sentencia decretó el sobreseimiento de las actuaciones respecto de los fallecidos y el sobreseimiento provisional de todos los encausados: Luis Andreu Romero, Buenaventura Carpintero López, Domingo Alvarado Pascasio, Juan Ruiz de la Puente, José Almansa Díaz, Valeriano Lucenqui Pasalodos, Anastasio Riballo Calderón, José Sánchez Arellano, Leandro Sánchez Gallego, Francisco Fernández Gragera, Emeterio Fernández Touriño, Eleuterio Cernuda Fando, Hermenegildo Fuentes Iglesias, Iluminado Fuentes Prieto, Antonio García Gómez, Domingo Mejías Rivera, Adrián Jaramillo Nogales, Antonio González Dorado, Filomeno Centeno del Valle y Manuel Vázquez Chacón…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Francisco Espinosa Maestre. “La columna de la muerte” ]

 

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