miércoles, 5 de octubre de 2022


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NUESTRO MARX

Néstor Kohan.

 

[ 026 ]

 

 

PRIMERA PARTE:

Una visión crítica de los usos de Marx

 

 

EL MARX DEL MATERIALISMO DIALÉCTICO. (DE PLEJANOV Y STALIN A LOS MANUALES DEL PARTIDO COMUNISTA DE LA UNIÓN SOVIÉTICA [PCUS])

 

 

 (...)

 

La «ortodoxia» de la Segunda Internacional

 

Si bien aún en vida de Engels (con quien mantuvo correspondencia) el célebre filósofo italiano Antonio Labriola superó su hegelianismo para adherirse, a fines de la década de los 80 del siglo XIX, al marxismo, y elaborar —como ya señalamos— en un registro crítico de Achille Loria y su "teoría de los factores" una profunda y certera interpretación del marxismo como filosofía de la praxis, fueron en cambio Karl Kautsky y Giorgi Plejanov quienes ocuparon el lugar central y la autoridad vacante a la muerte del compañero de Marx. Ambos —el alemán y el ruso— fueron los intelectuales hegemónicos en el mundo cultural de la "ortodoxia" de la II Internacional, opacando incluso al principal biógrafo de Marx, Franz Mehring. La filosofía de la praxis de Labriola no era lo suficientemente funcional a las prácticas socialistas organizativas y partidarias de fin de siglo.

 

En ese momento, Karl Kautsky, el director de la revista teórica Die Neue Zeit (editada desde 1848 y dirigida por él desde 1883), ocupó el sitio principal al frente del Partido Socialdemócrata alemán (SPD) que por aquella época era tomado como arquetipo por la socialdemocracia mundial. Su gran adversario fue el conocido jefe del "revisionismo" Eduard Bernstein (quien, al igual que Kautsky, Labriola y Plejanov mantuvo correspondencia con Engels), también colaborador de Die Neue Zeit. La polémica Kautsky-Bernstein selló a fuego el mapa cultural e ideológico de la II Internacional y agregó, por el lado de Kautsky, varios escalones a la conformación histórica del DIAMAT.

 

Rechazando todas las pretensiones de Bernstein (su evolucionismo de matriz kantiana, su oposición a Hegel, su cuestionamiento de la teoría marxista de las crisis y de la pauperización del proletariado, etc.), Kautsky salió inmediatamente en defensa del supuesto determinismo marxista y de su pretendida "ortodoxia" económica. En sus acaloradas respuestas (además de una confusa noción de imperialismo, según la cual el colonialismo era supuestamente incompatible con el dominio del capital industrial, tesis absolutamente falsa para Inglaterra) encontramos una de las principales notas que caracterizarían posteriormente al DIAMAT: el fatalismo histórico. Kautsky, por ejemplo, afirmaba que "el gran mérito de Marx y de Engels consiste en haber hecho entrar, con más éxito que sus antecesores, los hechos históricos en el dominio de los hechos necesarios, elevando así la historia a la categoría de ciencia". También sostenía que "mientras el sabio estudia con calma e imparcialidad las relaciones necesarias entre los hechos, el hombre de combate lucha por todo lo que en apariencia es aún desconocido y libre, aunque se halle sometido a leyes ineluctables". Toda su respuesta se estructura en la misma línea. El libro anti Bernstein concluye afirmando rotundamente que "no somos nosotros los que dirigimos la evolución histórica. Depende de factores mucho más poderosos que los partidos y sus deseos".

 

Una conclusión completamente acorde con la teoría engelsiana de la "deducción-aplicación" de la ontología materialista natural a la historia humana que haría rápidamente escuela en los partidarios del llamado "Materialismo dialéctico". La historia devenía así un sujeto autónomo con leyes, fases y períodos sucedidos al margen de la praxis, en forma necesaria, ineluctable y, en última instancia, fatal. Desde las mismas trincheras "ortodoxas" de Kautsky, en Rusia fue Giorgi Plejanov el principal generalizador del sistema filosófico que se inspira en aquellos pasajes de Engels, escritos —aunque muchas veces se olvide— en medio de una polémica.

 

Tratando de mantener las fortalezas de la "ortodoxia" del materialismo ontológico frente a los ataques de Bogdanov, los narodniks (populistas) y los neokantianos, y recurriendo para su defensa a los descubrimientos científicos de Darwin, Haeckel, Huxley, De Vries, Tylor, Ratzel, Frazer y Forel, Plejanov retoma la estela filosófica engelsiana. Pero su obra no se reduce a una simple explicación o divulgación de esta última sino que intenta avanzar en esa misma dirección llevando su lógica hasta las últimas consecuencias. En este sentido introduce un término para caracterizar al conjunto de la filosofía materialista que, al menos hasta donde contamos con información, estaba ausente o no ocupaba un lugar central en Engels: el de "monismo", con el cual caracteriza a la filosofía del "Materialismo dialéctico", introduciendo a su vez con esta denominación otro término nuevo aunque —como señalamos anteriormente— estuviera ya latente en el autor del Anti-Dühring.

 

La línea directriz global de este pensador —que educó a toda una generación de marxistas rusos— es quizá una de las más coherentes entre los constructores del DIAMAT, pues de ella extrae explícita y consecuentemente contundentes enseñanzas políticas en su polémica con el populismo y con el llamado "terrorismo" que se corresponden plenamente con su interpretación del desarrollo histórico. En cuanto a este último aspecto no es aleatorio que hasta el final de sus días Plejanov se haya aferrado religiosamente —como también lo hiciera Kautsky— a un determinismo histórico lindante con el fatalismo, del cual dedujo la imposibilidad de forzar, negar o violar "las férreas leyes de la historia" y, por lo tanto, de cualquier tipo de transformación socialista en su país que no pasase previamente por la etapa y los estadios del desarrollo capitalista occidental europeo.

Desde esa "ortodoxia" Plejanov continuó infatigablemente luchando y lidiando en Rusia contra las supuestas "desviaciones" del tronco materialista, pero no fue el único en hacerlo.

 

 

 

Las innovaciones del joven Stalin

 

Uno de sus principales discípulos, José Dzugasvili Stalin, publicó en 1905 un pequeño ensayo titulado ¿Anarquismo o socialismo?, que contiene gran parte de las teorías canonizadas posteriormente en los manuales soviéticos que difundirán el DIAMAT por todo el mundo.

 

Allí Stalin desarrolla su particular lectura del marxismo a partir de lo que entiende por método dialéctico y teoría materialista. Si bien es verdad que Trotsky ha señalado en más de una oportunidad —por ejemplo en su artículo de 1928 titulado "Las tendencias filosóficas del burocratismo"— que Stalin siempre fue un "empirista", que nunca tuvo mayor apego a la teoría y que la mayor parte de sus intervenciones las subordinaba de manera oportunista a sus necesidades tácticas y coyunturales del momento, por eso vivía haciendo zig zag, también resulta plausible sostener que, más allá de ese eclecticismo notable, Stalin sí poseía una visión propia de la teoría marxista. Esa lectura personal está condensada ya en escritos tempranos, muy anteriores a su posterior consolidación, tras la muerte de Lenin, al frente de la burocracia soviética.

 

En primer lugar, en ¿Anarquismo o socialismo?, Stalin define esta corriente teórica como un "sistema" filosófico y la denomina, siguiendo a Plejanov, "Materialismo dialéctico".

 

Exagerando aún más la teoría de la aplicación engelsiana, Stalin sostiene que no solo la ciencia social se deriva de la ontología natural, sino que además el "socialismo proletario", como movimiento político, se deriva lógicamente" del sistema filosófico. Resulta conveniente subrayar entonces la importancia histórica que adquiere el sistema del DIAMAT con Stalin, pues no solo sirve para dividir aguas en la historia de la filosofía sino que, además, supuestamente se deducen axiomáticamente de éste todas las propuestas políticas del movimiento. Los esquemas filosóficos dejan de ser con él meras generalizaciones de las ciencias —como postulaba Engels— para pasar a regir hasta la práctica política más inmediata. Lo universal impone aquí toda su fuerza. Su lógica es de acero... como el propio seudónimo de Stalin.

 

Continuando en el horizonte originario de la línea metafísica, Stalin reafirma su credo en la prioridad ontológica de la existencia de la naturaleza y subraya, al igual que Engels —a quien adopta como fuente principal, mientras que el nombre de Marx prácticamente no figura en este escrito—, que el problema fundamental de toda la filosofía es el de la relación naturaleza-pensamiento.

 

Si se apoya en Engels a la hora de definir la problemática central de la filosofía, recurre elípticamente a Plejanov cuando caracteriza esta ontología con el término "monismo", pues en su opinión "existe una naturaleza única e indivisible" que funciona como un principio también único aunque se exprese en distintas formas, tanto materiales como ideales. El carácter "monista" sería aquello que distingue el materialismo de Marx del materialismo vulgar.

 

 

Uno de los elementos centrales a tener en cuenta —en medio de las abundantes citas y repeticiones de Engels— es el énfasis puesto ya desde esta época por el joven Stalin en la supuesta "necesidad" e "inevitabilidad" del desarrollo social. La historia es concebida en su óptica como el paso mecánico de una serie invariante de distintas fases que se suceden necesariamente unas a otras, en escalera. Esta será sin duda, al menos en América Latina, la principal herencia teórica en la cultura política de sus seguidores.

 

De tal manera, podemos advertir en esta pequeña obra los primeros bosquejos de las principales líneas directrices a partir de las cuales la teoría de la historia marxiana se transmutará en la obra posterior de Stalin en una suerte de fatalismo histórico propio de una filosofía universal de la historia. Retomando y desarrollando a Kautsky y a Plejanov, de esa filosofía universal se inferirán, en el seno de la dirección de la III Internacional, tareas políticas precisas y perspectivas de análisis teórico —por lo menos problemáticas— para el movimiento revolucionario latinoamericano, en una época en la cual Stalin comienza a consolidarse en el poder tras la muerte de Lenin.

 

Si bien en 1905 vuelve a remitirse a Engels, una vez más, para inferir y derivar de la problemática metafísica sobre la prioridad ontológica la cuestión gnoseológica del conocimiento del ser, introduce en este punto una clara innovación. Compartiendo y llevando hasta las últimas consecuencias la concepción empirista-realista del conocimiento como imagen de las cosas, Stalin desarrolla la teoría del retardo de la conciencia, para la cual esta última inevitable y necesariamente debe ser precedida por los cambios en el mundo exterior. Por lo tanto, se le atribuye la característica de ir siempre a la zaga del mundo real, el cual desarrolla cambios materiales con una antelación cronológica invariante en relación con la conciencia. No podrá haber construcción de una conciencia socialista y de una nueva subjetividad —se le rebatirá posteriormente al Che Guevara, desde esta lógica, durante los años 60— si no hay previo desarrollo de las fuerzas productivas y los instrumentos técnicos. Con Stalin, como también sucedía con Kautsky y Bujarin, el tren de la historia recluye la cultura y la conciencia al papel subsidiario de furgones de cola. La subjetividad sería, apenas, el último banderín de adorno que cuelga de ese furgón.

 

De esta manera encontramos en la teoría staliniana una doble prioridad, tanto en el nivel ontológico (del ser sobre la conciencia) como en el correspondiente a la gnoseología (del objeto exterior con relación al sujeto cognoscente), en la que el primero es el fundamento de la segunda, puesto que sólo a partir de la postulación de la prioridad ontológica del mundo exterior la conciencia lo puede "reflejar", con lo cual se comienza a construir, avanzando sobre los primeros pasos del Anti-Dühring y del Ludwig Feuerbach, la posteriormente denominada "teoría del reflejo".

 

En consonancia con el monismo plejanoviano la conciencia es concebida como una forma del "ser" mientras que el contenido suyo es atribuido a la realidad material objetivamente existente. Como en el materialismo metafísico de la óptica staliniana, la segunda es la base de la primera, la forma va siempre detrás del contenido. Analizada esta misma pareja categorial en el terreno de la "aplicación" de la metafísica al ámbito histórico humano, el contenido será atribuido a las fuerzas productivas y la forma a las relaciones sociales de producción. De donde Stalin deducirá una teoría y filosofía social absolutamente productivista y tecnologicista, dado el notorio énfasis que le otorga al desarrollo lineal de las fuerzas productivas (contenido) las que en su opinión arrastran invariable y evolutivamente tras de sí a las relaciones sociales de producción (forma). Concepción que conducirá a Stalin, evidentemente, a una incomprensión total de El Capital, de su teoría del valor, de su teoría crítica del fetichismo y de las consecuencias lógicas que de éstas se derivan. Constelación productivista y tecnologicista que las metafísicas "post" —demás está decirlo— adoptarán como blanco prioritario de ataque, a la hora de atropellar contra el marxismo, por ser reacia y hasta opuesta a las reflexiones del ecologismo y la defensa del ecosistema.

 

Finalmente, con respecto a la categoría de práctica —a la cual, aun de manera unilateral, Engels siempre se refería— podemos observar que este concepto teórico no ocupa ningún significativo papel en la temprana exposición staliniana de la teoría social del marxismo…

 

(continuará)

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

*


3 comentarios:

  1. No es posible comprender (ni juzgar) al sujeto (en este caso Stalin) aislado de su contexto histórico, tanto si se trata de su pensamiento (teoría) como de sus actos (praxis).

    Salud y comunismo

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    1. Tienes toda la razón, no es correcto aislar al sujeto de su concreto contexto histórico, y eso vale para Marx, Stalin, Trotsky, Plejanov o el propio Lenin… y por supuesto para cualquier otro personaje histórico. Pero ese método no es del gusto de la ideología dominante, que por el contrario prefiere estigmatizar y criminalizar a los dirigentes revolucionarios ‘fabricando unos hechos verosímiles’ que puedan ser percibidos por la opinión pública como irrefutables pruebas de cargo.

      En el caso concreto de Stalin existe una excelente biografía-histórica obra de Domenico Losurdo titulada “Stalin: Historia y crítica de una leyenda negra” (disponible en la red) en la que de modo minucioso analiza paso a paso la larga (Stalin fue elegido personaje del año en la revista yanqui TIME en 1939 y 1942) y compleja trayectoria política del dirigente bolchevique.

      Stalin, como casi todos los comunistas rusos, en los comienzos tuvo como maestro a Plejanov, exactamente igual que Lenin. Otra cosa es que Lenin, sin renegar del pasado (¿el mismo Lenin?), denunciara con argumentos rigurosos teóricos y ejemplos políticos prácticos, el lamentable desvío hacia la socialdemocracia que Plejanov realizó en un contexto histórico posterior (¿el mísmo Plejanov?).


      Recuerdo que Manuel Sacristán comentó en alguna ocasión (¿Una conferencia que compartió con su ‘enemigo íntimo’ Vázquez Montalbán?) que el estalinismo (tal y como lo conceptuaban la mayoría de sus críticos) era en sustancia y con otros nombres, muy anterior a Stalin. No deja de ser curioso que Trotsky descalifique a Stalin como ‘empirista y oportunista’ que vivía haciendo zigzag. Justo lo que Lenin le había echado en cara a él desde los tiempos en que abandonó las filas de los mencheviques y se pasó al bando bolchevique (¿él mismo Trotsky en dos diferentes contextos históricos?) . Por otra parte nadie debe negar sus extraordinarios méritos como jefe del ejército rojo. Pero al poco del triunfo de la revolución ya propuso al ‘Comité central’ –que rechazó su propuesta con Lenin a la cabeza– no la burocratización jerárquica sino directamente la ‘militarización’ de los sindicatos. No sé, por aquél entonces, cuál de los dirigentes, Stalin y Trotsky, estaba más alejado o enfrentado al concepto de dictadura del proletariado –que no de dictadura sobre el proletariado–, según el pensamiento de Marx y Lenin.

      En fin, lo que sí tengo muy claro es que ‘la imagen –made in USA–realmente existente de Stalin’, no tiene nada que ver con el líder soviético que lideró la gloriosa victoria del ejército rojo sobre el nazismo.

      Salud y comunismo

      *

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    2. He leído el libro que mencionas de Domenico Losurdo, y, en lo esencial, estoy de acuerdo con cuanto en él expone. Stalin es el más destacado "demonio rojo", aunque no es el único difamado hasta extremos delirantes por los libelistas disfrazados de historiadores que tanto abundan. Félix Dzerzhinski, y sus "horripilantes mazmorras", es otra de las dianas preferidas por los venenosos dardos de la propaganda clasista, junto con los comisarios soviéticos, tan necesarios éstos como la implacable política de vigilancia dirigida por Dzerzhinski en momentos de verdadero peligro para la revolución. Su impresionante estatua, que yo aún pude ver frente a la no menos impresionante sede del KGB, fue removida de la plaza, las erigidas en honor de Truman, criminal responsable de los dos ataques más atroces de la historia, siguen en sus pedestales en varios lugares del mundo.

      "En fin, lo que sí tengo muy claro..." Estoy de acuerdo contigo.

      Salud y comunismo

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Gracias por comentar